domingo, septiembre 30, 2012

La religión bancaria

“Crisis” y “economia” actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.

Para entender lo que está pasando, es necesario tomar al pie de la letra la idea de Walter Benjamin, según el cual el capitalismo es, realmente, una religión, y la más feroz, implacable e irracional religión que jamás existió, porque no conoce ni redención ni tregua. Ella celebra un culto ininterrupto cuya liturgia es el trabajo y cuyo objeto es el dinero. Dios no murió, se tornó Dinero. El Banco –con sus funcionarios grises y especialistas– asumió el lugar de la Iglesia y de sus sacerdotes y, gobernando el crédito (incluso el crédito de los Estados, que docilmente abdicaron de su soberania ), manipula y administra la fe –la escasa, incierta confianza– que nuestro tiempo todavía trae consigo. Además de eso, al hecho de que el capitalismo sea hoy una religión, nada lo muestra mejor que el titulo de un gran diario nacional (italiano) de hace algunos dias atrás: “salvar el euro a cualquier precio”. Así es, “salvar” es un término religioso, pero ¿qué significa “a cualquier precio”? ¿Hasta el precio de “sacrificar” vidas humanas? Sólo en una perspectiva religiosa (o mejor, pseudo-religiosa) pueden ser hechas afirmaciones tan evidentemente absurdas e inhumanas.

Una entrevista completa al estimado Giorgio, acá.

sábado, septiembre 29, 2012

La sugestión de lo concreto


Sigue en nuestro funeral.

miércoles, septiembre 26, 2012

Presentación La tendencia materialista: antología crítica de la poesía de los 90


Paradiso Ediciones invita a la presentación de
La tendencia materialista.
Antología crítica de la poesía de los 90

Compiladores:
Violeta Kesselman, Ana Mazzoni, Damián Selci.

Incluye poemas de:
Casas, Cucurto, Desiderio, Gambarotta, Laguna, Raimondi y Rubio.

Presenta
Nicolás Vilela

Jueves 27 de septiembre, 19 hs,Auditorio David Viñas,
Museo del Libro y de la Lengua, Av. Las Heras 2555

lunes, septiembre 24, 2012

La crisis ya causó


Nótense los sustantivos 'gente' y 'crisis'. Nótese la enumeración exhaustiva. Nótese la cara del pobre Felipe. Compárese.

sábado, septiembre 22, 2012

Y un día, volvió...


En Cupido, cuyo primer ciclo duró en MuchMusic de 2001 a 2003, no hay un conductor “canchero”, capaz de captar al vuelo las insinuaciones con las que puede sugerir un chiste procaz, ni un tarambana obsecuente, capaz de conducir a la víctima y su escolta a la apoteosis consecuente de risas y aplausos. En Cupido hay plano y contraplano, el suspenso inherente, que es como un McGuffin sustantivo, sustancial, y la voz incomparable de Franco Torchia.
La columna de Luis Chitarroni sobre la vuelta de Cupido, ese programa que nos acompañó en el fin de nuestra adolescencia.
Ayer me lo perdí pero miro la foto que acompaña la nota y no me agrada lo de las caretas. Igualmente, celebro la vuelta de Cupido, en contra de las apariencias, a favor del corazón (y suena el "Cuando te conocí" de Calamaro).

domingo, septiembre 16, 2012

Rancière para todos


Más info, acá.

sábado, septiembre 08, 2012

Cierta educación sentimental


Por los parlantes del local empieza a sonar la marcha imperial, pasaron cinco minutos del comienzo anunciado y por ahora lo único que se ve es a la gente que entra y se aposta alrededor de los estantes. Una mujer con evidente tono de fastidio se sorprende: “¿Pero qué es todo esto? ¡Por favor!”. Estoy seguro de que ni siquiera sabe que existe algo llamado Star Wars y que ese algo es mucho más que seis películas e infinidad de novelas, cómics, videojuegos, pues es una de las piedras basales de la cultura popular desde hace más de treinta años y que ha visto con YouTube y la Internet colaborativa una expansión como ícono retro (junto con Super Mario) también cebado por la aparición de las precuelas.
Por el balcón del segundo piso de la librería se asoman ya un Boba Fett y un Storm Trooper que saludan a los chicos que esperan en planta baja.

Acá, en la gran revista de crónicas Anfibia, un adelanto del libro Que la fuerza te acompañe: la invasión de las culturas nerd, geek y friki de Alejandro Soifer. De lectura obligatoria en los tiempos que corren.

domingo, septiembre 02, 2012

Cascabel (IX-X) (Quique Alcatena)


Los ángeles (Héctor Lastra)

Movido por el interes de explorar otra zona de la literatura argentina, llegué a la narrativa decadentista de Héctor Lastra. Hacía un par de años que había comprado La boca de la ballena (1973) pero recién unos meses atrás me decidí a sumergirme en la primera y única novela gótica de iniciacion durante el peronismo. Cuando terminé de leerla, no dudé en buscar sus cuentos. Lastra escribió dos libros de cuentos cuyos títulos anuncian los intereses de su narrativa: Cuentos de mármol y hollín (1965) y De tierra y escapularios (1969). Justamente, su prosa va de la institución religiosa hacia la represión de las pasiones, de la ornamentación a la ceniza, de lo glorios a lo abyecto. Va un primer cuento de Lastra, recopilado en De tierra y escapularios y la certeza de estar exhumando una obra que bien vale la pena.

Los ángeles
A Juana B. Bagnati

Siempre los tres juntos, en hilera: en los bancos de la capilla, en la mesa del comedor, en la fila, en el aula, en el dormitorio y en las duchas. Inseparables. Un solo cuerpo, un solo gesto en las buenas y en las malas, como decían los curas.
También ese sábado estaban juntos, castigados, sin salida. Era ésa, por fin, una vez que el castigo caía redondo. Con fobia a los guardapolvos grises, que soportaban desde segundo año, pretendieron imaginarse un sábado a la noche. Pero les era imposible derrocar los angostos pasillos, las escalinatas circulares, los frescos apocalípticos.
Saborearon esa tristeza que deparan las aulas vacías, las campanadas de la tercera torre, las estatuas de ojos fijos, fríos, condenados a vidrio perpetuo.
Recorrieron los dormitorios y los comedores pateando una pelota de goma, puteando por el sábado y domingo de encierro.
Ya entrada la tarde bajaron al subsuelo donde pasaban la mayor parte de los recreos en compañía de los demás alumnos. Encendieron las luces y pudieron ver las mesas de billar, los tableros de dardos apilados contra las paredes.
—Seguro que mañana nos hacen tragar dos misas y una procesión —supuso Reyes.
No recibió respuesta.
Agarró una pelota de ping-pong y paleteó sin ganas. Al rato tiró la paleta al piso y, mirando hacia los ventanucos que estaban cerca del techo, observó parte del patio que se veía desde el dormitorio.
—Eh..., ¿se quedaron mudos? —preguntó.
Apareciendo por una de las arcadas, entre serio y sonriente, entre lejano y compinche, el Padre Torabias le dijo:
—Qué esperás..., ¿que Montero diga una de sus habituales mentiras? Ya se le debe haber agotado la imaginación.
—Si Montero no mintió. Ya se lo dijimos mil veces.
—¿Ah no?... Pero si hace años cuando la abuela lo trajo nos advirtió que de tres palabras que decía cinco eran mentira. ¿No sabías que entre otras cosas lo internaron por eso?
—Montero nunca miente —aseguró Reyes, tratando de disimular la risa.
—Bueno..., mejor así... Ahora, ¿ven que no es fácil la vida de claustro?
—Para un carcamán como el Padre Carney debe ser bastante fácil.
—Yo no soy un carcamán, y sin embargo...
—Pero se la desquita a reglazos con los pibes del primario... Además, uno entre treinta no cuenta.
—¿Y quién te dijo que somos treinta?
—Qué, ¿se olvida de los que viven en el segundo piso?
—¿Qué tenés contra los seminaristas?
—Son futuros cuervos, ¿le parece poco?
—Vamos —ordenó el cura entre risas—, vayan para arriba; pronto va a estar la cena.
—¿Y después?
Y después no tuvieron otra escapatoria que no fuese el dormitorio. No obstante parecían conformes. Quizá les gustaba poder hablar en voz alta, caminar por entre las hileras de camas vacías e ir a ducharse sin el pantaloncito de lana azul.
A puertas abiertas, divertidísimos ante su inhabitual desnudez, se bañaron sin el apuro que exigía el Padre Romero en los días de semana. También se arrojaron agua con la boca y se tiraron con los restos de jabón que encontraban en las canaletas.
—Si esta orgía la llegamos a hacer los días de clase —dijo Montero—, quedamos enclaustrados hasta fin de año.
—¿Ya esto lo llamás orgía? —replicó Reyes—. Entonces te olvidás de la Silvia Candiotti.
—¿Esa?... Ya nos la pasamos mil veces.
—Si no quieren verme al palo no hablen más de la Silvia Candiotti —advirtió Sánchez.
Dejaron abiertas las tres persianas que se alzaban sobre las cabeceras de sus camas y quedaron callados. Montero parecía dormir. Mirando el techo y hurgándose una oreja, Sánchez dijo:
—Hoy lo tomamos en joda, pero, ¿se imaginan aguantar una semana más hasta el sábado que viene?
Con los codos apoyados en el marco de la ventana, Reyes no respondió.
—Che, ¿me oís?... ¿Qué mirás?
 

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