jueves, diciembre 24, 2015

Jonás; IV, 12 (José Edmundo Clemente)

Llegué a Historia de la soledad (1969), de José Edmundo Clemente, gracias a la recomendación de un amigo librero. Se trata de un breve volumen compuesto por once capítulos y un prólogo. La intención de Clemente es trazar una historia menor de esos hombres que los libros olvidaron, sumidos en la soledad y la ingratitud. Para ello, escribe esta serie de semblanzas filosóficas que, si bien puede tener alguna reminiscencia de las Vidas imaginarias, de Schwob más que de la Historia universal de la infamia, de Borges, logra echar luz sobre unos hombres solitarios, opacados por otros que han ganado el renombre y la gloria. Clemente era un especialista en estética, en filosofía y en bibliotecología; además, tenía una prosa fina y elegante como podrán leer más abajo. El humor, la reivindicación nostálgica y el comentario agudo marcan el ritmo de su Historia de la soledad. Copio el capítulo 4 de este hermoso libro y se los recomiendo con fervor. 


Jonás; IV, 12 (José Edmundo Clemente)

Todo libro posee márgenes abiertos y fluyentes que exceden la quieta angostura de su caja tipográfica, los límites formales de la imprenta; como si al tacto de nuestra mirada sensual las letras se abrieran maduras, ensanchando la página que les sirve de cauce. Milagro que vuelve las ideas y sentimientos al cálido relieve original, semejante al Lázaro bíblico. Algunos libros llevan un impulso más fuerte todavía; a la presión que extiende los costados del texto agregan un envión longitudinal que sobrepasa el corrido argumental de la obra y lo prolonga a supuestas intenciones secretas y posteriores. Intenciones que cada uno descubre con la misma alegría del solitario que encuentra una fortuna oculta, aunque muchas veces el hallazgo termina en alucinada fantasía, en simple espejismo de lector codicioso. O presuntuoso. Seguramente el descubrimiento ya fue previsto por el autor; seguramente las variantes posibles son hábiles concesiones a nuestra impúdica vanidad. Seguramente mi propia ambición de interpretar a Jonás sea apenas uno de los tantos finales de Jonás.
Recordemos la secuencia visual del Libro. Jonás debe ir a predicar a Nínive. Desobedece la misión. Embarca en el puerto de Jope, rumbo a Tarsis. En viaje, la nave es sacudida por un violento temporal. Los marineros imploran a sus dioses. El mar crece. Echan suerte para saber a quién castiga el cielo. La furia del viento no cesa. La prueba señala a Jonás. Las olas tapan la cubierta del buque. Los marineros tiran a Jonás por la borda. La tempestad calma. Un enorme pez traga a Jonás. Tres días y tres noches permanece dentro del animal. Se arrepiente. El pez lo devuelve sano y salvo a tierra. Cumple el mandato de ir a Nínive. Llega luego de tres días de camino.
El resumen de las “diapositivas” es aparentemente claro; Jonás desobedece, es castigado y perdonado. Pero creo que debemos considerar al texto más allá de la caprichosa historia de un desobediente o el relato turístico por el Mediterráneo en una incómoda bodega. Cuando mucho, esto solo haría del hijo de Amittay el precursor de los viajes submarinos. Tampoco, la publicidad de un acto demagógico de la siempre dispuesta voluntad de Jehová. Por lo pronto, ciertos signos evidentes levantan claves para otras interpretaciones. Tres días y tres noches permanece Jonás dentro del pez; tres y tres, 33, simbólica cifra que luego identificaría la edad de Cristo. Tres días tarda en llegar al lugar de la prédica; tres son las ciudades mencionadas en el texto: Nínive, Jope, Tarsis. Nada es casual. El tres era considerado número mágico en la antigüedad, incluso para los católicos. San Mateo considera a los tres días y tres noches término premonitorio de la Resurrección: “Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra” (Mt.; XII, 40). Quizás el lector considere fáciles coincidencias a estos signos; por mi parte también prefiero otra interpretación.
La ciudad fenicia de Tarsis adelanta una sospecha; el pez que traga a Jonás, ballena según San Mateo, la completa. Igualmente, el oportuno arrepentimiento que salva a nuestro héroe de equivocar el destino para el cual había sido llamado. Llamado. Estoy acercando los hechos a mi intención; “llamado” (vocãtus) es raíz etimológica, justamente, de vocación, palabra que considero centro del libro. Todos fuimos llamados para una misión determinada; en la medida que nos acercamos a ella, nos acercamos al verdadero sentido de nuestra vida. Pero no siempre asumimos la responsabilidad de nuestra vocación; a menudo huimos de ella y caemos, como Jonás, en el fondo de la ballena. La precisión de San Mateo es oportuna. La ballena representaba en la simbología tradicional al mundo terreno, al cuerpo venoso y perecedero. Melville recurre a la increíble Ballena blanca para aludir la obstinada persecución del hombre tras de su inevitable muerte. Su destino más cierto.
Pasemos ahora al margen final del texto, al impulso que no pudo detener la imprenta y que continúa girando por inercia propia una vez cerrado el libro. Atendamos a la metáfora de la obra, ese espectro de la realidad, diría Ortega, que prosigue fantasmal y nítido el contorno de la imagen ausente. No se trata de un absurdo lingüístico. Sería muy pobre admitir la simplicidad de Jonás tragado por una ballena verdadera y devuelto intacto al día tercero. No debemos abusar de los milagros; sobre todo, cuando son innecesarios. Hagamos crédulo el relato. Jonás entra al estómago de una ballena metafórica. La ballena es él mismo; el estómago de la ballena, su propio estómago. Lo habita por unos días, igual que muchos lo hacen por siempre, satisfechos del interior de su piel, adormecidos de tedio. Jonás logra arrepentirse, pero la mayoría prosigue a escondidas de su vocación. Hombres cegados por llegar a la próspera Tarsis hasta que la muerte les recuerda, tarde, que no vivieron la vida fundamental; la vida para la que fueron llamados. Que es igual a no haber vivido nunca, porque la señal marcada en el alma se les ha borrado. En vez de Nínive, la cúpula interior de una ballena será el cielo merecido. Oscuro leviatán; universo sin estrellas. Quizás la ballena sea una inconsciente alusión al infierno, o a la impotencia. Quizás el infierno sea una metáfora de la impotencia.

Clemente, José Edmundo (1969). Historia de la soledad, Buenos Aires, Siglo XXI editores, pp. 35-39.

domingo, diciembre 20, 2015

Gilgamesh, copia y original


Tal como declara el propio Kramer, los cinco cantos de Gilgamesh (o Bilgames, en su forma inicial) no fueron ni los unicos ni los primeros poemas sumerios, pero tienen el raro mérito de, tras haber sido puestos en circulación como entretenimientos cortesanos hace unos cuatro mil años en la ciudad de Ur, al cabo haber sido refundidos y "plagiados" por toda la posteridad vecina, tanto autóctona (babilónica) como extranjera, hasta alcanzar la magnitud de una obra maestra y referente por antonomasia en su género. De hecho, el idioma de Sumer se fue extinguiendo gradualmente, sobre todo a favor del acadio, pero la versión unificada en forma de epopeya fue celosamente aprendida y copiada a otras lenguas, totalmente ajenas (por ser de raíz semítica), y por otras culturas, que quizás hasta odiaban ancestralmente a los sumerios. El detalle de que se trate de una obra literaria que superó a su pueblo y su lengua no es menor (por lo demás, el prestigio de la cultura sumeria era tal que muchos otros testimonios se conservaron). Pues justamente que se la haya copiada es lo que resulta notable: por primera vez en la historia humana, que sepamos, se le atribuyó a un producto de la mano del hombre el distingo de su duplicación; y es en este gesto, en su re-producción más que en su producción original, que parece anunciarse el surgimiento de una nueva conciencia, en la que la veneración y el afán de conservación desbordan por mucho a lo puramente utilitario y práctico. Nunca sabremos ni cuál fue la primera creación hecha con intenciones artísticas ni gozada con intenciones estéticas, pero aquí tenemos una gran candidata a ser la primera obra de arte reproducida en toda la historia humana, y es un mérito en el que es preciso detenerse por su significado, aun contra toda la posterior exaltación que se ha hecho de la originalidad (tan importante en literatura, de hecho, que el género literario moderno por antonomasia dio en llamarse precisamente novela). Vista así, la "epopeya del miedo a la muerte" -como bellamente la definiera Rilke- sería la primera obra humana íntegramente reconocida como tal, como una entidad digna de inmortalidad (precisamente lo que tanto ansiaba su héroe epónimo).
Burello, Marcelo G. (2013). Gilgamesh o del origen del arte, Buenos Aires, hecho atómico ediciones, pp. 62-63.

sábado, diciembre 19, 2015

La letra argentina. Lenguajes, política y vida en el siglo XXI


Se trató de un encuentro realizado en el Centro Cultural "Paco Urondo" de la Facultad de Filosofía y Letras el 6 y 7 de noviembre de 2014. El encuentro fue organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y reunió a escritores, periodistas, editores y críticos literarios para reflexionar sobre diversos temas como la literatura y la circulación de libros, los libros y la política, los lenguajes contemporáneos, etcétera. 
Este año se publicó un libro que recopila ese encuentro, La letra argentina. Dejo la versión en PDF en el siguiente link: 


Copian, repartan y comenten a quien interese. Pego a continuación el índice para que chusmeen las intervenciones y los nombres de los participantes!

Índice

Apertura - Bruera, Morgade, Forster
Literatura y circulación de libros - Boido, Chitarroni, Cristófalo, Scolnik
Literatura y vida
Literatura y envidia - Mariano Quirós
Acerca del instante, la literatura y la vida - Roberto Raschella
La literatura (y la vida) como querría - Carlos Skliar
La autoficción: artefactos agotados y nuevos modelos de escritor - Claudio Zeiger
Diálogo I - Luis Gusmán
Géneros populares
Géneros populares - Marcelo Figueras
Derivas actuales de los géneros populares - Mariana Enríquez
La ambigüedad genérica - Horacio González
Oralidad, autogestión y periferia - Juan Diego Incardona
Irrupciones políticas
El poeta y el Estado - Sergio Raimondi
La barbarie civilizada o la civilización bárbara - José Pablo Feinmann
Después del 2001, literatura argentina y política - Hernán Vanoli
¿Rodolfo Walsh o Manuel Puig? - Carlos Gamerro
Lenguajes contemporáneos
Vida cotidiana - Daniel Link
Un plato de azúcar - Miguel Vitagliano
El idioma de los argentinos: lo traducible y lo intraducible - María Pia López
El tiempo de la poesía - Daniel Freidemberg
Diálogo II - Ludmer, Garramuño
Qué hace escritor a un escritor
Palabras leves - Paula Pérez Alonso
El momento íntimo de la escritura - Sergio Olguín
El escritor, las pérdidas, los amigos - Arturo Carrera
Los tonos de una nación: una pregunta del pasado - Matilde Sánchez
Qué es ser escritor: algunos ejemplos - Sergio Chejfec
Sobre los participantes

lunes, diciembre 14, 2015

Presentación: A dónde van los caballos, de Marcelo Britos y Cacería de guanacos, de Rosana Gutiérrez

 

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