lunes, mayo 31, 2010

Ya no esperamos

La revista Esperando a Godot están "liberando" (¿de la prisión editorial?) muchos de sus artículos de los primeros 20 números, acá pueden leerlos. Felicitaciones, gran idea. 

domingo, mayo 30, 2010

Algunas formas-de-vida de El libro de los monstruos

En El libro de los monstruos (1978), Juan Rodolfo Wilcock, autor argentino que escribió gran parte de sus libros en italiano (ya que desde los '50 vivió allí) y del que ya colgué algunos fragmentos acá y acá, en ese libro, decía, Wilcock construye una galería de hombres y mujeres que pierden su humanidad, transformándose en monstruos. La imaginación y el humor de Wilcock no tiene límites: en alrededor de 40 siluetas, arma una serie de sujetos que dejan de ser humanos de forma azarosa o fortuita; cada uno con características propias y distintivas que, de alguna manera, lo aíslan de cierta "normalidad" (Mino Vedi nace con cuernos; Juana Pé tiene una memebrana que le une las piernas como si fuera una sirena; Melo Merino es fosforecente; etc.).
La mayoría de las veces en El libro de los monstruos, una suerte de narrador-coleccionista que, en ciertas ocasiones, pareciera conocer a sus especímenes, realiza la descripción de estos monstruos humanos sin explicar cómo llegaron a serlo: no interesa. Lo que sí importa son las nuevas formas-de-vida que sobreviven después del fin de la humanidad, sus relaciones con un resto de humanos próximo a desaparecer, cómo llevan sus vidas cotidianes, qué juegos del lenguaje despliegan vinculados con sus nuevas formas. Estas nuevas formas-de-vida borran los límites del sujeto y así permiten la relación íntima entre lo humano y lo animal pero también entre el sujeto y el objeto, abriendo las posibilidades de un cuerpo  y una vida heterogénea, disidente (estos aspectos, con distintas variaciones y siempre con un estilo formidable por su creatividad y su fina ironía, Wilcock ya los había explorado en otras de sus obras: El estereoscopio de los solitarios (1972), El ingeniero (1975) y esa obra inhallable: La sinagoga de los iconoclastas (1972)).
De esa galería de anormales que nos presente El libro de los monstruos, extraigo dos individualidades que de alguna manera me recuerdan a unos cuentos de don Isidoro Blaisten ("El porqué de las bombachas rosas" y "En el sotobosque del country") porque representan con ironía tanto la figura del escritor comprometido como la del crítico literario (noten cómo el narrador traslada la viscosidad de sus faenas (la escritura comprometida y la crítica literaria) a las características físicas de ambos personajes). 
Que lo disfruten y si logran encontrar El libro de los monstruos (o cualquiera de los libros de Wilcock), no duden en comprarlo.


sábado, mayo 29, 2010

El fin de la larga noche de Humberto Costantini



Epa, esto sí que es importante, hacía tiempo que Humberto Costantini se merecía ser reeditado de forma íntegra (al menos, sus cuentos). Unos años atrás, Ediciones Lea recuperó su hermosa y jugada novela De dioses, hombrecitos y policías (1979) (en la que mezcla mitología grecorromana e represión política en la Argentina de los 70; ¿quieren saber cómo hace para mezclar eso? Léanla) y en 2009, la colección de recuperaciones de Abelardo Castillo había publicado El cielo entre los durmientes y otros cuentos
Pero ahora sí, aunque falta todavía que alguien reedite La larga noche de Francisco Sanctis (1984) (otra genial y diferente novela sobre los años de la dictadura, una especie de épica imposible), Ediciones de Razón y Revolución se la juegan y editan los Cuentos completos. Y he aquí la invitación a la presentación a la que, desde ya, no faltaré:

Presentación del libro

Cuentos completos (1945-1987) – Humberto Costantini

Ediciones Razón y Revolución

Panelistas:

Abelardo Castillo
Liliana Heker
Horacio Gonzalez
Rosana López Rodriguez


Miércoles 2 de junio – 19hs
Sala Ortiz
Biblioteca Nacional
Agüero 2502 – Capital Federal

viernes, mayo 28, 2010

Placer del significante

Hay diálogo psicoanalítico cuando en la palabra del paciente se escucha la emergencia del significante. Para hacerlo no hay que escuchar lo que le paciente dice [...] Un ejemplo: "Papá, me siento mal". La actitud no analítica sería tratar de comprender qué le sucede para ayudarle. Lo analítico sería decir: "Siéntate bien". La interpretación, si ustedes quieren, por decir algo, tiene que ver con el trasero, con el erotismo anal. En este punto se ve el desvío por el doble significado de la palabra.
Masotta, Oscar (1995): Lecturas de Psicoanálisis. Freud, Lacan, Bs. As., Paidós, p. 22; citado en el excelente artículo de Julio Premat sobre Osvaldo Lamborghini, "Lacan con Macedonio" , recopilado en Y todo el resto es literatura: ensayos sobre Osvaldo Lamborghini (Interzona, 2008).

jueves, mayo 27, 2010

La condición fantasmal de la revolución


Su primer número lleva el nombre de una exposición del Centro de Arte 2 de Mayo en Madrid  bajo el título: "Fetiches críticos: residuos de la economía general". Esta publicación de teoría y arte contemporáneo se coloca bajo la tutela de Georges Bataille, William Pietz y Karl Marx para seguir "la intuición de que un fetichismo crítico sería aquel que entiende su compulsión como una perversión de lo heterogéneo que se enquista al interrumpir los circuitos de transposición simbólica. Tal operación busca interceptar y trabar, haciendo metástasis, el funcionamiento de "lo económico"." 
Exploren con detenimiento la revista porque vale la pena (aplaudo la recuperación del artículo "América desaparecida" de Georges Bataille, en la línea del artículo, recuperado por Raúl Antelo, que colgué hace unas semanas).

miércoles, mayo 26, 2010

África mía


Más info, acá (ojo que la inscripción es hasta el 29 de Mayo).

Vía Hablando del asunto 3.0.

martes, mayo 25, 2010

Un Holmberg para el Bi-Centenario

Recopilado en la última reedición de la precursora novela de ciencia ficción Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte de Eduardo L. Holmberg (Biblioteca Nacional - Colihue, 2006), el relato que copio abajo, "Manifestaciones", transcurre durante el Centenario argentino de 1910 y me pareció grandioso para conmemorar este Bi-Centenario que nos convoca. ¡Salud!

Manifestaciones (Eduardo L. Holmberg)

El Señor Don Vitiquindo López Pujado tiene su escritorio en la Avenida de Mayo, en el segundo piso de uno de esos palacetes con el fondo para arriba, y recibe la luz por tres ventanas de balcón.
Se acerca el día del glorioso Centenario, y la población se apresura a colgar banderas de todos los colores en los frentes de las casas, de tal modo que, apenas asoma el primer día de la semana histórica, ya ondulan y flamean al viento de la mañana esos símbolos de la patria ausente o subyacente, acompañados por la celeste y blanca, tal como lo sugiere la cortesía y, de paso, lo impone la ley.
En toda gran manifestación popular, el entusiasmo se encuentra solamente en presencia de un hecho indiscutible: la muchedumbre; y el observador atento, que sabe confundirse en su oleaje, descarta de la gloria un tanto por ciento abrumador de simples curiosos y comentadores, que todo lo miran y todo lo interpretan. Las explosiones del entusiasmo son, para la mayoría, el efecto de la sugestión magna. Eso no importa. Por ella se han llevado a buen fin las obras humanas de mayor bulto.
En la mañana del veinticuatro la ciudad estaba toda embanderada, resultando un conjunto maravilloso de colores, algo tan gracioso y pintoresco, que el alma nacional parecía deslizarse por entre los pliegues flotantes y los matices no controlados.
Sin embargo, el Señor Don Vitiquindo, hasta las diez de la mañana, tenía los balcones desnudos, lo que daba origen a comentarios adversos que podían poner en peligro su negocio de rematador y agente de compra y venta de tierras.
Pero a las diez y media abrió él mismo una de las ventanas y, ayudado por su criado José Biadomar, colocó una bandera en cada balcón extremo, destinando para el central la mayor de las tres.
Cuando la hubo desenrollado cinco metros, observó con sorpresa que era interminable, y que el bulto que envolvía el asta no parecía disminuir. Una vez desenvuelta, barría materialmente la vereda y la Avenida, interceptando la vista y el paso.
—Recoge esa bandera, José, y devuélvela a la tienda de donde la has traído. Díles que se fijen en las medidas y que me manden otra más razonable.
Y José recogió la bandera, dando así cumplimiento a las órdenes de su patrón.
Media hora después, regresó trayendo otra más pequeña, y como el celeste de la tela era muy brillante y vistoso, la enrolló apenas, no la envolvió en papeles, se la echó al hombro, y así penetró en la Avenida que empezó a recorrer con ese paso que descubre al portador satisfecho de un troteo.
Alguno de los paseantes, más perspicaz que los otros, llamó a un amigo diciéndole: —¡Che! Esto ha de ser una manifestación; ¡sigamos la bandera!
Cuando José llegó a la casa del patrón, la Avenida estaba absolutamente cerrada por el gentío, y algunos miles de personas, con José a la cabeza, entonaban el Himno Nacional. Al oírlo, el Señor López Pujado abrió una ventana y se asomó al balcón, y como levantara los brazos, lleno de asombro, calló el gentío, dejó una estrofa inconclusa, y alguien gritó, señalando a Don Vitiquindo: —¡Ése es el orador!
— ¡Que hable, que hable!, rugió la muchedumbre.
¿Qué hacer?
¿Callarse?
¡Imposible!
Cuando una muchedumbre grita ¡que hable! hasta los mudos tienen que hablar. La muchedumbre es omnipotente y voluntariosa; pero también es condescendiente, y no exige mucho de los oradores, sobre todo cuando reconoce el esfuerzo y la buena voluntad.
Y habló.
—¡Ciudadanos de este grande y glorioso pueblo! (Bravos). Quisiera tener la elocuencia de un Cicerón o de un Demóstenes para manifestaros mi agradecimiento por la solemne ovación de que me hacéis objeto. Quisiera deciros mil cosas indecibles en estos días en que el aire está caldeado por el patriotismo (¡Bien! ¡Bravo!) y recordaros cuántos son los progresos realizados por esta Nación desde el día veinticinco de mayo de 1810 (¡Bien! ¡Muy bien! ¡Viva la Patria!); pero la hora no es oportuna, porque es la hora de almorzar (¡No importa! ¡No importa!). Me limitaré entonces a recordaros el alza asombrosa de los valores de las tierras, de tal modo que sólo pueden adquirirlas los hijos de la fortuna. Ya no queda más que una pichincha, la única y la mejor. ¡No olvidéis que el domingo, y con una base de cincuenta centavos la vara, venderé cien lotes en Banfield! (¡Bravo! ¡Bravo! decían los que estaban más lejos; reían los que oyeron).
Moraleja. Se puede amar a la patria y aprovechar las oportunidades.

* Publicado en la revista Caras y Caretas del 25 de junio de 1910.

lunes, mayo 24, 2010

El fin


Parafraseando a Ángel Cappa: "Ayer fue un día triste para la televisión". Por suerte, quedan, como resto, textos que nos recuerdan por qué Lost fue una gran serie: Lost, novela beckettiana.

La foto, vía fluzorama.

domingo, mayo 23, 2010

Mandarinas


¿Aburrido de escuchar siempre lo mismo? ¿Cansado de frecuentar los mismos ritmos, las mismas voces, los mismos intrumentos? Pues, ¡enhorabuena! Le presentamos Mandarinas Records, una página que ya está revolucionado la forma de escuchar música. ¿Cómo? Es fácil: sólo tiene que bajar o escuchar online el disco que le apetezca, guiándose con las descripciones de la sección "Discos". Nos permitimos recomendarle los trabajos de Shaman y su guitarra embrujada pero haga la prueba usted mismo y comience a gozar de los beneficios de la música independiente. ¡Visite ya!

sábado, mayo 22, 2010

In-fancia (sobre Las infantas de Lina Meruane)


Excursus: Hace unos años, me enteré de una experiencia vinculada con el análisis del discurso que un grupo de investigadores estaba realizando en una residencia de ancianos. Esta experiencia consistía en proponerle a un grupo de individuos que sufrían el mal de Alzheimer la siguiente tarea: volver a contar el cuento clásico infantil de “Caperucita Roja” como lo recordaran, con sus propias palabras. Los resultados eran por demás interesantes: aunque los relatos de los ancianos casi nunca coincidían con el cuento original (que se suele contar en familia o en los jardines de infante), se conservaban ciertos elementos: un personaje adulto (a veces, el lobo; otras veces, simplemente un adulto); un personaje infantil (a veces llamada "Caperucita"; otras veces con diversos nombres pero siempre conservando características infantiles); y una relación de tentación entre ambos (que en algunas ocasiones rayaba con lo erótico o lo sexual). Es decir, cierta estructura básica, detrás del relato para niños, subsistía (y se repetía sorprendentemente) pero no conservaba la candidez del original, más bien se trataba de una historia de seducción en torno al tabú de la infancia y su relación con la sexualidad y la adultez.

En una primera instancia, la apuesta de Las infantas de Lina Meruane (Eterna Cadencia, 2010) pasa por, de algún modo, pervertir y subvertir los cuentos infantiles tradicionales (desde “Caperucita Roja” hasta “Blancanieves”, pasando por “La Bella Durmiente”, “Hansel y Gretel” y “El flautista de Hamelín”). Si ‘pervertir’ y ‘subvertir’ son acciones que suponen arruinar, perturbar o trastornar versiones (en este caso, las clásicas e inocentes versiones), las tramas que se entrelazan en este libro nos presentan, mediante una prosa sensorial-material, una constante alusión a lo sexual y a lo morboso en el marco de estos cuentos infantiles reinterpretados. Así, por ejemplo, en la historia de las infantas fugadas del palacio, Blanca sueña, alucinada, que es Caperucita (“Soy la caperucita de sus sueños, que aparece en su minúsculo pijama de niña. Mi traje nocturno silba con la brisa. El aire me levanta los pezones.” (44)) y que el lobo la seduce y la atrapa (“Él me alcanza por detrás y me olisca entre las piernas y me lame el cuello sugiriendo que no me apure.” (44)).  O en otro capítulo de esta historia se nos describe: "La Cenicienta arrastraba su traje, hipando a cada paso, y reía, reía maldiciendo a sus hermanas las gordas, que intentaban obligarla a comer porque querían que engordara. Reía y reía con una felicidad desconcertante, espasmódica, eufórica; reía, delgada como un espejismo." (73).
Ahora bien, en los otros cuentos integrados que se intercalan con la historia de las infantas, los relatos infantiles también aparecen pero esta vez como el revés de la trama. En un cuento como “hermanastras”,  por ejemplo, la historia trágica de la muñeca que lleva la narración se asemeja a “Pinocho” pero se subvierte esa referencia y se la destila en un conflicto de celos, seducción y envidia.

I want it all


En una tarea faraónica, la editorial bahiense 17grises acaba de publicar 12 libros, uno más interesante que el otro. Entre esta multitud (acá, pueden revisar todos esos títulos y sus respectivas descripciones) se encuentran algunas reediciones que hacían falta (Poesía civil de Sergio Raimondi o La inundación y la cosecha de Ezequiel Martínez Estrada) pero también una recopilación de un crítico cultural y literario que lentamente vuelve del limbo del olvido: Ensayos sobre cultura y literatura nacional de Jaime Rest. En fin, bravo por la iniciativa y por la valentía de esta publicación maratónica. 

jueves, mayo 20, 2010

Cuando los cerdos vienen marchando



La revista Hermano Cerdo: literatura y artes marciales es una revista literaria atípica. Es decir, ¿cómo leer en sintonía una recuperación de la narradora norteamericana Shirley Jackson (quiero leer ya sus cuentos) y un artículo sobre los peleadores más grandes de toda la historia? Y después, por fin, un paseo por el cuento norteamericano contemporáneo y un texto de crítica destructiva.

miércoles, mayo 19, 2010

Anti-Tolkien: Oo, those awful orcs!

Hace un par de años, leyendo ese gran libro que compila las novelas de C. E. Feiling, Los cuatro elementos (Norma, 2007), me encontré con una mención de Luis Chitarroni en el prólogo al título de un artículo de Edmund Wilson que Feiling quería como epígrafe para su novela de fantasy inconclusa, La tierra esmeralda. En ese artículo de 1956 sobre la obra de Tolkien, "Oh, those awful orcs!", escribe Chitarroni, "...el gran campeón de la crítica norteamericana se dedica a predicar contra el pudor rítmico, la pereza sintáctica, el interlineado reaccionario, la teratología penosa..." (13), etcétera, etcétera, etcétera. 
Así es. Este artículo de Edmund Wilson que copio a continuación, destruye a Tolkien y a su saga El señor de los anillos y eso, la crítica a los escritores "intocables", de los que todo el mundo suele hablar o escribir positivamente, digo, esa crítica despiadada (y argumentada) me encanta.




Oo, those awful orcs!

By Edmund Wilson

J. R. R. Tolkien: The Fellowship of the Ring.
Being the First Part of The Lord of the Rings, Allen and Unwin. 21s.

In 1937, Dr. J. R. R. Tolkien, an Oxford don, published a children's book called The Hobbit, which had an immense success. The Hobbits are a not quite human race who inhabit an imaginary country called the Shire and who combine the characteristics of certain English animals -they live in burrows like rabbits and badgers- with the traits of English country-dwellers, ranging from rustic to tweedy (the name seems a telescoping of rabbit and Hobbs.) They have Elves, Trolls and Dwarfs as neighbours, and they are associated with a magician called Gandalph and a slimy water-creature called Gollum. Dr. Tolkien became interested in his fairy-tale country and has gone on from this little story to elaborate a long romance, which has appeared, under the general title, The Lord of the Rings, in three volumes: The Fellowship of the Ring, The Two Towers and The Return of the King. All volumes are accompanied with maps, and Dr. Tolkien, who is a philologist, professor at Merton College of English Language and Literature, has equipped the last volume with a scholarly apparatus of appendices, explaining the alphabets and grammars of the various tongues spoken by his characters, and giving full genealogies and tables of historical chronology. Dr. Tolkien has announced that this series -the hypertrophic sequel to The Hobbit- is intended for adults rather than children, and it has had a resounding reception at the hands of a number of critics who are certainly grown-up in years. Mr. Richard Hughes, for example, has written of it that nothing of the kind on such a scale has been attempted since The Faerie Queen, and that «for width of imagination it almost beggars parallel.»
«It's odd, you know,» says Miss Naomi Mitchison, «one takes it as seriously as Malory.» And Mr. C. S. Lewis, also of Oxford, is able to top them all: «If Ariosto,» he ringingly writes, «rivalled it in invention (in fact, he does not), he would still lack its heroic seriousness.» Nor has America been behind. In The Saturday Review of Literature, a Mr. Louis J. Halle, author of a book on Civilization and Foreign Policy, answers as follows a lady who -« lowering,» he says, «her pince-nez»- has inquired what he finds in Tolkien: «What, dear lady, does this invented world have to do with our own? You ask for its meaning - as you ask for the meaning of the Odyssey, of Genesis, of Faust - in a word? In a word, then, its meaning is 'heroism.' It makes our own world, once more, heroic. What higher meaning than this is to be found in any literature?»

martes, mayo 18, 2010

Edgardo Cozarinsky, artesano (sobre Blues de Edgardo Cozarinsky)



Me cuesta escribir sobre Edgardo Cozarinsky, es difícil escribir sobre sus libros porque sería de algún modo reducir su estilo, su sintaxis, su erudición, elementos de una prosa envidiable, fantástica. Su último libro, Blues (Adriana Hidalgo, 2010) también apunta a un trabajo artesanal de la prosa en sus cuatro secciones que proponen diversas series de textos. Y digo ‘textos’ porque me niego a llamarlos artículos o crónicas o ensayos o relatos de viaje: la división entre géneros o tipos textuales estalla, se torna imposible o innecesaria, tanto en este libro como en Vudú urbano (1985) y El pase del testigo (2002), libros que sobreviven, inmaculados, en las mesas de saldo de Corrientes a la espera de una revalorización lectora.
Basta abrir el libro y leer “Blues de una guerra olvidada” para apreciar un tono en la escritura Cozarinsky: una primera persona (atravesada por la nostalgia, los recuerdos, el exilio y el escepticismo) que rastrea en la memoria de su deambular y de su vida urbana cotidiana (ya sea en París como en Buenos Aires) señales, gestos o escenas para impulsar la escritura. Así, un recuerdo, una sensación o una acción trivial (un llamado a su madre) sirven de indicios para rodear ciertos temas (en el caso del primer texto es la guerra de Malvinas) y acompañar al lector en una recorrido tramado por asociaciones que van de la literatura (la opinión de Julien Green sobre la guerra) a los vestigios citadinos (un kiosco de revistas con cierto lema), de los recuerdos (la estación radial que Cozarinsky escuchaba en París en 1982) a las opiniones político-culturales (opiniones que muchas veces resultan chocantes, ácidas, polémicas), del acontecimiento histórico a sus efectos capilares en la sociedad (el final de “Blues de una guerra olvidada” es un paseo de Cozarinsky en la “zona roja” de Palermo y es una imagen perfecta). Por lo demás, en este texto y en los siguientes, el autor de Blues pone en juego una capacidad peculiar y propia de su estilo: detalles mínimos (una frase ingeniosa, una imagen determinada, una cita adecuada) le permiten trazar lecturas o poner en evidencia lo que hay detrás de la apariencia de realidad de un acontecimiento, de una persona, de un lugar.
Las demás secciones de Blues dan cuenta de una heterogeneidad textual en la que la voz de Cozarinsky realiza una lectura a contrapelo, con un sesgo entre la erudición y la paranoia, de la sociedad, la política y la cultura: exhuma una vieja polémica argentina de los 30 (Manuel Gálvez, enojado por no recibir el primer premio nacional de literatura) para atravesar la situación política argentina e internacional (“Guerrillas literarias”); lee el conflicto de la guerra fría en carteles publicitarios en las dos Alemanias (“Berlín Blues”); recupera, desde el placer de la lectura o de la añoranza personal, las figuras de Carlos Correas, Enrique Pezzoni o Rolando Paiva (toda la sección “Blues por ausentes” se mueve en esta sintonía); describe su lazo con la tradición judía a partir de su lengua materna, el castellano (“¿Judío por hablar castellano?”), etcétera, etcétera, etcétera. De lo que se trata en estos textos es de romper con la lectura pasiva de la realidad, introducir el yo y la experiencia pero también la asociación, la digresión y la erudición para que los temas expongan su juego inabarcable de remisiones, consonancias y asonancias. Y todo eso hacerlo a partir del trabajo artesanal, delicado y esmerado en la escritura.
Bien, ¿por qué digo que la sintaxis, que el estilo de Blues (y de los otros libros de Cozarinsky) es envidiable? Por fragmentos como estos donde brillan sus construcciones, sus adjetivaciones, el ritmo mismo de la frase:
El cuarto de un hotel barato me resulta tan bienvenido como podría serlo el de un palacio: para mí son anónimos, ambos. Si estoy en una ciudad donde no vivo, me intereso en la guía de teléfonos como en una novela policial. Si estoy en un país protestante, sé que el ejemplar de la Biblia en el cajón de la mesa de luz tendrá algún párrafo subrayado con lápiz y me pierdo en hipótesis sobre el estado de ánimo del lector que lo marcó. (46, Hoteles de paso)

Con los muertos famosos, abrumados por biografías y memorias ajenas, aparece el espejismo retrospectivo de una explicación de su conducta; pero la contradicción acecha, siempre, para desbaratar esos edificios póstumos. (49, Individuos en tiempos oscuros 2)

Pocas sorpresas más humillantes que la de descubrir en placeres creídos indefendibles un aspecto respetable que se nos había escapado. Pocos indicios más hirientes del paso del tiempo que asistir al rescate cultural de la trivia perdida en algún rincón de la memoria. (53, Pitigrilli recuperado)
Blues de Edgardo Cozarinsky establece, como ya lo mencioné, una serie con Vudú urbano y con El pase del testigo, textos que se mueven con ligereza (se leen muy, muy rápido) y que, entre la digresión, la asociación y el hallazgo indicial, confunden los géneros, rompen con las convenciones, introducen la pura subjetividad en la mirada hacia lo real y atraviesan su apariencia pero no para encontrar una verdad, más bien para hacer estallar el sentido, para gozar con la experiencia de las imágenes, los gestos y las series.

lunes, mayo 17, 2010

Borges y los usos cronológicos de la mentira

1 año más. En el imprescindible libro sobre Borges, El factor Borges: nueve ensatos ilustrados (FCE, 2000), Alan Pauls arrancaba su análisis señalando que en cuatro ocasiones distintas en los años veinte (en las revistas Crítica y Martín Fierro, en un compendio de poesía nacional y en una carta a Alfredo Bianchi), "Borges declaraba haber nacido en 1900" (10). Ahora bien, en el párrafo siguiente, la tenue mentira se desvanece, Borges nació en 1899, pero sobrevive la incógnita: ¿por qué un escritor joven mentiría sobre su edad sacándose, exactamente, un año? Pauls tiene una respuesta para la "Operación Rejuvenecer":
Y sin embargo a la hora de ganar tiempo, Borges se cuida mucho de abusar. Es discreto, sagaz, de una eficacia frugal. Gana lo justo: un año. Exactamente el año que le hace falta para haber nacido con el siglo. (11)

19 años menos. En "Historia de la historia", artículo recogido en el libro La conjura de los justos: Borges y la ciudad de los hombres (Las cuarenta, 2009), Diego Tatián se sumerge en la disputa entre Lugones y Borges en torno al nacionalismo. Así, después de escribir sobre la persistente pasión helénica del orador de El payador (1916), el autor sostiene que el propósito de "El escritor argentino y la tradición" no sería sólo una explícita respuesta "al argentinismo helénico de Lugones" sino, además y sobre todo, "salir al cruce del nacionalismo que animaba la política cultural peronista." (55). Así, una nota al pie devela una alteración temporal:
Si bien en la edición de las Obras Completas realizada por Carlos Frías en 1974 —como así también en la anterior de Clemente— "El escritor..." se incluye en Discusión de 1932, se trata de una operación editorial posterior, pues el texto fue publicado por primera vez en 1953 en la revista Cursos y Conferencias, como versión taquigráfica de una conferencia leída en el Colegio Libre de Estudios Superiores el 19 de diciembre de 1935. (55)
Más adelante, en "La habitación del monstruo", Tatián vuelve sobre el mismo punto en otra nota al pie y argumenta:
...(el lector de esas ediciones [las Obras Completas de Borges que establecen la fecha de producción de "El escritor..." en 1932] no puede menos que verse sorprendido al encontrar este anacronismo: "Todo lo que ha ocurrido en Europa, los traumáticos acontecimientos de los últimos años de Europa, han resonado profundamente aquí. El hecho de que una persona fuera partidaria del franquismo o de los republicanos durante la guerra civil española, o fuera partidaria de los nazis o de los aliados, ha determinado en muchos casos peleas y distanciamientos muy graves"...). (95)

domingo, mayo 16, 2010

Dos presentaciones dos

1. Condominio de Max Gurián (El fin de la noche, 2010), un libro de cuentos que si, como dice Peller en la reseña, propone en uno de ellos un traductor que produce una "versión acriollada y delirante" de Madame Bovary, bienvenido sea.



2. Las infantas de la chilena Lina Meruane (Eterna Cadencia, 2010), una ¿novela?, por lo menos, inquietante: erotismo, perversión e infancia en un clima de cuento clásico infantil.

viernes, mayo 14, 2010

tumblr addiction: pop, vintage y coleccionismo friki-trash


Vía Pocket Invaders.



Vía Hello zombie!.


Vía fluzorama.


Vía Paraíso Friki.


Vía (NES things).


Vía Mondo Pixel.


Vía Orgullo Friki.


Vía La tonesera.

miércoles, mayo 12, 2010

La lenta muerte de la fantasía


Me entero por Entrecomics que falleció un genio: Frank Frazetta. Eximio artista de escenas fantásticas, maestro al momento de captar el cuerpo y sus movimientos, los colores de la imaginación y la pura acción. Para los que no conozcan la obra de este gran gran pintor-ilustrador, pueden chusmear acá, acá y acá.

martes, mayo 11, 2010

golpe ciego (sobre Alternativas de lo posthumano de Oscar Del Barco)

Nadie puede decidir por sobre las máquinas. El campo de trabajo concentracionario, por ejemplo, es una creación del gran Autómata técnico-científico y no sólo fruto de la demencia stalinista o hitleriana. No es casual que una pléyade de enfermos mentales ocupen los puestos claves de los gobiernos que deciden los destinos de la humanidad en su conjunto. No se trata de casualidades sino de un Sistema; un sistema-vivo que utiliza el cerebro del hombre como su propio cerebro. (“Crisis”, p. 141)
¿Qué es esto? ¿Ciencia ficción? ¿Ficción paranoica? ¿Filosofía de la técnica? ¿Diagnóstico apocalíptico? Tal vez sea una mezcla de todo eso: un resto inasimilable. Alternativas de lo posthumano de Oscar del Barco (Caja Negra, 2010) reúne textos del filósofo cordobés que van de la crítica gramsciana al marxismo ortodoxo y la oscura diagnosis de la técnica y el Sistema a la propuesta de una, como dice el brillante y paranoico prólogo de Pablo Gallardo y Gabriel Livov, “teología metafísica de raigambre batailleana” (20).
Creo que los textos de Alternativas de lo posthumano en los que Del Barco realiza una diagnosis del Sistema, en que intenta decir “lo más posible” sobre el Sistema (“El “peligro” y lo que salva”; “Crisis” y “Postscriptum”, por ejemplo) son los más fascinantes, sobre todo porque en esos espacios la filosofía posmetafísica y posmarxista se confunde con la ciencia ficción: el Sistema como espejismo (98); el Sistema como pensamiento sin cuerpo (101); el no-sistema y el Sistema (108); el Sistema como máquina-con conciencia (141); los “bichos” del Sistema (143); etc. Desde ya, resuenan en sus planteos las ideas de Deleuze y Heidegger, a este último lo analiza en “Heidegger y el “misterio” de la técnica”.

lunes, mayo 10, 2010

Hortensia


Acá, están digitalizando la clásica revista cordobesa de humor Hortensia. A ver cuando hacemos lo mismo con Humor, ¿no? Vía La Duendes.

domingo, mayo 09, 2010

De cómo volver a la noche de los proletarios

¿Qué representan?, pregunta el historiador; ¿qué son ellos en relación con la masa de los anónimos de las fábricas o incluso de los militantes obreros?; ¿qué peso tienen los versos de sus poemas e incluso la prosa de sus “periódicos obreros” a la luz de la multiplicidad de las prácticas cotidianas, de las opresiones y de las resistencias, de los murmullos y de las luchas del taller y de la ciudad? Es una cuestión de método que quiere unir la astucia con la “ingenuidad”, identificando las exigencias estadísticas de la ciencia con los principios políticos que proclaman que las masas solas hacen la historia y encomiendan a quienes hablan en su nombre representarlas fielmente.
Pero quizás las masas ya han dado su respuesta. ¿Por qué, en 1833 y en 1840, los sastres parisinos en huelga tienen por líder a André Troncin, que reparte sus tiempos libres entre los cafés estudiantiles y la lectura de los grandes pensadores? ¿Por qué los obreros pintores, en 1848, van a demandar un plan de asociación a su extraño colega, ese cafetero Confais, quien los aturde ordinariamente con sus armonías foureristas y sus experiencias frenológicas? ¿Por qué los sombrereros en lucha han salido al encuentro de ese antiguo seminarista llamado Phillipe Monnier, cuya hermana fue a representar a la mujer libre a Egipto y cuyo cuñado murió en la búsqueda de su utopía americana? Porque seguramente aquellas personas, respecto de las que se esfuerzan habitualmente para evitar sus sermones sobre la dignidad obrera y el sacrificio evangélico, no representan lo cotidiano de sus trabajos y de sus odios.
Pero es efectivamente por eso mismo, porque son otros, que ellos van a verlos el día en que tienen algo para representar frente a los burgueses (patrones, políticos o magistrados); no simplemente porque saben hablar mejor, sino porque hay que representar frente a los burgueses –más allá de los salarios, los tiempos de trabajo, las miles de heridas del asalariado– fundamentalmente esto, lo que las locas noches de esos portavoces demuestran ya: que los proletarios deben ser tratados como seres a los que se les deberían muchas vidas.
Los muchachos de Tinta limón ediciones, que ya vienen explorando y editando filosofía política atípica y contemporánea (relecturas spinozianas, pensamiento micropolítico y posthumano, reflexiones en torno a la comunidad), publican un libro que se las trae: La noche de los proletarios: archivos del sueño obrero de Jacques Rancière.

sábado, mayo 08, 2010

Spinoziano

viernes, mayo 07, 2010

Un país de los juguetes o un museo de las larvas

En lo que concierne a la otra clase de significantes inestables, no deja de ser instructivo observar la función que nuestra sociedad les asigna a los jóvenes. Pues ciertamente no es un indicio de salud que una cultura esté tan obsesionada por los significantes de su propio pasado que prefiera exorcizarlos y mantenerlos con vida indefinidamente como "fantasmas" en lugar de sepultarlos, o que tenga tal temor a los significantes inestables del presente que no logra verlos sino como portadores del desorden y de la subversión. Esa exasperación y ese anquilosamiento de la función significante de las larvas y de los niños en nuestra cultura es un signo inequívoco de que el sistema binario se ha bloqueado y ya no puede garantizar el intercambio de los significantes en el que se funda su funcionamiento. Por ello cabe recordarles a los adultos, que se sirven de los fantasmas del pasado sólo como espantajo para impedir que sus niños se vuelvan adultos y que se sirven de los niños solamente como coartada para su incapacidad de sepultar los fantasmas del pasado, que la regla fundamental del juego de la historia es que los significantes de la continuidad acepten intercambiarse con los de la discontinuidad y que la transmisión de la función significante es más importante que los significantes mismos. La verdadera continuidad histórica no es la que cree que se puede desembarazar de los significantes de la discontinuidad relegándolos en un país de los juguetes o en un museo de las larvas (que a menudo coinciden actualmente en un solo lugar: la institución universitaria), sino la que los acepta y los asume, "jugando" con ellos, para restituirlos al pasado y transmitirlos al futuro. En caso contrario, frente a los adultos que se hacen literalmente los muertos y prefieren confiarles sus propios fantasmas a los niños y confiar los niños a sus fantasmas, las larvas del pasado volverán a la vida para devorar a los niños o los niños destruirán los significantes del pasado: lo que desde el punto de vista de la función significante —o sea de la historia— es lo mismo. Justamente lo contrario de lo que relata el mito de origen de un ritual de iniciación de los indios Pueblos: los adultos —dice el mito— les ofrecieron a las larvas de los muertos, que volvían al mundo de los vivos para llevarse a los niños personificarlos cada año en una jovial mascarada para que los niños pudiesen vivir y ocupar, algún día, sus lugares.
Fuente: Agamben, Giorgio (2004 [1977]): “El país de los juguetes: reflexiones sobre la historia y el juego” en Infancia e historia: destrucción de la experiencia y origen de la historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, págs. 126-128.

jueves, mayo 06, 2010

De Sartre al happening: sobre la reedición de Conciencia y estructura de Oscar Masotta

Hacía falta que se volviera a reeditar Conciencia y estructura de Oscar Masotta (Eterna Cadencia, 2010), desde la primera edición (1968), este librazo no había vuelto a circular por las librerías argentinas y había que matar, el tiempo y el bolsillo, buscando una primera edición del libro. 
¿Que tiene de interesante Conciencia y estructura? Dividido en tres secciones, "Filosofía y psicoanálisis", "Crítica y literatura" y "Estética de vanguardia y cultura de masas", esta compilación de artículos y ensayos muestra, por un lado, los vaivenes intelectuales de Oscar Masotta (de Contorno a Lacan, de Sartre al happening) y, por otro lado, resulta un índice de las teorías culturales que circulaban por aquellos años sesenta: psicoanálisis, estructuralismo y compromiso sartreano pero también pop, happenings y cultura de masas. Esas dos razones sumadas a la inteligencia de Masotta como intelectual y crítico frente al marxismo, la filosofía, la literatura o el arte y los medios de comunicación. Por lo demás, la reedición de Eterna Cadencia cuenta con un prólogo de Diego Peller (anotación: tengo que escribir algo sobre la resurrección del arte de prologar en los últimos tiempos) quien hace unos años se animaba a escribir un brillante artículo, Walsh con Masotta, en el que hacía lo impensable: cruzar las trayectorias de Oscar Masotta y la de Rodolfo Walsh (tal vez, como el tema de Sumo, "No tan distintos").

martes, mayo 04, 2010

Fatality


domingo, mayo 02, 2010

Eh, senadores

Hago eco del escrache del Partido Pirata contra la Ley de Derecho de Autor en la Feria del Libro.

sábado, mayo 01, 2010

¡Escritores del mundo, uníos!


Un blog con artículos cortos sobre crítica literaria, literatura y política siempre es algo bien recibido: ¡Escritores del mundo, uníos!
 

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