La Virgen Cabeza de Gabriela Cabezón Cámara (Eterna Cadencia, 2009) es una novela que retoma cierta estética de la transgresión en la literatura argentina (cuyo principal exponente ha sido Osvaldo Lamborghini) a través de la selección de un lugar y una comunidad particular (la villa1) y a través de un tono narrativo sostenido en la mezcla, el exceso y la violencia. Cabezón Cámara continúa la línea de Washington Cucurto y de Osvaldo Lamborghini y apuesta a la exposición de un escenario donde la cumbia, el sexo y la droga pero también la sangre, la mierda y la religión.
Si bien no hay violencia en el lenguaje de La Virgen Cabeza (Cabezón Cámara, más allá del spanglish, no altera los significantes, no pervierte las palabras como sí lo hicieron otros cultores de lo transgresivo), la violencia se refleja en escenas de pura crueldad (la violación de Cleo, la chica que se prende fuego y muere en los brazos de Qüity) o de puro sexo (la primera vez entre Qüity y Cleo). Además, la violencia son los ricos en sus countries y las instituciones (la Iglesia, la policía) porque en La Virgen Cabeza sólo hay pobres y ricos y los pobres intentan autoorganizarse comandados por Cleo, la travesti2 divina, y los ricos no hacen más que demostrar asco y miedo, nos hacen más que demostrar sus linajes y su derecho a la tierra.
En cuanto a la mezcla, el tópico aparece en la alternancia de palabras de diversos registros (por ejemplo, Qüity habla y en su discurso se mezclan su labor periodística, su formación académica, la seducción del lenguaje villero) y en las referencias indistintas a diversas manifestaciones culturales que no suelen compartir los mismos ámbitos (la cumbia, Pretarca, la gauchesca, Quevedo, etc.). Ahora bien, la mezcla también es la villa: la suciedad y los santos; la comida y los desechos; las universitarias chetas y los pibes; el sexo y la cumbia; etc. Coger donde se come, jugar donde se caga en dichas cadenas resuena la voz de Lamborghini y su orgía de El fiord.
Finalmente, el exceso es una elección que realiza Cabezón Cámara para representar el mundo de la villa a través del derroche (a full con Bataille) que se sostiene básicamente, y aún después de haber sido visitados por la Virgen que los organiza para que puedan autoabastecerse y transformar sus vidas, en tres elementos: el sexo, el alcohol y las drogas. Sucede que, nos muestra la novela en un juego de espejos, los villeros son como los peces carpas: sólo piensan en chupar y en reproducirse. Así, y hasta el final, los habitantes de la villa se caracterizan por estar drogados, por coger todo el tiempo y sólo Qüity (o la Virgen) pueden organizarlos porque en La Virgen Cabeza, los villeros ni siquiera pueden manejar su lenguaje (limitado, claro): “se votó así porque yo era de los pocos que tenía cierto dominio sobre el lenguaje y vivía en El Poso.” (133). La visión que Qüity, la voz preponderante de la novela, nos transmite de la villa es una mirada sostenida en los lugares comunes (el título, incluso, refiere a un sintagma que usaban los de afuera para caracterizar a la Virgen de la villa) de que la droga, el alcohol y el sexo son los motores de ese grupo alegre que, utilizados por las instituciones estatales y despreciados por los ricos, están condenados a desaparecer.
Y en el final, con un telón de fondo apocalíptico y melodramático, quedan, claro, los elegidos, los que no pertenecen a la villa (aunque sentían simpatía por ese espacio tan alegre y derrochador) y una Virgen que si empezó como “cabeza”, termina decorada con las mejores joyas proponiendo ya no comunidades alternativas (que ya se comprobó, están destinadas a desaparecer) sino un culto religioso como cualquier otro con catedrales, estampitas y todo eso.
1 Santería de Leonardo Oyola también sitúa su trama en la villa pero desde una perspectiva totalmente distinta a la de Cabezón Cámara: en la novela de Oyola, hay una apuesta fuerte por el género policial y por confeccionar una trama consistente y enigmática.
2 En la elección del travesti como personaje resuena el libro de Alejandro López, Kerés cojer.
PD.: La novela me genera preguntas: ¿la transgresión todavía sigue valiendo como motor estético? ¿no fue lo suficientemente explotada en su momento? ¿la villa sólo puede narrarse desde esta postura? ¿cierta mezcla de lo alto y lo bajo, lo popular y lo elitista (qué feas me suenan estas palabras) puede ser menos explícito? ¿cómo se relacionan estas narrativas tan ancladas en lo referencial con, por ejemplo, los cuentos de Samantha Schweblin? La Virgen Cabeza me parece una novela escrita con el cánon alternativo que armó Libertella (exceptuando a N. Sánchez y Wilcock, creo) y me pregunto qué pasaría si se siguieran otros caminos...
Si bien no hay violencia en el lenguaje de La Virgen Cabeza (Cabezón Cámara, más allá del spanglish, no altera los significantes, no pervierte las palabras como sí lo hicieron otros cultores de lo transgresivo), la violencia se refleja en escenas de pura crueldad (la violación de Cleo, la chica que se prende fuego y muere en los brazos de Qüity) o de puro sexo (la primera vez entre Qüity y Cleo). Además, la violencia son los ricos en sus countries y las instituciones (la Iglesia, la policía) porque en La Virgen Cabeza sólo hay pobres y ricos y los pobres intentan autoorganizarse comandados por Cleo, la travesti2 divina, y los ricos no hacen más que demostrar asco y miedo, nos hacen más que demostrar sus linajes y su derecho a la tierra.
En cuanto a la mezcla, el tópico aparece en la alternancia de palabras de diversos registros (por ejemplo, Qüity habla y en su discurso se mezclan su labor periodística, su formación académica, la seducción del lenguaje villero) y en las referencias indistintas a diversas manifestaciones culturales que no suelen compartir los mismos ámbitos (la cumbia, Pretarca, la gauchesca, Quevedo, etc.). Ahora bien, la mezcla también es la villa: la suciedad y los santos; la comida y los desechos; las universitarias chetas y los pibes; el sexo y la cumbia; etc. Coger donde se come, jugar donde se caga en dichas cadenas resuena la voz de Lamborghini y su orgía de El fiord.
Finalmente, el exceso es una elección que realiza Cabezón Cámara para representar el mundo de la villa a través del derroche (a full con Bataille) que se sostiene básicamente, y aún después de haber sido visitados por la Virgen que los organiza para que puedan autoabastecerse y transformar sus vidas, en tres elementos: el sexo, el alcohol y las drogas. Sucede que, nos muestra la novela en un juego de espejos, los villeros son como los peces carpas: sólo piensan en chupar y en reproducirse. Así, y hasta el final, los habitantes de la villa se caracterizan por estar drogados, por coger todo el tiempo y sólo Qüity (o la Virgen) pueden organizarlos porque en La Virgen Cabeza, los villeros ni siquiera pueden manejar su lenguaje (limitado, claro): “se votó así porque yo era de los pocos que tenía cierto dominio sobre el lenguaje y vivía en El Poso.” (133). La visión que Qüity, la voz preponderante de la novela, nos transmite de la villa es una mirada sostenida en los lugares comunes (el título, incluso, refiere a un sintagma que usaban los de afuera para caracterizar a la Virgen de la villa) de que la droga, el alcohol y el sexo son los motores de ese grupo alegre que, utilizados por las instituciones estatales y despreciados por los ricos, están condenados a desaparecer.
Y en el final, con un telón de fondo apocalíptico y melodramático, quedan, claro, los elegidos, los que no pertenecen a la villa (aunque sentían simpatía por ese espacio tan alegre y derrochador) y una Virgen que si empezó como “cabeza”, termina decorada con las mejores joyas proponiendo ya no comunidades alternativas (que ya se comprobó, están destinadas a desaparecer) sino un culto religioso como cualquier otro con catedrales, estampitas y todo eso.
1 Santería de Leonardo Oyola también sitúa su trama en la villa pero desde una perspectiva totalmente distinta a la de Cabezón Cámara: en la novela de Oyola, hay una apuesta fuerte por el género policial y por confeccionar una trama consistente y enigmática.
2 En la elección del travesti como personaje resuena el libro de Alejandro López, Kerés cojer.
PD.: La novela me genera preguntas: ¿la transgresión todavía sigue valiendo como motor estético? ¿no fue lo suficientemente explotada en su momento? ¿la villa sólo puede narrarse desde esta postura? ¿cierta mezcla de lo alto y lo bajo, lo popular y lo elitista (qué feas me suenan estas palabras) puede ser menos explícito? ¿cómo se relacionan estas narrativas tan ancladas en lo referencial con, por ejemplo, los cuentos de Samantha Schweblin? La Virgen Cabeza me parece una novela escrita con el cánon alternativo que armó Libertella (exceptuando a N. Sánchez y Wilcock, creo) y me pregunto qué pasaría si se siguieran otros caminos...
Muy buen texto, Matías. Una sola cosa: el autor de la novela Kerés cojer no es Sergio Bizzio sino Alejandro López.
ResponderBorrarSaludos.
Uf, qué error grotesco, gracias por el comentario y la corrección.
ResponderBorrarMatías, además del error acerca del autor de kerés cojer, me parece que leiste muy rápido a La Virgen y no te diste cuenta de varias cosas, entre otras que una de las dos sobrevivientes y narradoras es villera.
ResponderBorrarEs verdad, Cleo vivía en la villa y sobrevive. Gracias por el comentario!
ResponderBorrarCreo que la pregunta sobre si hay otra forma de narrar la villa resulta fundamental. Me parece que Leo Oyola encuentra otra forma, colgada de la mitología y lo noir.
ResponderBorrarPorque continuar por el lado de lo monstruoso, aunque sea como una respuesta poronga a la crónica sensacionalista, es igual de deficiente: alimentar el monstruo sigue dando como resultado un espacio cerrado, hasta tal vez poco fertil.
Lamborghini... todo un problema. Pero en El niño proletario, por ejemplo, lo monstruoso está en esa fina, delicada y burguesa poesía modernista.
Desvaríos, habría que leerlo.
QUE ESCRIBIERON EN SU VIDA TODOS LOS QUE DEJAN COMENTARIOS?
ResponderBorrarEscribieron comentarios sensatos y críticos donde se los pedían y los esperaban, más allá de la soberbia y la arrogancia vil que puede caracterizar y motivar a una"escribidora" de bajo rango e "cultorilla" de pacotilla barata como pretendes ser... Humilde y anónimamente, tan sólo eso escribieron.
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