martes, mayo 20, 2014

La nota al pie como pieza exquisita

Carlos Correas, además de un ensayista de una lucidez ácida y un gran narrador del margen, fue un cultivador de la nota al pie. Van dos muestras tomadas de la recopilación de artículos Ensayos de tolerancia (Colihue, 1996). Copio el párrafo del texto central y, luego, la nota que se desprende.

Nota al pie de "Films argentinos", en el comentario sobre Buenos Aires viceversa, (77-78 pp.):

(...) Particularmente se ha interpretado que el idioma oral del film [Buenos Aires viceversa], casi siempre grosero, alegoriza no sólo el pasado "Procesista", sino, más arqueológicamente, un remoto pero perdido idioma filosófico de alcance nacional. La repetición de ese idioma permitiría liberarnos de terrores antiguos y nuevos. Es probable, sin duda*. (...)

* En 1943 yo tenía 12 años y vivía en la calle Santa Fe al 5000, en Palermo. Próximo al Carnaval, resolvimos, con mis amiguitos de la cortada de Ancón, armar una murguita y salir a la calle. La preparación y los ensayos nos llevaron un mes. Dos eran las cuestiones: la vestimenta y la redacción de las coplas que cantaríamos. Para la primera cuestión yo salí, ya en Carnaval, pintarrajeado y harapiento, con una escupidera pendiente de un hombro, sostenida por una corbata enroscada al cuello. Para la segunda, cantábamos en la calle, frente a los bares: "La puta que te parió se vistió de colorado/ y al pasar por el cuartel se la cogieron los soldados". También: "Por más que nadie se lo proponga, / nada es mejor que una buena poronga". También: "Te mato, te rompo, te cago, te reviento/ y el orto te lo pongo hecho un pimiento". También: "Mi hermana tejió una colcha y la llevó a la exposición/ y la 'colncha' de mi hermana el primer premio sacó". Nuestro mayor éxito fue en la esquina del famoso bar La Paloma, en Santa Fe y Juan B. Justo. Los pelafustanes sentados a las mesas de la vereda se desplomaban de la risa y nos daban monedas. Nos enorgullecía que nosotros, menorcitos, entretuviéramos a gente mayor. Transcribí sólo una antología de las coplas. Se habrán notado los términos "fuertes". Ni nuestros padres, ni nuestros maestros de la primaria y de la secundaria, ni las revistas de historietas que leíamos, ni la radio que escuchábamos usaban esas palabras. Nuestras fuentes eran los vagos de café y otros compañeritos, y nosotros éramos entusiastas iniciados en un idioma secreto. Ahora, en el declinar de mi vida, advierto, con una mezcla de extrañeza y consternación, que las paparruchadas carnavaleras que entonces cantábamos -u otras chocarrerías similares- se han convertido, para los últimos pensadores de este país, en "lengua coloquial argentina". ¿Habremos sido nosotros, los traviesos nenes murgueros de Santa Fe y Ancón, precursores de este advenimiento lingüístico?

Nota al pie de "Films argentinos", en el comentario sobre La nube (86-87 pp.):

(...) La mostración de jubilados maltratados, de policías venales o asesinos y mentirosos, de jueces impartiendo "la Justicia" cubiertos por paraguas bajo la lluvia, de servidores cuya capacidad de ser humillados es directamente proporcional a su compulsión de humillar, de abogados que arriesgan su vida por defender indigentes, de jóvenes que dejan la Argentina por Australia, de la exacerbación de los dolores comunitarios... sugeriría en Solanas un "reformismo" del que me ocupo en nota*.
*'Reformismo', esto es, enaltecer las instituciones republicanas y no destruirlas, sino depurarlas. Una pequeña y mediana burguesía que es progresista y racionalista: confía en las virtudes del diálogo, hace del trabajo un honor y pone el orgullo en las reivindicaciones profesionales. Muchos son universitarios que anhelan "funcionar honestamente en el mercado cultural". Pequeños y medianos burgueses que creen y quieren creer en el compañerismo entre amigos y en el compañerismo conyugal, y bregan por la "solidaridad social" y por la vida consensuada. Están contra los excesos, "vengan de donde vinieren", y sean voluntaristas o intelectualistas, y contra los extremos, "sean los que fueren" (la drogadicción, los suicidios y otras demencias; la guerrilla y/o el terrorimso "que siembran la muerte, el caos, el resentimiento, el terror y el odio en la sociedad argentina"). No tienen sentido del Mal, y cantan a la salubridad en ética y en economía y al aseguramiento "transparente" en la custodia de la propiedad privada y del orden jurídico. Este canon y este pensamiento, blandos y amorfos, enmudecieron en las épocas criminales y cuando recuperaron el habla su decir nos ha resultado torcido e inútil.
Otra pieza exquisita escrita por Carlos Correas, acá.

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