viernes, diciembre 25, 2009

Apogeo y caída de las aventuras gráficas


El nuevo número de Planta (nª 12, dic 2009) trae un artículo increíble de Mariano Vilar: "Tras la esmeralda perdida: una epistemología de las aventuras gráficas (1990-1997)".
Me gusta este tipo de análisis que empieza a considerar a los videojuegos como producciones culturales y que puede dar cuenta de sus principios constructivos y sus significados.

jueves, diciembre 24, 2009

Y con el pecho inflado gritar: "¡Vivo con mi madre!"

Hace unos meses, los muchachos de Vivo con mi madre vienen rompiéndola con sus homenajes dibujados a superhéroes de todo tipo: desde The Avengers hasta Doom Patrol. Dibujos brillantes, interpretaciones gráficas con mucho estilo y una breve semblanza de cada personaje dibujado conforman cada entrega del blog (más invitados muy grosos como Oscar Grillo, Quique Alcatena o Fer Calvi).
Ahora, para recibir el 2010 de la mejor manera, se despachan con un genial calendario para usar de wallpaper.

miércoles, diciembre 23, 2009

La profanación de un pesebre

¿Hay posibilidad de pensar el pesebre desde una perspectiva no religiosa, no cristiana, que deje por fuera cualquier tipo de dogma? ¿Hay forma de resignificar la escena del natalicio de Cristo para cuestionar los límites entre lo humano y lo animal, el lugar de lo histórico y el lenguaje? En Infancia e historia: destrucción de la experiencia y origen de la historia (1978) de Giorgio Agamben, hay un hermoso texto que lee el pesebre (ya desde esos años, Agamben recurre a la teología y al cristianismo con un ademán profanatorio y revelador) como escena del misterio de la palabra, como la posibilidad que tiene el hombre de pedirle la palabra a la historia para desembocar en un experimentum linguae que lleve a "una revisión radical de la idea misma de Comunidad". Leánlo y disfruten.

Fábula e historia (consideraciones sobre el pesebre) (Giorgio Agamben)

No puede comprenderse de ningún modo el pesebre si no se comprende ante todo que la imagen del mundo cuya miniatura nos ofrece es una imagen histórica. Pues nos muestra precisamente el mundo de la fábula en el instante en que se despierta del ensalmo para entrar en la historia. Efectivamente, la fábula había podido desvincularse de los ritos de iniciación sólo al abolir la experiencia mistérica que constituía su centro y transformarla en encantamiento. La criatura de la fábula está sujeta a las pruebas iniciáticas y al silencio mistérico, pero sin convertirlos en experiencia, sufriéndolos como encantamiento. Lo que le quita el habla es un embrujo, y no la participación en un saber secreto. Pero en la misma medida ese embrujo es un apartamiento del misterio y como tal debe ser infringido y superado. Aquello que se ha vuelto fabula muta (con este condensado oxímoron un personaje del Satiricón de Petronio cristaliza el mutismo de la religiosidad de la Antigüedad tardía cuando dice de Júpiter: "...inter coelicolas fabula muta taces") debe recuperar el habla. Por eso mientras el hombre hechizado enmudece, la naturaleza hechizada toma la palabra en la fábula. Con ese trueque de palabra y silencio, de historia y naturaleza, la fábula profetiza su propio desencantamiento en la historia.
El pesebre capta el mundo de la fábula en el instante mesiánico de ese traspaso. Por eso los animales que en la fábula habían salido de la pura y muda lengua de la naturaleza y hablaban, ahora enmudecen. Según una antigua leyenda, en la noche de Navidad los animales adquieren por un momento la palabra: son las bestias de la fábula que se presentan hechizadas por última vez antes de reingresar para siempre en la lengua muda de la naturaleza. Como dice el pasaje del pseudo-Mateo al que se debe el ingreso del buey y del asno en la iconografía-navideña: "el buey reconoce a su propietario y el asno, el pesebre del señor"; y en un fragmento que es una de las descripciones más antiguas del pesebre, San Ambrosio contrapone al vagido del dios niño que se oye, el silencioso mugido del buey que reconoce a su señor. Los objetos que el encantamiento había vuelto extraños y animados son devueltos ahora a la inocencia de lo inorgánico y están junto al hombre como dóciles herramientas y utensilios familiares. Las ocas, las hormigas y los pájaros parlantes, la gallina de los huevos de oro, el asno cagamonedas, la mesa que se pone sola y el bastón que pega cuando se lo ordenan: todo debe ser liberado del encanto por el pesebre. Como alimento, mercancía o instrumento —o sea en su humilde apariencia económica— la naturaleza y los objetos inorgánicos se acumulan sobre los estantes del mercado, se extienden sobre las mesas de las hosterías (la hostería que en la fábula es el lugar designado para el engaño y el delito, recobra aquí su aspecto tranquilizador) o cuelgan en los depósitos de las despensas.

Incluso el hombre, al que el encantamiento de la fábula había alejado de su función económica, se vuelve a dedicar a ella en un gesto ejemplar. Pues es justamente el gesto que separa el mundo humano del pesebre y el mundo de la fábula. Mientras que en la fábula todo es ambigua gesticulación del derecho y de la magia, que condena o absuelve, prohíbe o permite, hechiza o desencanta, o bien sombría estatura enigmática de los decanos y figuras astrológicas que sanciona el vínculo de destino que abraza a todas las criaturas (aun cuando la fábula despliega por encima de todo el velo exangüe del encantamiento), en el pesebre en cambio el hombre es devuelto a la univocidad y a la transparencia de su gesto histórico. Sastres y leñadores, campesinos y pastores, verduleros y carniceros, posaderos y cazadores, aguateros y vendedores de castañas: todo el universo profano del mercado y de la calle aflora en la historia con un gesto que proviene de la prehistórica profundidad de ese mundo que Bachofen definía como "etéreo" y que en los relatos de Kafka tuvo una provisoria exhumación. Podría decirse que el adormecido y estancado insinuarse de ese mundo —el de la fábula— es el medium entre la gestión mistérica del ierofante y el gesto histórico del pesebre.
Pues en la noche mesiánica, el gesto de la criatura se libera de todo espesor mágico, jurídico o adivinatorio y se convierte sencillamente en humano y profano. Ya nada entonces es signo o prodigio en sentido adivinatorio, sino que al haber sido cumplidos todos los signos el hombre se libera de los signos: por ello las Sibilas, en el pesebre de Alamanni en San Giovanni en Carbonara, están paradas y mudas ante el cobertizo. Y en los pesebres napolitanos, los térata y los monstra del arte adivinatorio clásico comparecen como joviales "de formes" (como la figurilla de la mujer con bocio de Giacomo Colombo o los tullidos de un pintor desconocido del siglo XVIII en el museo de San Martino), que ya no significan ningún acontecimiento futuro, sino únicamente la profana inocencia de la criatura. De allí —en contraste con la fijeza mistérica de las primeras natividades— el realismo con que son captadas las criaturas en sus gestos cotidianos; de allí, en una escena que debiera ser la adoración de un dios, la precoz ausencia de la convención iconográfica del adorador, tan característica de las escenas de culto paganas y paleocristianas. Sólo las figuras del mundo de la magia y del derecho, los reyes "magos", son representados —al menos en los comienzos, antes de que se confundieran en la multitud sin nombre— en acto de adoración: por lo demás, toda huella ritual se disuelve en la inocencia económica de lo cotidiano. Incluso el ofrecimiento de comida por parte de los pastores no tiene una intención sacrificial: es un gesto laico y no un piaculum ritual; incluso el durmiente, que curiosamente nunca falta en los alrededores del pesebre —y en el cual quizás pueda verse la figura del mundo de la fábula que no logró despertar a la redención y continuará entre los niños su vida crepuscular—, no duerme el sueño de la incubatio, cargado de presagios adivinatorios, ni tampoco el sueño intemporal del embrujo como la bella durmiente, sino el sueño profano de la criatura. Como en el protoevangelio de Santiago ("caminaba y no avanzaba... masticaba y no masticaba... guiaba a las ovejas y éstas no acudían... el pastor levantaba su bastón para golpear y la mano quedaba detenida en el aire"), el tiempo se ha detenido, aunque no en la eternidad del mito y de la fíbula, sino en el intervalo mesiánico entre dos instantes, que es el tiempo de la historia ("vi todas las cosas como suspendidas, y luego de golpe todo retomó su curso"). Y cuando a comienzos del siglo XVII se realizaron los primeros pesebres animados, la profunda intención alegórica del barroco fijará literalmente la escansión de ese histórico "caminar sin caminar" con la repetición rítmica del paso del pastor o del gesto de la oveja que pasta.

La cifra de esta liberación profana del encantamiento es la miniaturización, esa "salvación de lo pequeño" que ciertamente marcó con un golpe categórico la fisonomía cultural italiana (como muestra en todas las épocas el gusto por los títeres, las marionetas y los bibelots que la Europa del siglo XVIII llamaba petites besognes d'Italie), pero que ya podemos ver en el mundo de la Antigüedad tardía, casi como la segunda voz al que un mundo endurecido en lo monumental le confía su esperanza de un despertar histórico. Aquellos mismos caracteres que Riegl reconoció ejemplarmente en las miniaturas, en los mosaicos y en los marfiles romanos tardíos —y que sintetiza en el aislamiento axial de las figuras, en la emancipación del espacio y en la conexión "mágica" de todas las cosas— vuelven a hallarse puntualmente en el pesebre. Es como si el "miniaturista", el "colorista" y el "ilusionista" (así han bautizado los estudiosos a los tres ignotos autores de las impresionantes miniaturas del Génesis de Viena, tan petrificadas en su muda facies astrológico-fabulesca) guiaran milagrosamente la mano de Celebrano, de los Ingaldi, de Giacomo Sanmartino, de Lorenzo Mosca, de Francesco Gallo, de Tommaso Schettino y de los anónimos figurinistas que todavía trabajan en un taller napolitano sobreviviente. Pero el vínculo mágico entre las figuras se ha vuelto aquí por completo un vínculo histórico. Pues ciertamente cada figura del pesebre es un todo en sí misma, no unida a las demás por ningún enlace plástico o espacial, sino que sólo está adjuntada momentáneamente a ellas: todas las figuras sin excepción están sin embargo soldadas en un solo conjunto por el adhesivo invisible que es la participación en el acontecimiento mesiánico de la redención. Incluso aquellos pesebres en los que más fuertemente aparece la búsqueda compositiva —como el Cuccitiello en el museo de San Martino— son en el fondo misceláneos (porque les resulta esencial la posibilidad de proliferar y dilatarse hasta el infinito) y poseen al mismo tiempo una absoluta unidad no espacial ni material, sino histórica.
El núcleo de la intención figural del pesebre no es un acontecimiento mítico ni mucho menos un suceso espacio-temporal (es decir, un acontecimiento cronológico), sino un acontecimiento cairológico: es esencialmente representación de la historicidad que adviene al mundo por el nacimiento mesiánico. Por eso en la festiva e inmensa proliferación de figuras y episodios donde la escena sagrada casi es olvidada y la vista debe esforzarse para dar con ella, cae toda distinción entre lo sagrado y lo profano y ambas esferas coinciden en la historia. A lo monumental de un mundo ya inmovilizado y congelado en las leyes inflexibles de la heimarménê —que por ende no son tan diferentes de aquellas por las cuales nuestra época, con horror jovial, se siente empujada y arrastrada en el "progreso"—, el pesebre le contrapone la minucia de una historia, por así decir, en estado naciente donde todo es astilla y jirón aislado, pero donde cada fracción es inmediata e históricamente completa.
Por eso justamente hoy cuando el pesebre ya está por salir de la costumbre familiar y parece haber dejado de hablarle incluso a esa infancia que —como eterna guardiana de lo que merece sobrevivir— lo había custodiado hasta nosotros junto con el juego y la fábula, las maltrechas criaturas de los últimos figurinistas napolitanos parecen balbucear un mensaje que nos está destinado, como ciudadanos de esta extrema, deshilachada franja del siglo de la historia. Pues el rasgo más impactante en la obra de los anónimos sobrevivientes de Spaccanapoli es la ilimitada divergencia que separa la representación del hombre —cuyos contornos están como borroneados en un sueño, cuyos gestos son torpes e imprecisos— del delirante, apasionado rigor que guía el modelado de tomates, berenjenas, repollos, calabazas, zanahorias, salmonetes, langostas, pulpos, almejas y limones que se encumbran morados, rojos, irisados en los puestos y sobre los estantes en medio de canastos, balanzas, cuchillos, fuentes. ¿Debemos ver en esa divergencia el signo de que la naturaleza está por entrar nuevamente en la fábula, que de nuevo le pide la palabra a la historia, mientras que el hombre, embrujado precisamente por una historia que vuelve a cobrar para él los rasgos oscuros del destino, enmudece en el encantamiento? Hasta que una noche, en la penumbra en la que un nuevo pesebre encenderá figuras y colores todavía desconocidos, la naturaleza vuelva a amurallarse dentro de su lengua silenciosa, la fábula se despierte en la historia y el hombre emerja desligado del misterio a la palabra.

Fuente: Agamben, Giorgio (2004 [1978]): Infancia e historia: destrucción de la experiencia y origen de la historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pp. 189-196.

lunes, diciembre 21, 2009

Conjetura y conjura (sobre La conjura de los justos de Diego Tatián)


Hace unos meses, me viene aquejando una cuestión en relación con las lecturas que se han realizado de la obra de Borges: ¿por qué hay tan pocos trabajos críticos sobre El libro de arena (1975)? ¿Qué tiene esa colección de cuentos que incomoda tanto a la crítica? ¿Será su calidad (¿existe algo como la calidad literaria?)? ¿Serán los temas de sus cuentos? ¿Habrá cierto desdén frente a este Borges que se aleja de sus cuentos más metafísicos, más intelectuales, más atados a los juegos del lenguaje y la filosofía (pienso en los de Ficciones (1944) y El Aleph (1949))?

En este sentido, La conjura de los justos: Borges y la ciudad de los hombres de Diego Tatián (Las cuarenta, 2009) viene a llenar un espacio vacío a través de una reflexión en torno a la obra de Borges y la filosofía política, deteniéndose particularmente en cuentos de El libro de arena y textos de los demás libros de Borges. El conjunto de artículos, ensayos y ponencias que forman este libro exploran la posibilidad de una política, o mejor, de una ética, rastreable en la obra borgeana y con cierto correlato en su biografía (así, en “Borges último”, Tatián lee la voluntad de Borges de ser enterrado en Ginebra como una puesta en crisis de los nacionalismos, el anhelo de una “ciudadanía del mundo”).
En una primera instancia, Tatián inicia su propuesta de lectura, en “Ética de la transmigración”, señalando a la hospitalidad en Borges como lo dado, como lo que antecede al lazo social: una “forma de trato primera entre los solitarios, los singulares y los raros”. Así, muchos de los cuentos de Borges están poblados por este tipo de sujetos: extraños hombres errantes que expresan la multiplicidad de los otros y que son recibidos por los demás personajes con la “apertura de la puerta”, escena de la hospitalidad sin condiciones (situación contraria a la planteada por la filosofía política contractualista que partiría de una enemistad natural y en la que la hospitalidad sería una convención). De ahí pasamos a la recuperación de Spinoza como referencia y como motivo en la obra de Borges, en “Geometría y amistad”, ya que se trata de echar luz sobre una ética borgeana que apela a lo múltiple, una pasión por los otros (por sus lenguas, sus literaturas, sus mitologías) que “revela los grandes motivos de un mundo más allá de la política”. El artículo sobre Spinoza y Borges revela la relectura original que realiza el autor de El otro, el mismo de la Ética spinoziana, poniendo especial énfasis en el problema del tiempo y la infinidad de formas en que un acontecimiento puede suceder; pero, a la vez, señala el íntimo lazo, de amistad, que une a estos dos pensadores de lugares, tiempos y lenguas diversas (vayan como prueba los dos poemas que recoge Tatián: “Spinoza” y “Baruch Spinoza”).
Luego, en “Historia de la historia”, Diego Tatián traza un recorrido de los relatos de la historia en Borges (cruzándolo con Hannah Arendt pero también con Elizabeth Costello de Coetzee) para señalar el descentramiento que realiza el autor de El informe de Brodie al oponerle al origen griego, un origen múltiple y no solamente griego; y una teología de la historia que lee en los acontecimientos una “disputa eterna entre dos fuerzas”. Por otro lado, el mundo como secreto y el secreto como constitución de una conjura y de una comunidad, asuntos que atraviesan cuentos como “Undr”, “El congreso” y “el etnógrafo” y que son claramente pensados en “El secreto del mundo”, le sirven a Tatián para comenzar a caracterizar esa ética borgeana que había comenzado en la hospitalidad y en la multiplicidad como bases y que, a partir de este texto, coloca al secreto como punto de encuentro entre los hombres (“Instrumentos inconcientes de una contienda única de las mismas fuerzas, los hombres se ven obligados a la lucidez del desciframiento más que a la invención.” (p. 81)).
Más adelante, “Lo inhabitable” y “La habitación del monstruo” nos muestran la reflexión en la obra borgeana en torno la posibilidad de una política, frente a las muchas dimensiones de la barbarie y la fascinación que esta genera, frente a la teatralidad de lo político. En este punto, Tatián lee “There are more things” como una variante de “Casa tomada” de Cortázar y, así como lo había sido “La fiesta del monstruo”, como una restitución arquetípica y mítica de una escena originaria: El matadero de Echeverría. En este sentido, el “viejo individualismo solitario y ácrata” que Borges pregona, como continuador de Macedonio Fernández, se articulará luego en la “conjura”: “La idea de individuos que secretamente están salvando el mundo gracias a la conjura que su sola existencia pone en marcha…” (p. 97).
El anteúltimo texto de La conjura de los justos, “Azar y rebelión”, se interna en uno de los cuentos más complejos de Borges (bah, cuál no): “La lotería de Babilonia”. Tatián se detiene principalmente en las repercusiones del azar en el cuento borgeano y sus vínculos con otras concepciones del azar rastreables en la filosofía (Epicuro, Maquiavelo, etc.). En el cuento de Ficciones, el azar se nos muestra como la destrucción de la política pero también como dispositivo estabilizador que reduce cualquier posible revuelta y, en esta representación, arrastra al humanismo y todas sus variantes, abriendo la posibilidad de pensar en nuevas formas de lo político, en nuevas formas de relacionarse: la conjetura y la conjura.

La conjura de los justos: Borges y la ciudad de los hombres de Diego Tatián es un libro por demás interesante porque explora y encuentra, en la obra borgeana y a través del despliegue de un fino y actualizado análisis filosófico, propuestas para pensar una ética y una política en relación con los conceptos de hospitalidad, multiplicidad y conjura. Sin caer en un análisis inmanentista y en el cruce con la biografía del autor (no como determinación, más bien como producción) y con otros pensamientos de la filosofía contemporánea y otros textos de la literatura universal, Tatián devela una voluntad que puede rescatarse de los textos de Borges para pensar una ética en los tiempos que corren.

sábado, diciembre 19, 2009

I know you want me

Breve y brillante post sobre por qué Ricardo Fort ha sido el personaje del 2009 en Argentina. Vía LDF Lounge.

sábado, diciembre 12, 2009

Bienvenido a los Campos de Satán


Escuchar Thes Siniestros se vuelve un deber ante un disco como Campos de Satán. Frecuéntenlo, no los decepcionará.

PD.: El arte de tapa de Lucas Varela es increíble.

viernes, diciembre 11, 2009

Roer el hueso (sobre Zettel de Héctor Libertella)


En principio, la edición de Zettel de Héctor Libertella (Letranómada, 2009) es hermosa: el tamaño incómodo pero, a su vez, atípico, sumado al diseño de tapa cuyo fondo, verde atravesado por líneas negras, se asemeja a las nervaduras de una hoja y, también, a la disposición gráfica del texto en el interior del objeto-libro con los espacios en blanco que airean las notas; todos estos elementos hacen de esta obra póstuma de Libertella, una delicia material.
Más allá de lo material, vale la pena destacar los paratextos que rodean al grupo de notas: el prólogo preciso y poético de Laura Estrín, que desarma la obra de Libertella pero sin diseccionarla, dejándole su potencia intacta y la recuperación de un artículo escrito por el autor de El camino de los hiperbóreos (1968) sobre el otro Zettel, el de Wittgenstein, en el que se establece la relación de continuidad y de relevo entre una obra y otra.
Ahora sí, pasemos a lo central: las notas que componen Zettel de Libertella. Me tienta no decir demasiado, no llenar de palabras vanas una obra tan económica, una obra que apuesta al silencio pero también a la condensación de sentido, a los espacios y a la sugerencia. Podría decir, simplemente, que las notas de Libertella funcionan como disparadores de proyectos, de líneas de pensamientos o, simplemente, como percepciones en torno a la literatura, a la poesía, a la lectura-escritura y a la realidad. Se sabe, lo demuestran libros como Nueva escritura en Latinoamérica (1977) o Las sagradas escrituras (1993), que Libertella estaba obsesionado por los vínculos entre la lectura y la escritura, entre la teoría y la literatura y, también, por la experimentación en la literatura (tema en los que vuelve en varias de las notas de Zettel sobre Farabeuf de Elizondo o La orquesta de cristal de Lihn). En este libro, vuelven a desfilar los fantasmas de lo literario, la preocupación por el ornato y el soporte porque se trata, como lo sugiere en varios ¿fragmentos?, de roer la propia obra, de alcanzar el hueso, de reescribir para exacerbar la condición fantasma del escritor. Zettel de Libertella es un paisaje de ruinas habitado por fantasmas, un lugar que no que está ahí y que puede ser visitado erráticamente, sin ningún camino prefijado, con el azar y el capricho como movimientos básico de lectura y relectura.
Bah, basta de reseña, dejo algunas notas de Zettel que me parecieron particularmente hermosas y movilizadoras:

4
La biología diría que las células del cuerpo cambian íntegramente cada siete años, y que el cuerpo no muere por viejo sino por cansancio de tanto rejuvenecer. Si el personaje de la novela es una formación discursiva con su cuerpo sintáctico, cada siete años ese cuerpo exigiría se reescrito por completo. (Lunáticos como Robert Walser hubieran intentado esta aventura que hace de la literatura una verdad biológica.)


47
Vean. Ésta es la Patagonia, el desierto argentino: el templo más delicado que dejaron los indios. Al revés de los esforzados monumentos aztecas, acá nadie le tocó un punto ni una coma a la sintaxis natural. Aquí turistas y peregrinos vienen para que la naturaleza los arrodille.

54
Osvaldo Lamborghini escribe: “La Argentina no es ninguna raza ni nacionalidad, sino puro estilo y lengua.” ¿Un país –dice- al que sólo hay que presentar con fraseo? Sería acaso como asumir un pathos (no querer ser Nación, no llegar a constituirse como Sistema) y entonces tener el privilegio de permitirse todo lo demás, con la mayor autoridad y nobleza. Como decir en vez de nación entonación.

88
Post hombre. No llega de un futuro robótico, no. Es alguien común y corriente, salvo que se salteó la interpretación, la lectura.

domingo, diciembre 06, 2009

El retorno de los brujos

:: Editorial Las Cuarenta y Estación Alógena :: invitan a la presentación del libro:


DELEUZE Y LA BRUJERÍA

Matt Lee y Mark Fisher

Selección, traducción y prólogo de Juan Salzano

Editorial Las Cuarenta (Buenos Aires, 2009)



presentan
el primer volumen de la colección kalpa

Julián Fava
Juan Salzano
Nakh ab Ra


Viernes 11 de diciembre - 20:00hs

en Estación Orbital Alógena (bonpland 1183 -a cuatro cuadras de est.dorrego subte B- -a 120mts. de av. córdoba-).

www.estacionalogena.com.ar
www.estacionalogena.blogspot.com

viernes, diciembre 04, 2009

Empresarios del Apocalipsis (Rodolfo Walsh)

Jorge Lafforgue escribe: "El [otro] texto, “Empresarios del Apocalipsis”, es una carta de lectores aparecida en la revista Qué del 6 de noviembre de 1956, en la cual Walsh se refiere a Héctor A. Murena sin mucha piedad. Tiene la temperatura del texto clave que Walsh estaba escribiendo en ese momento, se inscribe en la gran tradición polémica nacional (la de Sarmiento/ Alberdi, pero sobre todo de las incisivas plumas de algunos escritores nacionalistas) y da buena cuenta de ciertas opciones ideológicas que el autor veía con suma agudeza (pienso correlativamente en el papel que cumplió Murena en el campo cultural argentino: su magisterio inicial sobre los jóvenes que hicieron Contorno, quienes luego, cuando Murena opta por Sur, lo repudiaron puntualmente; etc.)"

Empresarios del Apocalipsis

Señor director:

En el primer número del suplemento literario de Crítica, del 10 de octubre, me llamó la atención un artículo firmado por H. A. M., que supongo que es H. A. Murena, director del suplemento. Al ver el título –Los idiotas– imaginaba que el señor Murena adelantaba un trozo de su autobiografía; pero enseguida advertí que para ese caso sobraba el plural. Y leyendo el artículo comprobé que los idiotas éramos todos los demás, menos él, naturalmente.
Yo conocía a Murena como profesional de la angustia y empresario del Apocalipsis. Ahora debo admitir que lo conozco como hombre valeroso. Porque no es poca cosa endilgarnos ese común denominador a 15 o 20 millones de habitantes.
Usted sin duda pensará que yo me he sentido personalmente aludido o retratado y que pretendo compartir tal distinción, que el número de idiotas no puede ser aquí tan considerable y si lo fuera, nadie se atrevería a decirlo. Para disipar tal espejismo, basta mencionar las variadas categorías que H. A. M. incluye entre los idiotas: 1) los que piden que se entregue la explotación del petróleo a otros países; 2) los que piden lo contrario; 3) los inventores del tango; 4) los inventores de la gomina; 5) otros grupos más indiferenciados de vanidosos, rencorosos, mediocres, despreciativos y olvidadizos; 6) la comunidad entera que ha trabajado, según él, para crear el problema artificial de clases.
Ya ve usted que bajo el solo rubro 6 estamos todos los que somos. Y por si alguna duda quedase, sentencia Murena: “En la actualidad, la mayor concentración de idiotas de esta clase –acaso la mayor registrada en la historia– habita en el continente más austral.”
En su artículo se queja H. A. M. de que el pueblo, en vez de leer las cosas que escriben él y sus colegas, prefieren “historietas, novelitas cursis, policiales, toda la gama de basura.” Me parece que esa preferencia revela cierta sensatez. Al fin y al cabo, el masoquismo sólo se hace práctica consciente en las clases altas.

Rodolfo J. Walsh – La Plata (1956)

Fuente: Lafforgue, Jorge (ed.): Texto de y sobre Rodolfo Walsh, Madrid-Buenos Aires, Alianza, págs. 249-250.

miércoles, diciembre 02, 2009

12va FLIA!

martes, diciembre 01, 2009

Vuelve Rozenmacher


En las Actas del VII Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria, mi modesta primera contribución al movimiento crítico de relecturas y recuperaciones de autores olvidados de la literatura argentina que vengo alentando en este blog desde hace tiempo: “…cuando estás en la acción ya no hay caso…”: literatura y revolución en dos cuentos de Germán Rozenmacher.

domingo, noviembre 29, 2009

Sobre el lenguaje y su posible potencial profanatorio

[…] Este mago malvado es el gran sacerdote de la religión capitalista. Si los dispositivos del culto capitalista son tan eficaces, es porque actúan no sólo, y no tanto, sobre los comportamientos primarios, como sobre los medios puros, es decir sobre comportamientos que le han sido separados de sí mismos y, de este modo, desligados de su relación con un fin. En su fase extrema, el capitalismo no es más que un gigantesco dispositivo de captura de los medios puros, es decir de los comportamientos profanatorios. Los medios puros, que representan la desactivación y la ruptura de cada separación, son a su vez separados en una esfera especial. Un ejemplo es el lenguaje. Ciertamente, el poder siempre ha tratado de asegurarse el control de la comunicación social, sirviéndose del lenguaje como medio para difundir la propia ideología y para inducir a la obediencia voluntaria. Pero hoy esta función instrumental -todavía eficaz en los márgenes del sistema, cuando se verifican situaciones de peligro y de excepción- ha dejado lugar a un procedimiento de control diferente, que, separándolo en la esfera espectacular, inviste el lenguaje en su girar en el vacío, es decir en su posible potencial profanatorio. Más esencial que la función de propaganda, que concierne al lenguaje como instrumento para un fin, es la captura y la neutralización del medio puro por excelencia, es decir del lenguaje que se ha emancipado de sus fines comunicativos y se dispone, así, para un nuevo uso.
Los dispositivos mediáticos tienen precisamente el objetivo de neutralizar este poder profanatorio del lenguaje como medio puro, de impedir que abra la posibilidad de un nuevo uso, de una nueva experiencia de la palabra. Ya la iglesia, después de los dos primeros siglos de esperanza y espera, había concebido su función como dirigida esencialmente a neutralizar la nueva experiencia de la palabra que Pablo, poniéndola en el centro del anuncio mesiánico, había denominado pístis, fe. Del mismo modo, en el sistema de la religión espectacular, el medio puro, suspendido y exhibido en
la esfera mediática, expone el propio vado, dice solamente su propia nada, como si ningún nuevo uso fuera posible, como si ninguna otra experiencia de la palabra fuera ya posible. […]
Fuente: Agamben Giorgio (2005): “Elogio de la profanación” en Profanaciones, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, págs. 114-115.

viernes, noviembre 27, 2009

Fantasmas en el tesoro de la lengua


domingo, noviembre 22, 2009

Lovecraft y sus precursores

En plena lectura del hermosísimo libro, Antología del decadentismo: perversión, neurastenia y anarquía en Francia (1880-1900), editado el año pasado por los chicos de Caja Negra editora, me encuentro con esta impactante imagen del alma humana que no hizo más que posibilitar el terror lovecraftiano:
[...] Y así fue que, ante él, visible a los otros ojos, surgió la forma de un alma, forma debidamente constatada de visu como lo había prometido el presbítero, forma extraña, tan anormal y asquerosa que el desgraciado estuvo a punto de caer de espaldas, en un embeleso de repulsión y pánico.
La forma de esta alma, en efecto, era una úlcera compuesta de innumerables úlceras conglomeradas, brotando unas de otras, copulando cada una con todas las demás en abominables y apelotonados hongos de lepra hormigueantes, anillos de víbora rezumando ponzoña, un suero bacterioso, la podredumbre, la hediondez, la muerte viva pulululando, todos los sobresaltos dilatados en una apoteosis de espanto y consternación. [...]

Fuente: Richepin, Jean (1899): "Los otros ojos" en AA. VV., Antología del decadentismo, Buenos Aires, Caja Negra, p. 27)
Ojo, también me hizo acordar a nuestro queridísimo Elías Castelnuovo.

sábado, noviembre 21, 2009

Sudor de tinta, revista de literatura argentina contemporánea


Me parece genial que sigan armándose estos proyectos online, una nueva revista sobre literatura argentina: Sudor de tinta. Desde ya, me entusiasma la sección "Volver a leer".

jueves, noviembre 19, 2009

Isidoro Blaisten, greatest hits [2ª parte]

Post anterior: Isidoro Blaisten, greatest hits [1ª parte]

En 1974, Isidoro Blaisten publica El mago, una colección de textos más cortos que los de sus anteriores libros y los agrupa en tres secciones (“Ludo Real”, “Cuentos cortitos así” y “Rosebud”), a las que agregará una cuarta en la reedición de 1991 (“El revés de los refranes”).
Por un lado, los apartados “Ludo Real” y “Rosebud” presentan características similares: relatos de poca extensión en los que se parodia desde la literatura universal (“Hamlet, príncipe de Dinamarca o la dicha de vivir”, “El elefante blanco”, “Melpómene y los tres mosqueteros”) y la fantasía mitológica o maravillosa (“Perduración del loro Fénix”, “El hombre de la bolsa”) hasta el psicoanálisis (“El significado del significado”, “El asceta mendicante”) y el arte comprometido o la literatura erótica (“En el sotobosque del country”, “El por qué de las bombachas rosas o decálogo del escritor bombachista o carta abierta a un joven cuentista de sexo”). Copio fragmentos de algunos de los cuentos:
-Tomá pa vos -se escapaba el loro Fénix haciendo gestos obscenos.
-Te viá agarrar, contestatario -decía el gran ejecutor.
-Mirá que te pisho -decía el loro volando cada vez más alto.
[...]
Así habló el pájaro azul y sus palabras fueron escuchadas.
El loro Fénix abandonó la cornisa del Palacio de Justicia. El gran ejecutor encendió el carbunclo y guardó la picana para otra oportunidad.
El pájaro azul regresó a su paquete de yerba. ("Perduración del loro Fénix", p. 101)

Ya soy asceta mendicante. Me dejé la barba y voy por las casas solucionando problemas.
[...] Mi tarifa es dispar y depende de los problemas y del epifenómeno. Tengo un precio para todo. [...]
Complejos de Edipo no clarificados: tres sobres de sopa Knorr Quick, o una cajita de cuatro caldos en cubo, amén de cinco patys (por consulta).
Tendencias homosexuales (para varones y mujeres): 2 pollos (muertos).
Complejo de abandónico: una caja de postre Exquisita, amén de un paquete de yerba Taragüí (que es la mejor), o en su defecto dos de Polenta Mágica. [...] ("El asceta mendicante", p. 139)
Por lo general, los recursos que utiliza Blaisten para burlarse son la imitación deformada y exagerada de ciertos estilos y la banalización de ciertos temas consagrados al transplantarlos a la vida cotidiana (recurso que desplegará con maestría en sus mejores cuentos de Dublín al sur y sus siguientes libros) o al sacarlos de contexto e incorporarlos a situaciones en las que su sentido se desplaza creando un clima absurdo o delirante.
Por otro lado, volviendo a las secciones de El mago, “Cuentos cortitos así” funciona como una colección de microrrelatos de uno o dos renglones: chistes, aforismos o pequeños diálogos con una importante carga de humor. Por ejemplo, estos tres:
Carnicero: Mirá, vieja, y eso que le falta de segunda mano. Va a quedar un kilo el mercadito. ¡Te acordás cuando empezamos con el puesto! Mirá qué linda la ganchera. Y todo gracias a vos, vieja. Si no fuera por vos...
Intelectual:
No, Jessica. Yo soy el que ha crecido. Po eso ahora puedo publicar sin traumas.
("Libros y mercaditos", p. 129)

Vendedor de garrapiñadas: ¡Me tenés podrido!
Intelectual: Se ha producido la fractura de la pareja, Jessica.
("Conflicto de pareja", p. 129)

Jessica: Sabés lo que pasa, Samantha, es que es como si lo potenciara negativamente y él lo vivencia mal.
Señora del vendedor de garrapiñadas: El Beto no me anda bien, Pocha.
("Conversaciones en el umbral", p. 130)
Como se ve, en estos breves diálogos, intelectuales y vendedores de garrapiñadas comunican lo mismo pero con distintas expresiones, serie que remarca, una vez más, la intención de desacralizar lo intelectual (serie que tendrá su mejor desarrollo en los cuentos de los libros que siguieron a El mago).
Finalmente, en la sección agregada en 1991, “El revés de los refranes”, Blaisten incorpora nuevos temas de los cuales mofarse (la corrupción, las cirugías estéticas, la “mano dura”, la corriente “New Age”, la ingenuidad de los votantes y la manipulación de los políticos, etc.) y genera las narraciones a partir de la extensión e inversión de los clásicos refranes del habla popular (“El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo”, “No hay mal que por bien no venga”, etc.).

Continuará...

miércoles, noviembre 18, 2009

Una buena noticia...



Para más info sobre el caso Potel mirar, por ejemplo, acá.

domingo, noviembre 15, 2009

Fábrica de fallas - 2do Festival de Cultura Libre y Copyleft en La Tribu


Vale la pena ir. Más info, acá.

viernes, noviembre 13, 2009

Otro adios


"Con gran pesar el Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA comunica la muerte de Leónidas Lamborghini. Se lo despedirá en la sala Augusto Raúl Cortazar de la Biblioteta Nacional (Agüero 2502) a partir de las 21:30 de hoy y hasta las 16:00 horas del sábado 14, en que será trasladado al cementerio de la Chacarita."

Un poco de heavy mental


AAAARG.ORG es una GRAN página con un hermosa biblioteca (digital, obvio; casi todo en inglés, lástima) de artículos y libros de filósofos y pensadores. Pueden encontrar textos de Deleuze, Derrida, Nancy, Agamben, Bataille, Blanchot, Badiou, Benjamin, Adorno, Zizek, etc. En fin, casi todo lo que se les ocurra del pensamiento filósofico-cultural mainstream está ahí. Además tiene una sección llamada "Issues" que enlaza todos los textos agrupándolos bajo diversas etiquetas realizadas por los usuarios (ej.: "Cyborg Anthropology", "Posthuman series", etc.) y otra sección de discusiones. Para poder bajar los textos (en pdf, casi todos), hay que hacerse un usuario. Espero que les sirva.

PD.: Ah, actualiza todos los días, si se inscriben en la mailing list, les llegan las novedades de los nuevos artículos y libros subidos.

jueves, noviembre 12, 2009

En el sotobosque del country (Isidoro Blaisten)

A principio de año, en un intento por rescatar la obra de Isidoro Blaisten, colgamos "El porqué de las bombachas rosas o decálogo del escritor bombachista o carta abierta a un joven cuentista de sexo", Emiliano hizo un comentario respecto de su obra y yo empecé un greatest hits que en los próximos días me propongo continuar.
A continuación, en la línea paródica en relación con la literatura comprometida de los 70 que señalé en aquellos viejos posts, cuelgo "En el sotobosque del country" (publicado en
El mago (1974)), un cuento corto y humorístico, con ciertos ribetes modernistas (burla, también, del arte por el arte y la torre de marfil), que presenta a un artista que, conflictuado por el compromiso, visita a un psicólogo. ¡Que lo difruten!

En el sotobosque del country

A la hora en que el corazón toma un color de noches perdidas para siempre, el escritor comprometido, testigo insobornable de su tiempo, del momento que le había tocado vivir, se tendió sobre el diván color de trémula campánula, champaña fervorosa, canela ambivalente y heliotropo ornamental.
—Doctor, sufro —exclamó el escritor comprometido— de un mal tan espantoso como esta palidez del rostro mío.
—Viajad y os distraeréis —le dijo desde atrás el doctor Zuffro oliendo la anémona que sostenía entre sus dedos.
—Tanto he viajado. He ido a tantos congresos. A tantos encuentros...
"Debo cambiar de técnica", se dijo el doctor Zuffro dejando la anémona ya olida en el ramilletero de ónix. "Debo cambiar de técnica", volvió a decirse tomando una buganvilla del búcaro de ágata. "¿Dónde estará el busilis del conflicto?" pensó oliendo la buganvilla. "Oh, Señor, cuanto mejor se está en el sotobosque del country bajo el amancay en flor que atendiendo a escritores comprometidos."
—Lo que usted tiene que hacer es elaborar el duelo por el marxismo-leninismo.
—Doctor Zuffro, es que yo le di los mejores años de mi vida.
El doctor dejó la buganvilla en el búcaro y tomó una prímula del póculo de terracota.
—¿Nunca pensó en las flores de Bach...?
—No tuve tiempo. Siempre en los frigoríficos y en los cañaverales, siempre en la zafra.
El doctor Zuffro dejó la prímula en el póculo y levantó un nenúfar de la canéfora esmaltada. Un pétalo de malva real se desprendió del vaso de júcaro labrado. Vio cómo el pétalo caía lento y liviano, sin peso, sin dolor, sin esperanza.
—Pobres todavía quedan.
—Sí, doctor Zuffro, pero ya no es como antes.
"Cuánto mejor se está en el country umbrío, sin dolientes, contemplando las varas del fresno contra el cielo azul turquí", se dijo el doctor Zuffro dejando el nenúfar en la canéfora. Miró sus manos vacías y dijo:
—¿La ecología? ¿No le gusta la ecología?
—Sabe lo que pasa, doctor, siempre entre cardales y abrojos. Me recuerda mi primera novela.
"Las peonías habrán florecido ya en el sotobosque del country y yo aquí", se dijo el doctor Zuffro buscando con los ojos algo para oler, pero ya todo había sido olido.
—¿Y si se compromete con animales? ¿Y si asume el compromiso con animales? Mire (el doctor Zuffro fue abriendo los dedos y enumerando): tiene cuises, comadrejas moras y overas, vizcachas, musarañas...
—¡Doctor! Mi palabra es para el hombre. El hombre que atosiga las minas, que hace el amor al sol después de haber trabajado la tierra. Mi voz es para el jangadero fluvial para el hachero forestal, para el agricultor frutal, para el cañero de la caña dulce y el salario amargo...
"Nada", se dijo el doctor Zuffro. Hasta el ramito de boj y el ramito de retama habían sido olidos, y ahora, en el country, estaría por surgir el último resplandor de la tarde, el estallido final y dorado del verde último, el incendio fugaz que precede a la penumbra. El doctor Zuffro miró el reloj.
—... para el leñador con la resina en la sangre, para el pescador con el alma de agua, para el carpintero con un nudo de espanto en la madera, para el hermano del sur con el viento en la cara, mientras el látigo del capanga resuena en la urdimbre de los cafetales y el recolector descalzo tirita en el bohío sin lumbre y el vendimiador sudado riega los surcos de los sarmientos con su sudor. El sudor de las espaldas mojadas en los algodonales, el sudor de los obreros golondrina, el sudor de los changarines rurales, el sudor...
Con lentitud, con esmero, el doctor Zuffro se levantó del sillón, caminó hacia atrás, cerró la puerta sigilosamente, olió la única violeta del violetero de la mesa de pórfido del recibidor, abrió y cerró suavemente la puerta de entrada, tomó el ascensor, descendió a la cochera, subió a su coche, saludó al encargado y subió la rampa rumbo a la Panamericana.
La noche empezaba. Era la hora en que el corazón toma un color de noches perdidas para siempre y ya se divisaban las almenas artilladas, y la alambrada de púas electrificadas del country. Mostró su credencial en el primer puesto de guardia. El ametralladorista apartó con su garfio la jauría de lobos. El doctor Zuffro llegó al segundo puesto, el de los dogos. El guardia le sonrió y levantó la valla electromagnética. Y el doctor Zuffro pasó por todos los puestos: por el de la patrulla de reconocimiento, por el del pelotón de detección de salvoconductos y por el de los radares, por la brigada de mastines y el escuadrón de los doberman. Y por fin saludó al consigna de la verja y al imaginaria de la última garita de identificación. Los dos le devolvieron el saludo con el pulgar levantado.
Ya estaba cerca. El sol postrero trasponía ya el puente levadizo, las aguas del foso, el nido de ametralladoras. Respiró con plenitud. Estaba ya, por fin, en el sotobosque, libre ya, por fin, de escritores comprometidos.

Fuente: Blastein, Isidoro (2004): Cuentos completos, Buenos Aires, Emecé, págs. 151-153.

martes, noviembre 10, 2009

Diario de Manhattan (otro otro fragmento)

Fragmentos anteriores: jueves 4 [febrero]; domingo 7 [febrero].

miércoles 7 [diciembre]

Por ráfagas creo entender de nuevo que toda tentativa auténtica requeriría desprotección terminante. Pero de esta forma se agudiza la tendencia a percibir el avatar como misterioso, su supuesto lenguaje codificado. Hoy bajo la primera nieve recrudeció de improviso el tema haber nacido (su diametralidad) como conflicto sin retorno, y me prometí una nota. En cierta medida creo que descuidé su imponencia a causa del otro conflicto de la inevitabilidad de la muerte, e incluso porque de algún modo (¿sólo desde el instinto de preservación?), agradecí mis huesos. Haber nacido sobre todo si se tienen en cuenta los protagonistas inconscientes que generan su fatalidad (no otra cosa que un niñito llamado a mitigar sopor y sinsentido), se vuelve un tema de connotaciones desvariantes. En el caso de considerar que el niñito será adulto y, sobre todo, que se verá obligado a tomar conciencia (y aquí el resquemor encubierto), esmeraría en el rehén.

Abluciones de tilo, indicaría un mahometano pura sangre.

Fuente: Sánchez, Néstor (1988): “Diario de Manhattan” en La condición efímera, Buenos Aires, Sudamericana, p. 38.

lunes, noviembre 09, 2009

Que el cielo exista... (Daniel Link sobre el cierre de la Bibliofyl)

Una pena extraordinaria

Hay causas que, por su mezquindad, nos resultan odiosas. Quienes las llevan adelante no pueden sino darnos pena. Entre ellas, la causa (perdida y vil) de los que defienden los derechos “retrográficos” (retrógrados de reproducción) sobre bienes culturales.

Por Daniel Link | 06.11.2009 | 22:48

Hay causas que, por su mezquindad, nos resultan odiosas. Quienes las llevan adelante no pueden sino darnos pena. Entre ellas, la causa (perdida y vil) de los que defienden los derechos “retrográficos” (retrógrados de reproducción) sobre bienes culturales y, en su nombre, amenazan a personas y organizaciones, obligan a cerrar sitios de Internet, molestan como los moscardones verdes que habitan las letrinas.

Unos queridos alumnos, que han dedicado sus esfuerzos a la digitalización de materiales bibliográficos que los estudiantes necesitan (porque los docentes, tercamente, los obligan a leerlos) me comentan que han recibido una intimación judicial mediante la cual se los forzó a cerrar la biblioteca digital que administraban (forofyl). Organizan, ahora, unas jornadas a las que me invitan y a la que, lamentablemente, no podré asistir.

Les traslado mi solidaridad, les recomiendo que elaboren un censo: que cada escritor, cada investigador y cada docente (Beatriz Sarlo ya lo hizo) se pronuncie en relación con esa “caza de brujas” que llevan adelante abogaduchos de pacotilla (personas infelices que festejan como un triunfo personal cada biblioteca cerrada sin advertir que, en su lugar, se levantan por lo menos tres, en servidores cada vez más remotos y, por lo tanto, fuera del alcance de sus zarpas). ¿No deben darnos pena, con sus caprichos anacrónicos que ignoran al mismo tiempo el milenarismo y la mundialización?

Les sugiero, además, que desarrollen la siguiente política que yo, como docente, me comprometo a sostener: no daré a leer jamás a autores vivos que avalen semejante política de persecución y ni siquiera los mencionaré en notas al pie de página (ya veremos cuánto duran sus prestigios si tienen que prescindir de semejante aparato de propaganda, la “referencia”). Que los alumnos se nieguen a leer la obra de esos mismos autores, que trabajan para darnos pena.

En "La Biblioteca de Babel", Borges escribió: “Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno”. Que así sea.

Fuente: http://www.perfil.com/contenidos/2009/11/06/noticia_0055.html


Gracias, Daniel, gracias.

domingo, noviembre 08, 2009

Las lecciones de Obama (o cómo aprender política norteamericana en un discurso presidencial)

Me fascina el desentendimiento de Obama; sus interrogantes alrededor de qué causó la "tragedia" de Fort Hood; su caracterización del hecho como algo fortuito, azaroso; la oportunidad que encuentra en un hecho complejo y que pone en evidencia una crisis coyuntural para realizar una exaltación patriótica, un llamado a la unión bajo el seno del águila estadounidense, la reivindicación continua del ejército y su defensa, también, patriótica. Una joyita.

Algunos quotes del discurso de Obama (Yes, we can) sobre la psicosis y los asesinatos en Fort Hood.

Lo más despreciable es que hayan muertos patriotas, defensores de America: "It is an act of violence that would have been heartbreaking had it occurred anyplace in America. It is a crime that would have horrified us had its victims been Americans of any background. But it’s all the more heartbreaking and all the more despicable because of the place where it occurred and the patriots who were its victims."

Una contradicción o "¡los preparamos para que maten a los otros, no para que nos maten a nosotros!": "It was in this place, on a base where our soldiers ought to feel most safe, where those brave Americans who are preparing to risk their lives in defense of our nation, lost their lives in a crime against our nation."

Lo incognoscible: "We cannot fully know what leads a man to do such a thing."

America por sobre todas las diferencias: "They are Americans of every race, faith, and station. They are Christians and Muslims, Jews and Hindus and nonbelievers. They are descendents of immigrants and immigrants themselves. They reflect the diversity that makes this America. But what they share is a patriotism like no other. What they share is a commitment to country that has been tested and proved worthy. What they share is the same unflinching courage, unblinking compassion, and uncommon camaraderie that the soldiers and civilians of Ft. Hood showed America and showed the world."

sábado, noviembre 07, 2009

La filosofía como modo de vida (sobre Valores blasfemos de Graciela Fernández y Ricardo Maliandi)


Si bien mis conocimientos sobre la obra de Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer y sobre las áreas de la filosofía vinculadas con la ética y la metafísica son (casi) nulos, el libro Valores blasfemos: diálogos con Heidegger y Gadamer de Graciela Fernández y Ricardo Maliandi (Las cuarenta, 2009) me parece un libro fascinante.
Y es un libro fascinante, por un lado, porque está muy bien escrito: la "Introducción" de Graciela Fernández, por ejemplo, entrelaza un breve vistazo a la recepción de la obra central de Heidegger, Ser y tiempo (1927), en los '60 y '70 con la polémica alrededor de la adhesión del filósofo alemán al nazismo, las películas de István Szabó y una reflexión, tomada del pensamiento de Gadamer, sobre cómo interpretar los procesos históricos y cómo leer los textos. Fernández tiene un estilo limpio y dinámico, sabe elegir las anécdotas adecuadas para ilustrar las problemáticas alrededor del pensamiento de Heidegger y Gadamer y le da a la filosofía un componente de producto social e intelectual en juego con la historia, componente que perdura a lo largo del libro. Ricardo Maliandi no se queda atrás: en su texto "En torno a la fundamentación de la ética", por ejemplo, logra un hermoso y, a la vez, preciso retrato doble de Heidegger y Hartmann, contraponiendo sus teorías y sus vidas que es digno de atención.
Por otro lado, Valores blasfemos tiene sus secciones de reflexión filosófica como "Gadamer y Heidegger: en torno a su relación filosófica" de G. Fernández o el artículo de Maliandi antes mencionado (y los especialistas podrán decir si las conclusiones o los planteos son acertados e interesantes o no) pero lo relevante de esta colección de diálogos, recuerdos y discusiones es la presentación de la filosofía como un modo de vida. Porque precisamente, por ejemplo en las palabras que traza Ricardo Maliandi en "Valores blasfemos", se trata de presentarnos a Heidegger y a Gadamer (pero también a Hartmann y a Von Rintelen) como intelectuales que discuten, piensan y reflexionan en el marco de una vida cotidiana, histórica, demasiado humana (creo que se insiste en recuperar a la comprensión como un "círculo virtuoso", como lo quería Heidegger y lo enfatizaba Gadamer, la imposibilidad de eludir la relación con el contexto como bien lo señala Graciela Fernández). No hay biografismo ni historia intelectual en este libro, lo que hay es un tono entre la nostalgia, el respeto y la reflexión crítica para discurrir sobre (y discutir con) dos grandes filósofos del siglo XX con un horizonte determinado de fondo.
En definitiva, la filosofía en Valores blasfemos pone de relieve su carácter humano y social pero también su inscripción histórica; su base en el diálogo, la discusión y el intercambio conversacional. Así, el último texto "La ética es una aclaración teórica del ethos vigente", es una entrevista de Maliandi a Gadamer de 1981 en la que el autor de Verdad y Método (1960) recorre y discute la ética según Aristóteles, Kant, Hartmann y Heidegger; cuenta sus recuerdos sobre estos dos últimos filósofos; plantea su propia postura en relación con el ethos ("Pero la así llamada colisión de deberes significa en verdad una invitación a la decisión, para lo cual no se pueden establecer reglas generales." (107)) y caracteriza la época contempóranea con palabras oscuras ("Yo llamo a la televisión la cadena de esclavos de la sociedad de masas. La televisión es la manera como a alguien se le reduce su posibilidad de pensar libremente." (p. 102)).
Tal vez aquellos que tengan un conocimiento filosófico mayor al mío puedan disfrutar de la discusión alrededor de la ética que nos presenta Valores blasfemos: diálogos con Heidegger y Gadamer de Graciela Fernández y Ricardo Maliandi, a mí me interpeló el tono de su escritura, la caracterización de Heidegger y Gadamer y las anécdotas y recuerdos que pueblan el libro haciendo de éste una exploración de la filosofía y la vida.

viernes, noviembre 06, 2009

Tres adioses tres





Presentación de Phoenix de Eduardo Muslip (Editorial Malón)

jueves, noviembre 05, 2009

"¿Nada es sagrado?": un posible ejemplo

Bueno, tal como dije en el post "¿Nada es sagrado?: ironía y buena conciencia en torno a la última dictadura argentina", cuando leí la interesante nota de Patricio Lennard (desde ya mi reseña no le hace justicia así que si pueden, léanla), se me ocurrió un ejemplo de cierta irreverencia en relación con los desaparecidos en la literatura argentina. La escena en la que pensé forma parte de un cuento del libro de Rodrigo Fresán Vidas de santos (1993) y trata sobre una historieta que publica uno de los personajes del relato sobre un guerrillero muerto que vuelve a la vida para vengarse de los militares. En sí, si bien parodia más a los movimientos revolucionarios y a algunos íconos del peronismo, insinúa cierta transgresión vinculada con la desaparición forzada durante la dictadura.
A este ejemplo, podría agregársele como dije en un comentario del anterior post, la canción de la Bersuit Vergarabat, la "Danza de los muertos pobres" ("Las ligas de moral modificadas/ comenzaron nuevamente a sugerir morales,/ allanaron bóvedas para picanearnos/ y la picana no podía picar, porque mueve..."); y algunos elementos de otro libro de Fesán,
Historia argentina (1991), relacionados con el personaje de Laura Feijóo Pearson (eso queda para otro post).
Abajo, entonces, copio unos fragmentos del cuento "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" de Rodrigó Fresán.
Igualmente, no me quedo demasiado convencido de que la selección valga como muestra de lo que Lennard sugiere en su artículo.


“Cuando apareció el primer número de NN®, bueno, hubo un escándalo. Ya saben: las aventuras de un guerrillero muerto por la dictadura y resucitado por su novia con la ayuda telepática de un ex ministro entusiasta de las ciencias ocultas, un hechicero muy parecido a aquellos que sacudían las migas de las mesas redondas.
Entonces NN® anda por ahí matando militares durante la dictadura, combatiendo junto a adolescentes en frías y lejanas islas, yendo a tumultuosos recitales de rock, rescatando a jóvenes desaparecidos, devolviendo a sus familiares legítimos los hijos nacidos durante el cautiverio.
Esas cosas.
El único problema es que NN® —como todo buen zombie— se alimenta con seres humanos y no siempre hay carne militar para tirar a la parrilla.
Así que ahí está Daniel. Sentado en el inodoro, ejecutando una función corporal tan antigua como el mundo, leyendo la nueva aventura de NN®.
A la altura de la página veinte, tercer cuadrito segunda hilera —NN® señala con su dedo putrefacto a un ministro de economía elegido por el militar de turno—, Daniel descubre la clave iluminadora, la palabra mágica que abrirá las puertas de otro negocio magistral. Daniel es un genio para las finanzas y yo soy un genio para las historias; al menos eso dice él.” (p. 221)

“En los primeros años del tercer milenio, NN® se ha quedado solo. Todos sus aliados han muerto en forma violenta, NN® vagabundea por un mundo que ya no lo comprende. Decide recuperar las manos perdidas del Gran Líder. Las encuentra después de sortear grandes peligros. Confecciona con ellas un par de guantes de piel humana que le brindarán convocatoria sobrenatural y poderes ilimitados, NN® emprende entonces la más grande de sus hazañas. Mediante sus guantes mágicos decide traer a la vida a todos sus antiguos y desaparecidos compañeros. Estos salen del fondo del lago de Planicie Banderita y retornan a sus casas, donde no son reconocidos por sus nietos y bisnietos. Se los ubica en los cuartos del fondo. Se les prohibe cantar marchas partidarias. Se les permite, una vez al mes, volver a reunirse en una vieja plaza frente a una vieja casa de gobierno que ahora es utilizada como depósito de repuestos automotores, NN® —desesperado y sin entender nada— increpa a un legendario caudillo guerrillero nacional y for export, muerto en las selvas de otro país. ¿Cuál era su nombre? No puedo recordar su nombre. El guerrillero resucitado lo mira con tristeza. Le dice: "Lo siento, esto no tiene nada que ver con el modo en que yo pensaba se iban a dar las cosas". Y se suicida de un balazo en la boca, NN® toma el revólver aún caliente y hace exactamente lo mismo. Alrededor de los dos cadáveres baila una multitud de resucitados, felices por tener nuevos mártires, nuevas banderas. Alguien grita que la hora de la revolución ha llegado. La historia vuelve a comenzar. Final feliz.” (p. 232)

Fuente: Fresán, Rodrigo (1993): "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" en Vidas de santos, Buenos Aires, Planeta.

miércoles, noviembre 04, 2009

Pensá diferente


Buenísimas las tiras de los muchachos de Bell Ville sensible: dibujos sencillos y buenas ideas. Ay diosito y Agite ilustrado son muy buenas.

martes, noviembre 03, 2009

Elogio de los lugares comunes

Respecto de los lugares comunes (los textos clásicos, que parecen decir siempre lo que se quiere leer: textos dóciles a las mutaciones), interesan porque constituyen campos de lucha donde se debaten sistemas e interpretaciones enemigas; su revisión periódica es una de las maneras de medir la transformación histórica de los modos de lectura (objetivo fundamental de la teoría crítica).
Josefina Ludmer en ese texto hermoso sobre Sor Juana: Las tretas del débil (1985).

PD.: Eterna Cadencia acaba de reeditar uno de los primeros trabajos de Ludmer: Onetti: los procesos de construcción del relato (1977), un índice de esa crítica textualista y minuciosa (sostenida por el marxismo, el estructuralismo y el psicoanálisis lacaniano) que proponía una reivindicación del carácter multirreferencial del texto. Una joyita para entender la literatura y la crítica literaria de los 70 ("dime cómo lées y te diré cómo es la literatura de tu época" dice Ludmer en el bello prólogo de la nueva edición) y determinar sus resonancias actuales.

lunes, noviembre 02, 2009

Todos somos Osvaldo Lamboghini (Entrega 3)

Entrega 1: "La seducción del gesto" de Antonio Marimón (Punto de Vista, nº 36, 1989).
Entrega 2: Reseña sobre El fiord de Oscar Steimberg (Los Libros, nº5, 1969).

En 1977, Héctor Libertella escribe un librito breve pero brillante, Nueva escritura en Latinoámerica, en el que intenta caracterizar una serie de textos de la época que, incorporados en lo que entiende como una "vanguardia", realizan un doble trabajo: una lectura activa de la tradición y la búsqueda de una productividad de la ficción, sin temor a la densidad textual como cuestionamiento del hecho literario, y de la pesquisa teórica.
En el último apartado de este libro, "Modos de la práctica", Libertella selecciona algunos ejemplos de la "nueva escritura": Cobra de Severo Sarduy, Farabeuf de Salvador Elizondo, The Buenos Aires affair de Manuel Puig, El mundo alucinante de Reynaldo Arenas, La orquesta de cristal de Enrique Lihn y, finalmente, Sebregondi retrocede de Osvaldo Lamborghini.
A continuación, para sumar una entrega más de "Todos somos Osvaldo Lamborghini", el análisis de Libertella sobre el libro de Lamborghini: un recorrido particular que puede dar cuenta de la multiplicidad de Sebregondi retrocede (interesa la explicitación del "vaivén" lamborghiniano), que establece las filiaciones necesarias con la teoría que frecuentaba Lamborghini y que pone en juego las categorías de "ficción" y "lengua", estableciendo una línea de lectura que será muy transitada en la crítica literaria a partir de los '80.

Sebregondi retrocede.1 Un incierto pulso (¿oral?: significantes que aparecen como succionados; ¿anal?: significados que no se pueden retener, siempre expelidos) hace de Sebregondi una práctica temblorosa de la Literatura. Por el balbuceo de un sujeto en situación obsesiva de escribir (la lengua errante, marcándolo a él mismo letra a letra) aparecen dibujados unos restos de anécdota que no quieren cuajarse en representación: la llegada de un decadente marqués a Buenos Aires; las peripecias de algunos encuentros homosexuales; la tortura y el estrangulamiento de un niño; los hábitos domésticos de un pensionista de barrio... Por añadidura, esos balbuceos alcanzan apenas para silabear algunos nombres: yo —el narrador—, el marqués de Sebregondi, su amante Roxano, Ramón, Pepe, Katsky... en dudosa pose de "personajes", todos ellos. La mecánica de Sebregondi opera así, violentamente, entre un engolosinamiento —el de la lengua— y un proceso doloroso para expeler los fantasmas de ficción que ella permitió ingerir: personajes, géneros, anécdota, mensajes... La energía psíquica ("la exasperación no me abandonará nunca y mi estilo lo confirma letra por letra..." -pág. 68—), la sintaxis retorcida y un sentido de múltiple filigrana que sugieren, aquí, un estado de práctica ¿paranoide? (un juego de costuras microscópicas que no dejan avanzar ingenuamente al trabajo, no lo dejan "acabar" fácilmente), conviven con fragmentos que evocan los modos de relato más tradicionales ("El niño proletario", los textos finales) en los que aquella obsesividad abandona su exclusiva aplicación verbal y se dirige, sarcástica, al Lector, aprovecha la presencia de un argumento y de una imaginación típica de la narrativa, simula traducir inocentemente hechos de imaginación física en hechos de imaginación verbal según una antiquísima creencia en la representación.
Especie de vaivén que permite decir otra cosa sobre Sebregondi: unas mezclas de textos "legibles" con textos desarticulados provocarían normalmente la asociación con alguna imprecisa fantasía de dispersión o collage; esto es, la sola recurrencia a la discontinuidad o al fragmentarismo no debería diferir, necesariamente, en el complejo de ciertas prácticas de moda. Pero en Sebregondi hay un ojo crítico que le da al conjunto su cualidad orgásmica: existe, de hecho, la experiencia obrada de fabricar efectos de estructura múltiples grabados sobre el texto —dibujados, borroneados, reescritos— de modo que la superficie muestre coágulos, se opaque, se la vea (pero con una visión también retenida, intestinal, espiralada, frente a la directa transposición ocular de las escrituras concretistas). Y ese texto, ahora como objeto, se revelará objeto de una producción psíquica de doble penetración verbal (tatuajes, remolinos de significantes que conviven con la sombra de un estilo fuerte y reconocible) sólo explicable por un juego de líneas cruzadas entre el practicante y su producto, el inconsciente y la letra.
¿Cómo entender ese libre intercambio cuando se trata de organizar un texto de "ficción"? "La lectura de estos textos llamados 'ilegibles' se abre, pues, cuando se comprende que son mudos, que están hechos de palabra escrita, que no proponen una 'comunicación' tal como la entendemos en el lenguaje cotidiano, que 'juegan' (pero no en el sentido lúdico, sino como 'juegan' los engranajes de una máquina) con la lengua... Ese juego con la lengua es al mismo tiempo un juego con las formas de la lengua, con el saber, el goce que produce el ejercicio de la lengua, su historia, sus diferentes 'Zonas' (subcódigos)... Sebregondi propone una lectura como la que quería Macedonio Fernández: infinitesimal, homeopática, microscópica; es un bordado con la lengua hecho de 'puntos' diferentes... Borra toda barrera de separación y exclusión de los opuestos, suprime la división clasista de los lenguajes: el lunfardo, el gauchesco, el estilo 'culto', la retórica, arcaísmos, neologismos, lo 'obsceno': todo coexiste como en un tapiz."2
Localizado en un lugar ajeno a las formas inconciliables de la escritura-hacia-otros y de la escritura-autista, Sebregondi realiza su utopía gracias a una red de sentidos coagulados pero que van circulando en el conjunto, de "muestras" de un ejercicio que hasta puede narrar al modo tradicional, de pequeños núcleos, cortes, desarticulaciones, que sostienen al libro en esa oscilación neutral entre el otro hábito de la literatura como "comunicación" y el de la literatura como "espejo" para una compulsión personal. En ese trabajo, el texto será más bien "un cuerpo 'proyectado' desde un fondo de angustia; el proyecto de un cuerpo ideal que intenta organizarse según las líneas arquitectónicas de una fortaleza diseñada por las huellas de satisfacciones perdidas"3. Organizarse y desorganizar (en) el texto, materialidad, inmanencia, artificialidad: el negativo de otros tipos de prácticas reaparece aquí gracias a un minucioso proceso de lecturas, microscópico (habría que pensar en un "borrador" permanente), y de reescrituras nunca clausuradas. Lo que trae al primer plano un fenómeno específico de productividad (fuga del significado que hace lugar a la significación) y, también, la reactivación de un proceso material de intercambio entre las escrituras y el sujeto; es decir, aquí, entre la lengua y su residuo.4

1 Osvaldo Lamborghini, Sebregondi retrocede, Noé, Buenos Aires, 1973.
2 Josefina Ludmer, "Sobre Sebregondi retrocede", Clarín, Buenos Aires, 25 de octubre de 1973.
3 Germán Leopoldo García, "Sebregondi retrocede: la palabra fuera de lugar", Literal, N° 2/3, Buenos Aires, mayo de 1975.
4 Como parte de un hilo que se enhebra en la firma "Lamborghini", los procedimientos de Sebregondi reconocen su matriz en otro texto anterior: El fiord (Chinatown, Buenos Aires, 1969). Espacio casi arquetípico, lugar de juego con las mayúsculas: Autoridad, Ideología, Sentido, Compromiso, Familia; zona de cruces: psicoanálisis, política, literatura; ejercicio igualmente "en fuga" (fuga de la represión, de la censura); mostración de la violencia como condición de nacimiento de la escritura. En esa línea productiva será necesario incorporar, también, otro trabajo: El frasquito, de Luis Gusmán (Noé, Buenos Aires, 1972).

Fuente: Libertella, Héctor (2008 [1977]): Nueva escritura en Latinoamérica, Buenos Aires, Ediciones El Andariego, págs. 65-68.

domingo, noviembre 01, 2009

Mediogusano: dibujos y pinturas de Lucas Varela

Vayan. Es un gran dibujante.
 

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