De cómo la literatura cuenta la guerra de Malvinas
La guerra de Malvinas, como toda guerra, constituye una confrontación de cuerpos, y a la vez, una confrontación de discursos. Desde el relato convocante de los comienzos hasta la postrera rendición de cuentas, la guerra despliega una construcción de versiones que siguen pugnando por imponerse, incluso cuando la lucha entre los cuerpos ya ha concluido.
Han predominado dos maneras de contar la guerra de Malvinas en la disputa por el terreno de la memoria colectiva: una, la que podríamos denominar versión triunfalista; otra, la versión del lamento. La versión triunfalista corresponde al discurso oficial, es la que construye héroes y responde a la tradición según la cual "nuestra bandera jamás ha sido atada al carro del enemigo". La versión del lamento, por su parte, surge, a diferencia de la anterior, en el punto de inflexión de la derrota: construye víctimas, responde a la tradición de la neutralidad bélica argentina, y apuesta a las vías diplomáticas.
La primera versión, más transitada durante la guerra, circula abarcando un abanico que va desde el discurso de Galtieri en el balcón de la casa rosada, hasta las crónicas de los medios masivos, pasando por el fervor de los cánticos populares: su impronta es el desafío al "principito" y el anuncio, en titulares, de que "estamos ganando". La segunda versión comienza a imponerse tras la derrota. Los combatientes son ahora "chicos": víctimas (en la locura, en la mutilación, etc.), no tanto de los ingleses sino de sus propios oficiales. Un discurso anti-militarista, y también anti-imperialista en este caso, dirá entonces que la guerra fue una "causa justa", pero que estuvo mal conducida.
Esta segunda versión se propone cuestionar a la primera en sus principios fundamentales: ocupar el espacio de su opuesto, revertir todos sus términos. Sin embargo, la versión del lamento no cuestiona a la versión triunfalista de un modo tan contundente como lo pretende. Lo cierto es que ambas se inscriben, finalmente, en un mismo marco, participan de una misma lógica: la lógica del Gran Relato Nacional, es decir, la del Gran Relato Argentino.
En la base de la conformación de toda nación moderna - y también en la de
La coyuntura de un conflicto o de una guerra, como en el caso de Malvinas, exaspera el poder aglutinante del nosotros y convierte a los otros en enemigos; por lo tanto la posibilidad de escapar a la instancia globalizadora del Gran Relato Nacional resulta más difícil todavía.
Cuando "los chicos de la guerra" se lamentan de su suerte, insisten, no obstante, en que volverían a pelear por las islas con una preparación más adecuada: sostienen, en definitiva, lo legítimo de la "gesta". Y cuando el pensamiento progresista pone en juego su versión, dirige sus ataques al descalabro de la organización militar, pero a la vez se entusiasma, por su postura antiimperialista, con el hecho del desafío alas potencias coloniales.
La otra variante de aparente discrepancia apela a una estrategia que consiste en invocar valores universales, valores que pretenden posicionarse por encima de los conflictos nacionales: así, por ejemplo, Borges imagina a un soldado inglés que lee a Cervantes y a un soldado argentino que lee a Conrad, ambos en sus lenguas originales. Pero la tradición anti-belicista - como toda tradición que se basa en valores superadores para oponerlos al Relato Nacional - no consigue en definitiva escapar de él.
De modo que el Gran Relato Argentino logra entrampar en su lógica a todas estas versiones: todo podrá ser cuestionado, excepto las bases de la identidad nacional, núcleo fundante de la versión oficial. Todo podrá ser dicho, excepto que el problema de la soberanía sobre las islas carece de relevancia.
Estrategias de desarme: una guerra desarmada
Existen, de todas maneras, otros relatos que sí deconstruyen el Gran Relato y que pertenecen al campo discursivo de la literatura: surgieron en la narrativa argentina de los últimos años con variantes tan diversas, literaria y generacionalmente, como lo son
Su operación consiste en deconstruir y no en destruir lo que la destrucción pone en funcionamiento es una lógica que ataca desde el exterior del sistema en cuestión, su objetivo es la superación y el reemplazo de ese otro sistema, por eso lo bombardea, pero no lo dinamita. Dinamitarlo, deconstruirlo, supone actuar desde el interior: reconocer la lógica y la estructura internas para ubicar los puntos claves, los pilares que sostienen el sistema y lo harán caer: tarea de espía, tarea de saboteador.
La deconstrucción utiliza el mismo principio que deconstruye, opera dentro de su objeto, pero invirtiendo sus jerarquías; provoca un corrimiento del sistema en la medida en que consigue ubicar un elemento que dicho sistema no puede resolver. Su estrategia es trastocar órdenes, desarmar oposiciones, producir un cortocircuito en los fundamentos, actuar dentro de los límites que plantea el sistema, pero para resquebrajarlo.
A menudo, las versiones aparentemente opuestas al Gran Relato Nacional, como dijimos al referirnos a la tradición anti-belicista, formulan una superación por medio de valores universales:
Gardel era francés
Es posible, tomando los textos propuestos como un corpus (campo de trabajo) y leyendo qué cuentan de la guerra de Malvinas y cómo lo hacen, conformar una historia en la que se combinan distintos rasgos de cada uno de ellos.
En los textos deconstructivos mencionados, la "causa" no es "justa": parece justa mientras se la lee seriamente, pero se revela irrelevante en el registro del chiste. Y es precisamente en este tipo de registro donde cabe la inversión.
Si el Gran Relato Nacional definía, a través de un sistema de inclusión y exclusión, a un nosotros y un ellos, ese otro, la figura del extranjero, no se ubica ahora en el afuera sino adentro, y más aún: en el centro mismo. Un soldado va a Malvinas, pero su familia es inglesa, y su hermano está en Londres. Un ex combatiente se presenta en una embajada argentina, pero se trata en verdad de un chileno que ha usurpado su lugar. Y aún en la posición de voluntario, que en el caso de guerra resume en sí lo nacional como deseo (combatir por la patria como ejercicio de voluntad), es donde aparece un japonés: se alista en la causa antiimperialista, guiado por los principios aprendidos en nombre del Emperador durante
Juego de inversiones: el Gran Relato Nacional está paradójicamente sustentado por un extranjero. La guerra de Malvinas bien puede ser contada como la confrontación por la posesión de una isla ubicada "frente a la costa de Cumberland": los argentinos son los que la han ocupado patrióticamente durante ciento cincuenta años, y los ingleses son los que intentan recuperarla en una aventura sin sentido.
Pero toda identidad nacional, no sólo la argentina, está deconstruida con el mismo procedimiento: aún la del enemigo. Quien representa lo inglés en un restaurant londinense es un hindú (justamente una ex colonia). Y los pibes argentinos en Malvinas se asombran porque los ingleses son "escot, wels o gurjas" y se preguntan si no hay ingleses auténticos. Y es que es precisamente la idea de que haya una autenticidad nacional lo que se cuestiona: tampoco los ingleses son ellos mismos, no hay centro puro que no sea impregnado por la otredad.
Lo propio aparece constituido por lo ajeno también en el nivel de lo cultural. Los soldados argentinos fuman cigarrillos ingleses (y los oficiales, cigarrillos franceses o norteamericanos). La radio inglesa en las Malvinas es la que pasa folklore y tango, y es por lo tanto la preferida por los soldados argentinos en lugar del rock de las radios nacionales. Los ingleses toman té con bombilla, como si fuese mate, o bien desayunan con "arroz con leche, mazamorra y mate cocido"; los pichys (soldados argentinos que luchan por sobrevivir y no por la causa nacional) beben whisky cuando negocian con el enemigo, lo que remite a la tradición iconográfica de Galtieri, cautivado por la bebida del otro, al cual le declara la guerra.
Aquí no hay héroes nacionales. La heroicidad requiere una causa justa y en estos textos la causa ha sido despojada de su fundamento. Lo que queda, perdida la causalidad, es la casualidad: cuando un argentino aparece en la posición de héroe por haber matado a un gurkha, se trata en realidad de un accidente que se produce cuando los dos procuran entregarse mutuamente como prisioneros. Si el cónsul argentino en un desconocido país africano (que ni siquiera es el auténtico cónsul, sino que ha usurpado su lugar) incursiona en la embajada inglesa en lo que es visto como un acto de arrojo, lo que en verdad está haciendo es tratando de reivindicar, no tanto el orgullo nacional, como el honor personal comprometido por unas cartas amorosas que intenta recuperar. Así también, cuando aparece otro voluntario, esta vez argentino, su motivación para alistarse en el ejército no responde a eficacia alguna del Gran Relato convocante, sino al deseo que tiene de ser hecho prisionero y ser trasladado a Londres, con la intención de presenciar un concierto de los Rolling Stones.
Vemos entonces que se reproduce la lógica del sistema de lo nacional, pero con la inversión de sus jerarquías, trastocando su orden simbólico, degradando sus principios de valor, estos relatos deconstruyen, por lo tanto, las versiones de la guerra del Gran Relato Argentino. Lo propio aparece como lo otro; lo otro se identifica con lo propio. Los siete textos que circunscribimos plantean la representación de múltiples espacios: el espacio propio (
Y Dios no es argentino
En los textos testimoniales - Los chicos de la guerra de Daniel Kon o 5.000 adioses a Puerto Argentino de Daniel Terzano, por ejemplo -son recurrentes las apelaciones a Jesucristo o a Dios, o la aparición de objetos tales como crucifijos y rosarios, en la situación límite del miedo a la muerte o al sufrimiento físico. Los textos deconstructivos, en otro movimiento, secularizan estas zonas de religiosidad, transformándolas al ocupar su lugar con narraciones sobrenaturales, relatos de aparecidos, etc. Nos sitúan así en el registro de lo fantástico, tradición que la escritura literaria ha tomado de la oralidad (los cuentos de fantasmas narrados en torno al fogón), hasta volverla propia. Mediante esta inversión - la de colocar lo profano donde estuve le sagrado - se nos ubica en un terreno reconocidamente literario, donde vemos emerger la deconstrucción.
No todo lo que reluce es deconstrucción
Decimos, por otra parte, que se trata de relatos deconstructivos, porque no postulan nada que reemplace al Gran Relato Argentino: sólo lo desarman. Ni siquiera el propio espacio de enunciación queda en pie. Por eso diluyen también el espacio de autoridad de sus narradores: su saber es mostrado como endeble, su cordura es puesta en duda, su lugar de poder es cuestionado, su honestidad es sospechada.
Lo que se plantea aquí no es que necesariamente la literatura deconstruya un sistema. Un texto como "Gurka" de Vicente Zito Lema, contado desde la locura, termina erigiendo la figura de las víctimas de la versión del lamento. Y un texto tramado desde la técnica narrativa que se propone lograr un verosímil realista, podrá recorrer, como sucede en Arde aún sobre los años de Fernando López, todas las versiones del relato de la guerra (incluida la oficial); pero no logra desarticular ni deconstruir su objeto, al sostener también, finalmente, la versión de las víctimas.
De modo que la posibilidad de desarmar el Relato de
Notas
-Fogwill, Rodolfo Enrique. Los Pichy-cyegos. Ediciones de
-Forn, Juan. "Memorándum Almazán", en Nadar de noche. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991.
-Fresán, Rodrigo. "El aprendiz de brujo" y "La soberanía nacional", en Historia argentina. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991.
-Guebel, Daniel. "Impresiones de un natural nacionalista", en El ser querido. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1992.
-Lamborghini, Osvaldo. "La causa justa", en Novelas y cuentos. Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988.
-Soriano, Osvaldo. A sus plantas rendido un león. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986.
Otros textos sobre Malvinas que han sido confrontados:
-Borges, Jorge Luis. "Juan López y Juan Ward", en Borges, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1987.
-Kon, Daniel. Los chicos de la guerra. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1982.
-López, Fernando. Arde aún sobre los años. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986.
-Terzano, Daniel. 5.000 adioses a Puerto Argentino. Editorial Galerna, Buenos Aires, 1985.
-Zito Lema, Vicente. "Gurka (Un frío como el agua, seco)", en Voces en el hospicio. Ediciones de Fin de Siglo, Buenos Aires, 1990.
-Baczko, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1991.
-Culler, Jonathan. Sobre la deconstrucción. Cátedra, Madrid, 1988.
-Derrida, Jacques. De la gramatología. Siglo XXI, México, 1986.
-Gellner, Ernest. Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales. Gedisa, Barcelona, 1989.
-Naciones y nacionalismo. Alianza Editorial, Madrid, 1988.
-Habermas, Jürgen. Identidades nacionales y postnacionales. Editorial Tecnos, Madrid, 1989.
-Hobsbawn, E.J. Nations and nationalism since 1780.
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