lunes, octubre 24, 2011

L'illusion comique: parte 2

En 1955, en el famoso número 237 de Sur, Borges escribía el artículo "L'illusion comique" en donde creía develar la clave del peronismo: su afán de simulación, afán que armaba una realidad irreal y que se vinculaba con los procedimientos del drama y del melodrama (ahí está también el cuento "El simulacro", recogido en El hacedor).
Hoy, en 2011, tras la victoria electoral de Cristina, me entretengo leyendo a los periodistas que no pueden justificar el suceso y que ansían el apocalipsis socio-económico. Entre ellos, encuentro un artículo de Sarlo, "Victoriosa autoinvención", en cuyo centro vuelve el tópico borgeano de la simulación, de la "puesta en escena", para contestar la pregunta que molesta como un moscardón: ¿por qué ganó, de nuevo, Cristina?. Ahí lo tienen, son tiempos cíclicos los nuestros, everything is a remix.


"L'illusion comique" (1955)
De un mundo de individuos hemos pasado a un mundo de símbolos aún más apasionado que aquél; ya la discordia no es entre partidarios y opositores del dictador, sino entre partidarios y opositores de una efigie o un nombre… Más curioso fue el manejo político de los procedimientos del drama o del melodrama.

El día 17 de octubre de 1945 se simuló que un coronel había sido arrestado y secuestrado y que el pueblo de Buenos Aires lo rescataba; nadie se detuvo a explicar quiénes lo habían secuestrado ni cómo se sabía su paradero. Tampoco hubo sanciones legales para los supuestos culpables ni se revelaron o conjeturaron sus nombres.

En un decurso de diez años las representaciones arreciaron abundantemente; con el tiempo fue creciendo el desdén por los prosaicos escrúpulos del realismo. En la mañana del 31 de agosto, el coronel, ya dictador, simuló renunciar a la presidencia, pero no elevó la renuncia al Congreso sino a funcionarios sindicales, para que todo fuera satisfactoriamente vulgar.
"L'illusion comique 2" (2011)
Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente. La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma. No compartió jamás el rol protagónico. Los focos, todos, convergieron en un solo punto.

Siendo un personaje excepcional (todo presidente lo es en su medida), la estética de la Presidenta tiene un aire de familia con las imágenes audiovisuales. A veces, un flash la asimila a una buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política: el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires; la misma ropa con brillos; un poco de sobreactuación; un poco de distancia y mucho de afectividad. Aunque la Presidenta ha enriquecido estos rasgos, se apoya en una espontaneidad que es anterior a la puesta en escena.

2 comentarios:

desparejo dijo...

a quién joraca le habla ahora Charlo?

Ezequiel M. dijo...

ayer fui a la presentación de "Conversaciones del bicentenario" de los chicos de Casa Nova, y en la presentación Rinesi decía que una diferencia del Kirchnerismo con el los gobiernos anteriores del último período democrático era que buscaba inscribirse históricamente, estaba siempre construyendo la épica de su inscripción histórica. Por otro lado, comentó un artículo de Portantiero y discursos de Alfonsín, donde se trataba al alfonsinismo como una bisagra, un corte con toda la historia anterior.
Mismo fenómeno, diferente enfoque.
Es claro que me quedo con Rinesi.

 

Blog Template by YummyLolly.com - Header Image by Vector Jungle