El desierto y su semilla del cordobés Jorge Barón Biza (Simurg, 1998) es tal vez una de las mejores novelas de los 90 de la literatura argentina. Será por el trabajo estético con su propia vida (pura transfiguración), será por el trabajo con el cocoliche, será por las imágenes impactantes y polisémicas de un rostro destruido, o será por todo lo anterior y más que a JBB le bastó una sola novela para dejar su marca personal y dejar a sus lectores a la expectativa de la aparición editada de otros textos de su autoría.
Este año, la ansiedad ha sido aplacada con la aparición de la antología de reseñas, artículos y ensayos: Por dentro todo está permitido (Caja Negra, 2010). En este libro se recupera la labor de JBB como periodista en diversos medios (Página 12/Córdoba; Aquí vivimos; La Voz del Interior; etc.) y así nos encontramos con verdaderas joyas de diverso tono y manufactura como “El decálogo de la mala crítica” (en el que se imagina un infierno para la crítica pedante y los mandamientos para realizar una mala crítica), “El canto de la lejana libertad” (un recorrido por la literatura inscripta en las paredes de la cárcel) o “La loca no se rinde. La actitud lírica en los tiempos del mercado” (ensayo polémico que ya aparecía modificado en El desierto y su semilla y que aquí se reproduce completo).
Por dentro todo está permitido, antología muy cuidada y con un prólogo espléndido de Martín Albornoz, despliega ciertos intereses de JBB que ya se vislumbraban en su espléndida novela. Así, en estos textos de JBB, a la par de su tono autobiográfico, resaltan su precisa y enriquecedora visión de la plástica y el arte (en la sección “Reseñas”, se recuperan textos que no sólo dan cuenta de los recursos estilísticos sino también de la vida y de los presupuestos filosóficos y estéticos de los diferentes artistas que desfilan, que van de Basquiat a Molina Campos, pasando por Balthus); sus relaciones con la alta burguesía, el lujo y la moda (en esta línea, son imperdibles sus notas sobre la alta sociedad porteña publicada en La Revista); su reflexión en torno a la reseña como un género que debe tender a la comunicación y lo artesanal y escapar de la oscuridad de la crítica académica (véanse en particular “Elogio de la reseña” y la ya mencionada “El decálogo de la mala crítica”); su valoración del cocoliche, de los vínculos entre la plástica y la literatura y del tono autobiográfico (la sección “Ensayos” es un verdadero acierto con textos que iluminan varios de los procedimientos de El desierto y su semilla y las preocupaciones estéticas de JBB); su sensibilidad y delicadeza para captar lo urbano y sus miserias (“No tienen espalda”, “Toreros de radiadores” y “El canto de la lejana libertad” son muestra de ello); etc.
La voz de JBB que vuelve como un eco en los textos de Por dentro está permitido, es una voz incómoda por su ironía y su melancolía (tal como lo señala Albornoz en el prólogo) pero también por el énfasis con que sostenía la postura estética que envolvía su propia vida: una apuesta por la mezcla (frente a la pureza), por el arte (frente al mercado) y por la sinceridad (frente a la jeringoza crítica). La recuperación de más textos de JBB provoca una necesidad de atender a lo que ha ocurrido (y sigue ocurriendo) en la periferia del sistema literario: periferia dada por ser literatura escrita por fuera de Buenos Aires y por ser literatura atravesada por la vida misma, en la que la letra se encarna en el cuerpo y así se sostiene.
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