miércoles, noviembre 30, 2011

Los viejos sentimientos (Copi)

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Recuerdos de circo
La última disputa
Kang



En Revista Fierro, nº5, 2da época, marzo de 2007.

martes, noviembre 29, 2011

Poder Ejecutivo


 2 de diciembre

Esta tarde, por primera vez después de varias semanas de estar aquí, me animé a asomarme a la calle Florida. Sabía que se había convertido en un bazar sin pretensiones, sus manzanas perforadas por galerías comerciales, pajareras atestadas de cuchitriles que se llaman a sí mismos boutiques.
Sin embargo, una vez más la perversa curiosidad de poner a prueba la memoria me hizo recorrerla tratando de identificar dónde había estado la librería Viau, dónde la Atlántida, dónde la galería Van Riel con el Instituto de Arte Moderno, dónde otras librerías que había frecuentado menos, como la tan anónima de Kraft, o la tan exclusiva de Janos Peter Kramer, dónde finalmente el Instituto Di Tella. Me sorprende que pudiese ubicar con exactitud tantos fantasmas, aun cuando hayan demolido o desfigurado sus viejas moradas.
Otros fantasmas, también, vinieron a mi encuentro. Ante donde hubiese estado el hoy inexistente número 770 de esa calle recordé haber leído que, mucho antes de mi tiempo, allí había estado una dependencia del Círculo Militar cuya sala de esgrima tenía amplios ventanales sobre la calle. Ante ellos practicaba Lugones, los transeúntes lo reconocían y se paraban a mirarlo. El poeta predicador de la «hora de la espada» no podía ignorar que tenía un público. ¿Habrá aumentado su destreza, o las ganas de lucirla, el saberse observado? ¿Le habrá confirmado el papel de profeta que se había elegido, personaje que el Ejército iba a halagar primero, a descartar después?
Estos recuerdos prestados tienen en mi memoria una presencia tan insidiosa como los vividos, si es que la distinción es válida, si es que lo leído no forma parte, también, y con qué fuerza, de lo vivido. Alfonso Reyes, recuerdo, visitó a Lugones en la Biblioteca Nacional de Maestros, frente a la plaza Rodríguez Peña, una tarde de otoño de 1926. En un momento de la conversación, le llamó la atención que la guía de teléfonos, sobre el escritorio de Lugones, no pareciera apoyada sobre la superficie. Fue a enderezarla y se encontró con un revólver. Por todo comentario, Lugones le dijo que estaba cargado y lo tenía siempre a mano. «Lo llamo el Poder Ejecutivo», añadió.
Según Francisco Luis Bernárdez, también lo llamaba «la Nena».

Cozarinsky, Edgardo (2007): Maniobras nocturnas, Buenos Aires, Emecé, pp. 102-103.

lunes, noviembre 28, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XXI)

HANS HÖRBIGER

Antes de la luna que hoy vemos en el cielo, la tierra tuvo al menos otras seis sucesivas, causa eficiente de los máximos cataclismos de su historia. Las vicisitudes de estas siete lunas son narradas en el volumen titulado Glazial-Kosmogonie que el ingeniero vienés Hans Hörbiger escribió en 1913, con la ayuda de un astrónomo aficionado. El libro abunda en páginas, fotografías, gráficos y ejemplos, y dio origen inmediatamente a una especie de culto astronómico que congregó a millones de fieles. A esta especial herejía alemana se le impuso el nombre de WEL, sigla del Welt-Eis-Lehre o sea Doctrina del Hielo Cósmico.
La WEL no tardó en adquirir las características y las dimensiones de un partido político: repartía octavillas, pasquines, folletos; engendró numerosos libros y una revista mensual, «La clave de los acontecimientos mundiales». Sus partidarios interrumpían las conferencias científicas y abucheaban a los oradores gritando: «¡Abajo la astronomía oficial! ¡Queremos a Hörbirger!» El propio Hörbiger había lanzado a los astrónomos del mundo su desafío ideológico, corroborado por una fotografía suya junto a un telescopio Schmidt de once pulgadas, en la cual él aparecía enigmáticamente disfrazado de Caballero de la Orden Teutónica: «¡O estáis con nosotros, o estáis contra nosotros!»
Según la WEL, como el espacio está lleno de hidrógeno enrarecido, satélites y planetas tienden a aproximarse al centro de rotación a través de la resistencia que el hidrógeno opone a su movimiento; llegará, pues, un día en que todos acabarán dentro del sol. En el transcurso de esa lenta contracción, sucede a veces que un cuerpo celeste capte a otro, más pequeño, para convertirlo en su satélite. La historia de los satélites de la Tierra, y de manera especial de los dos más recientes, se puede deducir directamente de los mitos de los pueblos antiguos; estos mitos constituyen nuestra historia fósil.
La luna del terciario era más pequeña que la que poseemos ahora. A medida que la penúltima luna se iba aproximando a la tierra, los océanos se elevaban en torno al ecuador y el hombre se refugiaba donde podía: en México, en el Tibet, en Abisinia o en Bolivia. Este objeto preocupante daba la vuelta a la Tierra en sólo cuatro horas, o sea seis veces al día; su aspecto desagradable dio origen a las primeras leyendas sobre los dragones y otros monstruos voladores, entre ellos el famoso Diablo de Milton.
A continuación, la fuerza de la gravitación terrestre se hizo tan violenta que la pequeña luna comenzó a desmenuzarse y el hielo que la cubría se disolvió, cayendo sobre el planeta; cayeron lluvias inmensas, ruinosas granizadas y finalmente, cuando la luna se deshizo del todo, molestos aluviones de piedras y de rocas. A esas agresiones lunares la tierra respondía a su manera, preferentemente con erupciones volcánicas, hasta que los océanos invadieron completamente los continentes; documentado acontecimiento conocido con el nombre de Diluvio Universal de Noé.
De ese desastre, como se ha escrito, se salvó un cierto número de hombres, encaramándose a las montañas. Le siguió una época feliz, de auténtica paz geológica, que los diferentes mitos sobre el jardín del Edén nos recuerdan. Pero una vez más la Tierra debía capturar una luna, y una vez más caer víctima de los paroxismos. Se trataba de la luna de ahora, la peor.
El eje del planeta se desplazó, los polos se cubrieron de hielo, la Atlántida tuvo el final que transmiten los mitos y así se inició el período cuaternario, hace trece mil quinientos años. En El Apocalipsis es historia verdadera, Hans Schindler Bellamy, discípulo inglés de Hörbiger, demuestra que el texto falsamente atribuido a San Juan no es más que un detallado relato del catastrófico final de la terciaria. Y en otro libro suyo, En el origen, Dios, explica que el Génesis no es una descripción de la primera creación del mundo, sino de una creación más reciente, si no la última, que había hecho necesaria la habitual caída de la luna. El autor expresa además la hipótesis de que la leyenda de la Costilla de Adán procede de una trivial confusión de los sexos, debida a la notoria imprecisión de los primeros copistas hebraicos; en realidad, se trata de la somera descripción de una cesárea, realizada en precarias condiciones sanitarias por culpa del caos y malos servicios que imperaban en los tiempos del Diluvio Universal.
Advertía, por tanto, Hörbiger que el máximo peligro que amenaza a la tierra es la luna, la cual un día u otro se nos caerá encima; y para colmo debe ser dura, porque está recubierta de un estrato de hielo de al menos doscientos kilómetros de espesor. También Mercurio, Venus y Marte están recubiertos, como la luna, de hielo. Hasta la Vía Láctea está hecha de bloques de hielo, y no de estrellas, como pretenden los astrónomos con sus fotografías burdamente manipuladas.
La WEL alcanzó una difusión innegable entre los nazis, que comparaban la inteligencia de Hörbiger con la de Hitler, y la de Hitler con la de Hörbiger, hijos eminentes de la cultura austríaca. Actualmente la Doctrina del Hielo Cósmico sólo cuenta con unos millares de adeptos; como, por otra parte, la cultura austríaca.

sábado, noviembre 26, 2011

Por una filosofía de la infancia (Giorgio Agamben)

A los demás textos que me atreví a traducir, le sumo este: "Por una filosofía de la infancia" de Giorgio Agamben, un artículo de 2001 que recupera algunos planteos de Infancia e historia y los cruza con los conceptos de potencia, bios, zoe y forma-de-vida. Una joyita, que lo disfruten y cualquier comentario será bienvenido.

Por una filosofía de la infancia

Giorgio Agamben

En las aguas frescas de México vive una especie de salamandra albina que ha atraído la atención de los zoólogos y estudiosos de la evolución animal por largo tiempo. Quien haya tenido la oportunidad de observar un espécimen en un acuario, habrá sido sorprendido por la apariencia infantil, casi fetal de este anfibio: su cabeza relativamente larga encastrada en su cuerpo, su piel opalescente, levemente veteada de gris en el hocico y encendida en plateado y rosa en las excrecencias alrededor de sus agallas, sus delgadas patas en forma de lirio y dedos rojos como pétalos.
El axolotl (éste es su nombre) fue clasificado en principio como una especie discreta, una que mostraba la peculiaridad de mantener a lo largo de su tiempo vital, características que son, para un anfibio, típicas de la larva, como la respiración branquial y un hábitat exclusivamente acuático. Que ésta era una especie autónoma, sin embargo, fue probado más allá de toda duda por el hecho de que, a pesar de su apariencia infantil, el axolotl fue perfectamente capaz de reproducirse. Sólo después, una serie de experimentos confirmó que, seguido de la administración de hormona tiroidea, el pequeño tritón experimentaba la metamorfosis normal de los anfibios: éste perdería sus agallas y, desarrollando la respiración pulmonar, abandonaría la vida acuática para transformarse en un espécimen adulto de la salamandra manchada (ambistoma tygrinum). Esta circunstancia podría conducir la clasificación del axolotl a un caso de regresión evolutiva, un desafío en la lucha por la vida que compele a un anfibio a renunciar a la parte terrestre de su existencia y a prolongar indefinidamente su estado larval.

jueves, noviembre 24, 2011

Anita (Juan José Hernández)

A Silvina Ocampo.

Casi todos los días, antes de almorzar, paseamos con Marcelo por la Plaza del Bajo. De allí salen los ómnibus que van a la campaña. Los pasajeros, que han llegado a la ciudad con el primer ómnibus, recorren desde muy temprano los negocios próximos a la plaza, donde hábiles y ojerosos comerciantes (el metro de hule enroscado al cuello, el lápiz o la tiza de color en la oreja) les ofrecen sus variadas mercaderías.
Apoyados en la puerta de sus tiendas (un cartel, en lo alto, anuncia la sorprendente liquidación) los vendedores declaman una lista de fugaces artículos rebajados de precio. Imposible evitar su exaltación sincera, sus gestos, su bigote. Los clientes son arrastrados entre mimos y halagos al interior del negocio. Por último se detienen frente a la desdeñosa patrona que juega con sus pulseras de oro, detrás de la caja registradora, y acaban por entregarle los manoseados billetes.
Pero también la Plaza del Bajo es el lugar preferido por los vendedores ambulantes que aparecen con sus monos sabios, sus víboras amaestradas, sus loros adivinos. Vociferan entre una multitud de hombres y mujeres que aguardan atónitos la demostración del prodigio; de pronto, sin darse cuenta, han comprado la birome dorada o la pipa sacacorchos, y antes de que la víbora baile, el loro vaticine, o el mono toque la guitarra.
En uno de nuestros paseos por la plaza descubrimos al hombre del turbante. Era moreno y delicado, con ojos de expresión melancólica. Sus dedos sostenían unas bolsitas de papel azul. Apenas se oía su voz aguda y entrecortada, como de rata. Tuvimos que acercarnos para saber qué decía. Pensé que era un vendedor poco diestro: necesitaba algo más llamativo que un simple turbante para anunciar su mercadería.
Con excepción de Marcelo, yo, y dos o tres chicos lustrabotas que estaban sentados en el suelo comiendo laponias, nadie hacía caso del hombre del turbante ni de las bolsitas azules que mostraba. Con los débiles sonidos que salían de su boca pudimos componer las siguientes frases: "Hierbas de Oriente. Curan toda clase de enfermedades. Se toman con la comida. Por un peso, un solo peso moneda nacional." Repitió varias veces las frases, equivocándose en el orden. Parecía no tener mucho interés en la venta porque en seguida se fatigó y comenzó a guardar las bolsitas en una valija adornada con signos cabalísticos. Nos dio tanta pena el hombre de turbante con su aire de palúdico y su mirada entre afiebrada y piadosa, que Marcelo y yo decidimos juntar las monedas que teníamos y comprarle dos bolsitas azules. De paso, le aconsejaríamos algo más eficaz para anunciar su mercadería: por ejemplo, atravesarse la lengua con una aguja, hipnotizar a un gallo, tragarse un hisopo encendido en nafta. El hombre sonrió al escuchar nuestras sugerencias. Antes, en los buenos tiempos, nos dijo, vendía cientos de bolsitas, pero el negocio era un fracaso desde que el Inspector le había prohibido trabajar con ella. Preguntamos quién era ella. ¿Queríamos conocerla? Estaba ahí, en la valija, agregó, y se llamaba Anita. Nos miramos con recelo pensando que el pobre estaba loco. El hombre abrió la valija, sacó una caja de alambre tejido, del que se utiliza en las fiambrerías, y dijo:
—Salga, Anita. Aquí hay dos jóvenes que quieren conocerla.

miércoles, noviembre 23, 2011

Kang (Copi)

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Recuerdos de circo
La última disputa


En Revista Fierro, nº4, 2da época, febrero de 2007.

martes, noviembre 22, 2011

Selectric 251


En realidad, lo que tiene lugar en Fringe es la oposición de dos modelos tecno-científicos. Uno es el de Massive Dynamic, la oscura corporación que representa el avance de la tecnología –con extrañas alianzas con la industria armamentística–; y el otro, el laboratorio de Walter Bishop en la Universidad de Harvard, un lugar –la Universidad– que en la actualidad ya no ocupa el rol primordial que en otro tiempo tuvo para la ciencia –alejada en la actualidad del ámbito del conocimiento y situada en el dominio empresarial–. Estos dos modelos, económicos y culturales, en la serie aparecen también como dos lugares diferentes a través de la puesta en escena y el display de la tecnología. Mientras que Massive Dynamic es un lugar aséptico, higiénico y desafectado, el laboratorio de Bishop es un lugar sucio, orgánico y vivo –en el que uno encuentra hasta una vaca–, penetrado por los remanentes de la cultura hippy.
Se trata también de una oposición entre un modelo de experiencia e intuición frente a un modelo frío y cuantitativo. Una ciencia afectiva y creativa frente a una ciencia absolutamente alejada de cualquier relación con la imaginación. Y esa misma dialéctica de modelos científicos es la que en cierto modo también se encuentra detrás de la confrontación entre los dos universos paralelos, donde de nuevo el papel de la tecnología es importante.

Para los que ven Fringe, el artículo "Tecnologías de segunda mano I: Fringe y los límites de la melancolía" de Miguel A. Hernández-Navarro, sigue acá. Para los que no ven Fringe, cuestiónense qué están haciendo con su tiempo libre, todavía hay mundos paralelos por descubrir y tecnología obsoleta por recuperar.

lunes, noviembre 21, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XX)

ANDRE LEBRAN

André Lebran es recordado, modestamente recordado, o mejor dicho no es recordado en absoluto, como inventor de la pentacicleta o pentaciclo, o sea la bicicleta de cinco ruedas. A partir del triciclo de transporte, por todos conocido, es fácil imaginar un artefacto semejante provisto de cuatro ruedas, en lugar de dos, bajo el carrito trasero, lo que hace cinco en total; y es posible que en algún lugar exista un vehículo de dicho tipo. Nada más alejado, sin embargo, de las intenciones de Lebran, que era un estudioso autodidacta de mineralogía, tenía un espíritu pitagórico y se deleitaba especialmente con los polígonos y poliedros perfectos, llamados también aristotélicos, puros objetos mentales que tienen la propiedad de poseer infinitas propiedades. Su pentaciclo era, pues, una bicicleta pentagonal, con el asiento en el centro del polígono y una rueda en cada vértice.
Es obvio que si las ruedas hubieran estado dispuestas radialmente, o bien tangencialmente, el vehículo no habría servido para nada. En el segundo caso, quizás como rueda de molino; pero, dejando a un lado el escaso rendimiento de un molino movido por pedales, está claro que no se habría podido utilizar como vehículo. Lebran había observado que en cualquier medio de transporte que no gira sobre sí mismo las ruedas tienden a asumir la posición paralela; y, viceversa, había observado también que, apenas una o más ruedas se alejan de esa posición, el medio gira sobre sí mismo, o en torno a un punto fijo del entorno, o incluso se queda inmóvil. Por dicho motivo, muy sabiamente, las cinco ruedas de su pentaciclo apuntaban todas en la misma dirección.
Una vez establecido lo anterior, permanece el hecho de que resultaría arduo imaginar un artefacto más inútil, embarazoso y absurdo. Así, al menos, lo ha decretado el Hado, al concederle como segundo y definitivo premio el olvido. El primer premio, medalla de plata, le había sido conferido con motivo de la gran Exposición Universal parisina de 1889; en uno de cuyos pabellones, frente al Palais des Machines, el pentaciclo fue expuesto por vez primera a la admiración escéptica de los franceses, con el inventor sentado al sillín, provisto de unos robustos anteojos antipolvo.
A Lebran le había sido concedido un stand pequeño, de cuatro metros por cuatro, pero cuando no llovía podía salir y efectuar alguna evolución en un patio interior de la Exposición; cuando llovía, se limitaba a pedalear por el ámbito limitado de su stand, encima de una estera roja. Allí dentro podía realizar un recorrido de un metro y medio como máximo; una vez llegado a la valla, bajaba y empujaba hacia atrás un metro y medio el aparato, luego subía de nuevo y recomenzaba. A partir de cierto momento, para corregir el desinterés de los visitantes, Lebran apareció en público disfrazado de indio americano semínola.
De un folleto o dépliant que había hecho imprimir el inventor para aquella ocasión, extraemos las siguientes aclaraciones: «Ruedas impulsoras tres, con tracción antero-posterior; las otras dos ruedas laterales contribuyen al equilibrio del conjunto. Ejes plegables regulables dotados de muelles, de modo que absorben los desniveles del terreno. Escasa fricción en subida, velocidad en descenso igual a la de una bicicleta corriente multiplicada por el factor K (K depende del barro y varía de 2 a 2 1/2). Notables ventajas bélicas como sucedáneo del caballo: ningún forraje, equilibrio permanente sobre terrenos acribillados, escasa superficie ofrecida a la metralla, detención en forma de tresbolillo de modo que el mismo obús no puede dañar más de una rueda a la vez. Un solo regimiento en pentaciclo podría devastar pacíficamente en un solo día todo el valle del Marne. Razonada explotación de las propiedades mágicas, exóticas y geométricas del pentágono, del talismán pentagular y del Pentateuco; triple freno de corcho; sillín ampliable o reducible según las dimensiones del conductor. Ganchos previstos para el eventual añadido de 2 (dos) cestas para el transporte de niños o lactantes. Balance regulable al aire libre. Guardabarros parabólicos. Linternas a voluntad hasta el número de 5 (cinco) para paseos nocturnos. Camilla posterior transversal insertable debajo del sillín para el transporte de enfermos graves o cadáveres. Próximamente la utilización del pentaciclo ampliará al cuerpo de bomberos de la ciudad de Dijon (modelo incombustible de aluminio). Transformable en pentapatín para lagunas, inundaciones y aluviones (patines de baobab). Elimina rápidamente cualquier forma de obesidad pectoral, ventral o posterior. Vehículo deportivo especialmente idóneo para señoritas, señoras, viudas y enfermeras. El pentaciclo Lebran es veloz pero seguro.»
Al parecer, los restantes inventos de André Lebran no pasaron del papel. Tres patentes francesas de los primeros años del siglo XIX llevan su nombre: la más notable es un ventilador consistente en un gran triángulo vertical de cartón ligero que se cuelga del techo y puede maniobrarse desde la cama con un cordel.

Voy

En un lado de la ciudad...


Al mismo tiempo, en otro lado de la ciudad...

sábado, noviembre 19, 2011

Por una teoría del desecho incorporado

ESPONJA
Voy a justificar esta palabra en un instante.
Hay sujetos individuales (cada uno de nosotros) que pueden tener fantasmas de Vivir-Juntos. Se fabrica entonces un Vivir-Juntos fantasmático eligiendo a los compañeros en la red de personas que se conocen. Lo interesante en esta elaboración fantástica no es ver a quién se elige, sino a quién se elimina: pues los criterios de eliminación no abarcan forzosamente los imperativos del afecto. Criterios a menudo sutiles para analizar.
Muchas comunidades: esta paradoja (objeto de esta figura): lo que es eliminado es integrado, conservando su estatuto de eliminado. Es el estatuto contradictorio del paria: rechazado e integrado, integrado como desecho. Quizá no haya comunidad sin desecho integrado. Tomemos el mundo de hoy: tipos de sociedad muy diferentes; probablemente no sin desecho incorporado. Toda sociedad conserva celosamente sus desechos, les impide salir. A la sociología mundial le haría falta, pues, una teoría del desecho incorporado, del desecho retenido (simplemente: variaciones de la hipocresía, de las justificaciones ideológicas referidas al paria, que tiende a no ser reconocido como tal).
En nuestro corpus: Historia Lausiaca, capítulo XXXIV, p. 160: "La que simulaba demencia".
[Monasterio de mujeres, p. 160: "En ese monasterio, había otra virgen, que simulaba demencia y posesión diabólica; inspiraba tanta repugnancia que no comían con ella, lo que justamente ella pretendía.
"Merodeaba en la cocina y la usaban para todo; era, como se dice, la esponja del convento... Ponía en práctica la palabra de las Escrituras: Si alguien pretende ser sabio en este siglo, que se haga loco para con-vertirse en sabio."
Cf. Tao, Grenier, 125: "Aunque sabio, simular insensatez (obstinarse en vivir retirado); ésta es la verdad esencial. "
[Esta esponja] "se había atado trapos en la cabeza (todas las demás están rapadas y llevan la cogulla), y hacía así el servicio. Ninguna de las cuatrocientas religiosas la vio comer durante su vida: no se sentaba a la mesa, no tomaba un pedazo de pan; se contentaba con las migas que juntaba de las mesas o de los platos. Jamás ofendió a nadie ni murmuró ni dijo una palabra; y sin embargo, la golpeaban, la insultaban, le deseaban el mal, le tenían aversión."
Con el cambio evangélico: San Piterum, advertido por una revelación que le dice que hay una mujer más piadosa que él. Piterum va al convento (p. 161):
[Al llegar al convento] "pidió verlas a todas. Pero ella no aparecía. Finalmente, Piterum les dice: 'Tráiganme a todas; falta una todavía. -Tenemos a una tonta, dicen ellas, adentro, en la cocina' —pues es el nombre que les dan a las que tienen el espíritu perturbado. Piterum les dice: '¡Tráiganmela también a ella, déjenme verla!' La llamaron a los gritos, pero ella no respondía, porque se daba cuenta, tal vez, de la situación, o había sido advertida por una revelación. La trajeron a la rastra y le dijeron: 'San Piterum quiere verte...' -pues él era célebre. Cuando llegó, Piterum vio los trapos que tenía sobre la frente y cayó a sus pies diciendo: '¡Bendíceme, Señor!' Ellas, sorprendidas, le dijeron: 'Padre, no te ofendas, es una tonta. 'Pero Piterum les dijo a todas: '¡Son ustedes las tontas! Pues ella es su Madre, la de ustedes y la mía! (Es en efecto el nombre que se les da a aquellas que tienen carisma.) ¡Y pido en mis plegarias ser merecedor de ella el día del juicio!' Al oír estas palabras, cayeron a los pies de Piterum, haciendo cada una confesiones diferentes: una había volcado sobre ella el agua sucia de los platos; otra le había propinado puñetazos; otra le había puesto mostaza en la nariz; y todas, en una palabra, declararon ultrajes diferentes... Piterum oró por ellas, y se marchó.
"En cuanto a ella, contrariada por las alabanzas y homenajes de las hermanas y excedida por sus excusas, abandonó el monasterio algunos días más tarde. ¿Adónde fue? ¿Dónde se quedó? ¿Cómo terminó? Nadie lo supo."]
Recordemos el esquema actancial de Greimas: Sujeto -> Objeto + Destinatario/Destinador + Oponente/Ayudante. Este esquema es demasiano razonable, pleno y armonioso: le falta el Actante-Desecho, la Esponja. Se podría incluso -simple hipótesis de trabajo- imaginar una tipología de los relatos y de las comunidades, de las ficciones de comunidades, en función del papel de este Actante-Desecho:
1. Comunidad donde el actante está presente: desecho integrado (Historia Lausiaca). The Lord of the Flies: un chico tiene el papel de la esponja en la banda: Porcinet. Pot-Bouile. Adèle, la fregona; edificio burgués: círculos de nivel de vida. Al nivel de los amos le responden analógicamente el nivel de los domésticos (y el de los pisos) (cf. "Domésticos"). La última de las familias (en el último piso), los Pichon: no tienen sirvienta. Antes, la familia más pobre, los Josserand (la madre intenta casar a sus hijas): tienen una fregona, Adèle. Muy bien percibido por Zola: Adèle es la esponja, no solamente de sus amos, sino también de la domesticidad, que dispone de un espacio comunitario, el patio de las cocinas, donde constantemente le lanzan invectivas y le hacen burlas a Adèle. Dos veces esponja: su soledad de paria absoluta, ilustrada por la escena horrible del parto clandestino. Adèle tiene que parir sola en su cuarto, sin ayuda ni miradas, el niño es tirado a la basura, todo se cierra. Paria = nada (cf. partida, desaparición de la demente en Historia Lausiaca).
2. Relatos sin Actante-Desecho: 1) Robinson Crusoe. espacio a) de la soledad de a dos (Viernes); b) de un grupo esclavista (otro problema = directamente económico: esclavos ≠ parias). 2) La montaña mágica: no hay desecho. En un sentido, laguna extraña, "falla" del relato: es que, en realidad, es un relato humanamente idílico. Lo "negro" del relato viene de la muerte, no de los afectos. El desecho: la muerte. En lo que respecta a la comunidad: relato muy civilizado, humanista.
Una estructura absolutamente paradójica: el Actante-Desecho se confunde con el Actante-Sujeto; confusión de dos actantes en el mismo actor. La Esponja es el Sujeto del relato: la secuestrada de Poitiers como "actor". Es decir, según sus atributos novelescos, según la instancia de descripción: ella es el desecho absoluto (antro-basura, mugre, excrementos, piojos); pero ella es el Sujeto-enigma del relato. (Sujeto paradójico, pues no tiene Objeto, ni búsqueda: la policía, la sociedad hacen de ella un relato.)
Todo esto puede ser vinculado: ya sea a una teoría del chivo expiatorio (Cf. René Girard, La Violence et le Sacré), ya sea a la teoría del brujo en Lévi-Strauss (Introduction á l'anthropologie structurale). Punto sobre el cual la comunidad fija la enfermedad (como un absceso de fijación) y así lo exorciza, lo elimina. Integro lo anómico codificando su lugar de anómico. Lo recupero en un lugar sin peligro = es lo que hace el poder, si es astuto, con las marginalidades. Establece parques (como para los indios). Convierte a los intelectuales en una casta reconocida y aislada. Pues la última vuelta de la manipulación es, para terminar, glorificar, honrar, consagrar el desecho. Es lo que quiere hacer el monasterio. El desecho, si es consecuente, no puede sino partir: es lo que hace nuestra "Esponja".

Barthes, Roland (2005): Cómo vivir juntos, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 133-136.

viernes, noviembre 18, 2011

La última disputa (Copi)

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Recuerdos de circo






En Revista Fierro, nº3, 2da época, enero de 2007.

Teatro de operaciones (Carlos Gardini)


Serpiente

Una zona era la franja desértica, un arenal salitroso alrededor de una laguna que cambiaba de tamaño según la época del año y las lluvias. Otra eran las tierras de labranza, en general maizales que a veces eran campos de rastrojos y a veces terrenos yermos, según la propiedad donde estaban, según las oscilaciones de la guerra. Después venían los morros, cubiertos por una selva tupida y húmeda y proliferante, estriada de manchas grises: las cicatrices del napalm, las escoriaciones de los explosivos. La selva tenía un gusto violento, invitante, como un sexo abierto. En sus entrañas acechaba el cáncer, Gregorio.
En ese paisaje cambiante, incoherente, había aldeas. Las aldeas eran chozas de barro apiñadas junto a un arroyo o un montón de ruinas, y allí vivían gentes aindiadas, las víctimas de la guerra, hijos de las víctimas de muchas guerras anteriores, guerras entre militares y colonos, entre colonos e indios, entre piratas y colonos, entre militares y militares. Las ruinas eran estatuas de piedra, parapetos, dioses enjoyados, dioses entronados y caídos, dioses que copulaban o defecaban, con una o varias caras grises o pardas. Y una diosa panzona, con pechos que le colgaban hasta el ombligo. Las caras de la gente eran grises o pardas, como las de los dioses, y estaban manchadas de cicatrices violentas, como el paisaje.
En medio de todo corría una carretera de polvo, una línea sinuosa y blanca a veces moteada de verde —vehículos militares— que caracoleaba internándose en los morros, donde se perdía en una contorsión agónica. Los aldeanos emigraban, se refugiaban, saqueaban o se unían al enemigo. A veces se veían hileras que arrastraban los pies por la carretera blanca, el único vínculo, el único contacto en esa mancha arenosa y verde y amarilla de kilómetros cuadrados de extensión. Llevaban chicos, mujeres, pollos, bueyes, muías y carretas. Vestían ponchos, overoles, bombachas y sombreros de ala ancha. Morían quemados, hambreados, violados y mutilados, pero nunca abandonaban el paisaje, el teatro de operaciones. Se aferraban a sus enfermedades, sus antepasados, sus abuelos, los abuelos de sus abuelos, sus dioses, los vientres de sus mujeres hinchadas de trabajo y de opio. Desde el aire, la carretera imponía un orden. Era un enlace, y sus contorsiones parecían premonitorias.

martes, noviembre 15, 2011

Cómo desaparecer completamente

Con tanta red social disponible (Facebook, Myspace, Twitter, Flickr y digamos… Pluplr) los genios de RRHH buscan instalar una nueva e ingeniosa metología de evaluación de personal ideal para joderle la vida a la gente que busca trabajo en el marco de un mercado laboral cada vez más competitivo. Ahora resulta que lo primero que recomiendan a los empleadores antes de contratar a un individuo/candidato es chequear su Facebook. Así, tu futuro empleador puede ver cómo te pusiste en pedo el fin de semana pasado y bailaste el hula-hula con la corbata en la cabeza arriba del parlante de la fiesta de quince de tu prima Caro.
La estrategias para desaparecer en este post de Juan Marcos, "Pasado on-line vs. Futuro off-line". Visto en Lobo Suelto.

lunes, noviembre 14, 2011

Recuerdos de circo (Copi)

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En Revista Fierro, nº2, 2da época, diciembre de 2006.

sábado, noviembre 12, 2011

De vuelta al matadero (sobre El asesino de chanchos de Luciano Lamberti)


Existe un pequeño texto de Bataille, del fascinante diccionario crítico que ideó con Michel Leiris, que servía como definición de “matadero” y termina así:
No obstante, en el presente el matadero es maldito y puesto en cuarentena como un barco infectado de cólera. Pero las víctimas de esa maldición no son los matarifes o los animales, sino esa misma buena gente que ha llegado a no poder soportar más que su propia fealdad, una fealdad que responde en efecto a una enfermiza necesidad de limpieza, de pequeñez biliosa y de tedio: la maldición (que sólo aterroriza a quienes la profieren) los obliga a vegetar tan lejos como sea posible de los mataderos, a exilarse por corrección en un mundo amorfo donde ya no existe nada horrible y donde, sufriendo la indeleble obsesión de la ignominia, se ven reducidos a comer queso.
Ese texto muestra una apuesta por recuperar una zona de la experiencia humana que ha sido excluida: la zona de lo horrible, del gasto, de la pura pérdida. Esa zona (y su lógica, sus habitantes, sus lugares, sus elementos) señalan el punto vacío de un sistema que se quiere perfecto, de un mundo burgués que brega por la limpieza y el orden de lo amorfo, de lo equilibrado. Y la literatura, lo sabemos los lectores de Bataille, es una de las vías para recuperar ese plano de lo heterogéneo, de lo inasimilable, del gasto improductivo.
En “Febrero”, el Hombre que llevaba la nariz en el bolsillo escucha el canto lúdico de unas niñas y hace las compras necesarias, en una estación rutera, para un veraniego asado. Como un Meursault criollo, el Hombre que llevaba la nariz en el bolsillo soporta el sol y el calor mientras se toma un rifle y prepara el fuego. En el cuento no pasa nada, o mejor pasa nada, y sin embargo el ambiente es opresivo. El Hombre que llevaba la nariz en el bolsillo lleva una vida despojada, monótona pero en cuanto comienza el verano, se sube a la Renoleta y se va para las sierras, siempre a un lugar diferente. Hasta ahí, una normalidad lisa y llana, poco ostentosa. Sin embargo, en las provisiones para el tiempo de ocio que comienza, hay un elemento, entre el bolso y la conservadora: un bidón de kerosén. Un día caluroso, el Hombre que llevaba la nariz en el bolsillo se sube a la camioneta, viaja hasta una ruta en desuso y traza una línea recta de kerosén a través de los pastizales hasta terminar el bidón. Prende un fósforo y lo tira. Se sube a la camioneta y se va.

viernes, noviembre 11, 2011

Hola, sí, quién habla?

Hubo un tiempo en que el teléfono ocupaba un lugar central y estable en la casa, como el santuario, o la cocina-comedor. Cuando sonaba, los miembros de la familia se entregaban a una sutil carrera, como si llegaran noticias del otro mundo. Alguien preguntaba: ¿Quién es? Una voz desde el otro lado respondía: soy Ricardo, el Doctor. Un nombre y una función social. Había entonces un lugar en la casa, desde el cual se hacía una pregunta por el ser, y se encontraba una respuesta con una identidad estable. Y también había otro mundo. Un mundo de plena realización religiosa o política: utópico, del que se esperaba una palabra. Esa palabra, si llegaba, regiría la vida de la familia, hoy diríamos: de modo “autoritario”.
En la actualidad nadie pregunta ¿quién es? La respuesta a la pregunta por el ser la devela el CallerID. En cambio se le pregunta ¿dónde está? Si antes se decía la identidad, ahora se dice el lugar. Estoy yendo, llegando, subiendo: la obsesión por la localización se da en el contexto de un sistema económico en el cual la valorización del producto se da en el movimiento: te mando el trabajo adjunto, está yendo, modificá lo que quieras, enviámelo, lo retoco y se lo envío a los brasileños. Producir es poner en movimiento. La circulación incrementa el valor y la policía de los gobiernos neoliberales lo indicó tempranamente: circule.

El fundamental ensayo de Juan Ringelheim, "La nueva instrucción cívica", sigue acá, en Revista Artefacto.

jueves, noviembre 10, 2011

Cuando los apaches vienen marchando...


Nación Apache es, junto a otros, uno de los últimos bastiones para resistir al anunciado fin de los blogs (ni que hablar de los blogs colectivos): cultura, política y estilo se unen en cada una de las heterogeneas entradas, para deleite (y polémica) de los lectores virtuales.
Mañana presentan el primer libro que recopila artículos, ensayos y diatribas de los últimos años: Los archivos de Nación Apache. No podremos estar pero nuestra asistencia querrá rsolucionarse con la lectura del libro. Enhorabuena y felicitaciones, apaches!

miércoles, noviembre 09, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XIX)

HENRIK LORGION

Una lista de sustancias ideales, prolongadamente buscadas y jamás encontradas, incluiría la favorita de Wells, que abole la fuerza de la gravedad; el polvo de cuerno de unicornio, que hace inocuos los venenos; también de Wells, el líquido que nos convierte en invisibles; el flogisto, que es la sustancia del fuego, y que en lugar de poseer peso posee ligereza; los biones de Wilhelm Reich, burbujitas llenas de energía sexual localizables en la arena; la piedra filosofal, que convierte los metales inferiores en oro y plata; los dientes de los dragones, que ahuyentan a los enemigos; el anillo de los Nibelungos, que da el poder; el agua de la fuente que Ponce de León buscó en Florida; los cuatro humores de Galeno, hipocondríaco, melancólico, colérico y flemático, que guerrean en el cuerpo e instauran jerarquías; el ánima, que según Durand Des Gros es una compacta colonia de animillas, y según las últimas teorías una sustancia química que establece los contactos entre sinapsis; la sangre de Cristo, recogida en una copa por José de Arimatea; el elemento 114, que según los cálculos debiera ser estable.
A esa lista, tal vez infinita, quiso añadir un término más el médico Henrik Lorgion, de Emmen, Holanda; el cual, durante muchos años, buscó en la linfa de los hombres y de las plantas, en el fuego y en la luz, en los peces alados llegados de las colonias y en todo lo que es mudable la sustancia de la belleza.
Lorgion sostenía que cada cosa perfecta, armoniosa y simétrica que hay en la naturaleza extrae su perfección, su armonía y simetría de una sustancia circulante, llamada por él eumorfina, y que desaparece cuando la vida muere; es la misma que ocasiona que sobre todo lo que es muerte —hombre, bestia o vegetal— se abata el desorden y la falta de armonía. Con la muerte, esta sustancia se difunde de los cuerpos a los elementos circunstantes, hasta que los procesos orgánicos normales de los seres vivientes la reabsorben y se apoderan de nuevo de ella. Cosa que parece posible si se piensa que cualquier forma de vida que nace, nace desmañada, y sólo poco a poco extrae del aire, de la luz y de la nutrición forma, color y proporción.
Alejado de los grandes centros de investigación, de París, de Leida, de Viena, Lorgion sólo disponía de un antiguo microscopio de Amsterdam, un conocimiento más bien aproximado de la ciencia química, que como ciencia estaba aún en sus inicios, y una terca convicción, puramente idealista, de que todo es materia, o se puede reducir a la materia. Ante cualquier cosa que examinara en su aparato, el holandés quedaba sorprendido por la belleza, por las formas, por el resplandor de los colores: infusorios, cabellos, ojos de insecto, mucosas aterciopeladas, estambres y pistilos y polen, gotas de rocío, cristales de nieve y silicatos, diminutos huevos de araña, plumas de oca, todo hablaba a sus ojos de un Creador, un Artista, un Esteta inagotable, infinitamente inventivo, un músico de las combinaciones; aquel Creador de las sustancias también era para Lorgion una sustancia.
A nadie se le permite en este mundo ser totalmente original, a partir del momento en que todo o casi todo ya ha sido dicho por un griego. Reducida a su esencia, la teoría de Lorgion era, en cualquier caso, un desafío al mandamiento de Occam de no multiplicar inútilmente los entes. Lo que para otro habría sido un prisma de espato de Islandia, para el médico de Emmen era una aleación o combinación de calcitas y eumorfina: el mineral en sí era una masa informe, la eumorfina lo hacía prismático, transparente, incoloro, brillante, birrefringente, en suma: bello. Calentadas a temperatura suficiente, es posible que las dos sustancias llegaran a separarse, y, en efecto, en el crisol siempre era posible reducir el cristal a una masa amorfa; pero Lorgion no disponía todavía del instrumental necesario para recoger una eumorfina tan evaporada.
Había probado con el alambique, calcinando mariposas; pero de setenta y cinco Papilio Machaon sólo había conseguido obtener media gota de agua, un agua densa y turbia, como la de los lagos alquitranados, desprovista evidentemente de eumorfina. Había probado a dejar herméticamente cerrado dentro de un globo de cristal un tulipán, y, extrañamente, el tulipán se había mantenido intacto durante mucho tiempo; al final, se había derrumbado reducido a polvo. Tal vez su belleza se había condensado en la superficie interna de la esfera. Lorgion rompió el globo pero no encontró en su interior nada concreto.
Dichos experimentos, y una plausible explicación de su parcial fracaso, están descritos en el extenso informe publicado en Utrecht en 1847, con el sencillo pero no menos enigmático título de Eumorphion (enigmático porque era preciso leer el libro para entender su título). El volumen está dividido en 237 breves capítulos, cada uno de los cuales está dedicado a un experimento diferente. De las 237 pruebas, al menos nueve, por lo que afirma el autor, dieron un resultado tangible y positivo: en total, siete gotas de eumorfina, cuidadosamente conservadas durante casi un siglo en una redomita del Museo Cívico de Emmen. Ochenta y dos bombas alemanas destruyeron en 1940 redomitas y Museo; en cuanto al extracto de belleza que contenían, habrá vuelto a la naturaleza, al ser la belleza, según Lorgion, indestructible.
Después de la aparición del libro —que no tuvo mucho éxito, entre otras cosas porque Emmen parecía entonces muy alejada del mundo científico— Lorgion prosiguió tenazmente su investigación. En 1851 fue condenado, primero a morir ahorcado, después a reclusión perpetua en un manicomio, por haber calcinado en una adecuada caldera de cobre a un jovencito de catorce años, ordeñador de oficio.

lunes, noviembre 07, 2011

domingo, noviembre 06, 2011

K. los ángeles y la bisagra

Desnudez (2011, Adriana Hidalgo), el último libro de Giorgio Agamben publicado en Argentina, es una exploración de un concepto: la inoperancia (esa vía de desactivación, la actividad que queda después del fin de la historia, íntimamente ligada con la potencia negativa). Si Agamben nos venía prometiendo, ya desde el prólogo de Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida (1998), que llegarían los textos en los que explorase las formas-de-vida y los modos de la política que viene, en los que dejara atrás el estado de exclusión, Desnudez parece ser uno de los pasos en dicha promesa (algunos otros, esperamos, estén dados en Altissima povertà). En unos días escribiré más largo y tendido sobre el auspicioso libro de Agamben; ahora, copio uno de esos momentos brillantes (con esa luz oscura que nos lanza lo contemporáneo) a los que el italiano nos tiene acostumbrados:

Una vez más -esta es la gran intuición estratégica de Kafka, la nueva cábala que él prepara- la lucha no se lleva a cabo contra Dios o la soberanía suprema (el conde Westwest, que nunca está realmente en juego en la novela), sino contra los ángeles, los mensajeros y los funcionarios que parecen representarlos. Una lista de las personalidades del castillo con las que K. de algún modo tiene que ver es, en este sentido, instructiva: además de varias "muchachas del castillo", un ayudante de portería, un mensajero, un secretario, un jefe de sección (con el que nunca tiene una relación directa, pero cuyo nombre, Klamm, parece evocar los puntos extremos -KM- del kardo). No se trata, pues, sin intención de contrariar a los intérpretes teológicos -tanto judíos como cristianos-, de un conflicto con lo divino, sino de un cuerpo a cuerpo con las mentiras de los hombres (o de los ángeles) sobre lo divino (principalmente aquellas corrientes del entorno de los intelectuales judío-occidentales al que Kafka pertenece). Lo que el agrimensor quiere poner en cuestión son sus fronteras, las separaciones y las barreras que estas han establecido entre los hombres, y entre los hombres y lo divino.
Tanto más errada parece, entonces, la interpretación por la cual K. querría ser aceptado en el castillo y establecerse en el pueblo. El pueblo, en sí mismo, a K. no le interesa en absoluto. Y menos aún el castillo. Lo que le interesa al agrimensor es el límite que los divide y une, y que él quiere abolir o, más bien, volver inoperoso. Ya que nadie parece saber por dónde pasa materialmente este límite, quizás en realidad no existe; sin embargo pasa, como una puerta invisible, dentro de cada hombre.
Kardo no es sólo un término de la agrimensura: también significa la bisagra de la puerta. "Bisagra —según una etimología de Isidoro de Sevilla- es el lugar en el que la puerta [ostium] gira y se mueve, y se llama así a raíz del término griego para el corazón [apò tês kardías], porque así como el corazón del hombre gobierna cada cosa, la bisagra sujeta y mueve la puerta. De aquí el proverbio: in cardi-nem esse, 'encontrarse en el punto decisivo'." "La puerta [ostium] -continúa Isidoro, con una definición que Kafka habría podido suscribir sin reservas- es aquello gracias a lo cual alguien nos impide entrar", y los ostiarii, los porteros, "son aquellos que en el Antiguo Testamento les impiden a los impuros la entrada al Templo". La bisagra, el punto decisivo, es aquel en que la puerta, que obstruye el acceso, es neutralizada. Y si Bucéfalo es el "nuevo abogado", que estudia la ley sólo a condición de que ya no se aplique más, K. es el "nuevo agrimensor", que vuelve inoperosos los límites y las fronteras que separan (y a la vez mantienen unidos) lo alto y lo bajo, el castillo y el pueblo, el templo y la casa, lo divino y lo humano. Qué serían lo alto y lo bajo, lo divino y lo humano, lo puro y lo impuro una vez que la entrada (es decir, el sistema de las leyes, escritas y no escritas, que regulan sus relaciones) haya sido neutralizada, qué sería finalmente de aquel "mundo de la verdad" al que le dedica sus investigaciones el protagonista canino del relato que Kafka escribe cuando interrumpe definitivamente la redacción de la novela: esto es lo que el agrimensor apenas podrá entrever.

Agamben, Giorgio (2011): "K." en Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pp. 52-54.

sábado, noviembre 05, 2011

viernes, noviembre 04, 2011

Per ardua ad astra (1)


El 1° de Abril de 1918, en el ocaso de la Primera Guerra Mundial, la guerra que acabaría con todas las guerras, fue fundada la Royal Air Force (RAF). Considerada la fuerza aérea independiente más antigua del mundo, su creación fue, en parte, una respuesta a los bombardeos alemanes a la ciudad de Londres en 1917. Si uno se detiene en el escudo de la RAF, se encontrará con la infaltable corona real en la parte superior, una imprescindible águila saliendo del centro y, además, alrededor del ave, podrá notar una frase en latín: “Per Ardua Ad Astra”. La historia del lema, que puede ser revisada en la página oficial de la RAF, nos cuenta que antes de la creación de esta fuerza aérea, dos jóvenes oficiales discutían preocupados qué lema proponer para la Royal Flying Corps. Uno de estos jóvenes, JS Yule, había estado leyendo una novela de Sir Henry Rider Haggard y en uno de sus párrafos se leía el lema “Per Ardua Ad Astra”, encima de unos portones señoriales de hierro, enmarcados por unos grifos de mármol negro. Tal vez no sea una coincidencia, que la RAF, la fuerza aérea que desarrolló una de las doctrinas de bombardeo estratégico más cruentas de la historia de la guerra, haya tomado su lema de una novela titulada “People of the mist.”

miércoles, noviembre 02, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XVIII)

JOHN O. KINNAMAN

En 1938 John Kinnaman visitó Sodoma. De regreso a Inglaterra publicó Excavaciones en busca de la verdad (Digging for Truth, 1940); en el libro explica que en aquel lugar ha encontrado una cantidad considerable de columnas y pirámides de sal, lo que hizo muy difícil, por no decir imposible, la tarea que se había fijado: descubrir cuál de aquellas protuberancias era la mujer de Lot. Escribe: «Hay demasiadas; ¿cuál será el féretro de aquella desgraciada, quién puede decirlo ahora?»
A cambio, descubrió en los alrededores la casa donde vivía Abraham y en la casa una piedra que llevaba grabada en su superficie la firma del patriarca: «Abraham».