martes, diciembre 20, 2005

Función política y cultural de la rata (Wimpi)

Si se le llama agradecido al que todavía espera algo más, es porque implícitamente se admite que, cuan­do al tipo ya no le hace falta una cosa, la considera in­necesaria, pese a la necesidad que de ella pueden tener en ese momento los demás, o en otro momento cualquiera, el tipo mismo.

Sin embargo, todo cuanto existe en el mundo es necesario. Todo está hecho con vista a un fin. Todo tiene su razón de ser.

Jacques Henri Bernardin de Saint-Pierre —autor de "Voyage a l'Ille-de-France", "L'Arcadie", "Essai sur les journaux", "La mort de Socrate"—, amigo de ma­demoiselle Lespinasse y de madame Necker y de Napo­león, el intendente del Jardín Botánico de París, exage­rando los propósitos de François de la Motte Fenelón en su "Demostration de l'existence de Dieu", escribió sus "Etudes de la Nature", desarrollados en "Voeux d'urr solitaire pour servir de suite aux études de la Nature".

Y dice —en estas últimas obras— que hay, incluso, una razón para que las mujeres tengan las caderas1 más voluminosas que los hombres. La Naturaleza le asignó a la mujer, entre otros quehaceres, el de llevar a su niño en brazos; el niño, llevado en brazos, le pesa, a ella, adelante, tendiendo, desde luego, a inclinarla. De ahí que la Naturaleza le haya otorgado a la mujer el don de un contrapeso en la parte posterior, para resta­blecerle el equilibrio.
Todo está hecho con un fin preconcebido.

Bernardino de Saint-Pierre se explica la sorpresa de muchos ante el hecho de que la vaca tenga cuatro mamas, pese a que no suele alumbrar más de un ter­nero por vez —dos, acaso, cuando se trata de vacas muy bambolleras—, en tanto que la cerda, que en ocasiones alumbra hasta quince criaturas, tiene sólo doce mamas.

Parecería —admite el autor— que a la vaca le so­braran dos mamas y que a la cerda le faltaran tres.

Pero, no.

La Naturaleza ha dispuesto así las cosas porque dos de las mamas de la vaca están para que se las or­deñen con el fin de proveer a las lecherías de concu­rrencia humana y porque los hijos de la cerda es for­zoso que abunden, aunque ella carezca de espacio para las mamas necesarias, en tanto que hay que contemplar la demanda de las rotiserías.

Abreviando: la vaca dispone de cuatro mamas no obstante alumbrar, generalmente, un solo ternero, y la cerda tiene pentecaidecallizos2, magüer sólo contar con trece mamas, para que al tipo no le falten nunca ni su café con leche, ni su lechón.

Dice Saint-Pierre que las pulgas son negras para que resalten en la piel blanca y pueda la gente atra­parlas sin mayores dificultades. Y dice que los melones ya vienen con los gajos marcados para que no haya discusiones cuando se comen en familia.
Todo está bien como está. Todo se necesita.

No ha de faltar quien, irónicamente, pregunte: —"¿Y los mosquitos? ¿Son necesarios?"
¡Claro que son necesarios!

Si fué respetado el mosquito en la antigüedad por gentes sabias, se debió a que esas gentes sabias presen­tían lo que iba a aportar el mosquito a esta era indus­trial.

¡El mosquito fué cantado por Publio Virgilio Ma­rón en "Las Geórgicas", la mejor de las obras del ilus­tre mantuano!

Por aquella misma época, Meleagro de Gadara se había enamorado de Zenófila, y como no la podía en­contrar a tiro, ¡mandó al mosquito, en confianza, a que la enterara de su cuita!3

Si no hubiese mosquitos, ¿de qué viviría la gente que hace mosquiteros, espirales y mosquiticidas?

Uno ya supone qué pensará, a esta altura, más de un desaprensivo: —"Esa gente podría ocuparse de otra cosa".

Pero si los que viven de los mosquitos se ocuparan de otra cosa, ¿de qué se ocuparían los que se ocupan, ahora, de otra cosa, cuando se vieran desalojados de ella por los que en ella irían a ocuparse al quedar sin ocu­pación por la falta de mosquitos?

El tipo vive de sus plazas.

¿Innecesaria la mosca? ¡No! Ya Hornero había comparado el valor de Aquiles con el de la mosca4 —que por más que la manoteen, siempre vuelve a la carga.

Luciano de Samosata había escrito, ya, su "Elo­gio a la Mosca"; Claudio Eliano de Preneste, en su "De natura animalium", ya había asegurado que la mosca tenía un alma inmortal; ¡y como si todo eso no bastara para configurarle un prestigio, hoy la mosca es la primera colaboradora en los estudios de Genética!5

¿Innecesaria la lombriz? ¡Tampoco! Según las ob­servaciones hechas recientemente por los doctores Henry Hopp y Clarence S. Sláter —del Servicio de Conserva­ción del Suelo del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos—, la lombriz nutre la tierra, la afloja, la mantiene porosa, la abona con una substancia que ella misma segrega. Es tan importante una lombriz co­mo un agricultor 6.

Cierto día de 1822, navegando por las costas orien­tales de Groenlandia a bordo del "Baffin", el explora­dor inglés William Scoresby se asombró de la enorme cantidad de medusas que arrojaban las olas a la playa. Y dicen que por un momento consideró antieconómica, derrochona, a la Naturaleza. Sin duda, habrá pensado: —Toda esta materia prima de vida que la Naturaleza desperdició en las medusas le podría haber servido para confeccionar seres más útiles: caballos, gallinas, motormén, langostinos, plomeros, referees, corvinas, doc­tores...

Tras reflexionar un poco, sin embargo, el explora­dor advirtió lo siguiente: las medusas les sirven de ali­mento a los arenques, de los arenques se mantienen las focas, y las focas constituyen el menú de los osos. Si no hubiese medusas, los arenques morirían de hambre. Y no habiendo arenques, ¿con qué comerían las focas? ¡Mo­rirían de hambre las focas también! Pero ¿y los osos?7 Los osos no se resignan a morirse de hambre. ¡Invadi­rían las ciudades en busca de víveres!

Quedó todo aclarado: la Naturaleza hizo a las me­dusas para salvar a las ciudades de la invasión de los osos.

Cabe aún admitir que surja quien inquiera: —"Pe­ro ¿y la rata? ¿Para qué sirve la rata?"

A causa de presentar muchas de sus reacciones vi­tales parecidas a las del tipo, la rata sirve para estudiar al propio tipo. Los sabios, entre otros abusos que come­ten con ellas, ponen a una dieta pobre en sales y amino-.ácidos a ratas de cuatro semanas de edad, y, observán­dolas, establecen las curvas del crecimiento.

En su obra "Problemas of Aging", Cowdey publica retratos de ratas taradas a causa de tales experiencias, que parten el alma.

Además, le cupo a la rata una función histórica de incalculable trascendencia.

En la primavera de 1347 pasó por Constantinopla una peste procedente del Asia, y al año siguiente —1348 8—, tras asolar la Europa entera, llegó a Lon­dres. Según las estadísticas de que dispuso el Papa Cle­mente VI, murieron en aquella pandemia 42.836.486 de personas.

El mal se iniciaba con respiración agitada y estor­nudos. Y era tal el temor al contagio9, que cuando uno oía estornudar a otro se apartaba alarmado, pero no sin antes desearle, cristianamente, "salud".

La costumbre de decirle "salud" al prójimo estor­nudante fué, pues, la primera consecuencia de aquella peste.

Como el pánico la precedía, se establecieron guar­dias en las puertas de las ciudades, para que, antes de dejar entrar a forastero alguno, lo retuvieran fuera del ejido cuarenta días, a fin de cerciorarse de que no tenía el mal.

La cuarentena es otra consecuencia.

Mientras la peste azotó a Florencia, dijo Giovanni Bocaccio, que siete muchachas — Pampinea, Fiametta, Filomena, Emilia, Lauretta, Neifile y Elisa— y tres bue­nos mozos —Panfilo, Filostrato y Dioneo— se protegie­ron de la calamidad aislándose en un lejano palacio. Para entretenerse, contaron una historia por día cada uno durante diez días. Recogiendo esas historias, Bo­caccio compuso "El Decamerón", famosa colección de cien cuentos, que constituye la primera obra en la que el idioma italiano se eleva en la prosa a la jerarquía que ya obtuviera en la poesía merced al Dante y a Petrarca.

El Decamerón se le debe a la peste.

La impresión que tal epidemia ocasionara en aque­lla población de Europa, cuya cuarta parte había su­cumbido, se tradujo en una extraña neurosis, llamada "manía de baile", que culminó, ya bien entrado el 400, en Estrasburgo. Los atacados bailaban sin poder conte­nerse y contangiando sus desatinados movimientos a cuantos les miraban. Entretanto, desesperados, se enco­mendaban a San Vito. Hoy se sabe que ese "baile" es una especie de parálisis agitante —corea o mal de San Vito—, producida, posiblemente, por una encefalitis di­fusa. Pero en aquella época se ignoraban sus causas. Y como las gentes que lo bailaban tocaban, o hacían que les tocaran, una música estridente, de ritmo rápido —porque decían que con ella se les calmaba algo el desasosiego—, y como hubo, en el Sur, quienes sostu­vieran que el mal del baile lo producía la picadura de la tarántula, por asociación se le llamó a aquella música preferida de los saltarines, tarantela.

La tarantela es otra consecuencia de la peste.

En Inglaterra la epidemia cobró caracteres de ver­dadera catástrofe. Fué donde le llamaron "muerte ne­gra" (black death). Redujo la población de la isla de cuatro a dos millones de habitantes. Los resultados del terror fueron inmediatos. Se desvalorizó la tierra aban­donada por los señores, que huían empavorecidos. Pasó la tierra a otros dueños.
Subieron los de abajo.

Las clases superiores, de origen normando, habla­ban francés. Las inferiores, anglosajonas, el sajón, que, influido por el franconormando, produjo el inglés. Al sobrevenir la decadencia de la aristocracia, empezó a ser utilizada la lengua de los otros. En 1362 aparece el in­glés como idioma judicial10.

La difusión del inglés es otra consecuencia de la peste.

Por otra parte, los nuevos acaudalados dejaron el cultivo de la tierra para dedicarse a la cría del ganado, actividad de rendimiento más rápido que la agricultura, y, por consiguiente, indicada para unos días en que pro­gresaba la tendencia de obtener provechos a corto plazo, ya que nadie sabía en qué momento iba a llegarle la "scomúniga".

Inglaterra se cambió de país agrícola en país pas­toril. Eran necesarios otros mercados para colocar los productos de la ganadería que ahora sobraban; era ne­cesario, consiguientemente, asegurarse el dominio de los mares para proteger esos mercados. Y así, la política in­sular —tan defendida y cimentada 50 años antes por Eduardo I— se fué transformando en política imperial.

El Imperio británico es otra de las consecuencias.
Y bien: en aquella época la gente creía que las pestes eran castigo del cielo. La gripe actual, a la que antiguamente se le llamaba "influenza", debía ese nom­bre a que se la consideraba una "influenza celestia" —influencia celeste. De manera que cuando se le preguntó a Guy de Chauliac a qué se había debido el fla­gelo, dijo que "a la conjunción de los tres planetas su­periores: Saturno, Júpiter y Marte bajo el signo de Acuario".

Pero la peste —bubónica— fué esparcida por las ratas que iban repletas de pulgas xenopsyllas cheopis 11.

Luego: (a, el actual cumplido ante el semejante resfriado; (b, la cuarentena; (c, El Decamerón; (d, la difusión del inglés; (e, el Imperio Británico, se lo de­bemos a las ratas con pulgas.

Todo, siempre, fué necesario.


Fuente: Wimpi, El gusano loco, Buenos Aires, Borocaba, 1956.


1 Por una razón de humanidad pone, uno, caderas. Saint-Pierre, puso nalgas — "fesse".
2 Del griego pentekáideka, quince, y de mielgo: del latín gemello, ablativo de gemellus — sánscrito, yamanas, gemelos. En dos palabras: 15 lechones.
3 El encargo de Meleagro al mosquito, fue así: —"Vuela por mí ¡oh mosquito!, leve mensajero, y murmura estas palabras en el oído de Zenófila: —"¡É1 vela, él te espera, él te ama!". Si tú me traes a Zenófila, te regalaré, para que te vistas, una piel de león".
4 Ilíada XVI.
5 La mosca Drosophïla.
6 Además, la lombriz es nada menos que el símbolo de la carnada en un mundo donde al que no pica, lo ahogan.
7 Porque al final, el problema siempre está en los osos.
8 Fue el año del baile de Eduardo III en el que se le cayó la liga a la Condesa.
9 Guy de Chauliac, el médico más eminente de la época —lo fué de Clemente VI, a quien encerró, para protegerlo, en el castillo de Avignon—, decía que los enfermos contagiaban el mal sólo con la mirada.
10 Su primera plasmación literaria de alguna importancia fué la traducción de la Biblia hecha por John Wiclif (Lamben Gerber. "Historia de Inglaterra"). Y la poesía inglesa se inició en 1369 con Geoffrey Chaucer, que después de publicar "Book of the Duchess" y "The House of Fame", habría de producir, copiando de "Il Filostrato", de Bocaccio, su "Troilus and Cryseide", de la cual, naturalmente, copió Shakespeare su propia "Troi­lus and Cryseide". Pero a Chaucer le corresponde la gloria de haber creado al alcahuete Pándaro. No obstante figurar Pándaro en Hornero (Ilíada II, IV y V) , fué Chaucer quien, recreando al personaje, hizo que quedara, en inglés, la palabra "pander" para significar alcahuete.
11 Había tantas ratas en aquella época, que el caballero sir Richard Wittington —tres veces alcalde de Londres— se hizo rico con lo que sacó de la venia de un gato que tenía, (André Maurois, "Histoire d'Angleterre").

6 comentarios:

Unknown dijo...

¿podrán los pollos con su gripe
en oposición a las ratas
derrocar al capitalismo?

Anónimo dijo...

Y mel antrax o el mal de la vaca loca o esa gripe que hace anos obligo a miles de japoneses a vivir por meses con barbijo que cambio???

Matías dijo...

Habría que preguntarle al espíritu de Wimpy o dejar pasar unos años y a lo mejor surja una explicación en perspectiva. Saludos.

mozart dijo...

Felicito a quien recuerda a un genio del humor como fuera Wimpi. NO solo trata temas con humor sino como en este caso, con citas y reflexiones que mas quisieran para si los "humoristas" modernos, que apelan a la groseria mas chavacana con las excepciones logicas de Les Luthiers, y Luis Lanadriscina entre otros, Releer los libros de Wimpi, es una invitacion a la sonrisa y porque no a la cultura.

Anónimo dijo...

guaauuu, menos mal q me entere d todo esto!!!como pude vivir hasta ahora con tanta ignorancia!!!!!
hay q avissarle a greenpeace, hay q salvar las ratas!!!
Aprovecho, para hacer un homenaje a mis tres ratitas (o skuikeninos, como les decia d cariño), q ya cumplieron su mision en esta tierra, y ahora estan en su mousuleo, en el fonde de mi casa: para mis queridas Marce, Carolino y skuiken.
Licha.

Anónimo dijo...

no me gusto

 

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