Siempre me sorprendió la afluencia que el corredor novela-cine-televisión históricamente ha producido entre los escritores estadounidenses -basta poner por ejemplo a Faulkner-, algo que aquí también sucede, sin duda, pero que se ve menos. Pienso en esto al leer una nota sobre el fallecimiento de Michael Crichton, novelista que supo fascinarme desde las traducciones de Emecé que leí cuando era (más) adolescente y que ya desde la tapa rozaban la estética, o la cosmética, marketinera del best-seller. Y es que la lógica misma de su producción catapultaban a Crichton a esa lógica: tanto Jurassic Park como El mundo perdido, fueron, ante todo y de la mano de Steven Spielberg, grandes éxitos cinematográficos; parte primera y segunda de la trilogía fílmica homónima al título de la primer novela, no así Jurassic Park 3, de cuyo guión no participó y cuya calidad fue evidentemente inferior. Menos fáciles de asociar con él, fueron los guiones de la exitosa serie E.R. y del clásico Acoso sexual, protagonizada por Michael Douglas y Demi Moore.
De formación, o por deformación, porque escribía desde joven, Crichton era médico, condición que evidentemente le proporcionó los ingredientes necesarios para ser uno de los representantes de lo que se llama el tecno-thriller, género fruto del cruce entre la narrativa bélica o de aventuras tradicional y la ciencia ficción y la fantasía; "cruce", por si es que puede hablarse de límites precisos entre los géneros. En cristiano: fue cultor de basar las tramas de aventuras o suspenso sobre argumentos de relativa solidez cientifíco-tecnológica, unos cuantos años antes de que las primeras temporadas X-Files inundaran la pantalla de Fox: precisamente aquella pata por la que rengueó básicamente el tercer capítulo de la saga jurásica (cuya cuarta parte, con la presencia de grandes nombres, se espera ver en 2009).
De Crichton rescato, ante todo, el sentido de la catástrofe que desde La amenaza de Andrómeda (novela a partir de la cual recientemente se rodó una miniserie producida por Ridley y Tony Scott) supo crear. Posiblemente no sea recordado por su narrativa formalmente poco trabajada, pero sí como uno de los autores de esos grandes argumentos que uno disfruta en la pantalla (chica o grande) y que saben instalar y reproducir en una generación ciertas temáticas, miedos, discusiones que la marcan.
We'll miss you, Mike.
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