El domingo 16 de agosto de 1964, Raúl Baron Biza citó a su esposa Clotilde Sabattini junto a sus abogados en su departamento de la calle Esmeralda 1256 de la ciudad de Buenos Aires para ultimar los detalles de un divorcio que, desde la boda uruguaya, llevaba casi treinta años en intermitente proceso. Jorge Baron Biza, uno de los tres hijos del matrimonio que, al albur de estas intermitencias y cuando las separaciones acaloraron el feminismo de Clotilde, se llamó Jorge Baron Sabattini, define el vínculo de sus padres como una amalgama de amor y odio, “un apasionado divorcio infinito”.
Así comienza el estudio introductorio de Nora Avaro para la necesaria reedición de El desierto y su semilla de Jorge Baron Biza. La primera y última edición de esta obra inquietante era de Ediciones Simurg. Ahora, la decisión de republicar este novela, tras haberlo hecho con El traductor de Salvador Benesdra, es un verdadero acierto de la editorial Eterna Cadencia que, más allá de sus publicaciones novedosas, también vuelve su mirada a los años dejados atrás para exhumar estas joyas.
Sin embargo, tal vez el término "joyas" no sea el más indicado. Tanto El traductor como El desierto y su semilla no son obras fácilmente asimilables. Ambas exploran lo monstruoso (una en su morosidad y su extensión; la otra en su trama y sus descripciones) para hacer saltar la serie literaria de los '90. En algún sentido, son excepcionales; son obras casi únicas, como si el molde se hubiera roto tras ser escritas y como si sus propios autores hubieran optado por dejar ese texto solitario, raro, inclasificable. Dos novelas que vuelven para ser leídas (para ser oídas) conjurando una voz en el desierto de la literatura argentina.
2 comentarios:
Eh, es una alegría también que Nora escriba el prólogo. Las dos novelas quedaron emparentadas por la cercanía de su publicación, sí, también por su "excepcionalidad". Pero si se piensa un poco, las dos tratan, justamente, sobre el rostro: ocultar-mostrar el rostro, "monstrare". Pasa el tiempo y esas dos novelas, pero sobre todo El desierto, resplandecen.
Gracias por el comentario, Pablo. Sí, el tema del rostro es muy interesante en ambas novelas. Ese mismo tema reaparecerá en el año 2000 en la novelita de Aira: "Un episodio en la vida del pintor viajero", con otra extensión y otra intensión. Abrazo!
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