Intenté un primer acercamiento a esos pobres dioses (que podían ser víctimas de mi sombra) empleando el mismo método estúpido que empleaban los adoradores. Me senté tenso frente a la pantalla y miré con golosa atención hacia la luz, pero a pesar del empeño que puse, no logré que naciera en mí ese deseo de quieto ardor que invadía a los espectadores.
En estos intentos empecé a prestar verdadero cuidado a lo que ocurría en la pantalla. Los seres de la luz actuaban con el beneplácito de los adorantes. Pero mi única actuación, cuando enfrenté a los espectadores, fue reprobada. Sólo la actuación de los seres de luz era seguida con creciente atención y un respeto solemne y resentido.
Los adoradores tienen sobrepieles que cuelgan flojas, pesadas y olorosas. También los seres de luz comienzan su actuación con estas sobrepieles más o menos ridículas, salvo que ellos no tienen ningún olor, prueba clara de que pertenecen a una esfera superior. Esta superioridad los impulsa a despojarse de las falsas pieles grotescas; casi siempre se ayudan entre sí para hacerlo. Comprendí entonces el sentido de la actuación de los seres de luz, en lo que se refiere a la primera parte
El cuento inédito "Gato encerrado en pornocine" de Jorge Barón Biza, completo en El blog de Simurg, editorial digna de atención por la publicación de libros geniales como El desierto y la semilla del propio Barón Biza y el reciente Cuentos completos del maestro Alberto Laiseca. En el blog hay otras joyas para leer, muestra de lo publicado por tal laborioso proyecto editorial.
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