sábado, mayo 07, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (II)

JULES FLAMART

En 1964 Flamart entregó a la imprenta su novela-diccionario, titulada astutamente La langue en action. La idea era la siguiente: puesto que los normales vocabularios modernos, por muy divertidos y en ocasiones licenciosos que resulten, son casi sin excepción inadecuados para una lectura continuada y sistemática, que es la única que justifica la existencia duradera de una determinada obra, el autor se había propuesto, con una paciencia flaubertiana, componer un nuevo tipo de diccionario que conjugase lo útil con lo aventuroso, indicando como cualquier otro vocabulario la definición y la utilización de cada una de las voces, acompañándolas, sin embargo, no de agradables observaciones y divagaciones eruditas como las que alimentan o alimentaban las antiguas enciclopedias, sino de breves pasajes narrativos, encadenados de tal manera que, una vez acabada la lectura, el lector no sólo ha aprendido la utilización correcta de todas las voces que componen la lengua, sino que además se ha divertido siguiendo el intricado desarrollo de una trama de lo más cautivante y movida, de tipo espionaje-pornográfico.
Está claro que no bastará la anterior descripción para dar una idea precisa de este trabajo probablemente único en el mundo, y extrañamente aún poco conocido. Convendrá, pues, transcribir un fragmento de él, elegido al azar entre sus ochocientas cincuenta páginas; intentando soslayar el hecho de que el diccionario es, al fin y al cabo, un diccionario, y además francés. Abramos la página 283:

Enfoncer: derribar; introducir. Arthur la enfanga.
Enforcir: vigorizar. La alocución del presidente de la república en la televisión le habrá enforci, comentó el astuto Ben Saïd.
Enfouir: soterrar; empujar a fondo. Abriendo de nuevo los ojos, Géraldine protestó, no sin ironía: Pero ¿dónde la has enfoui?
Enfourcher: atravesar con la horca; ensartar. Tendrías que decir más bien enfourchi, aclaró entre dos beldades el secretario del viceprefecto.
Enfourchure: fondillo de los pantalones. Alastair, cógelo del enfourchure e intenta echarlo hacia atrás, suplicó Fauban.
Enfourner: enhornar, meter. No por casualidad le llaman el enfourneur, añadió con aire experto la falsa monja.
Enfreindre: infringir, violar. ¿Les gusta Benjamín Britten?, preguntó Ben Saïd, enfreignant repentinamente el respetuoso silencio.
Enfroquer: encapuchar; hacerlo fraile. Enfroquez-le! oyóse aullar a una voz horrorizada al otro lado de la puerta.
Enfouir (S'): huir; escapar. Géraldine aflojó las rodillas y la dejó s'enfouir.
Enfumer: ahumar. Poniéndose los calzoncillos por la cabeza como si fueran unas gafas, Alastair le enfuma por completo con su especial aliento e intentó echarse al lado del secretario del viceprefecto.
Engadine: Engadina. Apestaba a Engadine.
Engagé: comprometido. ¿Por qué ese aire de semanario engagé?, le preguntó sarcásticamente la monjita, revolviéndose en el sillón sobre el regazo de Fauban para pulsar el timbre con el pie derecho.
Engageant: atractivo. La puerta se abrió de golpe y Géraldine vio entrar a un San Bernardo poco engageant.
Engagement: compromiso; promesa. La enfermera que le seguía, se dirigió hacia Ben Saïd. He mantenido el engagement, anunció con una sonrisa equívoca, y con un rápido gesto le clavó la aguja de una gran jeringuilla hipodérmica detrás de la oreja izquierda.

O bien la página 577:

Personne: persona; alguien; nadie. El capitán entró en la galería y dijo: Personne!
Personnellement: personalmente. El candidato a paracaidista se atrevió a insinuar una tímida objeción: Yo, personnellement... El otro le hizo callar chasqueando la lengua: ¿Sólo con esos pantaloncitos, recortados de un periódico de la tarde?
Perspective: perspectiva. Problema de perspective, murmuró el muchacho. Los que usted lleva, en cambio, son de seda vulgar.
Perspicace: perspicaz; sagaz. Eres perspicace, observó el capitán, empujándole hacia la oscuridad.
Perspiration: transpiración insensible. Michel estaba cubierto de perspiration.
Persuader: persuadir; convencer. Había algo en el gran ruido metálico al fondo de aquel pasillo estrecho que no le persuadait.
Persuasion: persuasión. Pero de repente notó sobre su pierna delicadamente peluda el viscoso cañón de la pistola y una mano silenciosa fríamente decidida a no reparar en medios en su obra de persuasion.
Persulfure: persulfuro. Le rodeó una oleada de persulfure.
Perte: pérdida; escape. ¿Y esto?, preguntó finalmente el oficial, sin soltar a su víctima. ¿Es una perte?
Pertinace: pertinaz. Sus colegas del Contraespionaje —por no mencionar a sus numerosos enemigos de los Servicios Secretos extranjeros— sabían perfectamente cuán pertinace era La Condamine.
Pertinent: pertinente. ¿Le parece una pregunta pertinente? dijo el muchacho, sacándose el dedo de la nariz e inmediatamente después la camiseta. Son cosas mías, y me las guardo para mí, añadió.
Pertuis: agujero; hoyo; cavidad. Yo no estoy tan seguro, masculló el oficial. ¡Ahí está el pertuis!, exclamó de repente lamiéndose los bigotes.
Perturbation: perturbación. En el neófito la leve traspiración comenzaba a convertirse en perturbation.
Péruvien: peruano. ¿Oyes allá al fondo un ruido metálico?, susurró su guía. Son los péruviens.
Pervers: perverso. ¡Dicen que son terriblemente pervers!, murmuró con un estremecimiento el adolescente.
Pervertir: pervertir; depravar. Sin separarse de él ni un milímetro, el capitán arrastró a Michel otros dos metros por la oscura galería. Peor todavía, dijo entre dientes, ¡son unos pervertis!
Pesage: peso; pesaje. Y con ademán distraído procedía al pesage.
Pesant: pesado. ¿Le parece pesant?, preguntó el muchacho con una repentina curiosidad.
Pessaire: pesario. Lástima que he dejado el pessaire en el Jaguar-Morris, maldijo La Condamine.
Pessimisme: pesimismo. Una nueva oleada, más violenta que la anterior, terminó con su pessimisme: esta vez debía tratarse de un excusado semipúblico, que probablemente comunicaba con la sala de cine.
Peste: peste; ¡maldita sea! Ya estamos, dijo. Peste!, exclamó Michel: ¡Y ahora cómo me seco!

Y así sucesivamente hasta el deslumbrante final, basado en una orgía de zythum, cerveza de los antiguos, y especialmente de los egipcios. Didácticamente impecable, especialmente adecuada para los jovencitos y estudiantes en general, la obra de Flamart es de aquellos —¡desgraciadamente escasos!— vocabularios que se hacen leer de un tirón de la primera a la última página, aquellos diccionarios que han nacido llevando sobre la frente el signo de la epopeya.

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