miércoles, diciembre 21, 2005

Un escritor de gimnasio...

Cómo terminé con mis lecturas y exámenes académicos me propuse desahogar la pila de libros que me esperaba. Comencé por Un viejo que leía novelas de amor (Tusquets, 1993) de Luis Sepúlveda. Lamentablemente al poco tiempo que la leía (digo lamentable porque sino no lo hubiese ni siquiera empezado) descubrí una crítica de Bolaño que lo compara con Allende, Mastretta y Eloy Martínez a quienes acusa (Sepúlveda incluido) de “escritores de gimnasio” a quienes les importa más el éxito social, el dinero, las tapas lujosas de Tusquets, que la supervivencia y dificultades que genera el esfuerzo intelectual y el encuentro cara a cara con el lenguaje. Así (leo en la solapa) veo que este Sepúlveda se la da de viajero y recorrió (¿con el dinero de los libros?) gran parte del mundo. De allí, aparentemente, se origina su literatura.
Esta es la historia de Antonio José Bolívar Proaño (¡¿Bolívar?!) un viejo que llega una isla, “El Idilio”, en la cual vive con su mujer. Ésta fallece (casi sin haberse besado) y es entregado a las aventuras del paso de la civilización a la barbarie. Del amor profundo a las enseñanzas de los indios shuar; y con el residuo de la civilización burguesa en el amor hacia la lectura (pero no la escritura, ¿pero no la escritura?) de novelas rosas. Luego, está metido en un conflicto por culpa de los gringos (acá viene la parte “comprometida” de la historia, la cuestión del Estado y la propiedad, de los yanquis contra el indígena) quienes por cazar un animal descubren que un tigre está suelto en la isla y amenaza a todo el pueblo. Así, el viejo es nombrado el guía de la cacería del tigre, y luego es abandonado a enfrentarse a solas con el animal. Hasta este momento varios personajes y escenarios fueron presentados y abandonados como la cáscara de un pan, para adentrarnos en un supuesto problema “psicológico”, de la conciencia del viejo enfrentado al animal, del ex-civilizado contra la barbarie.
Y les cuento que para colmo, cuando la cosa se pone buena porque la cacería te atrapa o la conciencia del viejo comienza a indagar sobre sus miedos y recuerdos de las enseñanzas indígenas, todo llega a su fin. El viejo caza a la bestia, se siente mal por sus resabios de asesino con arma blanca, y vuelve a perder sus últimos años en su pueblo junto a las lecturas de las hermosas novelas de amor.
Tal vez con 100 paginas más, o con la intención de indagar sobre alguno de los personajes a fondo, o sobre algunos de los problemas que se insinúa pero no desarrolla, la novela sería una gran novela. Aunque claro, lejos del gimnasio y los viajes.

(queridos lectores de este blog: si alguno leyó esta novela e interpretó algo distinto le suplico que me lo comente así se me pasa el enojo. Y sino la leyeron, es una excelente novela para leer entre la heladerita, los baldecitos de los sobrinos, el agua del mar y las chicas y los chicos en malla).

martes, diciembre 20, 2005

Función política y cultural de la rata (Wimpi)

Si se le llama agradecido al que todavía espera algo más, es porque implícitamente se admite que, cuan­do al tipo ya no le hace falta una cosa, la considera in­necesaria, pese a la necesidad que de ella pueden tener en ese momento los demás, o en otro momento cualquiera, el tipo mismo.

Sin embargo, todo cuanto existe en el mundo es necesario. Todo está hecho con vista a un fin. Todo tiene su razón de ser.

Jacques Henri Bernardin de Saint-Pierre —autor de "Voyage a l'Ille-de-France", "L'Arcadie", "Essai sur les journaux", "La mort de Socrate"—, amigo de ma­demoiselle Lespinasse y de madame Necker y de Napo­león, el intendente del Jardín Botánico de París, exage­rando los propósitos de François de la Motte Fenelón en su "Demostration de l'existence de Dieu", escribió sus "Etudes de la Nature", desarrollados en "Voeux d'urr solitaire pour servir de suite aux études de la Nature".

Y dice —en estas últimas obras— que hay, incluso, una razón para que las mujeres tengan las caderas1 más voluminosas que los hombres. La Naturaleza le asignó a la mujer, entre otros quehaceres, el de llevar a su niño en brazos; el niño, llevado en brazos, le pesa, a ella, adelante, tendiendo, desde luego, a inclinarla. De ahí que la Naturaleza le haya otorgado a la mujer el don de un contrapeso en la parte posterior, para resta­blecerle el equilibrio.
Todo está hecho con un fin preconcebido.

Bernardino de Saint-Pierre se explica la sorpresa de muchos ante el hecho de que la vaca tenga cuatro mamas, pese a que no suele alumbrar más de un ter­nero por vez —dos, acaso, cuando se trata de vacas muy bambolleras—, en tanto que la cerda, que en ocasiones alumbra hasta quince criaturas, tiene sólo doce mamas.

Parecería —admite el autor— que a la vaca le so­braran dos mamas y que a la cerda le faltaran tres.

Pero, no.

La Naturaleza ha dispuesto así las cosas porque dos de las mamas de la vaca están para que se las or­deñen con el fin de proveer a las lecherías de concu­rrencia humana y porque los hijos de la cerda es for­zoso que abunden, aunque ella carezca de espacio para las mamas necesarias, en tanto que hay que contemplar la demanda de las rotiserías.

Abreviando: la vaca dispone de cuatro mamas no obstante alumbrar, generalmente, un solo ternero, y la cerda tiene pentecaidecallizos2, magüer sólo contar con trece mamas, para que al tipo no le falten nunca ni su café con leche, ni su lechón.

Dice Saint-Pierre que las pulgas son negras para que resalten en la piel blanca y pueda la gente atra­parlas sin mayores dificultades. Y dice que los melones ya vienen con los gajos marcados para que no haya discusiones cuando se comen en familia.
Todo está bien como está. Todo se necesita.

No ha de faltar quien, irónicamente, pregunte: —"¿Y los mosquitos? ¿Son necesarios?"
¡Claro que son necesarios!

Si fué respetado el mosquito en la antigüedad por gentes sabias, se debió a que esas gentes sabias presen­tían lo que iba a aportar el mosquito a esta era indus­trial.

¡El mosquito fué cantado por Publio Virgilio Ma­rón en "Las Geórgicas", la mejor de las obras del ilus­tre mantuano!

Por aquella misma época, Meleagro de Gadara se había enamorado de Zenófila, y como no la podía en­contrar a tiro, ¡mandó al mosquito, en confianza, a que la enterara de su cuita!3

Si no hubiese mosquitos, ¿de qué viviría la gente que hace mosquiteros, espirales y mosquiticidas?

Uno ya supone qué pensará, a esta altura, más de un desaprensivo: —"Esa gente podría ocuparse de otra cosa".

Pero si los que viven de los mosquitos se ocuparan de otra cosa, ¿de qué se ocuparían los que se ocupan, ahora, de otra cosa, cuando se vieran desalojados de ella por los que en ella irían a ocuparse al quedar sin ocu­pación por la falta de mosquitos?

El tipo vive de sus plazas.

¿Innecesaria la mosca? ¡No! Ya Hornero había comparado el valor de Aquiles con el de la mosca4 —que por más que la manoteen, siempre vuelve a la carga.

Luciano de Samosata había escrito, ya, su "Elo­gio a la Mosca"; Claudio Eliano de Preneste, en su "De natura animalium", ya había asegurado que la mosca tenía un alma inmortal; ¡y como si todo eso no bastara para configurarle un prestigio, hoy la mosca es la primera colaboradora en los estudios de Genética!5

¿Innecesaria la lombriz? ¡Tampoco! Según las ob­servaciones hechas recientemente por los doctores Henry Hopp y Clarence S. Sláter —del Servicio de Conserva­ción del Suelo del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos—, la lombriz nutre la tierra, la afloja, la mantiene porosa, la abona con una substancia que ella misma segrega. Es tan importante una lombriz co­mo un agricultor 6.

Cierto día de 1822, navegando por las costas orien­tales de Groenlandia a bordo del "Baffin", el explora­dor inglés William Scoresby se asombró de la enorme cantidad de medusas que arrojaban las olas a la playa. Y dicen que por un momento consideró antieconómica, derrochona, a la Naturaleza. Sin duda, habrá pensado: —Toda esta materia prima de vida que la Naturaleza desperdició en las medusas le podría haber servido para confeccionar seres más útiles: caballos, gallinas, motormén, langostinos, plomeros, referees, corvinas, doc­tores...

Tras reflexionar un poco, sin embargo, el explora­dor advirtió lo siguiente: las medusas les sirven de ali­mento a los arenques, de los arenques se mantienen las focas, y las focas constituyen el menú de los osos. Si no hubiese medusas, los arenques morirían de hambre. Y no habiendo arenques, ¿con qué comerían las focas? ¡Mo­rirían de hambre las focas también! Pero ¿y los osos?7 Los osos no se resignan a morirse de hambre. ¡Invadi­rían las ciudades en busca de víveres!

Quedó todo aclarado: la Naturaleza hizo a las me­dusas para salvar a las ciudades de la invasión de los osos.

Cabe aún admitir que surja quien inquiera: —"Pe­ro ¿y la rata? ¿Para qué sirve la rata?"

A causa de presentar muchas de sus reacciones vi­tales parecidas a las del tipo, la rata sirve para estudiar al propio tipo. Los sabios, entre otros abusos que come­ten con ellas, ponen a una dieta pobre en sales y amino-.ácidos a ratas de cuatro semanas de edad, y, observán­dolas, establecen las curvas del crecimiento.

En su obra "Problemas of Aging", Cowdey publica retratos de ratas taradas a causa de tales experiencias, que parten el alma.

Además, le cupo a la rata una función histórica de incalculable trascendencia.

En la primavera de 1347 pasó por Constantinopla una peste procedente del Asia, y al año siguiente —1348 8—, tras asolar la Europa entera, llegó a Lon­dres. Según las estadísticas de que dispuso el Papa Cle­mente VI, murieron en aquella pandemia 42.836.486 de personas.

El mal se iniciaba con respiración agitada y estor­nudos. Y era tal el temor al contagio9, que cuando uno oía estornudar a otro se apartaba alarmado, pero no sin antes desearle, cristianamente, "salud".

La costumbre de decirle "salud" al prójimo estor­nudante fué, pues, la primera consecuencia de aquella peste.

Como el pánico la precedía, se establecieron guar­dias en las puertas de las ciudades, para que, antes de dejar entrar a forastero alguno, lo retuvieran fuera del ejido cuarenta días, a fin de cerciorarse de que no tenía el mal.

La cuarentena es otra consecuencia.

Mientras la peste azotó a Florencia, dijo Giovanni Bocaccio, que siete muchachas — Pampinea, Fiametta, Filomena, Emilia, Lauretta, Neifile y Elisa— y tres bue­nos mozos —Panfilo, Filostrato y Dioneo— se protegie­ron de la calamidad aislándose en un lejano palacio. Para entretenerse, contaron una historia por día cada uno durante diez días. Recogiendo esas historias, Bo­caccio compuso "El Decamerón", famosa colección de cien cuentos, que constituye la primera obra en la que el idioma italiano se eleva en la prosa a la jerarquía que ya obtuviera en la poesía merced al Dante y a Petrarca.

El Decamerón se le debe a la peste.

La impresión que tal epidemia ocasionara en aque­lla población de Europa, cuya cuarta parte había su­cumbido, se tradujo en una extraña neurosis, llamada "manía de baile", que culminó, ya bien entrado el 400, en Estrasburgo. Los atacados bailaban sin poder conte­nerse y contangiando sus desatinados movimientos a cuantos les miraban. Entretanto, desesperados, se enco­mendaban a San Vito. Hoy se sabe que ese "baile" es una especie de parálisis agitante —corea o mal de San Vito—, producida, posiblemente, por una encefalitis di­fusa. Pero en aquella época se ignoraban sus causas. Y como las gentes que lo bailaban tocaban, o hacían que les tocaran, una música estridente, de ritmo rápido —porque decían que con ella se les calmaba algo el desasosiego—, y como hubo, en el Sur, quienes sostu­vieran que el mal del baile lo producía la picadura de la tarántula, por asociación se le llamó a aquella música preferida de los saltarines, tarantela.

La tarantela es otra consecuencia de la peste.

En Inglaterra la epidemia cobró caracteres de ver­dadera catástrofe. Fué donde le llamaron "muerte ne­gra" (black death). Redujo la población de la isla de cuatro a dos millones de habitantes. Los resultados del terror fueron inmediatos. Se desvalorizó la tierra aban­donada por los señores, que huían empavorecidos. Pasó la tierra a otros dueños.
Subieron los de abajo.

Las clases superiores, de origen normando, habla­ban francés. Las inferiores, anglosajonas, el sajón, que, influido por el franconormando, produjo el inglés. Al sobrevenir la decadencia de la aristocracia, empezó a ser utilizada la lengua de los otros. En 1362 aparece el in­glés como idioma judicial10.

La difusión del inglés es otra consecuencia de la peste.

Por otra parte, los nuevos acaudalados dejaron el cultivo de la tierra para dedicarse a la cría del ganado, actividad de rendimiento más rápido que la agricultura, y, por consiguiente, indicada para unos días en que pro­gresaba la tendencia de obtener provechos a corto plazo, ya que nadie sabía en qué momento iba a llegarle la "scomúniga".

Inglaterra se cambió de país agrícola en país pas­toril. Eran necesarios otros mercados para colocar los productos de la ganadería que ahora sobraban; era ne­cesario, consiguientemente, asegurarse el dominio de los mares para proteger esos mercados. Y así, la política in­sular —tan defendida y cimentada 50 años antes por Eduardo I— se fué transformando en política imperial.

El Imperio británico es otra de las consecuencias.
Y bien: en aquella época la gente creía que las pestes eran castigo del cielo. La gripe actual, a la que antiguamente se le llamaba "influenza", debía ese nom­bre a que se la consideraba una "influenza celestia" —influencia celeste. De manera que cuando se le preguntó a Guy de Chauliac a qué se había debido el fla­gelo, dijo que "a la conjunción de los tres planetas su­periores: Saturno, Júpiter y Marte bajo el signo de Acuario".

Pero la peste —bubónica— fué esparcida por las ratas que iban repletas de pulgas xenopsyllas cheopis 11.

Luego: (a, el actual cumplido ante el semejante resfriado; (b, la cuarentena; (c, El Decamerón; (d, la difusión del inglés; (e, el Imperio Británico, se lo de­bemos a las ratas con pulgas.

Todo, siempre, fué necesario.


Fuente: Wimpi, El gusano loco, Buenos Aires, Borocaba, 1956.


1 Por una razón de humanidad pone, uno, caderas. Saint-Pierre, puso nalgas — "fesse".
2 Del griego pentekáideka, quince, y de mielgo: del latín gemello, ablativo de gemellus — sánscrito, yamanas, gemelos. En dos palabras: 15 lechones.
3 El encargo de Meleagro al mosquito, fue así: —"Vuela por mí ¡oh mosquito!, leve mensajero, y murmura estas palabras en el oído de Zenófila: —"¡É1 vela, él te espera, él te ama!". Si tú me traes a Zenófila, te regalaré, para que te vistas, una piel de león".
4 Ilíada XVI.
5 La mosca Drosophïla.
6 Además, la lombriz es nada menos que el símbolo de la carnada en un mundo donde al que no pica, lo ahogan.
7 Porque al final, el problema siempre está en los osos.
8 Fue el año del baile de Eduardo III en el que se le cayó la liga a la Condesa.
9 Guy de Chauliac, el médico más eminente de la época —lo fué de Clemente VI, a quien encerró, para protegerlo, en el castillo de Avignon—, decía que los enfermos contagiaban el mal sólo con la mirada.
10 Su primera plasmación literaria de alguna importancia fué la traducción de la Biblia hecha por John Wiclif (Lamben Gerber. "Historia de Inglaterra"). Y la poesía inglesa se inició en 1369 con Geoffrey Chaucer, que después de publicar "Book of the Duchess" y "The House of Fame", habría de producir, copiando de "Il Filostrato", de Bocaccio, su "Troilus and Cryseide", de la cual, naturalmente, copió Shakespeare su propia "Troi­lus and Cryseide". Pero a Chaucer le corresponde la gloria de haber creado al alcahuete Pándaro. No obstante figurar Pándaro en Hornero (Ilíada II, IV y V) , fué Chaucer quien, recreando al personaje, hizo que quedara, en inglés, la palabra "pander" para significar alcahuete.
11 Había tantas ratas en aquella época, que el caballero sir Richard Wittington —tres veces alcalde de Londres— se hizo rico con lo que sacó de la venia de un gato que tenía, (André Maurois, "Histoire d'Angleterre").

jueves, diciembre 15, 2005

Love will tear us apart (sobre 24 hour party people de Michael Winterbottom)

Y después de ver 24 hour party people de Michael Winterbottom es imposible no correr desesperadamente a la computadora y buscar ese maldito cd donde tenés ese tema que te rebota, que te penetra, que no te deja tranquilo. Agarrás el cd y buscás hasta encontrar el nombre Joy Division, marcás todos los temas y los mandás al Winamp. Doble click sobre Love will tear us apart y con esa música de fondo sí, ahora sí que podés escribir sobre la película, sobre todo esa música y toda esa droga, sobre esa época tan tecno, sobre ese productor desquiciado bailando como un imbécil, seducido por Ian Curtis, cantante de Joy Division, que desde arriba del escenario derrama su voz gutural y se mueve con ritmo hiperkinético; negando que Happy Mondays sea funk, viendo en Shaun Ryder a un verdadero poeta posmoderno. Let´s begin.

Esa música paralela, esa música under, esa música otra que se cuela por los subterráneos de Manchester y por las paredes de The Factory, ya no Queen o Bowie sino una música que al principio es casi siniestra y primitiva en las manos de Joy Division, con un cantante que es capaz de bailar como un esquizofrénico y de tener un ataque en medio de un recital repleto de skin-heads; esa música que luego se tornará brillante y simple con los Happy Mondays y Bez bailando como un estúpido y preparando los mejores cocktails lisérgicos del mundo musical. Si 24 hour party people intenta mostrar, por un lado (confesión: es el lado que a mí me interesa), el surgimiento de dos grupos que marcaron la música de los 80’ y toda una cultura alrededor de esos grupos, cultura del movimiento, cultura de la droga, cultura vanidosa, cultura ascética, entonces la escena que marca el cambio, el nacimiento de la nueva era, la primera piedra arrojada contra la prostituta melódica es esta: dos manos arrancando un póster de Led Zeppelin y luego otro de David Bowie; un cuerpo saltando al ritmo de una batería que imprime sus sonidos como los golpes de un martillo oscuro en un yunque oxidado, golpeando la carne inerte y transpirada de suciedad humana, sacando chispas fulgurantes; un cantante aferrado al micrófono con la boca abierta y la garganta surcada por el odio y la tristeza; un productor, Tony Wilson, que ve en los Sex Pistols y en Johnny Rotten a la estrella de Belén que anuncia la llegada de algo que revolucionará el mundo de la música y la vida toda.

Por otra parte, la ruta de la muerte (los pies de Ian Curtis colgado en frente del televisor; el vocero gritando la muerte; el funeral de Ian con sus fanáticos en cuero negro y aros en la cara) y la ruta de la droga (la línea de la ruta es una línea de cocaína; el viaje a Barbados y la metadona) tienen su encrucijada en el territorio de la música ochentosa. El porro que pasa de mano en mano, de boca en boca y el tánathos que se filtra a través de esa boquilla, el veneno entrando al organismo como si fuera un virus, multiplicándose en su reservorio orgánico, incendiando los pulmones y las vísceras que podrán ser apagadas sólo con alcohol. Es el típico “sex, drugs & rock’n’roll” pero explotado por una música diferente: la música oscura de Joy Division, la música festiva de Happy Mondays.

Mientras tanto la rueda sigue girando y de la cima se pasa a la sima y a revolcarse en las deudas y en los sueños frustrados, a perder dinero en la ruleta del mercado. Tony Wilson, protagonista y productor, sabía que Ian Curtis era el Che Guevara cantando en el frente de la música new wave, con una cigarrillo en una mano y la tristeza consumiendo su cuerpo; sabía que Shaun Ryder, cantante de Happy Mondays, estaba a la par de W. B. Yeats, un poeta bajo los influjos esclarecedores e inspiradores de la heroína, escribiendo con una jeringa las letras que contagiarán a sus seguidores; Tony con su sangre firma el contrato para unir su vida a los grupos de la revolución musical, es el contrato con el que vende su alma a la música, al poder y a la ambición. Por último, vuelve a estar la droga, camino divino comprado en Barbados con la plata que Happy Mondays debía usar para grabar su nuevo disco, el nexo que lo conecta con Dios y Dios es el mismo, que brillante y luminoso dice: “Es una lástima que no hayas firmado con The Smiths.” Y, sí, Tony, nosotros también sabemos que es una lástima.

miércoles, diciembre 14, 2005

Daniel y Diego...

Los que hacemos este blog, los que hacen blogs, los que desperdician blogs, los que organizán luchas civiles y quema de autos a través de blogs, se preguntan cuál es el sentido de los blogs, o directamente lo encuentran.

El hallazgo de la entrevista a Lamborghini por Matías, generó esto.

martes, diciembre 13, 2005

¿por qué los tigres tienen tanto miedo? (Pablo Croci)

El eximio y joven poeta Pablo Croci presenta su primer plaqueta de poemas ¿por qué los tigres tienen tanto miedo? (Editorial Zorra Poesía, 2005). Podrán encontrar ejemplares de la misma en el Festival Buen Día, el sábado en Plaza Armenia, Armenia y Costa Rica, desde las 12 hs. hasta las 24 hs. El autor estará "firmando, tomando mate y bailando de alegría cerca de las 16 hs". Obnubilado por la belleza de su poética, estupidizado por la armonía de sus versos, confundido por la claridad de sus imágenes, les dejo algunos fragmentos para que vayan embebiéndose en la savia del tronco Croci. ¡Adelante, Croci!

¿por qué los tigres tienen tanto miedo? (fragmentos)

Cenábamos muy tranquilos
con la radio de fondo
y los jazmines recién cortados.
De pronto, la boca de mi padre se convirtió en un volcán.
Como en un desfile de carrozas, la cocina
se lleno de fantasmas.
Mi abuela y yo quedamos tapados por la lava
petrificados
como niños ante un monstruo.

***

Cuando te fuiste
el aullido de un perro en el monte
trajo tu voz lejana.
La tierra agrietada y las flores
no humedecieron mis ojos.
Acaricie la corteza de una piedra
como a tu cuerpo malherido.
Me acosté
y olvide lo hermoso que era despertar
juntos en invierno.

***

Miro la jaula embobado. Imito
los movimientos y la voz del animal.
Desde su figura gallarda y sus ojos
achinados, me mira
¿por qué los tigres tienen tanto miedo?.
Un látigo golpea su cuerpo dorado y
del dolor me estremezco.
Dentro de la jaula el tigre
corre enfurecido
queriendo alcanzar las puertas del circo.

sábado, diciembre 10, 2005

Chimenea de fábrica (Georges Bataille)

Si tomo en cuenta mis recuerdos personales, pareciera que desde la aparición de las diversas cosas del mundo durante la primera infancia, para nuestra generación, las formas arquitectónicas atemorizantes eran mucho menos las iglesias, aun las más monstruosas, que algunas grandes chimeneas de fábrica, verdaderos tubos de comunicación entre el cielo siniestramente sucio y la tierra barrosa y fétida de los barrios de hilanderías y tintorerías.

Actualmente, mientras unos muy miserables estetas, procurando ubicar su esclerótica admiración, inventan neciamente la belleza de las fábricas, la lúgubre suciedad de esos enormes tentáculos me parece tanto más repugnante, los charcos de agua bajo la lluvia a sus pies en los terrenos baldíos, el humo negro a medias inclinado por el viento, los montones de escorias y de limaduras son los únicos atributos posibles de esos dioses de un Olimpo de asco, y no estaba alucinando cuando era niño y mi terror me hacía distinguir en mis espantosos gigantes -que me atraían hasta la angustia y a veces también me hacían escapar corriendo con todas mis fuerzas— la presencia de una terrible cólera, y no podía sospechar que más tarde se volvería mi propia cólera, dándole un sentido a todo lo que se ensuciaba en mi cabeza y al mismo tiempo a todo aquello que en los estados civilizados surge como carroña en una pesadilla. Indudablemente, no ignoro que la mayoría de las personas, cuando perciben chimeneas de fábrica, ven en ellas únicamente el signo del trabajo del género humano y nunca la proyección atroz de la pesadilla que se desarrolla oscuramente dentro de ese género humano como si fuera un cáncer: en efecto, es evidente que en principio ya nadie observa lo que se le muestra como la revelación de un estado de cosas violento en el que se halla envuelto. Esa manera de ver infantil o salvaje ha sido sustituida por una manera de ver científica que permite considerar una chimenea de fábrica como una construcción de piedra que forma un tubo destinado a la evacuación del humo a gran altura, es decir, como una abstracción. Pero el único sentido que puede tener el diccionario que aquí se publica es precisamente mostrar el error de las definiciones de esa índole.

Conviene insistir por ejemplo en el hecho de que una chimenea de fábrica sólo pertenece de manera muy provisoria a un orden completamente mecánico. Apenas se eleva hacia la primera nube que la cubre, apenas el humo se enrolla en su garganta, es ya la pitonisa de los acontecimientos más violentos del mundo actual: al igual por cierto que cada pliegue en el barro de las veredas o en el rostro humano, que cada parte de una agitación inmensa que se ordena del mismo modo que un sueño o que el hocico velludo e inexplicable de un perro. Motivo por el cual es más lógico dirigirse, para situarla en un diccionario, al chico aterrorizado en el momento en que ve nacer de manera concreta la imagen de las inmensas, de las siniestras convulsiones en las que se va a desarrollar toda su vida y no a un técnico necesariamente ciego.

Fuente: Bataille, Georges, “La conjuración sagrada”, en La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2003.

martes, diciembre 06, 2005

Balada de la oficina (Roberto Mariani)

Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. Él está caído en la calle como una blanca mancha de cal. Está lamiendo ahora nuestra vereda; esta tarde se irá enfrente. Entra. No repares en el sol. Tienes el domingo para bebértelo todo y golosamente, como un vaso de rubia cerveza en una tarde de calor. Hoy, deja el perezoso y contemplativo sol en la calle. Tú, entra. El sol no es serio. Entra. En la calle también está el viento. El viento que corre jugando con fantasmas. Fantasma él también, pues no se ve con los ojos de la cara, y se lo siente. El viento está jugando; ya corriendo una loca carrera por en medio de la calle; ya golpeándose las sienes contra las paredes de las casas; ya deshilándose en las copas de los árboles... f... f... f... f... El viento es juguetón como un recental; esto no es serio. Tú entra.

Deja en la calle sol, viento, movimiento loco; tú, entra.

¿Qué podrías hacer en la calle? ¿No tienes vergüenza, estúpido sentimental, regodearte con el sol como un anciano blanco, y esqueletoso, y centenario? ¿No te humilla, en tu actual situación de muchacho fornido, dejarte forrar por el viento como una hoja dentro de un remolino?

¡Y la lluvia! No te avergonzaré recordándote que los otros días estuviste tres horas, ¡tres horas!, contemplando tras la vidriera del café, caer y caer y caer, monótonamente, estúpidamente, una larga, monótona y estúpida lluvia. Entra, entra.

Entra; penetra en mi vientre, que no es oscuro, porque, ¡mira cuántos Osram flechan sus luminosos ojos de azufre encendido como pupilas de gata! Penetra en mi carne, y estarás resguardado contra el sol que quema, el viento que golpea, la lluvia que moja y el frío que enferma.

Entra; así tendrás la certeza —que dará paz a tu espíritu— de obtener todos los días pan para tu boca y para la boca de tus pequeñuelos. ¡Tus pequeñuelos, tus hijos, los hijos de tu carne y de tu alma y de la carne y del alma de la compañera que hace contigo el camino! Yo te daré para ellos pan y leche; no temas; mientras tú estés en mi seno, y no desgarres las prescripciones que tú sabes, jamás faltará a tus pequeñuelos, ¡los pobres!, ni pan, ni leche, para sus ávidas bocas. Entra; acuérdate de ellos; entra.

Además, cumplirás con tu deber. Tu Deber. ¿Entiendes? El trabajo no deshonra, sino que ennoblece. La Vida es un Deber. El hombre ha nacido para trabajar.

Entra; urge trabajar. La vida moderna es complicada como una madeja con la que estuvo jugando un gato joven. Entra; siempre hay trabajo aquí.

No te aburrirás; al contrario, encontrarás con qué matizar tu vida. (Además de que es un Deber.) Entra. Siéntate. Trabaja. Son cuatro horas apenas. Cuatro horas. Pero, eso sí: nada de engañifas ni simulaciones ni sofisticaciones. ¡A trabajar! Si tu labor es limpia, exacta y voluntariosa —voluntariosa sobre todo—, los jefes te felicitarán. Tú estás sano; puedes resistir estas cuatro horas. ¿Has visto cómo las has resistido? Ahora vete a almorzar. Y vuelve a hora cabal, exacta, precisa, matemática. ¡Cuidado! Porque si todos se atrasaran, se derrumbaría la disciplina, y sin disciplina no puede existir nada serio. Otras cuatro horas al día. Nadie se muere trabajando ocho horas diarias. Tú mismo, dime: ¿no has estado remando el domingo once o doce horas, cansando tus músculos en una labor con el agua que me abstengo de calificar por el ningún rendimiento que se obtiene? ¿Ves tú? ¡Y con inminente peligro de ahogarte ! Yo sólo te exijo ocho horas. Y te pago, te visto, te doy de comer. ¡No me lo agradezcas! Yo soy así.

Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días, durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación.

Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás. ¡Pero habrás cumplido con tu Deber!

Fuente: Mariani, Roberto, Cuentos de la oficina, Buenos Aires, Ameghino, 1998.

domingo, diciembre 04, 2005

Las aventuras del intrépido Juan Xiet



Jamás voy a olvidar el día que conocí a Juan Xiet. Llegó al bar “La Academia” donde planeábamos una de las miles de revistas literarias que jamás hicimos, o hicimos, pero preferiríamos olvidar. Llegó tarde como siempre y con su uniforme de punk recién levantado. Bajo su brazo, llevaba una carpeta azul oscura, rota, que escondía un cofre de poemas.
Me preguntó si yo escribía y le contesté en silencio afirmando con la cabeza. Juan metió una mano en su carpeta, y como los magos que zambullen sus garras en un infinito mundo de conejos, sacó un poema. “Esto escribo yo, léelo” me dijo temblando y con sonrisa de niño.
Le dije que me gustaba pero que debía corregirlo. Jamás olvidaré que su lengua de “neosurrealismo” (si, ya le puse la etiqueta) bailaba sobre las hojas como una marioneta sin hilos. Juan tampoco olvida ese momento y siempre me recrimina que yo destrocé su poema. Antes y ahora, Juan se niega a corregir cuando le digo como un padre que debe hacerlo. Ese es su gesto, lo inacabado sobre una ametralladora afectividad del inconciente que brota en todas su poesías. A partir de ese momento siempre nos unió una extraña sensación de hermandad entre nuestros poemas (al mismo tiempo rivales estéticos inconciliables) y hacia la mirada posada con dulzura sobre las niñas.
En la lectura que compartimos el miércoles pasado, Juan me regaló su primer fanzin-libro. Dejó aquí las pruebas del crimen, bienvenidos a su universo (www.almejas.blogspot.com):

entono cantos placebos
entonces trajeron las manzanas
y una fuente llena de peces

el estado de incomodidad nos sobrepasaba, estábamos alerta

al tanto

desquiciados, desquiciadas

trajeron también las nueces y las almendras nonatas
los pequeños abortos de la naturaleza comestible
y comenzaron a gritar muy fuerte:

"oigan todos ustedes, las hombres y los mujeres
traigan las jaulas, el show va a comenzar, y no olviden sus estacas y sus bofetadas
siquiera su caca, es indispensable que traigan su cacona"


nosotros
brindábamos, semillas de todas las razas,
nos besábamos y nos rechazábamos

al instante.

en eso, un carozo escupió una promesa
que cayo en la mesa llena de migas
y comenzó a arrastrarse entre nuestras manos
estaba agonizando, pálida y desnuda
hasta que por primera y ultima vez nos miro, fijamente
extendió su único dedo hacia su colmillo
lo señalo y así, inmaculada, obsoleta
desapareció.


"comenzó el reinado del rey mono
se separan las mandíbulas en las nubes
se quiebran los talismanes y los objetos de poder

comienza la era de la tierra
y todos los jaques mates serán verídicos
jamás juzgados
amparados por la razón y la muerte"


nos fuimos a dormir, cansados

cansados.


no habíamos bebido agua en días y ni siquiera llovía

solo había muchas muchas abejas


y el sol.

la cama nunca es una buena respuesta cuando uno no puede dormir.

viernes, diciembre 02, 2005

Flores

Made in Montecarlo

jueves, diciembre 01, 2005

Ponteló-ponseló

Dilo tú, Pedrito, navegante de aguas rosadas con tu barco coliza de velas estrelladas. Dilo tú con tu lengua bífida, serpiente malherida, alcanzando los pliegues del placer por el que se cuela la plaga, contagiándote en el refriegue caliente entre las sábanas mojadas. Dilo tú, absorto, mirando esa foto vieja entre tus frágiles manos, "un cartón deslavado donde reaparecen los rostros colizas" y tus lágrimas secas en las mejillas cadavéricas de las locas muertas. Dilo tú, loquita, frente a un obelisco-falo enforrado de rosa como tus alas de pájaro amanerado, relamiéndote en el tamaño y en la penetración gozosa que ese obelisco le hace a "tú-sabes-quien". Dilo tú, Pedrito, que de tu boca salen diamantes oscuros y arcoiris grises, dilo:

La plaga nos llegó como una nueva forma de colonización por contagio.
Reemplazó nuestras plumas por jeringas, y el sol por la gota congelada de la luna en el sidario.
(Pedro Lemebel, Loco afán: crónicas de sidario)

Y ahora las luces (Spot: Ponteló-ponseló. Pónte-pónte-ponseló)

La propaganda de prevención dirigida a los homosexuales pareciera estar resuelta en el abanico publicitario que multiplica la enfermedad a través de sus diferentes versiones. Así el sida se espejea entre los productos del mercado, travestido como un fetiche más en el tráfico gitano de la plaga.

El sida vende y se consume en la oferta de la chapita, el póster, el desfile de modas a beneficio, la adhesión de las estrellas, los números de la rifa, y el superconcert de homenaje post mortem, donde el rockero se viste por un rato de niño bueno, luciendo la polerita estampada con el logo fatal.

El tema da para instalar un supermall, donde las producciones sidáticas se vendan como pan caliente. Los miles de libros (incluyendo éste), las biografías, teleseries, fotonovelas y cómics de las stars muertas, incluyendo sus cartas, sus ropajes, sus condones usados: musicales, de piel de lagarto, de gusano de seda, a lunares pop, extra large, circuncidados con la estrella judía, con el triángulo rosanazi, con el símbolo de la paz, con la hoz separada del martillo, verdes, vegetarianos y macrobióticos para complementar la dieta vegetal de la cocina sidosa.

En un stand especial, a todo neón, el negocio SIDARTE de Benetton; donde no se sabe si el gringo previene asustando con el famoso póster de la Pietá cadavérica, o carnavaliza el uso del condón, que inflado en el obelisco de París, exagera la medida fantasiosa de su contenido. También enmarcada en este mismo glamour necrófilo, toda la cinemateca que ha usado el tema como taquilla. Sobre todo la superproducción hollywoodense que multicopia la postal gay de Filadelfia enmarcada de amapolas venenosas. (Allí no se sabe quién merece el Oscar, si Tom Hanks que gana el juicio como portador segregado, o Mister AIDS que “ríe último y ríe mejor” al llevarse igual al protagonista, ante la mirada colonizada del pololo latino, Antonio Banderas.)

Quizás este supermarket acentúa su perversa prevención cuando está dirigido a los homosexuales. Pareciera incentivar la enfermedad con su pornografía visual, con sus folletos, cartillas y afiches que lucen fotografías de cuerpos sublimes que hipnotizan con su “bella publicidad”. Nadie se fija entonces en la precaución escrita. Ninguna loca se detiene a leer esas minúsculas letras, su ojo vaselina hurga los pliegues de la foto y chupa ese resplandor muscular. Entonces el placer calentón de estas imágenes funciona como detonante sexual. Al igual que ciertas instrucciones de cómo usar el preservativo; cómo ponerlo, cómo resbalarlo con los labios por el tronco, cómo moverse para que no se salga, cómo hacer cálida su piel látex, cómo olvidarse de la funda plástica. En fin, son verdaderas clases porno que se usan para hacer más atractiva la prevención, pero terminan invirtiendo el objetivo. “Si me encuentro en la calle con este dios que aparece en la foto, ni me pregunten por el condón.”.

Así como existe la garra comercial del mercado AIDS, también sobreviven pequeños esfuerzos, cadenas de solidaridad y colectas chaucha a chaucha que algunos grupos de homosexuales organizan para paliar el flagelo. Podría decirse que estos precarios gestos brillan con luz propia. Se traducen en un mano a mano que hermana, que ayuda a parchar con nuestras propias hilachas la rajadura del dolor.

Pedro Lemebel

Fuente: Lemebel, Pedro, Loco afán: crónicas de sidario, Santiago de Chile, LOM, 1997.

Página web con más crónicas: www.lemebel.blogspot.com

El tipo piensa y escribe (Sobre El gusano loco de Wimpi)


El tipo nace en Salto, Uruguay, y de joven se viene para Buenos Aires junto a su madre. Irrumpe en la prensa porteña bajo el apodo de "Wimpi" en 1946 y, según cuentan las portadas de ediciones viejas nunca reeditadas, causa conmoción y entusiasmo en los lectores porteños. Continuando con la leyenda, se cuenta que quema muchos de sus libros y sólo se atreve a publicar en vida, dos de ellos: El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela. Finalmente, al tipo se le da por morirse el 9 de setiembre de 1956 y su historia se continúa en la edición póstuma de libros como Vea amigo y Cartas de animales. Vea amigo, yo que usted, si encuentro algunos de sus libros, sobre todo el del gusano, no lo pienso dos veces y desenfundo el dinero. Hágame caso, no se va arrepentir.
Wimpi escribe un libro llamado El gusano loco y, aunque suena a erotismo vulgar o a libro infantil, es un extraño libro de ensayos o aguafuertes o narraciones o relatos o ideas o cosas. La virtud central en la obra de Wimpi es su humor: un humor sencillo y a la vez certero con frase como "El marido es la viruta de un novio" o "Se ha dicho que el hombre es hombre por la cabeza y por la mano. Lo es más, empero, por la mano que por la cabeza: hay muchos que no piensan, y lo mismo agarran. Y otros que únicamente piensan en agarrar.".
Otro aspecto que resalta en sus ensayos es una suerte de "filosofía barata", pero ¡atención! una filosofía barata entretenida e interesante (en el ensayo "Paradojas" escribe: "4: el tipo siempre dice que le puede pasar cualquier cosa y nunca está preparado para nada") Y a lo mejor, más que de filosofía barata habría que pensar en una filosofía de lo cotidiano ya que Wimpi es un tipo que se interesa en lo cotidiano. Uno de los mejores ensayos del libro se titula "Las veces en que el tipo "se queda helado"" y habla sobre un tipo que compra una heladera y no puede soportar el hecho de no saber si la luz del artefacto se apaga cuando la puerta se cierra.
Por otra parte, es un escritor que se relaciona con la sabiduría popular y la discute con humor: "Otros petisos dicen: -"La esencia viene en frascos chicos". La esencia viene en frascos chicos cuando es poca."; y también recae en los chistes mil veces escuchados: "Sin embargo, era tan petiso [Atila, el Huno], que cuando se le enfriaban los pies se ponía la bufanda.".
No sólo hay filosofía barata y sabiduría popular, Wimpi posee una obsesión con defender y valorar a los animales y por esa razón escribe ensayos como: "Función política y cultural de la rata" y "Contribución a un biografía reivindicatoria del caballo", amen de que escribe Cartas de animales donde diversos bicharracos le escriben al hombre recriminándole sus atropellos, le enseñan su valor histórico para la humanidad y acusan la utilización errónea de sus nombres a la hora de apodar (como el ganso que dice "Ocurre que cada uno de tu especie zoológica comete un disparate importante su prójimo le atribuye a otra especie para eludir ustedes la responsabilidad de la inauguración."). En "Función...de la rata" deduce las siguientes consecuencias de la existencia de la rata: el cumplido "¡salud!" frente al estornudo; la cuarentena; el Decamerón; la difusión del inglés; y el Imperio Británico.
Por último, Wimpi utiliza anécdotas históricas y literarias para sustentar sus ideas y, por un lado, rellena sus textos de información interesante y que se puede tener por "válida" y, por otro lado, produce una lectura amena e interesante. En "Cuando se oiga la tortilla" sostiene la posibilidad de que en un futuro se pueda comer sin estar comiendo verdaderamente ya que el profesor Platonov hizo experimentos con seres humanos desarrollando los reflejos condicionados y logrando que los pacientes creyeran estar tomando agua cuando él les decía "Están tomando agua".
Wimpi es un escritor que entretiene y a su vez sorprende. A lo mejor no posee el rigor que debería tener un ensayista pero sus textos contienen anécdotas interesantes, frases ingeniosas e ideas que aunque parecen obvias o bobas, llaman la atención. Recomiendo la lectura de cualquiera de los libros del amigo Wimpi, en particular de El gusano loco.
Bibliografía: Wimpi, El gusano loco, Buenos Aires, Borocaba, 1953.
Wimpi, Cartas de animales, Buenos Aires, Freeland, 1973.

martes, noviembre 29, 2005

La conjuración sagrada (Georges Bataille)

Ante la publicación de un libro con una selección de los artículos de la revista Acéphale (editorial Caja negra), compartimos este grandioso texto que sirvió como suerte de manifiesto o declaración inaugural en 1939, año de publicación de los cuatro únicos números de la revista.


La conjuración sagrada


Una nación ya vieja y corrompida que valientemente se sacudiera el yugo de su gobierno monárquico para adoptar uno republicano, sólo se mantendría mediante muchos crímenes, puesto que ya está en el crimen, y si quisiera pasar del crimen a la virtud, es decir, de un estado violento a un estado calmo, caería en una inercia cuyo resultado inmediato sería su ruina segura.

SADE

Lo que tenía un aspecto político y creía ser político, un día se descubrirá como movimiento religioso.

KIERKEGAARD

Actualmente solitarios, ustedes que viven separados, serán algún día un pueblo. Quienes se señalaron a sí mismos un día formarán un pueblo señalado y de ese pueblo nacerá la existencia que supere al hombre.

NIETZSCHE


Lo que hemos emprendido no debe confundirse con ninguna otra cosa, no puede limitarse a la expresión de un pensamiento ni mucho menos a lo que se considera justamente como arte.

Es necesario producir y comer: muchas cosas son necesarias pero todavía no son nada y lo mismo ocurre con la agitación política.

¿Quién, antes de haber luchado hasta el fin, piensa en hacerle lugar a hombres a los que es imposible mirar sin sentir la necesidad de destruirlos? Pero si no se pudiera encontrar nada más allá de la actividad política, la avidez humana sólo se toparía con el vacío.


SOMOS FEROZMENTE RELIGIOSOS y en la medida en que nuestra existencia es la condena de todo lo que hoy se reconoce, una exigencia interior hace que seamos igualmente imperiosos.


Lo que emprendemos es una guerra.


Es hora de abandonar el mundo de los civilizados y sus luces. Es demasiado tarde para empeñarse en ser razonable e instruido, lo que ha llevado a una vida sin atractivos. Secretamente o no, es necesario volvernos totalmente diferentes o dejar de ser.

El mundo al que hemos pertenecido no ofrece nada para amar además de cada insuficiencia individual: su existencia se limita a su comodidad. Un mundo que no puede ser amado hasta morir –de la misma manera que un hombre ama a una mujer- representa solamente el interés y la obligación del trabajo. Si se compara con los mundos desaparecidos, resulta odioso y se muestra como el más fallido de todos. En los mundos desaparecidos, fue posible perderse en el éxtasis, lo cual es imposible en el mundo de la vulgaridad instruida. Las ventajas de la civilización son compensadas por la manera en que los hombres se aprovechan de ellas: los hombres actuales las aprovechan para convertirse en los más degradantes de todos los seres que han existido.

La vida siempre transcurre en un tumulto sin cohesión aparente, pero no encuentra su grandeza y su realidad sino en el éxtasis y en el amor extático. Quien se empeña en ignorar o en desestimar el éxtasis es un ser incompleto cuyo pensamiento se reduce al análisis. La existencia no es solamente una vida agitada, es una danza que impulsa a danzar con fanatismo. El pensamiento que no tiene como objeto un fragmento muerto existe interiormente de igual modo que las llamas.

Hay que llegar a ser lo bastante firme e inquebrantable para que la existencia del mundo de la civilización parezca finalmente insegura.

Es inútil responder a quienes pueden creer en la existencia de ese mundo y autorizarse en él: cuando hablan, es posible mirarlos sin escucharlos y, mientras se los mira, no “ver” sino lo que existe lejos detrás de ellos. Hay que rechazar el tedio y vivir solamente de lo que fascina.

Sería vano agitar e intentar atraer a ese camino a quienes tienen veleidades tales como pasar el tiempo, reír o volverse individualmente extravagantes. Hay que avanzar sin mirar atrás y sin tomar en cuenta a quienes no tienen la fuerza para olvidar la realidad inmediata.

La vida humana está excedida por servir de cabeza y de razón al universo. En la medida en que se convierte en esa cabeza y esa razón, en la medida en que se vuelve necesaria para el universo, acepta una servidumbre. Cuando no es libre, la existencia se torna vacía o neutra, y cuando es libre, es un juego. La Tierra, mientras sólo engendraba cataclismos, árboles o pájaros, era un universo libre: la fascinación de la libertad se ensombreció cuando la Tierra produjo un ser que exige la necesidad como una ley por encima del universo. El hombre sin embargo siguió siendo libre para no responder más a ninguna necesidad: es libre de parecerse a todo lo que no es él en el universo. Puede descartar el pensamiento de que él o Dios impide que el resto de las cosas sea absurda.

El hombre se escapó de su cabeza como el condenado de la prisión. Encontró más allá de sí mismo no a Dios, que es la prohibición del crimen, sino a un ser que ignora la prohibición. Más allá de lo que soy, encuentro a un ser que me hace reír porque no tiene cabeza, me llena de angustia porque está hecho de inocencia y de crimen: sostiene un arma de hierro en su mano izquierda, unas llamas similares a un sagrado corazón en su mano derecha. En una misma erupción reúne el Nacimiento y la Muerte. No es un hombre. Tampoco es un dios. No es yo, pero es más yo que yo: su vientre es el dédalo en el que se ha extraviado, en el que me extravío con él y me recobro siendo él, es decir, monstruo.

Lo que pienso y lo que imagino, no lo pensé ni lo imaginé solo. Escribo en una pequeña casa fría de una aldea de pescadores, un perro acaba de ladrar en la noche. Mi habitación está cerca de la cocina donde André Masson se mueve felizmente y canta: en el mismo momento en que escribo esto, acaba de poner en un fonógrafo el disco de la obertura de “Don Juan”. Más que cualquier otra cosa, la obertura de “Don Juan” une lo que me ha tocado de existencia con un desafío que me abre al rapto fuera de mí mismo. En este mismo instante, miro a este ser acéfalo, el intruso que componen dos obsesiones igualmente absortas, que se convierte en la “Tumba de Don Juan”. Cuando hace unos días estaba con André Masson en esa cocina, sentado, con un vaso de vino en la mano, mientras él, imaginándose de pronto su propia muerte y la de los suyos, con la vista fija, sufriendo, casi gritaba que era preciso que la muerte se volviera una muerte afectuosa y apasionada, gritando su odio hacia un mundo que impone aún sobre la muerte su pata de empleado, no podía dudar más de que el destino y el tumulto infinito de la vida humana se abrirían para quienes ya no podían existir como ojos reventados sino como videntes arrebatados por un sueño perturbador que no puede pertenecerles.

Tossa, 29 de abril de 1936.


Fuente: Bataille, Georges, “La conjuración sagrada”, en La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2003.

Invitación...






Invito formalmente a los lectores, amigos y enemigos de este blog a que vengan!.

viernes, noviembre 25, 2005

Ojodoro - Cómo hacer cine

Les dejo este texto de Alejandro Jodorowsky, la fuente es www.clubcultura.com,
una verdadera delicia:


"Cómo hacer cine" - texto inédito - Alejandro Jodorowsky

PRIMERA LECCIÓN
Sentarse desde que amanece hasta que anochece frente a un árbol sintiendo la luz. Volver siete días seguidos y hacer lo mismo.

SEGUNDA LECCIÓN
Volver en la noche con una linterna e iluminar el árbol desde infinitos puntos.

TERCERA LECCIÓN
Colocarse a un kilómetro del árbol. Mirarlo fijamente y avanzar centímetro por centímetro hacia él hasta que después de algunas horas se tope la corteza con la nariz.

(Las dos primeras lecciones sirven para desarrollar el sentido de la luz. La tercera para desarrollar el sentido de la distancia.)

CUARTA LECCIÓN
Colocarse en un interior o paisaje y moverse pensando que el propio pecho fotografía, luego que la cara fotografía, luego el sexo, luego las manos.

QUINTA LECCIÓN
Ponte en un lugar y siente que eres el centro de él. Luego siente que estás siempre en la superficie alrededor del lugar. Al final rompe la idea de centro y superficie. Estás ahí, todo está en ti y fuera de ti al mismo tiempo. Eres aparte del lugar. Existe el lugar. ¡Tú has desaparecido!

SEXTA LECCIÓN
Busca el color en lo que no tiene color. Toma una página blanca y ve sus colores. Toma una página negra y ve sus colores. Ve los colores de un vidrio transparente. Descubre el arco iris en un pedazo de tierra, en un escupo, en una hoja seca. Expresa el color con materiales sin color. En verdad te pregunto, ¿sabes cuántos colores tiene la piel de tu cara?

SÉPTIMA LECCIÓN
Siente las yemas de tus dedos como si fueran la punta de tu lengua. Apoya las yemas en los objetos del mundo pensando que son frágiles, que la menor presión los puede quebrar. Pídeles permiso antes de tocarlos. Antes de apoyar los dedos en su superficie, siente cómo penetras en su atmósfera. Aprende a sentir y a acariciar con respeto. Cualquier acción que hagas en el mundo con tus manos o tu cuerpo puede ser una caricia.

OCTAVA LECCIÓN
Piensa que los actores viven dentro de un cuerpo como centro de una caverna. Pídeles que no griten con su boca, sino dentro de su boca. Que no expresen con la cara, sino que sientan debajo de la cara. cuando me desespero, desde adentro, doy puñetazos dentro de mi pecho que está inmóvil frente a la cámara. No me expreso con movimientos, sino con vibraciones. Vivo debajo de la superficie. La superficie del río no se mueve, pero tú sabes que lleva corrientes profundas.

NOVENA LECCIÓN
No importan los movimientos de la cámara. Ella debe moverse sólo cuando no se puede quedar quieta. Tú llevas el alimento en la mano. La cámara es un perro. Hazla que con hambre siga al alimento. El hambre hace que el animal se borre. No hay perro, hay hambre, no hay cámara. Hay acontecimientos. Nunca te puedes comer la manzana entera en el mismo instante. Tienes que dar mordiscos. Mientras comes tienes una parte. Debes saber que el trozo que mascas no es la manzana entera. Nunca puedes tener la manzana entera en la boca porque por muy grande que sea tu boca, no puede caber en ella el fruto que es parte del árbol ni el árbol que es parte de la tierra. La pantalla es tu boca. Allí entran pedazos. Partes del accidente. No intentes trabajar con tomas absolutas. No creas que existe la toma mejor. A la manzana la puedes morder en cualquier sitio. Si la manzana es dulce, no importa por dónde empieces a comerla. Preocúpate de la manzana, no de tu boca. ¡Cineasta! Antología de fragmentos, tú también un fragmento; tu película inconclusa, eres parte, eres continuación. No hay cierres. Mata la palabra fin. Empezarás una película el día en que te des cuenta que simplemente continúas. No busques el prestigio. Desdeña los efectos. No adornes. No pienses lo que la imagen va a producir. No la busques. Recibe las imágenes. La caza está prohibida. La pesca permitida.

DÉCIMA LECCIÓN
Nunca trabajes en el papel tus movimientos de cámara. Llega a los sitios pensando que no vas a mover la cámara, que no vas a iluminar, que no vas a inventar. Llega vacío, sin la menor intención. Echa a andar el motor de la cámara y vive. No crees escenas, crea accidentes. Esos accidentes no los crees en dirección a la cámara. Tú no estás haciendo una película, estás metido en un accidente. Parte del accidente son tus movimientos de la cámara.

DÉCIMO PRIMERA LECCIÓN
Y de pronto el gran placer. Una toma pensada con la cámara opinando con luz artificial, con "Actuaciones" (¡un verdadero postre!).

En verdad te digo, por este camino puedes llegar a hacer películas de Hollywood de los años 40. si quieres ser un gran cineasta de vanguardia, vuelve a filmar "Lo que el viento se llevó", exactamente igual, con actores de cuerpos gemelos a los de Clarck Gable y Vivien Leigh. Si logras que tu películas no pueda distinguirse de la original, has pasado a la historia.

jueves, noviembre 24, 2005

Lecciones de alta clínica (Salvador de la Fosa)

Salvador de la Fosa, poeta-médico de principios de siglo XX, despliega en su libro Lecciones de alta clínica un sinnúmero de excelentes poesías. Existe un ejemplar de esta obra, editada en 1914, en los anaqueles de la Biblioteca Nacional que yo mismo descubrí hace unos días y todavía no me salgo del asombro. Los invitamos a adentrarse en el fabuloso ritmo de su poesía orgánica que no sólo deleita en su estética realista sino que enseña uno de los oficios más antiguos de la humanidad (además de la prostitución): ser médico.

El raspamiento uterino

I

Para raspar las matrices,
adopto un procedimiento
que da un buen tanto por ciento
de resultados felices.
Yo raspo hasta las raíces
de la mucosa uterina,
que mi cureta extermina
con gran encarnizamiento,
y al gritar el instrumento
lo saco por la vagina.

II

No conviene, sin embargo,
el exceso operatorio,
pues hay peligro notorio
de pasar un trance amargo:
el útero tiene un largo
de limitada extensión,
y haciendo sin ton ni son
movimientos de vaivén,
se puede causar muy bien
alguna perforación.

III

Precisamente por eso
yo me fijo bien en todo,
raspando siempre de modo
que mi nombre quede ileso;
y si a veces, lo confieso,
raspo con cierta vehemencia,
tened la benevolencia
de observarme en casos tales,
y veréis por mil señales
que todo es pura apariencia.

IV

Si está presente el marido,
por ejemplo, siempre trato
de que mi trabajo ingrato
se aprecie como es debido:
solemne entonces y erguido
¡hay que ver cómo introduzco
la cureta y cómo luzco
mi ensañamiento y mi arrojo,
mientras miro de reojo
el efecto que produzco!

V

Para evitarme la pena
De perforar la matriz,
Me valgo de un truc feliz,
Que inspira confianza plena:
Con mano suave y serena,
Voy metiendo el instrumento,
Y cuando en la punta siento
Que algo me resiste, paro;
Y ese punto lo declaro
Límite del raspamiento.

Referencia: Fosa, Salvador de la, Lecciones de alta clínica, tomo 1, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1914, p. 83-87.

domingo, noviembre 20, 2005

Tres mataderos

Matadero (Georges Bataille)

El matadero depende de la religión en el sentido de que los templos en épocas remotas (sin mencionar a los hindúes en nues­tros días), tenían una doble función: servían al mismo tiempo para las plegarias y las matanzas. De donde resultó sin duda alguna (lo podemos juzgar por el aspecto caótico de los mataderos actuales) una perturbadora coincidencia entre los misterios mitológicos y la grandeza lúgubre característica de los lugares donde corre la sangre. Es curioso ver que en Norteamérica se expresa una queja aguda cuando W. B. Seabrook1 constata que la vida orgiástica ha subsis­tido, pero que ya no se añade a los cócteles la sangre de los sacrifi­cios, y considera insípidas las costumbres actuales. No obstante, en el presente el matadero es maldito y puesto en cuarentena como un barco infectado de cólera. Pero las víctimas de esa maldición no son los matarifes o los animales, sino esa misma buena gente que ha llegado a no poder soportar más que su propia fealdad, una fealdad que responde en efecto a una enfermiza necesidad de lim­pieza, de pequeñez biliosa y de tedio: la maldición (que sólo aterro­riza a quienes la profieren) los obliga a vegetar tan lejos como sea posible de los mataderos, a exilarse por corrección en un mundo amorfo donde ya no existe nada horrible y donde, sufriendo la indeleble obsesión de la ignominia, se ven reducidos a comer queso.

1 La isla mágica, Firmin-Didot, 1929.

Bataille, Georges, La conjuración sagrada: ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004.


El matadero (Esteban Echeverría)

"Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel suelo de lodo, regado con la sangre de sus arterias. En torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distinta. La figura más prominente de cada grupo era el carnicero, con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá, y rostro embadurnado de sangre." (pág. 159)

"Hacia otra parte, entretanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá, una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y, resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en hilera cuatrocientas negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando, uno a uno, los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado en al tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus pulmones, para depositar en ellas, luego de secas, la achura." (pág. 161)

Echeverría, Esteban, La cautiva y El matadero, Buenos Aires, Emecé, 1999.


Kid Stardust en el matadero (Charles Bukowski)

"había estado allí dos o tres años antes, había pasado por todo el papeleo, revisión médica y demás, y me habían llevado escaleras abajo, cuatro plantas, y cada vez hacía más frío y los suelos estaban cubiertos de un lustre de sangre, suelos verdes, paredes verdes. me habían explicado mi trabajo, que era apretar un botón y luego por un agujero de la pared salía un ruido como un estruendo de defensas o elefantes desplomándose, y llegaba la cosa... algo muerto, mucho, sangriento, y el tipo me dijo, lo tomas y lo echas al camión y luego aprietas el timbre y ya llega otro, y después se largó." (pág. 15)

"luego llegaron corriendo algunos musulmanes negros con carretillas pintadas de un blanco grumoso y sórdido, un blanco que parecía mezclado con mierda de pollo, y cada carretilla estaba cargada de jamones que flotaban en sangre acuosa y fina. no, no flotaban en sangre, se asentaban en ella, como plomo, como balas de cañón, como muerte." (pág. 17)

"acaban de asesinarla, pensé, han asesinado a ese madlito bicho. ¿cómo pueden distinguir un hombre de una ternera? ¿cómo saben que yo no soy una ternera?" (pág. 18)

Bukowski, Charles, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones, Barcelona, Anagrama, 1992.

miércoles, noviembre 16, 2005

Vergüenza

Made in Montecarlo

sábado, noviembre 12, 2005

El lugar del artista. Entrevista a Osvaldo Lamborghini.

Referencia: Lecturas críticas: revista de investigación y teorías literarias, Buenos Aires, Año I, Nº 1, 1980, p. 48-51.

¿La parodia es un homenaje o una violencia?

En la parodia siempre entra el odio y el amor. El odio al semejante implica también amor. La parodia sería como un amor fracasado sino fuera abyecto decir que el amor fracasa. Es un oxímoron decir amor fracasado, si hay amor ¿cómo puede haber fracaso? No se puede mimar un objeto sin amarlo.

¿Pero también se lo pervierte, se lo degrada?

Se lo degrada, pero es una creación imaginaria, nadie degrada a nadie; es la creencia del sujeto que está degradando algo, no degrada nada; ni siquiera logra degradarse él mismo.

¿Qué te proponías con "El Niño Proletario"?

Yo me proponía cosas tales como: ¿porqué salir como un estúpido a decir que estoy en contra de la burguesía? ¿Porqué no llevar a los límites y volver manifiesto lo que sería el discurso de la burguesía? ¿Qué va a quedar comprometido? Planteado en términos gramaticales: un pronombre: yo. ¿Qué quiere decir yo? En esa época yo no tenía nada que ver con Freud, no había una idea de la cosa de elidir el sujeto, cambiarlo de posición en el discurso.

¿Este trabajo es previo a tus estudios de psicoanálisis y Lacan?

Totalmente previo.

Ahí aparece un niño con un falo, ¿no?

El falo era una cosa de hinchazón española. Habría que tomar el registro del texto, es un texto donde a veces se dice pija, pero hay momentos en que no. Hay que decir falo; funcionan una prohibiciones en el momento de escribir bastante extrañas,¿no?

¿Tenías alguna teoría esbozada de la parodia en ese momento?

En el libro de mi hermano que aparece ahora está dicho con todas las letras: Parodia, genio de nuestra raza. Hay una payada entre el Sabio negro y el Sabio blanco; es la payada del Moreno con Martín Fierro. Porqué no ver toda la literatura desde El Fausto de Estanislao del Campo?: Entonces todo entra a cambiar de una manera alucinante, todo. En esos términos no es lo mismo ver a Rimbaud desde la cultura francesa. Entre la Comuna de París que es absolutamente determinante en lo que hace Rimbaud, y bueno... Es lo que sucede con el frigorífico Lisandro de la Torre. Es un tipo como nosotros; ellos la hacen de una manera y nosotros de otra. Cuando Rimbaud dice me voy, hay que entender que se viene; lo que pasa es que con el afrancesamiento uno lee que Rimbaud se va y por identificación uno se está yendo con él. No, vos no te vas con él, estás acá esperándolo. Se va quiere decir que se viene para acá; Africa, las pampas argentinas todo igual para Rimbaud.

Lo que me llamaba la atención es que para el 70-73 vos estabas en la revista Literal; en aquel momento parecía que la revista tenía un enemigo...

Sí, el populismo. Eva Perón es popular, los chicos de clase media de Filosofía y Letras, son populistas. La estética del populismo es la melancolía. Y, yo no estaba en Literal, yo hacía junto con Germán García, Literal.

¿"El Niño Proletario" es un mito populista?

No, ¿porqué un mito?

Digo, constituido por la propia literatura de Boedo. Me refiero a Larvas, por ejemplo.

¿Querés que te diga la verdad? ¿Cuál es el gran enemigo? Es González Tuñon; los albañiles que se caen de los andamios, toda esa sanata, la cosa llorona, bolche, quejosa, de lamentarse. Una ideología siempre te propicia para pelotudeces, pero también para mitos heroicos. Cuando te criás dentro de mitos heroicos me parece abyecto quejarse. Esto es poesía quejosa, hacer esta especie de orgullo de padre proletario, que se levantaba a las cinco de la mañana con sus manos callosas; que traía pan crocante a la mesa. Es hacer descansar una cultura en este pobre tipo que vino de Italia a laburar acá. Es una cosa no contra Castelnuovo; no importa lo que él piense como subjetividad. En los textos la ideología actúa, la ideología sube al escenario y representa su papel. Al nivel del cuento que aparece en Vidas Proletarias, de Castelnuovo donde al tipo, al anarquista lo persigue un oficial de investigaciones y él llega a su casa y pide a la madre que lo proteja. Entonces la madre lo protege. Es un policía dedicado a torturar a este anarquista. Esto es lo que yo le copio en "El Niño Proletario": los tres burgueses ven pasar al niño proletario y se vuelven locos y lo quieren matar, están dedicados a él. Entonces lo agarra y viene el oficial Gómez, que es el que siempre lo tortura, entonces el tipo le dice a la madre que apague las luces, entra el policía, se arma un buen ruido, se prenden las luces, y está la madre muerta, desangrándose en el suelo y el policía que se ríe y dice: quiso matarme a mí y mató a su madre. No hay, te digo, una cosa personal con Castelnuovo, más bien con la ideología liberal de izquierda, esa cosa llorosa. Es decir, que los escritos tienen que valer por el sufrimiento que venden y por las causas nobles de ese sufrimiento.

¿El texto "El Niño Proletario", es una inversión de esa actitud?

Totalmente. Ahí hay una frase suprimida: yo pienso que. A ese texto con esa frase lo destruyo, lo convierto en una porquería. "Yo pienso que" habría que terminar con esa literatura liberal de izquierda. Entonces tiramos la bola a ver qué dicen, qué van a entender; no te olvides que es de 1969, o sea hace 11 años, era mucho más difícil. Y bueno, había que explicar que uno no era un monstruo.

Es un texto provocativo, escandaloso, totalmente perverso, ¿no?

No, no es perverso, es sexual.

Pero esas cosas que intercambian, uno caga, el otro come.

Esos son los juegos que hacen los chicos, son perversos polimorfos. Hay todo un goce, en tanto se juega a la muerte de un niño; la cultura occidental consiste en matar un niño, todos pensando todo el tiempo cómo matar al niño.

¿"El Niño Proletario" es la única parodia que vos escribiste?

Todo es parodia, el último poema de mi último libro se llama "Die Verneinung" obviamente yo no sé alemán; es un artículo de Freud; por eso las comillas. En el texto mismo la parodia es un mundo. La madre Hogarth se refiere al pintor, digamos que son cuadros muy terribles. Hay partes enteras del poema que son descripciones del cuadro, los ahorcados en un panel derruido, está la cosa de Rimbaud, ¿no?

Y Neibis, ¿es un chiste?

Neibis es "Si bien" al revés. Lo pongo al revés para no cantar la bola de entrada.

Si en aquel momento renegabas de los liberales de izquierda, por ejemplo, a la mañera de González Tuñón y de los populistas que se vuelven peronistas. ¿Vos desde qué lugar lo hacías?

Si hay lugar, no hay poesía; desde ningún lugar. Toda la relación con la poesía es desde ningún lugar.

¿En aquel momento vos te podés decir de vanguardia?

Y, si querés, digamos que sí.

¿A quiénes leías entonces?

Mis epifanías fueron entonces, Hegel, ese tipo de cosas. Después no me puedo hacer el populista, el obrero. Dentro de la literatura todo, bah, todo... La vida dedicada a eso. Me acuerdo de Croce; los textos críticos a los que teníamos acceso en esa época. No estaban Barthes, Todorov, nada.

Pero, ¿en el 69 no lo conocías a Massota?

No, a Massota lo conozco después del Fiord. Al Fiord se lo lee a Massota el primer grupo lacaniano de Buenos Aires.

¿Vos conocías a los de Contorno?

¡Qué los voy a conocer en esa época! Los diez años que me lleva Massota; somo del mismo barrio, yo era un chico, para mí Massota era un dios.

¿Es irreverente la parodia?

Habría que ver a quién se le hace una parodia. En cierto sentido toda la literatura podría ser calificada de irreverente. Un escritor nunca habla de pavadas. Una de las tareas difíciles de llevar a cabo, es sacar al artista del lugar de boludo en que se lo ha colocado.


Uno escribe en función de los textos que ha leído. Lo que uno ha leído actúa como sobredeterminación. La vida es un texto, que es una sobredeterminación mayor.

Por ejemplo, Bataille explica cómo las fotos viejas llegan a tener un efecto paródico y gracioso, sin haber sido ésa su primera intención. Una cosa que me fascinaba mucho en esto de la parodia es que la prenda nacional: la bombacha, es una partida que Ascasubi, como ministro de Guerra, compra a los turcos cuando pierden la guerra de Crimea; de ahí viene la bombacha. La prenda nacional es eso. Ya está puesto el significante, ya está.

La parodia tiene que ver con los niveles de identificación agresiva. Parodia vendría a ser lo que Hegel llama pasaje de la tragedia a la comedia burguesa, es decir, de Edipo Rey al vodeville.


(Esta transcripción de buena parte de la entrevista a Osvaldo Lamborghini a fines de Octubre último, no tuvo la prometida corrección por escrito para su publicación, por razones de tiempo.)


Referencia: Lecturas críticas: revista de investigación y teorías literarias, Buenos Aires, Año I, Nº 1, 1980, p. 48-51.

jueves, noviembre 10, 2005

El dedo gordo (Georges Bataille)

Continuamos colgando algunas definiciones de las que Georges Bataille pensó para su proyecto de "diccionario crítico", publicadas en La conjuración sagrada (Adriana Hidalgo editora, 2003). Antes fue el ojo, ahora le toca el turno a "El dedo gordo". ¡Qué lo disfruten!.

El dedo gordo

El dedo gordo del pie es la parte más humana del cuerpo humano, en el sentido de que ningún otro elemento del cuer­po se diferencia tanto del elemento correspondiente del mono antropoide (chimpancé, gorila, orangután o gibón). Lo que obedece al hecho de que el mono es arborícola, mientras que el hombre se desplaza por el suelo sin colgarse de las ramas, ha­biéndose convertido él mismo en un árbol, es decir, levantán­dose derecho en el aire como un árbol, y tanto más hermoso en la medida en que su erección es correcta. De modo que la fun­ción del pie humano consiste en darle un asiento firme a esa erección de la que el hombre está tan orgulloso (el dedo gordo deja de servir para la prensión eventual de las ramas y se aplica al suelo en el mismo plano que los demás dedos).

Pero cualquiera que sea el papel desempeñado en la erec­ción por su pie, el hombre, que tiene la cabeza ligera, es decir, elevada hacia el ciclo y las cosas del cielo, lo mira como un escupitajo so pretexto de que pone ese pie en el barro.

Aun cuando dentro del cuerpo la sangre fluye en igual can­tidad de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, se ha toma­do el partido de lo que se eleva y la vida humana es considera­da erróneamente como una elevación. La división del universo en infierno subterráneo y en cielo completamente puro es una concepción indeleble. El barro y las tinieblas son los prin­cipios del mal del mismo modo que la luz y el espacio celeste son los principios del bien: con los pies en el barro pero con la cabeza cerca de la luz, los hombres imaginan obstinadamente un flujo que los eleva sin retorno en el espacio puro. La vida humana implica de hecho la rabia de ver que se trata de un movimiento de ida y vuelta, de la basura al ideal y del ideal a la basura, una rabia que resulta fácil dirigir hacia un órgano tan bajo como un pie.

El pie humano es sometido generalmente a suplicios gro­tescos que lo vuelven deforme y raquítico. Es imbécilmente destinado a los callos, a las durezas y a los juanetes; y si sólo tenemos en cuenta costumbres que están en vías de desapare­cer, a la suciedad más repugnante: la expresión campesina "tiene las manos tan sucias como los pies", que ya no es válida hoy para toda la colectividad humana, lo era en el siglo XVII.

El secreto espanto que le provoca al hombre su pie es una de las explicaciones de la tendencia a disimular en la medida de lo posible su longitud y su forma. Los tacos más o menos altos según el sexo le quitan al pie una parte de su carácter bajo y plano.

Además tal inquietud se confunde frecuentemente con la inquietud sexual, lo que es particularmente sorprendente en­tre los chinos quienes, tras haber atrofiado los pies de las mujeres, los sitúan en el punto más excesivo de sus desviacio­nes. El mismo marido no debe ver los pies desnudos de su mujer y en general es incorrecto e inmoral mirar los pies de las mujeres. Los confesores católicos, adaptándose a esa abe­rración, les preguntan a sus penitentes chinos "si no han mira­do los pies de las mujeres"

Idéntica aberración se da entre los turcos (turcos del Volga, turcos del Asia Central) que consideran inmoral mostrar sus pies desnudos e incluso se acuestan con medias.

Nada similar puede citarse con respecto a la antigüedad clásica (aparte del uso curioso de las altas plataformas en las tragedias). Las matronas romanas más púdicas dejaban ver constantemente sus dedos desnudos. En cambio, el pudor del pie se desarrolló excesivamente durante los tiempos mo­dernos y no desapareció sino hasta el siglo XIX. Salomon Reinach expuso ampliamente ese desarrollo en el artículo ti­tulado "Pies púdicos"1, insistiendo sobre el papel de España donde los pies de las mujeres fueron objeto de la preocupa­ción más angustiada y también causa de crímenes. El simple hecho de dejar ver el pie calzado sobrepasando la falda era juzgado indecente. En ningún caso era posible tocar el pie de una mujer, familiaridad excesiva que era, salvo una excepción, más grave que ninguna otra. Por supuesto, el pie de la reina era objeto de la prohibición más terrible. Así, según Mme. D'Aulnoy, estando el conde de Villamediana enamorado de la reina Isabel, pensó en provocar un incendio para tener el placer de llevarla en sus brazos: "Se quemó casi toda la casa que valía cien mil escudos, pero él se consoló cuando aprove­chó una situación tan favorable, tomó a la soberana en sus brazos y la cargó por una pequeña escalera. Allí le robó algu­nos favores y, lo que se destacó mucho en aquel país, tocó inclu­so su pie. Un paje lo vio, le informó al rey y éste se vengó matando al conde con un disparo de pistola."

Es posible ver en esas obsesiones, como lo hace Salomon Reinach, un refinamiento progresivo del pudor que poco a poco pudo conquistar la pantorrilla, el tobillo y el pie. Aun­que en parte es fundada, esta explicación sin embargo no es suficiente si pretendemos dar cuenta de la hilaridad común­mente provocada por la simple imaginación de los dedos del pie. El juego de los caprichos y los ascos, de las necesidades y los extravíos humanos es en efecto tal que los dedos de las manos significan las acciones hábiles y los caracteres firmes, los dedos de los pies la torpeza y la baja idiotez. Las vicisitu­des de los órganos, la pululación de estómagos, laringes, cere­bros que atraviesan las especies animales y los innumerables individuos, arrastran la imaginación a flujos y reflujos que no sigue de buen grado por odio a un frenesí todavía perceptible, aunque penosamente, en las palpitaciones sangrientas de los cuerpos. El hombre se imagina gustosamente semejante al dios Neptuno, imponiendo con majestad el silencio a sus propias olas: y sin embargo las olas ruidosas de las vísceras se hinchan y se vuelcan casi incesantemente, poniendo un brus­co fin a su dignidad. Ciego, tranquilo no obstante y despre­ciando extrañamente su oscura bajeza, un personaje cualquie­ra dispuesto a evocar en su mente las grandezas de la historia humana, por ejemplo cuando su mirada se dirige hacia un monumento que atestigua la grandeza de su país, es detenido en su impulso por un atroz dolor en el dedo gordo porque el más noble de los animales tiene sin embargo callos en los pies, es decir que tiene pies y que esos pies, independiente­mente de él, llevan una existencia innoble.

Los callos en los pies difieren de los dolores de cabeza y de muelas por su bajeza, y sólo son ridículos en razón de una ignominia explicable por el barro donde los pies se sitúan. Como por su actitud física la especie humana se aleja tanto como puede del barro terrestre -aunque por otra parte una risa espasmódica lleva la alegría a su culminación cada vez que su impulso más puro termina haciendo caer en el barro su pro­pia arrogancia- se piensa que un dedo del pie, siempre más o menos deforme y humillante, sería análogo psicológicamen­te a la caída brutal de un hombre, vale decir, a la muerte. El aspecto repulsivamente cadavérico y al mismo tiempo llama­tivo y orgulloso del dedo gordo corresponde a ese escarnio y le da una expresión agudizada al desorden del cuerpo huma­no, obra de una discordia violenta de los órganos.

La forma del dedo gordo no es sin embargo específicamente monstruosa: en eso es diferente de otras partes del cuerpo, el interior de una boca abierta por ejemplo. Sólo deformacio­nes secundarias (aunque comunes) han podido darle a su ig­nominia un valor burlesco excepcional. Pero la mayoría de las veces conviene dar cuenta de los valores burlescos por una extrema seducción. Aunque estamos obligados a distinguir aquí categóricamente dos seducciones radicalmente opuestas (cuya confusión habitual ocasiona los más absurdos malentendidos de lenguaje).

Si hay un elemento seductor en un dedo gordo del pie, es evidente que no se trata de satisfacer una aspiración elevada, por ejemplo el gusto completamente indeleble que en la ma­yoría de los casos induce a preferir las formas elegantes y co­rrectas. Al contrario, si escogemos por ejemplo el caso del conde de Villamediana, podemos afirmar que el placer que obtuvo al tocar el pie de la reina estaba en relación directa con la fealdad y la inmundicia representadas por la bajeza del pie, prácticamente por los pies más deformes. De modo que aun suponiendo que el pie de la reina haya sido totalmente lindo, sin embargo tomaba su encanto sacrílego de los pies deformes y embarrados. Siendo una reina a priori un ser más ideal, más etéreo que ningún otro, era humano hasta el desgarra­miento tocar lo que en ella no difería mucho del pie transpi­rado de un soldado raso. Es experimentar una seducción que se opone radicalmente a la que causan la luz y la belleza ideal: los dos órdenes de seducción a menudo se confunden porque nos agitamos continuamente entre uno y otro, y dado ese movimiento de ida y vuelta, ya sea que tenga su término en un sentido o en el otro, la seducción es tanto más intensa en la medida en que el movimiento es más brutal.

En el caso del dedo gordo, el fetichismo clásico del pie que culmina en el lamido de los dedos indica categóricamente que se trata de baja seducción, lo que da cuenta de un valor burlesco que se vincula siempre más o menos a los placeres reprobados por aquellos hombres cuyo espíritu es puro y su­perficial. El sentido de este artículo parte de una insistencia en cues­tionar directa y explícitamente lo que seduce, sin tener en cuenta la cocina poética, que en definitiva no es más que un rodeo (la mayoría de los seres humanos son naturalmente débiles y no pueden abandonarse a sus instintos sino en la penumbra poética). Un retorno a la realidad no implica ninguna acepta­ción nueva, pero esto quiere decir que somos seducidos bajamente, sin ocultamiento y hasta gritar, con los ojos desorbitados: así desorbitados ante un dedo gordo.

1 En La antropología, 1903, pp. 733-736; reimpreso en Cultos, mitos y religio­nes, r. I, 1 905, pp. 105-1 10.

martes, noviembre 08, 2005

Exposición

Made in Montecarlo

domingo, noviembre 06, 2005

Milanesa con papas

Me propongo aquí hacer un breve comentario elogioso sobre el escritor argentino Gustavo Nielsen y arrimarlos a su escritura. No creo que éste lo necesite, ni me une hacia él una amistad, solo que como así él se canso de que la impunidad reine hasta en los concursos literarios, a mí me harta a menudo que la impunidad impere en las guerras del campo literario y se maneje por amiguismos y lobby; y no por buenas razones.

Piglia estafó junto a su editor a todos los participantes de aquel concurso. Nielsen lo comprobó ante la justicia. La justicia (esa mujer hermosa que nunca se deja seducir) por una extraña razón funciono como debe funcionar. No hay mucho mas que decir al respecto. Piglia es un gran escritor, pero en este concurso opero como un estafador. Todos los amigos defensores de causas perdidas salieron a cubrir a Piglia. El mismísimo Bayer (sí, Osvaldo Bayer) uno de los hombres que más admiro de este país, salió a defender a Piglia. Y cuando Gustavo Nielsen lo increpó, dolido, al ver su firma, este se excuso diciendo que había defendido a Piglia porque era su amigo. Parece que la amistad puede con todo, hasta con los crímenes.

Fuera de este nido, me interesa elogiar a Nielsen, porque además de comprobar que con buenas razones ganó su juicio, es un gran escritor. Sus cuentos rozan el género del horror pero con un contenido posmoderno: la decadencia de los vínculos humanos, el racismo, la explotación. Y trabaja, sobre todo, el género fantástico desde situaciones de una originalidad y creatividad que escasea.

Pueden encontrar sus dibujos (el tipo además es arquitecto e ilustra la tapa de sus libros), comentarios y cuentos aquí:

http://www.mandarinasdulces.blogspot.com/

http://www.milanesaconpapas.blogspot.com/

viernes, noviembre 04, 2005

-Buy head? Money, money. (Sobre "Mister Taylor" de Augusto Monterroso)

"Mister Taylor" del guatemalteco Augusto Monterroso (Obras completas y otros cuentos, Barcelona, Anagrama, 1998; 1ra ed.: 1959) es un cuento que ironiza sobre la economía y el mercado en el capitalismo y, sobre todo, en la relación entre Estados Unidos y América Latina.

El mercado. El cuento narra, en un plano, cómo se integra un elemento único y artesanal en un mercado capitalista y devorador (¿de cabezas?). Partiendo de la fundación de una empresa (Mister Taylor obtiene y envía cabezas, y su tío las vende), el ingreso de las cabezas en el circuito de la moda y luego, su democratización ("...pudieron adquirirlas hasta los mismos maestros de escuela."), y su posterior escasez, resuelta con la muerte, y su final estrepitoso, integración íntima de Mr. Taylor con su mercancía.

La muerte. Las cabezas reducidas hacen irrumpir a la muerte en el mercado capitalista. La necesidad de producir cabezas llega al límite absurdo de administrar las penas de muerte y las enfermedades para conseguir más cabezas. Aparte de esa administración, los ataúdes y las funerarias se conforman como industrias subsidiarias y producen un auge económico en el país. Pareciera que Mr. Taylor nos dice que el auge económico en el capitalismo se logra a través de la muerte.

La tradición. La tribu que produce cabezas reducidas pierde su tradición desde el momento en que se integra al mercado de Estados Unidos. Un pueblo que comienza realizando las cabezas como un ritual, como parte de tradicion y termina haciendo negocio con las mismas, siendo devorado por Estados Unidos y asesinándose entre ellos mismos. La explotación es clara y su integración más que lateral: "...había progresado en tal forma que ya contaba con una everedita alrededor del Palacio Legislativo." Vale la pena notar que el narraod habla de los siguientes miembros de la tribu: "el Presidente", "el Ministro de Relaciones Exteriores", "guerrero Ejecutivo" y "brujos Legislativos", como si la tribu tuviera una sistema político democrático que emula a Estados Unidos y de las naciones latinoamericanas.

La patria. "Cuando los miembros de la Cámara, despúes de un breve pero luminoso esfuerzo intelectual, se dieron cuenta de tales ventajas, sintieron hervir su amor a la patria y en tres días promulgaron un decreto exigiendo al pueblo que acelerara la producción de cabezas reducidas." "Fallecer se convirtió en ejemplo del más exaltado patriotismo, no sólo en el orden nacional, sino en el más glorioso, en el continental."

jueves, noviembre 03, 2005

Invierno

Made in Montecarlo

¡Gracias, Montecarlo!

sábado, octubre 29, 2005

La oveja negra (Augusto Monterroso)

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.


Monterroso, Augusto, La oveja negra y demás fábulas, Madrid, Alfaguara, 1997.

viernes, octubre 28, 2005

Fuego de noche, nieve de día

Una idea sobre La asesina de Lady Di

En Esperanza Hoberál confluyen diversos elementos presentándola como una suerte de Madame Bovary de los 90: Ricky Martin, las telenovelas, la búsqueda de la fama y la magia. Empezando por un viaje hacia Buenos Aires como el punto de partida para lograr sus deseos, enarbolando a Ricky Martin como símbolo sexual y divino y citando, como grandes verdades de la vida contemporánea, a las actrices de las telenovelas tales como Dora Baret, Catherine Fullop y María Valenzuela, Esperanza se desenvuelve deseando y encendiendo a cada paso. Los evangelistas con un pastor calentón, el espiritismo invocando a su hermana muerta y su extraña cámara de fotos agregan el último detalle extravagante para formar la cultura y la identidad de Esperanza. Si Flaubert toma los folletines y Puig las películas del 30, del 40 y los radioteatros, Alejandro López toma las telenovelas, la música pop y la magia como elementos que moldean a sus personajes y que a su vez los representan.


Pequeño inventario para La asesina de Lady Di

Gualeguaychú. Base Tsú. Anais-Anais. Ricky Martin. Teleclick. Tv Guía. Madonna en Evita. Mirta Legrand. Esperanza Hoberál. Piscis. Alan Parker. Club Estrella. Ricky Martin. Gloria. Casos. Menudo. McGyver. Los Angeles de Charly. Flashdance. Fuego. Hollywood. Cristo. Ricky Martin. Benito. Cuentos para Verónica. Catherin Fulop en Abigail. Luis Miguel. Novalgina. Buenos Aires. Ricky Martin. Nélida Doménico. Banda "Fardy". Chakira. Tang. Eucaristía de la Oración. Ricky Martin. Lady Di.


Extracto de La asesina de Lady Di de Alejandro López (Adriana Hidalgo, 2003)

"Cuando hacían los primero planos, la cabeza de Ricky era tan grande que parecía un dios. Era una descarga eléctrica, una bendición, una tormenta de amor, casi un milagro. Yo, muy acelerada, miraba las fotos y no me podía quedar quieta, y las chicas alrededor como locas. No era para menos, él tenía un traje oscuro de pana ceñidísimo, camisa blanca y anteojos negros. Era el tercer cambio de vestuario. Hizo cinco en total. Sentí que me mojaba. Tenía los pantalones superapretados y me puse a cmainar en círculos como una leona enjaulada. No sabía qué hacer ni para dónde ir, pero podía imaginarme lo que se venía; el hormigueo entre las piernas, subiendo por la espalda como una línea recta que me hacía estremecer, pero que se concentraba con la furia de un vendeval en el cierre relámpago. Me lo bajé mientras seguía caminando, las chicas miraban la pantalla gigante como si fuera la imagen de Dios en directo. Enorme. Y yo avanzando ente la multitud, tratando de no perderme, pero sin poder pensar. Desesperada. viendo las fotos que le había sacado con mi dedo en la mitad del encuadre y escuchándolo a él, que me decía: "abrazame" y lo repetía, lleno de transpiración y rodeando la nada con los brazos en una punta del escenario, agachándose para estirar las manos hacia la gente que respondía como nunca. Toda la Avenida se puso a saltar al mismo tiempo y la emoción general era tan intensa que me puse a gritar de placer sintiendo que las manos de Ricky, que veía enfrente en tamaño descomunal, no paraban jamás y me tenían sujeta por los cuatro costados como la chica de King Kong, cantándome "Yo te amé" al oído y sólo para mí. Él se pone un dedo en la boca, toca el micófono y parece besarlo. Está chivado. Lo enfocan de más cerca, lo veo en Polaroid, le estampo un beso y a pesar de sentirme desgarrada logro terminar justo con el final de la canción. Plena y feliz, con él agachando la cabeza para recibir los aplausos."

 

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