martes, abril 14, 2015

Una transformación se había puesto en marcha...


Traducción de un fragmento de Sumisión, de Michel Houellebecq por el colaborador y amigo Guido Gamba
En el shopping Italie 2, las cosas apenas habían cambiado. Tal como me imaginé, el local “Jennyfer” había desaparecido, reemplazado por una especie de local bio-rural de aceites esenciales, shampoos con aceite de oliva y de miel de Garrigue. El local de “L’Homme Moderne”, ubicado en una zona más bien marginal del segundo piso, también había cerrado –y, por el momento, sin reemplazo. Sin embargo, sobre todas las cosas, era el público en sí lo que había sutilmente cambiado. Como todos los shoppings –aunque, obviamente, mucho menos que el de la Défense o el de Les Halles–, el Italie 2 siempre había atraído una cantidad muy importante de pibes cabeza… Ahora, habían totalmente desaparecido.
La ropa de las mujeres también había cambiado. Me di cuenta bastante rápido, a pesar de no poder terminar de entender la diferencia. La cantidad de velos apenas si había aumentado, no era eso. Estuve dando vueltas una hora hasta terminar de entender qué era lo que en efecto se había alterado: todas las mujeres tenían puesto un pantalón. Mirarle el culo a las mujeres, la reconstrucción mental de la concha en la intersección de los cachetes, proceso cuyo poder de excitación es directamente proporcional a la longitud descubierta de las piernas; todo eso era para mí tan involuntario y maquinal, genético de cierta forma, que no me había dado cuenta de entrada, pero la realidad se me hacía evidente: los vestidos y las polleras habían desaparecido. Se empezaba a ver una prenda nueva, una especie de blusa de algodón, larga hasta las caderas, que jodía bastante todo interés objetivo en los pantalones ajustados que algunas mujeres habrían podido eventualmente usar. Con respecto a los shorts, claramente estaban fuera de discusión. La contemplación del culo femenino, mínima consolación ensoñadora, se había vuelto imposible.
Una transformación se había puesto en marcha, una especie de metamorfosis objetiva estaba llegando.

viernes, abril 10, 2015

entre ruinas y umbrales

Primera entrega: la escritura es un hecho atómico (sobre hecho atómico ediciones)
Segunda entrega: los matices del gris (sobre 17grises editora)
Tercera entrega: una mirada extrañada (sobre China editora)
Cuarta entrega: las huellas de la imaginación (sobre Fiordo editorial)
Quinta entrega: seguir el hilo rojo (sobre Hilo rojo editores)
Sexta entrega: cuidado con el libro (sobre Cave librum editorial) 
Séptima entrega: trazar recorridos (sobre Excursiones editorial)
Octava entrega: atípicos (sobre editorial Letranomáda)
Novena entrega: conexiones íntimas (sobre Santiago Arcos editor)
Décima entrega: la juntidad espeluznante (sobre La Comarca libros)
Undécima entrega: el deseo de editar (sobre Palabras amarillas ediciones)
Duodécima entrega: entre lo exótico y lo familiar (sobre Páprika editorial)
Décimotercera entrega: cómo narrar lo contemporáneo (sobre Momofuku libros)

Va otra editorial encuestada. En este caso, se trata de Cabiria ediciones (facebook, blog, twitter). Hace unos años, tuve la oportunidad de leer, disfrutar y reseñar uno de sus primeros títulos, Castellani crítico, de Diego Bentivegna. Desde entonces, Cabiria ha seguido incursionando por las áreas de la crítica literaria y el análisis del discurso pero también ampliándose a otros horizontes: la poesía y los problemas relacionados con la lectura y la escritura. En todo caso, dejemos hablar a uno de sus editores, Diego Bentivegna, quien expresa con más pericia las ruinas y los umbrales que explora Cabiria.


GC: ¿Por qué la editorial se llama Cabiria? ¿A quién o a qué remite la efigie que tomaron como ícono?
C: El nombre es más que nada un efecto de sentido, nos interesa lo que produce en el orden de la connotación. Cabiria es el nombre de una de las películas más importantes del cine mudo, tal vez la más famosa producida por los estudios italianos, en la que participó entre otros D'Annunzio. El cruce entre imagen, mutismo, literatura, viaje, arqueología (es una película ambientada en la antigüedad romana), gesto, maquillaje, ruina, decorado, delirio, seguramente estuvo en la base de esa elección. Pero Cabiria es, también, el nombre de uno de los personajes más célebres del cine de posguerra: Las noches de Cabiria, de Fellini, en la que participó Pasolini como consultor lingüístico, porque es una película que, en la línea del neorrealismo, trabaja con direrentes resigtros dialectales, populares. Cabiria es el nombre que adopta la protagonista, una prostituta que vive la noche de los suburbios romanos, en los años de posguerra. Ese mundo para nosotros es muy fuerte. Los dos (Mateo Niro y yo [Diego Bentivegna]) somos hijos de italianos que llegaron a la Argentina en los años de posguerra. De algún modo, el nombre habla de nosotros.




GC: ¿Cuál es el lugar de la crítica, en sentido amplio, en el catálogo? ¿Cómo deciden los títulos?
C: Los títulos los decidimos por nuestros intereses, que se centran en la crítica literaria en un sentido amplio, en el análisis del discurso, en lo textual, en los problemas relacionados con la lectura y la escritura. Muchas veces diseñamos un libro posible y convocamos a autores que creemos que pueden llevarlo adelante, gente relacionada con nosotros por lazos académicos o de amistad. La crítica, en este punto, ocupa un lugar notable.

GC: ¿Qué relación tiene la editorial con los espacios académicos y de investigación cultural?
C: Tiene una relación fluida. Provenimos del mundo académico y producimos gran parte de nuestros propios textos en ese marco. Nuestras redes son centralmente académicas, aun cuando la editorial, por supuesto, no se cierre a otros espacios.


GC: Algunos de los títulos publicados son antologías, ¿qué piensan de la antología como género? ¿Qué potencia editorial le encuentran?
C: Nos parecen útiles para reponer algunos tramos del archivo discursivo argentino, muchas veces de difícil acceso.

GC: Parece haber un afán arqueológico en libros como Castellani crítico, de Diego Bentivegna o Voces y ecos, antología de Mara Glozman y Daniela Lauría, ¿reconocen esa intención? ¿Hay una búsqueda de debates y figuras opacados por el tiempo o la falta de atención?
C: Sí, aunque “afán arqueológico” nos suena un poco exagerado. Sí es cierto que en parte el proyecto de la editorial se relaciona con releer ciertas zonas del archivo, pero siempre desde una perspectiva dinámica, en relación con los debates actuales. Los libros que nombrás intentan no ser sólo un recorrido del pasado textual, sino que se piensan como intervenciones críticas, y políticas, en el marco de los debates en torno a la lengua y la literatura legítimas en la argentina.


GC: ¿Qué títulos piensan publicar en 2015?
C: Se viene un libro de Mario Méndez, escritor, editor y docente, de conversaciones con escritores de literatura infantil y juvenil de Argentina, en coedición con editorial Amauta, y tres libros de poesía (de Cecilia Romana, Marina Serrano y Diego Bentivegna) de la colección Vidanueva. También estamos trabajando en un libro sobre el anarquismo de nuestro país, de Mariana di Stefano.

domingo, abril 05, 2015

Voy


Paradiso Ediciones
invita a la presentación de
Miss Once, de María Pia López

Presentan
Laura Rosato, Malena Rey
y Osvaldo Baigorria

Jueves 9 de abril, 19:00 hs,
Bar del Centro Universitario de Idiomas,
Junín 224
Entrada libre y gratuita.

miércoles, abril 01, 2015

Un puñado de razones para leer El caos, de J. R. Wilcock


La reedición de la obra de J. R. Wilcock solo puede ser un motivo de alegría, un acto de reparación literaria. La editorial La bestia equilátera acaba de republicar el primer libro de relatos de Wilcock traducido al español, El caos (1974), al cual nos hemos referido varias veces en este blog. 
Para el año, además, proyectan la reedición de El estereoscopio de los solitarios (1972), una obra compuesta por relatos breves, que hace serie con El libro de los monstruos (1978) y La sinagoga de los iconoclastas (1972). La justicia será más acabada cuando se reedite, por ejemplo, El templo etrusco (1973), una novela que podría sorprender a más de un lector de Copi o de Aira y hacerle sentir que estos solo descubrieron la pólvora.
En todo caso, conviene revisar algunos motivos por los que leer o releer El caos, de J. R. Wilcock podría ser un buena idea:
1. El relato que abre la obra, titulado "El caos", es un ajuste de cuentas con Borges. Aislado, estrábico y obsesionado con el universo, el protagonista organiza una fiesta para sembrar el caos, en diálogo alucinante con "La lotería en Babilonia":
Fue entonces cuando me decidí a organizar mi primera fiesta realmente caótica. Ante todo, los lacayos tenían orden de no conducir a los invitados directamente al gran salón, sino a las diversas dependencias del palacio, cada uno a un lugar distinto: al cuarto de las lámparas, a la cocina, al dormitorio de una mucama en el último piso, a la capilla, al gallinero. Allí los dejaban, que se arreglaran como mejor pudieran. Para los que a pesar de todo lograban llegar al gran salón, donde ni yo ni nadie de la familia los esperaba, la orquesta debía tocar piezas de baile que empezaban normalmente, para volverse cada vez más lentas, hasta un punto en que el baile se hacía imposible. Los criados ofrecían atrayentes refrigerios, en las tradicionales bandejas de plata, que luego resultaban ser —pero no siempre, porque entonces no habrían causado tanto efecto— sándwiches de gusanos, albóndigas de aserrín, o bocadillos con tajadas de víbora. Además circulaban por los salones labradores y mozos de mercado, con sus ropas de trabajo, y una multitud de obreros que efectuaban reparaciones en las puertas, los techos y los muebles de las habitaciones, sin preocuparse por la presencia de la flor y nata de nuestra aristocracia. En los jardines hice instalar además una cantidad de trampas: pozos disimulados con hojas, lazos atados a las puntas de los árboles, jaulas como cenadores que se cerraban apenas entraba en ellas la pareja adúltera deseosa de aislamiento.
La fiesta en cuestión fue un gran éxito; superado el primer momento de desconcierto, los invitados se entregaron a la exploración del caos con renovadas energías y —exceptuando claro está a los más ancianos y a los hipócritas, que se retiraron en seguida— tanto se divirtieron que era ya de día cuando hubo que echarlos con mangueras y regaderas, porque no se querían ir. Pero yo, en cambio, no estaba plenamente satisfecho del resultado: me parecía que al fin de cuentas se había tratado de una fiesta un poco más movida que las anteriores, y nada más. Nada, en verdad, que pudiera compararse con un verdadero caos. Debía refinar mis métodos, aplicar en mayor escala mi ingenio; debía, sobre todo, convertir a los infieles: no era admisible que los huéspedes se volvieran a sus casas, a proseguir la existencia ordenada de todos los días. Debía introducir el azar hasta el fondo mismo de sus vidas.
2. Entre los relatos de El caos, se encuentra "Casandra". Wilcock imagina un país en el que Casandra, una vagabunda que ha devenido en figura carismática y poderosa gracias al Arcontado de Entretenimientos, conmueve a masas de suplicantes y visitantes a los que atrae con sus palabras, sus vestidos y sus desplantes. Esta evidente ficcionalización de la figura de Evita fue soslayada por muchas lecturas que atoradas con "Esa mujer", de Walsh o con "Evita vive", de Perlongher, no advirtieron la existencia de este relato. "Casandra" comienza así:
Desde lejos se ven los estaqueados, los enterrados hasta el cuello en el barro helado, los flagelados. La gruta queda en el fondo de una hondonada pedregosa, labrada según dicen por la erosión de los glaciares, y situada aproximadamente en el centro del pentágono que forman las cinco ciudades principales de nuestro tetrarcado. No es una gruta, es una casa; pero conserva su nombre de gruta porque Casandra, en otras épocas, cuando todavía era una escuálida vagabunda, solía refugiarse en una gruta cerca del puerto, y con su persistencia de trastornada siguió llamando gruta primero la casilla de madera que en cierto momento le instaló el Arcontado de Entretenimientos, y luego la espléndida casa-templo que su popularidad vertiginosa no tardó en exigir.
Los turistas del Asia Menor, de Sicilia y de Egipto vienen a visitar nuestro país exclusivamente atraídos por la fama de Casandra. Afluyen en multitud, aun sabiendo que muchos no volverán, o volverán esclavos de sus esclavos, o inválidos, o ciegos. Hasta se murmura que la Capadocia no nos declaró la guerra porque su rey no quiso ofender a Casandra (¡como si algo pudiera influir sobre sus decisiones!).
3. "El niño proletario", de Osvaldo Lamborghini está anticipado en las páginas de este libro de cuentos de Wilcock. Tal como lo señaló Ricardo Strafacce en el último número de la revista Mancilla, "La fiesta de los enanos" es una narración precursora del cuento lamborghiniano. Extraña que tan pocos se hayan dado cuenta, que tan pocos lo hayan sumado en esa serie de relatos sobre la violencia política en Argentina que incluye textos ya obvios como El matadero, de Echeverría o "La fiesta del monstruo", de Borges y Bioy Casares pero que ha dejado de lado el cuento de Wilcock en el que se leen cosas como estas:
—¿Por qué estoy atado? —le preguntó Raúl, que no entendía todavía lo que ocurría.
Sin tomarse la molestia de contestarle, el enano procedió a arrancarle el pijama y la camiseta, con la ayuda del cuchillo de caza; luego, para probar la temperatura, le trazó una raya sobre el pecho con el soldador, desde la garganta hasta el ombligo. Al oír el grito prolongado del muchacho, entró Anfio, arrastrando su cola roja y negra: traía en la mano el gran cisne blanco de Güendolina, con el cual acababa de empolvarse el pelo de la cara y del cuello. Pero apenas vio el soldador dejó caer el cisne y trató de apoderarse del aparato eléctrico.
Présule no quería dárselo; tanto insistió y tironeó sin embargo su compañero, que finalmente le concedió permiso para que también él hiciera un dibujo sobre el vientre de Raúl. Con una sonrisa angelical en los labios, Anfio trazó sobre la piel tersa y morena una carita provista de ojos, nariz, boca y orejas. Cuando terminó, el muchacho se había desmayado.
4. El caos recopila un cuento fantástico humorístico y delirante insoslayable que ya había sido recopilado por Borges, Bioy y Silvina Ocampo en la Antología de la literatura fantástica (1940). Hablo de "Los donguis", que empieza cruzando una historia de construcciones en Mendoza (que Wilcock retoma in extenso en El ingeniero) y deriva en la afirmación de que la raza humana estaría pronta a desaparecer por la aparición de los donguis. Para muestra, basta este extracto:

Balsocci. -Por ese hueco aparecieron los donguis.
Yo. -¿Qué son?
Balsa. -Ahora le explico...
Balsocci. -Dicen que es el animal destinado a reemplazar al hombre en la Tierra.
Balsa. -Espere que le explico. Hay unos folletos de circulación restringida y prohibida que le condensan la opinión de los sabios extranjeros y de los sabios argentinos. Yo los leí. Dicen que en distintas épocas predominaron distintos animales en el mundo, por H o por B. Ahora predomina el hombre porque tenemos muy desarrollado el sistema nervioso que le permite imponerse a los demás. Pero este nuevo animal que le llama dongui...
Balsocci. -Lo llaman dongui porque el que los estudió primero fue un biólogo francés Donneguy (lo escribe en un papel y me lo muestra) y en Inglaterra le pusieron Donneguy Pig pero todos dicen dongui.
Yo.-¿Es un chancho?
Balsa. -Parece un lechón medio transparente.
Yo. -¿Y qué hace el dongui?
Balsa. -Tiene tan adelantado el sistema digestivo que estos bichos pueden digerir cualquier cosa, hasta la tierra, el fierro, el cemento, aguas vivas, qué sé yo, tragan lo que ven. ¡Qué porquería de animal!
Balsocci. -Son ciegos, sordos, viven en la oscuridad, una especie de gusano como un lechón transparente.
Yo. -¿Se reproducen?
Balsa. -Como la peste. Por brotes, imagínese.
Yo. -¿Y son de Boedo?
 

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