martes, mayo 29, 2012

Croniqueando


Anfibia es una revista digital de crónicas y relatos de no ficción. Se propone desmalezar algunas zonas de la realidad argentina e internacional, con especial énfasis en América Latina, y ofrece un viaje literario con el mayor rigor periodístico e investigativo, desde los nuevos relatos de la contemporaneidad.
Lo anfibio es el cruce de los discursos del periodismo hacia las fronteras académicas y de los discursos de la teoría y el análisis hacia las nuevas narrativas. Pretende ser el elemento sintético de dos lenguajes que, al dialogar, entran en crisis. En ese sentido, Anfibia no es sólo una revista: es un ámbito experiencial.
Acá, la flamante revista Anfibia. Me encantó la de El arte de vivir.

domingo, mayo 27, 2012

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (Nota final e índice)

NOTA: Casi todos los detalles aquí mencionados relativos a Babson, Lawson y Hörbiger están sacados de la colección de Martin Gardner In the Name of Science(Dover); de la misma fuente proceden Littlefield, Carroll, Kinnaman, Piazzi-Smyth, Lust y los defensores de la tierra vacía. Carlo Olgiati es el bisabuelo del autor. Armando Aprile se llama en realidad como un conocido editor de libros de pedagogía. El director Ll. Riber no debe ser confundido con el homónimo poeta de Mallorca.

INDICE
Evocación por Ruggero Guarirá
I. José Valdés y Prom
II. Jules Flamart
III. Aaron Rosenblum
IV. Charles Wentworth Littlefield
V. Aram Kugiungian
VI. Theodor Gheorghescu
VII. Aurelianus Götze
VIII. Roger Babson
IX. Klaus Nachtknecht
X. Absalon Amet
XI. Carlo Olgiati
XII. Antoine Amédée Bélouin
XIII. Armando Aprile
XIV. Franz Piet Vredjuik
XV. Charles Carroll
XVI. Charles Piazzi-Smyth
XVII. Alfred Attendu
XVIII. John O. Kinnaman
XIX. Henrik Lorgion
XX. André Lebran
XXI. Hans Hörbiger
XXII. A. de Paniagua
XXIII. Benedict Lust
XXIV. Henry Bucher
XXV. Luis Fuentecilla Herrera
XXVI. Morley Martin
XXVII. Yves de Lalande
XXVIII. Sócrates Scholfield
XXIX. Philip Baumberg
XXX. Symmes, Teed, Gardner
XXXI. Niklaus Odelius
XXXII. Llorenç Riber
XXXIII. Alfred William Lawson
XXXIV. Jesús Pica Planas
XXXV. Félicien Raegge
Nota final

sábado, mayo 26, 2012

Acreditando en Tancredo


La hipótesis de Walter Benjamin según la cual el capitalismo es en verdad una religión –y la más feroz e implacable que haya existido nunca, pues no conoce redención ni tregua– hay que tomarla al pie de la letra. La Banca, con sus grises funcionarios y expertos, ha ocupado el lugar que dejaron la Iglesia y sus sacerdotes. Al gobernar el crédito, lo que manipula y gestiona es la fe: la escasa e incierta confianza que nuestro tiempo tiene aún en sí mismo.
El artículo "El futuro" de Giorgio Agamben, sigue acá.
Visto en Linkillo.

PD.: Busco "Acreditando en Tancredo" de Perlongher y no lo encuentro en la web (bah, lo encunetro en un pdf, es decir, no en html; poco rastreable). Un desperdicio... Tendré que tomarme el trabajo...

jueves, mayo 24, 2012

¿La adicción del pop a su propio pasado?



Madonna reversionando la Madonna de los 80 es la adicción del pop a su propio pasado.

lunes, mayo 21, 2012

Cascabel (I-II) (Quique Alcatena)

En los 80, el gran dibujante-historietista Quique Alcatena publicaba en la revista Anteojito la serie por entregas, Cascabel. En esa serie ya aparece condensado su imaginario: en mundos que cruzan lo maravilloso, lo mítico y lo legendario, se despliegan aventuras y viajes cuyos protagonistas suelen ser héroes mínimos y existencialistas, villanos metafísicos y misteriosos, y ayudantes pícaros y livianos. Además del imaginario-Alcatena, en Cascabel, también nos deleita el trazo minucioso y abigarrado, su particular uso de las viñetas y la cita a otras tradiciones del dibujo y el arte. Empiezo con las primeras páginas de la primera aventura de Cascabel. Obviamente, va por entregas. Disfruten!


domingo, mayo 20, 2012

Hay sangre (sobre Sangre en el ojo de Lina Meruane)


La última novela de Lina Meruane se llama Sangre en el ojo (Eterna Cadencia, 2012). Sin embargo, cuando leemos algunas reseñas y gacetillas, podemos encontrarnos con un pequeño desliz, un resquicio que altera el título: “La” sangre en el ojo. ¿Qué significa ese artículo, ese determinante que se cuela cambiándole el título a la novela de Lina? En ese artículo que se acopla tal vez haya una intención de aferrar algo, de determinar algo que en la novela de Lina, que en el ojo de la otra Lina, se desborda. Ese algo es sangre y sangre, así sin artículo, es líquido que se esparce, que mancha, que vuelve turbia la mirada.
Como en los cuentos de Silvina Ocampo, en Sangre en el ojo, una frase del acervo popular se vuelve real: Lina, la protagonista de la novela, efectivamente tiene sangre en el ojo. Lo que en el discurso social tiene un sentido metafórico y cristalizado (aquel que “tiene sangre en el ojo” es aquel que tiene rencor), en el discurso literario es el punto de arranque de la máquina narrativa (¿qué pasaría si alguien tuviera realmente sangre en el ojo?). La elección de la primera persona para la narración es, en este sentido, fundamental. Como lectores vemos a través de los ojos ensangrentados de Lina, vamos perdiendo las cosas progresivamente; percibimos los contornos de su Ignacio, de su madre, de su doctor; se nos confundes los sitios que antes resultaban conocidos. Lina escribe esta especie de diario-carta y nosotros, como lectores, espiamos su intimidad, nos metemos en su sangre que no es sólo sangre como fluido, sino sangre familiar (y ahí está la insoportable relación entre Lina y su madre) y sangre de amor (y ahí está la apasionada y tensa relación entre Lina e Ignacio). En todo caso, la escritura intimista, que en otras novelas podría ser sólo recurso arbitrario, en Sangre en el ojo se vuelve necesaria para meternos en el cuerpo de Lina, en el pathos de esta mujer que se enceguece cada vez más a lo largo del relato.
En otro punto, la nueva novela de Meruane es, como lo era Las infantas, la recuperación de lo siniestro, una revelación del lado oscuro de lo familiar. A partir de que Lina nota cómo las venas de sus ojos estallan y su vista se nubla, la realidad que la circunda comienza a volverse aguda, hiriente, filosa. Justamente, para expresar esta realidad siniestra desde la perspectiva de una narración autobiográfica, Lina Meruane despliega ese estilo poético que ya había mostrado en sus anteriores novelas: una escritura que dosifica asociación metafórica, regodeo en la precisión poética de la frase corta y musicalidad para hacer que lo de siempre sea un poco más extraño que de costumbre. Vaya como ejemplo: “Se me lanzó al cuello, mi madre. Era una medusa, un aguaviva, un flagelo de mar, un organismo de cuerpo gelatinoso y tentáculos que causan urticaria. No había cómo despegarla. Su cuerpo se contraía como si sollozara y despedía un concentrado cien por ciento letal. Intoxicada por el veneno materno tendría que haber sufrido un vahído, caer desmayada, yo.”  Hay, así, una escritura que presenta la mirada ensangrentada donde la realidad se enturbia frente aquella mirada que antes veía, o creía ver, con cierta claridad.

jueves, mayo 17, 2012

Letra y línea


Fernando Calvi se pasa con sus reseñas ilustradas, abre la puerta para que entre el aire fresco en género tan remanido, tan esquemático. Se trata del dibujo y la letra en una sutil combinación, sin pesados juicios, ni  comentarios eruditos. Por ejemplo, Calvi ilustra Game of thrones y para hacerlo se desvía de las intrigas palaciegas y se queda con el huargo, ese lobo invernal que se sale del blasón para sugerir una forma de vida leal y violenta, salvaje y taciturna. 
El pueblo ansía más reseñas ilustradas. 
Pueden ver otras acá.

martes, mayo 15, 2012

Nal

El trasero se llama culo; trasero es más bien literario. Pero culo designa también en el campo la zona sexual de la mujer, y el verbo culear al coito normal. El juego de cartas llamado en Alemania Negro Pedro [juego del tizne, juego de Florentini; N. del T.] se llama aquí culo sucio. En Catamarca y seguramente también en otras provincias norteñas, el resto de vino en el vaso se llama culito, de aquí la expresión corte el culito, ¡bébaselo todo! Culón, culona son individuos con traseros voluminosos. Limpiarse el culo con... es una forma de expresión que indica desdén. 
Otras palabras para designar el trasero son: bombo, culata, mortero, popa, tablero, traste, panaro y panarino, es probable que sean especialmente lunfardos. [Efectivamente son voces lunfardas con excepción de traste, antiguo vocablo español de mediados del siglo XV, pero que en la acepción de 'nalgas' es americanismo, y figuran todas ellas en Villamayor, El lenguaje del bajo fondo, pp. 101, 105, 110 y 119; N. del C.]. 
Las asentaderas como tales se llaman nalgas, de aquí, nalgudo, con trasero robusto. 
El trasero y especialmente el ano se llama vulgarmente de manera familiar el siete, de modo que tenemos aquí un nuevo aporte a la popularidad del siete (compárese la gran siete en lugar de la gran puta, una imprecación muy frecuente). Muy seguido se escucha es una gran siete (es una gran puta). La palabra siete es tan ominosamente popular, que se la evita. A una fábrica de cigarrillos le ha sucedido algo original. El 7 de abril de 1912 tuvo lugar en Buenos Aires, por primera vez, la elección de los diputados nacionales de acuerdo con un sistema creado por el presidente de entonces, Sáenz Peña, por el cual todo ciudadano está obligado a emitir su voto. En conmemoración de ese día, políticamente importante, a comienzos de 1914 una fábrica de tabaco llevó al comercio una marca de cigarrillos, la cual se llamaba sencillamente "7", y mostraba esta cifra blanca en un disco rojo sobre el envase. No había pasado mucho tiempo, cuando apareció bajo la cifra el agregado "de abril 1912", ¡para que se supiera que el "7" se refería a la fecha histórica y no al trasero! Ocasionalmente siete, en el sentido de ano, también se encuentra en la literatura popular, así por ejemplo, se dice en Vaillant (El gaucho Juan Acero, p. 20, Montevideo, escrito en 1885) de los soldados que son maltratados en el servicio militar: "hay cristiano, se lo juro, que hasta el... siete lleva afuera." En Buenos Aires el conocido cómico Parravicini compuso un monólogo, que también fue impreso (1916) y que expone una especie de panorama general acerca del siete en los diferentes pueblos, pero que está entremezclado de continuo con pensamientos de doble sentido sobre la significación del siete (¡cómo trasero!) y de sucesos políticos. Un chiste malicioso, que alude al doble sentido de siete como cifra y como trasero, es el siguiente: ¡Hay que afeitarse el siete —pausa prolongada— para farrear el ocho! O bien, más categóricamente: ¡Aféitese el siete, pues mañana es domingo ocho! (de cualquier mes, pues en domingo las barberías están cerradas todo el día). Para la manera de expresarse hijo de siete leches, véase nota 8. 
De manera original las arrugas del ano provocan la atención del pueblo. [En lunfardo escarapela, símil con la 'divisa compuesta de cintas cosidas y fruncidas alrededor de un punto'; de los pederastas pasivos se dice que tienen la escarapela borrada; N. del C.]. De tal modo, en un voluminoso libro de Ricardo Hernández {Leyendas del Uruguay, página 256, Montevideo, 1918) se le pregunta a alguien: ¿cuántos repliegues tiene cierta parte del cuerpo humano que no es decente nombrar? En estas circunstancias puedo dar la respuesta: cincuenta y tres. Tal me lo aseguró una criolla algo entrada en años, como creencia usual popular. Por qué se trae a colación precisamente la cifra cincuenta y tres es absolutamente enigmático. ¿Será que intervienen aquí imágenes medievales relativas al tratamiento de la hemorroides? 
Un término muy ordinario para el ano es ojete, derivado de ojo. También se escucha ocasionalmente, en giro festivo, la forma ojo ciego. En las provincias del Oeste se usa mucho boquera (compárese boquera en los diccionarios). En el Norte, por influencia kitshua, upite. [Véase además en la división Cuentos comentario Nº 2]. En el lunfardo de Buenos Aires están en boga varias palabras: aro, buraco, caño de la verdura, hortelano, orto (seguramente abreviación del anterior), ortopédico (expresión jocosa de hortelano) [?], olele (de oler), ribete, rosca, de aquí rosquete (muy frecuente entregar el rosquete, morir), upingo (seguramente modificación de upite, véase comentario N° 2 de la división Cuentos), yerete (y = g francesa). [Todas estas voces mencionadas para designar al ano, con excepción de ribete, se encuentran en Villamayor, El lenguaje del bajo fondo, pp. 37, 44, 88, 103, 115, 116, 123, 124 y 125; N. del C.]. 
Los llamados lameculos (adulones) son denominados aquí oledores. [También como variantes olfativo y su derivación inusitada olfaturista, generalizadas popularmente a través del apócope olfa 'servil, rastrero'; N. del C.]. 
Lehman-Nitsche, Robert (1981 [1923]): Textos eróticos del Río de la Plata, Buenos Aires, Librería Clásica, pp. 286-289. 

sábado, mayo 12, 2012

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Visto en el blog de Diego Parés, de quien todavía debo un comentario por su Sr. y Sra. Rispo.

jueves, mayo 10, 2012

Pulpos

Vivimos en una época en la que se nos invita a definir nuestra identidad a partir de los productos que elegimos consumir. Lo que ridiculamente nos venden como un ejercicio existencial de libre albedrío, dentro del cual tenemos la radiante autonomía para decidir si vamos a lavar nuestro cabello con un producto de L’Oreal o con uno de Pantene, si vamos a comenzar nuestro día alimentándonos con unas hojuelas azucaradas de Nestle o con un Corn Pops de Kelloggs, o incluso para elegir si celebraremos nuestra decadencia gastronómica asistiendo al KFC o al Pizza Hut, lo cierto es que esta virtual libertad está acotada a la colosal gama de productos que derraman en el mercado solo diez grandes compañías.
El post sobre cómo nuestro consumo está tranquilamente bajo control sigue acá
Visto en Pijama Surf.

domingo, mayo 06, 2012

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XXXV)

FELICIEN RAEGGE 

Yendo por las calles desiertas de Ginebra, Félicien Raegge tuvo la intuición de la naturaleza invertible del tiempo; le proporcionó la clave una frase de Helvetius, que no tenía nada de original: «Los antiguos somos nosotros.» Que por tácita convención casi todos los pensadores y estudiosos estuvieran de acuerdo en llamar antiguos a los primeros hombres —paleóntropos a los primerísimos— y nuevos a los polvorientos y decrépitos contemporáneos, quería decir obviamente una cosa: que el tiempo de la tierra, o sea el tiempo de la raza humana, corre al revés de cómo pretende hacer creer la lengua popular. O sea, del presente al pasado, del futuro al presenté. 
El inglés Dunn, el español Unamuno, el bohemio Kerça, ya habían insinuado dicha inversión: Unamuno, para limitarse a sacar de ella una buena metáfora en un soneto; Kerça, una comedia que comienza por el final y acaba con el comienzo; Dunn, la idea por otra parte implícita en la oniromancia de que los sueños son en realidad recuerdos de un futuro ya sucedido. Sobre dicho tema el pensador inglés había escrito también un tratado, que recogió amplio consenso pero nunca acabó de convencer plenamente a nadie de que el auténtico destino de cada hombre es el de llegar a niño, que los días del sabio corren hacia la ignorancia y que siendo los llamados recuerdos del pasado solamente un sueño, el único y auténtico sueño, no podemos en absoluto saber quiénes somos, ni cuándo hemos nacido porque aún no hemos nacido. 
Estos y otros especuladores que se han aproximado al tema, sólo lo han rozado, podríamos decir, para alejarse inmediatamente después, preocupados por la escasa transitabilidad de sus consecuencias; o bien se han adentrado dentro de él como alguien que se aventura por un pantano, completamente unido por cuerdas y cabrestantes a la tierra firme, de modo que se pueda retirar en el momento oportuno. Nadie que haya escrito un ensayo o un libro de ese tipo lo ha escrito con la sincera convicción de estar borrando un texto que lleva siglos de vida, con el único objetivo de hacerlo desaparecer finalmente del todo de la circulación y encontrarse a sí mismo unos meses más joven y con un poco menos de experiencia que antes. Como sucedería si el tiempo corriera al revés. Este fue, en cambio, el mérito de Raegge: el de aceptar hasta el fondo las consecuencias de la propia teoría, y vivir de acuerdo con sus implicaciones. 
No se hace teoría sin voluntad de comunicarla. Humano, simplemente humano, también Félicien Raegge compuso su libro, previsiblemente titulado La flèche du temps, menos previsiblemente impreso en Grenoble en 1934. Consciente, sin embargo, conviene insistir, de estar derrocando de manera irrevocable la mejor explicación existente hasta aquel día del carácter retrógrado del tiempo. Le reconfortaba, insinúa, la idea de que todas las ideas están destinadas a desaparecer: basta esperar el momento de su aparición; un instante después, en el flujo retrocediente de los siglos, la idea se esfuma. El hombre se convierte realmente en antiguo, alcanza estadios de magia banal, y finalmente un día se descubre mudo, tal vez balbuceante. 
La inversión del tiempo lleva casi fatalmente a una especie de determinismo: si el sueño de lo que llamamos pasado es un sueño auténtico, mucho de lo que sucederá ya es sabido: saldrán de las veintitrés heridas de un cadáver en el foro de Pompeyo las espadas de unos famosos conjurados, y hablando latín al revés conversarán el muerto y Cicerón. Sucederán otros hechos todavía más determinados: puesto que ahora existen las tragedias de Shakespeare, un día en Londres un hombre cada vez más desconocido deberá abolirías, una a una, del final al comienzo, con la pluma; después de lo cual el teatro será un arte diferente, mucho más pobre. Y otro día, todavía lejano, alguien se alzará de la tumba de Teodorico, y vivirá un tiempo como rey de Italia, hasta que no la habrá conquistado (perdido). 
De estos ejemplos y muchos otros semejantes está hecho el libro de Raegge. Un libro coherente, un libro honesto: sobre el futuro no tiene mucho que decir, siendo el futuro la inmensa masa ignota de lo que ya ha sucedido, que el presente borra como una esponja. Cuando la esponja llegue al pasado, también éste será borrado. El destino último del hombre es la perfección primigenia, al balbuceo estúpido y auroral de la creación. Hacia el final de su libro, el autor no deja de advertir que el hecho de invertir la flecha del tiempo no añade ni quita nada al universo temporal, tal como lo conocemos y percibimos. Como después escribió (como ya había escrito) Wittgenstein: «Llamadlo un sueño, no cambia nada.»

sábado, mayo 05, 2012

Presentación Mancilla nº2


Los invitamos a la presentación de MANCILLA #2

El sábado 5 de mayo a las 19.30 en LA USINA, Humahuaca 4247 (entre Gascón y Palestina)

Debaten sobre el canon: 
Sergio Raimondi
Alejandro Rubio
María Stegmayer
Damián Tabarovsky

Tocan sus canciones subliminales: 
Los Pimpollos + Choque de copas + Venta de ejemplares


Escriben en este número:

Bahía Blanca
Guillermo David, Violeta Kesselman, Alejandro Rubio

¿Vive la contracultura?
Claudio Iglesias, Carlos Gradín, Nicolás Maidana, Pablo Gasloli, Florencia Qualina, Pablo Farrés

En aduana
Diedrich Diederichsen

Constantes con variaciones
Florencia Minici, Silvio Lang, Rocco Carbone, Leonardo Eiff, Cecilia Abdo Ferez, Mariano Molina, Diego Tatián, Juan Laxagueborde, Fermín Álvarez Ruiz, Maximiliano Cosentino

Epílogos
Osvaldo Baigorria, César Aira

Entrevistas a Daniel Melero y Fermín Rodríguez.

Los esperamos,

Revista MANCILLA 
Pablo Gasloli, Juan Laxagueborde, Nicolás Maidana, Martina Masera Lew, Florencia Minici, Carla Muccillo.

Sobre el bolsillo de Sabina, el egocentrismo cool de Birmajer y la circulación del conocimiento


Acá, se puede escuchar un debate entre Beatriz Busaniche y Marcelo Birmajer en torno de regalías, p2p, propiedad intelectual y libre circulación del conocimiento. Lo interesante son los argumentos, las excepciones educativas que no llegan y cómo se reparte la torta...
Y los ejemplos didácticos de Birmajer, sí.

martes, mayo 01, 2012

¡Ladrones!

Hoy se cumplen tres años. 
La mañana era fría y húmeda; los rayos de sol no se atrevían a cruzar la densa niebla que enturbiaba la atmósfera. 
El aspecto amenazador de un invierno de miserias, turbaba la paz en aquella choza desconsolada, donde en un lecho de paja dormían hacinados una madre, a quien la muerte había robado el esposo, y cinco niños, más hambrientos que inocentes; abandonados al azar por una sociedad injusta, sin pan y sin esperanzas, en los embates de la lucha por la vida. 
Su padre había muerto hacía poco tiempo en la cárcel; habían transcurrido apenas dos semanas. su amo lo había llamado un día y lo había amonestado por su espíritu revolucionario. 
–¡Eres un haragán –le dijo,– y pretendes convertir a los demás en haraganes como tú! 
–¡Mentís!– le respondió el obrero. si hay haraganes en el mundo, sois vosotros, los que vivís en una degradante molicie, sin haber manejado jamás una herramienta. y más aún que haraganes sois unos...
"Ladrones" iba a agregar, quizás, cuando una sonora bofetada lo interrumpió. 
La crónica de José Ingenieros, "El amanecer de un primero de mayo" (1896), sigue acá, en el libro a libre disposición: Historia del primero de mayo (Editorial Terramar, 2011). Más libros gratuitos, políticos, anarquistas en Utopía Libertaria.