En este pequeño texto, Marcos López, impresionante fotógrafo contemporáneo, padre del sub-realismo criollo y del pop latino, traza su árbol de influencias recreando su bautismo artístico. Toda la escena para conmemorar a su padrino predilecto: Andy Warhol.
Haciendo el ejercicio de imaginar una escena donde estén representadas mis influencias y, de algún modo, las bases de mi estructura visual/emocional, veo el momento de mi propio bautismo. Una iglesia pequeña de algún pueblo de Corrientes, o de Misiones. Oberá, por ejemplo. En pleno verano. Mi madre es Ramona Galarza y mi papá es Pablo Suárez, que está de traje gris oscuro, medio arrugado, con solapas finitas, estilo cincuenta. Los padrinos son Antonio Berni y Andy Warhol.
Suena un acordeón que trata de imitar un órgano y un arpa paraguaya. Un coro de niños canta en guaraní canciones religiosas. Warhol, que me tiene en sus brazos, llora de emoción. Siento el temblequeo de su cuerpo, su cariño. Su lado femenino. Cuando termina la ceremonia, supera su extrema timidez, y abraza al cura, que es Tato Pavlovsky. Tato, que prácticamente lo dobla en tamaño, lo contiene con mucha ternura. Estoy feliz por los padrinos que me tocaron. Ser ahijado de artistas de lectura simple, básica, inmediata, lineal, clara.
Obvia, si es que cabe el término. A + B = C. Warhol dijo con su obra prácticamente todo lo que se puede decir en el campo de las artes visuales para opinar de la segunda mitad del siglo XX. Anticipó la catástrofe. Fue el primero en ver los aviones del 11-S. Puso sobre la mesa cuestiones que rigen la vida cotidiana, los valores del imperio: publicidad, mercado, frivolidad, sed desmedida de éxito, medios, marcas… Polaroids de locura ordinaria.
Por más que se esforzó y tuvo la constancia de aparecer en las fotos de todos los cócteles, su obra tiene una densidad aplanadora. Tiene la acidez en la garganta y el hueco en la boca del estómago que se sienten en las mañanas de resaca. El dolor puede verse en su propio cuerpo. Basta poner en Google “Richard Avedon + Andy Warhol” para ver ese magnífico retrato de su torso desnudo, lleno de cicatrices. Transitar por la epidermis puede ser un camino de profundidad cuando se es sincero en mostrar el desamparo del propio niño interno. En cuanto a la ironía, todos sabemos que es un escudo para no mostrar la soledad y el miedo. Lo entiendo y lo perdono.
Fuente: Diario Perfil
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