“Me refiero al cuento insólito del escritor ecuatoriano Pablo Palacio, “Un hombre muerto a puntapiés”. Este clásico de la literatura de vanguardia está fechado en 1926. Es un breve clásico latinomericano de la crueldad (nada “menor”). Es un progenitor seguramente de la crueldad que somete brutalmente al niño muerto a puntapiés de Osvaldo Lamborghini; proveedor de una clave de reaproximación al relato El niño proletario (1973) del tardío vanguardista argentino: la insistente relación entre el espectáculo sádico, la homofobia y el incurable miedo burgués al proletariado particularmente en la primera mitad del siglo XX. Esa articulación, entre la forma misma de la experimentación y el enigma de la clase –inseparable asimismo de cierto drama vanguardista de la masculinidad– lleva ahora a abordar el relato de Palacio y a cuestionar amistosamente el matiz hedonista del profesor Contreras [compilador de la antología Un crimen provisional] cuando nos sugiere en su introducción que a contrapelo del utilitarismo moderno estas ficciones sólo estetizan lúdicamente el enigma del crimen de la ley. Pablo Palacio le da la vuelta a la ley del crimen no simplemente para divertirse: allí, en cambio, recibe lecciones privadas ante el ojo de la ley y aprende –de la ley– a robar sin culpa, tal como lo han hecho siempre impunemente el estado y la ley del cuento. La escritura de Palacio se nutre ciertamente de un resentimiento. ¿Será posible imaginarle otro rumbo (postnietzscheano) a la jovialidad crítica? El propio Palacio nos da una pista.”Fuente: Ramos, Julio: “Policiales de vanguardia (Nota sobre un cuento de Pablo Palacio en la antología Un crimen provisional. Policiales vanguardistas latinoamericanos de Álvaro Contreras)” en Arbor, Vol CLXXXIII, No 724 (2007) (http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/view/102/104)
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