lunes, octubre 31, 2011

Néstor Sánchez, 1974

ENTRETIENS

Néstor SÁNCHEZ

Después de Barcelona que reeditó sus novelas Nosotros dos (Sudamericana, Buenos Aires, 1966 y Seix Barral, Barcelona, 1971), Siberia blues (Sudamericana, 1967 y Seix Barral, 1972) y El amhor, los Orsinis y la muerte (Sudamericana, 1969 y Seix Barral,, 1971) y acaba de publicar Cómico de la lengua (Seix Barral, 1973), París descubre a este escritor entre los más dotados y nuevos de la joven literatura argentina, publicando Nous deux (Gallimard, 1974) y anunciando la traducción de Cómico de la lengua. El autor aclara el sentido de su primera novela y de su obra por venir, contestando las preguntas de su traductor francés Albert Bensoussan.

NOVELA Y POESÍA

Me resulta prácticamente imposible pensar una novela sin relación directa con la poesía. Por el momento (y siempre provisoriamente) creo saber que la elección de un género y su cuestionamiento se debe a una ley personal, muchas veces ni siquiera entrevista. Entre el poema y la novela, para mí, la única diferencia hay que buscarla en el aliento, en la capacidad o no de aliento. Si la expresión de un hombre «no cabe» en el poema, en algún momento tenderá a abrir las formas. Las relaciones son siempre idénticas, desde el punto de vista de la vida de una lengua: el verso es el párrafo, el período es el capítulo, la totalidad es la misma, aunque haya trescientas páginas de diferencia. El problema reside en que muchísima gente sin nada que ver con la poesía «noveliza» presupuestos culturales, en lugar de recurrir al ensayo. Por eso es, tal vez, que leo tan pocas novelas.

BUENOS AIRES: EL MUNDO MARGINAL

Buenos Aires fue, es cierto, la gran fascinación de mi primera adolescencia. Mis personajes no son héroes de tango porque en general todos los letristas de tango fueron siempre literatos del populismo. Mi atracción por el mundo marginal se debió, fundamentalmente, a que el mundo no marginal me parece de una pobreza sobrecogedora. Todavía hoy si tengo que elegir entre un buen ladrón y un buen sociólogo, prefiero cenar con el primero.

«NOSOTROS DOS»

El título fue un homenaje a Henri Michaux, poeta que en aquella época tuvo una considerable importancia para mi escritura.

«CÓMICO DE LA LENGUA»

Cómico de la lengua es mi propio cuestionamiento de la literatura como «destino», es el resultado de un horror muy concreto a sentirse condenado para siempre a una imagen de sí mismo, a la pobre imagen del escritor que vive (y padece) en función de su prestigio. La literatura es un instrumento de conocimiento, y como tal, a cada nuevo intento, debe volver a sobrecogerse de la estupidez de nuestra cultura, de la pobreza de cada uno de sus ritos de visibilidad.

EL PERSONAJE ABSTRACTO: EL INSCRITO, EL ADIVINO, EL FANTASMA...

El único sentido que reconozco es el aparente sinsentido global de una vida tan corta. Todos esos personajes soy yo ¿o acaso hay algún hombre que puede asegurar que es un solo personaje todo el tiempo? Más que abstracto diría inaprensible. En el fondo, como sucede con todo el mundo, yo ignoro la oscura voluntad de mis personajes.

SALVADOR DALÍ, OTRO GENIAL CÓMICO DE LA LENGUA?

Ignoro si Dalí ha llegado a elaborar una máscara para consumo de los otros, o si en el fondo no sigue siendo el esclavo. A pesar de todo, me gusta su frase «participar activamente en la cretinización del mundo».

PARTICIPACIÓN DEL LECTOR

Mi escritura actual está orientada hacia un cambio radical de perspectiva en cuanto a la participación del lector. Esto se debe a que, por primera vez, necesito decir cosas muy concretas, cosas que tal vez representen mi despedida de la literatura. El libro que estoy escribiendo es al mismo tiempo una historia terrible y un llamado. Es el resultado de un momento de fricción extrema en que siento, como nunca antes, que en realidad estamos estafados por una visión minúscula del mundo, que es preciso realizar un gran (y doloroso) viraje interior para poder escapar de esta trampa de idiotez en la que nos ha metido una cultura basada en la mentira y en el secreto miedo a la muerte. En suma: necesito decirle a cada lector que va a morirse muy, muy pronto, y que a pesar de todo vive como si fuese eterno. Necesito hacerle compartir esta vergüenza, la miseria de sus esquemas de aislamiento.

París, junio de 1974.

Fuente: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, No. 23 (1974), pp. 155-157.

domingo, octubre 30, 2011

Dr. Jekyll y Mr. Hyde x Fontanarrosa


sábado, octubre 29, 2011

Clase media (sobre La comemadre de Roque Larraquy)


“La clase media salva a la Argentina. Su triunfo será en el mundo.” anticipa Benjamín Solari Parravicini en una de sus psicografías proféticas, en 1971. Pero ¿por qué empezar una novela con ese epígrafe (y otro de Ferdinand de Saussure sobre la persistencia del pasado en toda alteración)? Esa novela, La comemadre (Entropía, 2010) de Roque Larraquy, está compuesta por dos historias, dos escrituras íntimas, dos partes: 1907 y 2009.
1907: en Argentina, un sanatorio de Temperley decide llevar a cabo un extraño experimento, la decapitación de enfermos de cáncer con una máquina que permita escuchar la última palabra, aquella palabra que percibe el decapitado cuando está ingresando en el más allá. Quintana, el protagonista de esta primera parte, anota y anota en su diario las idas y vueltas de un proyecto en el que el positivismo se toca con el delirio, la medicina con la ética pero además, intenta construir su historia de amor, entre el vouyerismo y el patetismo, con la jefa de enfermeras, Menéndez.
En un sanatorio donde la jerarquía, la competencia y la virilidad son una constante (ahí están las peleas entre Quintana y Papini, el menosprecio hacia las enfermeras, los banquetes opíparos y las reuniones en el Palais de Glace), el relato íntimo de Quintana nos presenta una historia de amor, paranoia y positivismo que anticipa la medicalización de la sociedad que avanzará a lo largo del siglo XX y el interés por lo biológico de los hombres de poder.

viernes, octubre 28, 2011

Buenos Aires Rojo Sangre XII


Acá, el cronograma y las pelis que dan.

Yo voy a ver The theatre bizarre:



Inquietante...

jueves, octubre 27, 2011

Un teatro tallado en zafiro

El antiguo alimento de los héroes (1988) de Antonio Marimón sería, claramente, uno de mis elegidos para los 200 libros. Hasta hace poco, sólo se conseguía la primera edición, la de Puntosur, ahora me enteré de que lo estaban republicando en Córdoba pero no estoy seguro de que en Buenos Aires pueda hallarse esta nueva edición. ¿Qué tiene de interesante el libro de Marimón? Todo, es decir, su variedad: autobiografía y ficción, relato sobre la última dictadura y relato sobre el Cordobazo, pequeñas crónicas (como la que pego abajo) y reflexiones sobre los héroes, historias arltianas y narraciones subjetivas sobre la posible revolución, autocrítica y utopía. El antiguo alimento de los héroes está compuesto de dos partes: la primera, "Lorera", es una nouvelle sobre la experiencia al borde de la deshumanización de un "chupado" por la última dictadura, relato durísimo, reflexivo y detallista; la segunda, "Pasos, es una colección de textos disímiles, autónomos (como "Un teatro tallado en zafiro") o que continúan (como "Héroe rojo"): ficciones, recuerdos, análisis culturales, estampas del deseo de hacer la revolución, estampitas de héroes exiliados o desaparecidos. Y sin embargo, más allá de la heterogeneidad, todos los textos están conectados por la voz del narrador, por el lirismo de la prosa de Marimón, por la exploración de la propia historia (inventada o real, no importa). En fin, lean lo que copio abajo; si quieren más, ya tendrán. Disfruten! 



Un teatro tallado en zafiro (Antonio Marimón)

Cuando me era posible, tenía la costumbre —diría la necesidad— de leer El Gráfico mientras comía. Buscaba cuidadosamente las ocasiones: solo, en una mesa arrinconada de restaurante, por ejemplo, o con el café con leche y un pan criollo untado de manteca. Pienso que existe un método íntimo hasta para leer El Gráfico. A mí me gustaba empezar por los epígrafes de las fotos, o por las secciones de chismes futbolísticos, o por las notas de vestuario que venían en recuadros a un lado de las principales. Si el mozo había traído ya el plato —ravioles con carne, milanesa napolitana— yo elegía un sector más sólido y de lectura continuada: quizás una entrevista, un reportaje o el comentario de un partido en el que no hubiese jugado Boca (no sé por qué causa, lo que se refería a Boca me sonaba poco atrayente, igual que el azul oscuro en las fichas del ludo, o el bando de los bastos en la escoba de quince). Revisaba hasta encontrar la nota apropiada para leer, ya fuese por el asunto, por la extensión, e incluso porque el diagramado permitía anchos pedazos de texto y no era preciso cambiar de posición la revista entre uno y otro bocado. Había una lábil correspondencia entre la página, apoyada contra el sifón, y el plato del que cortaba trozos con ajustado bienestar. Ambos parecían un mismo objeto. No alcanzo a definir mejor esos momentos porque no tienen definición: diré que la cascada sensitiva compuesta por la lectura y la comida simplemente eliminaba el marco, no había otra cosa como no estuviese asociada a esta apoteosis simultánea en la que a veces un elemento se distinguía ligeramente del otro, pero sin apartarse de la unidad, como es la relación que hay entre un ritmo y una melodía.

lunes, octubre 24, 2011

L'illusion comique: parte 2

En 1955, en el famoso número 237 de Sur, Borges escribía el artículo "L'illusion comique" en donde creía develar la clave del peronismo: su afán de simulación, afán que armaba una realidad irreal y que se vinculaba con los procedimientos del drama y del melodrama (ahí está también el cuento "El simulacro", recogido en El hacedor).
Hoy, en 2011, tras la victoria electoral de Cristina, me entretengo leyendo a los periodistas que no pueden justificar el suceso y que ansían el apocalipsis socio-económico. Entre ellos, encuentro un artículo de Sarlo, "Victoriosa autoinvención", en cuyo centro vuelve el tópico borgeano de la simulación, de la "puesta en escena", para contestar la pregunta que molesta como un moscardón: ¿por qué ganó, de nuevo, Cristina?. Ahí lo tienen, son tiempos cíclicos los nuestros, everything is a remix.


"L'illusion comique" (1955)
De un mundo de individuos hemos pasado a un mundo de símbolos aún más apasionado que aquél; ya la discordia no es entre partidarios y opositores del dictador, sino entre partidarios y opositores de una efigie o un nombre… Más curioso fue el manejo político de los procedimientos del drama o del melodrama.

El día 17 de octubre de 1945 se simuló que un coronel había sido arrestado y secuestrado y que el pueblo de Buenos Aires lo rescataba; nadie se detuvo a explicar quiénes lo habían secuestrado ni cómo se sabía su paradero. Tampoco hubo sanciones legales para los supuestos culpables ni se revelaron o conjeturaron sus nombres.

En un decurso de diez años las representaciones arreciaron abundantemente; con el tiempo fue creciendo el desdén por los prosaicos escrúpulos del realismo. En la mañana del 31 de agosto, el coronel, ya dictador, simuló renunciar a la presidencia, pero no elevó la renuncia al Congreso sino a funcionarios sindicales, para que todo fuera satisfactoriamente vulgar.
"L'illusion comique 2" (2011)
Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente. La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma. No compartió jamás el rol protagónico. Los focos, todos, convergieron en un solo punto.

Siendo un personaje excepcional (todo presidente lo es en su medida), la estética de la Presidenta tiene un aire de familia con las imágenes audiovisuales. A veces, un flash la asimila a una buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política: el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires; la misma ropa con brillos; un poco de sobreactuación; un poco de distancia y mucho de afectividad. Aunque la Presidenta ha enriquecido estos rasgos, se apoya en una espontaneidad que es anterior a la puesta en escena.

domingo, octubre 23, 2011

Voy

miércoles, octubre 19, 2011

200 años, 200 libros


Acá, la lista de libro escogidos (gracias, eblogtxt). En cualquier momento, hago mi aporte con mis 15 elegidos. Si alguien se anima, puede dejar sus propios en las comentarios.

viernes, octubre 14, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XVII)

ALFRED ATTENDU

En Haut-les-Aigues, en un rincón del Jura próximo a la frontera suiza, el doctor Alfred Attendu dirigía su panorámico Sanatorio de Reeducación, o sea hospicio de cretinos. El período entre 1940 y 1944 fueron sus años de oro; en aquel tiempo llevó a cabo sin el menor estorbo los estudios, experimentos y observaciones que más adelante recogió en su texto, convertido en un clásico del tema, El hastío de la inteligencia (L'embêtement de l'in-telligence, Bésancon, 1945).
Aislado, olvidado, autosuficiente, abundamente provisto de reeducandos, misteriosamente incólume de cualquier invasión teutónica, gracias también al desastroso es-tado de la única carretera de acceso, destrozada por un bombardeo equivocado (los alemanes habían creído que la carretera llevaba a Suiza, por culpa de una flecha con la inscripción «Refugio de Retrasados Mentales»); en suma, rey de su pequeño reino de idiotas, Attendu se permitió a lo largo de todos aquellos años ignorar lo que la prensa denominaba pomposamente el hundimiento de un mundo, pero que en realidad, visto desde lo alto de la Historia, o en todo caso desde lo alto del Jura, no fue más que un doble cambio de policías con algún incidente de ajuste.
Ya del título del libro de Attendu se desprende su tesis, es decir, que en cada una de sus funciones y actividades no necesarias para la vida vegetativa, el cerebro es una fuente de problemas. Durante siglos, la opinión habitual ha considerado que la idiotez es un síntoma de degeneración del hombre; Attendu le da la vuelta al prejuicio secular y afirma que el idiota no es más que el prototipo humano primitivo, del cual sólo somos la versión corrompida, y por tanto sujeta a trastornos, a pasiones y a vicios contra natura, que no afectan, sin embargo, al auténtico cretino, al puro.
En su libro, el psiquiatra francés describe o propone un original Edén poblado de imbéciles: perezosos, torpes, con los ojos porcinos, mejillas amarillentas, labios abultados, lengua salida, voz baja y ronca, oído débil, el sexo irrelevante. Con expresión clásica, les llama les enfants du bon Dieu. Sus descendientes, impropiamente llamados hombres, tienden a alejarse cada vez más del modelo platónico o imbécil primigenio, impulsados hacia los dementes abismos del lenguaje, de la moral, del trabajo y del arte. De vez en cuando, se le concede a una madre afortunada parir un idiota, imagen nostálgica de la creación primera, en cuyo rostro aún, por una vez se refleja Dios. Estos seres cristalinos son el mudo testimonio de nuestra depravación; se mueven entre nosotros como espejos de la primitiva estupidez divina. El hombre, sin embargo, se avergüenza de ellos, y los encierra para olvidarlos; tranquilos, los ángeles sin pecado viven vidas breves pero de perpetua e incontrolada alegría, comiendo tierra, masturbándose a continuación, chapoteando en el barro, agazapándose en el cubil amistoso del perro, metiendo distraídamente los dedos en el fuego, inermes, superiores, invulnerables.
Cualquier movimiento tendente a reinsertar a los subnormales, congénitos o accidentales, en la sociedad civilizada, se basa en el presupuesto —evidentemente falso— de que los evolucionados somos nosotros, y ellos los degenerados. Attendu invierte dicho presupuesto, es decir, decide que los degenerados somos nosotros y ellos los modelos, e inicia de ese modo un movimiento inverso, dejado hasta ahora por motivos muy claros sin otra consecuencia que la antigua pero tácita colaboración de las máximas autoridades, no sólo psiquiátricas, que tiende a incrementar en los imbéciles lo que precisamente les con-vierte en tales.
No le faltaban razones. Desde lo alto de Haut-les-Aigues había visto —metafóricamente, porque no era un águila ni tenía un telescopio— los ejércitos de uno y otro bando ir y venir, como en un film cómico, empujando amplias verjas de aire intangible, disparando hacia atrás, huyendo hacia la victoria, construyendo para destruir, arrancándose banderas de modesto precio al precio de la vida. Sus enloquecidas confusiones superaban la comprensión humana.
Y dirigiendo en cambio la mirada al otro lado, dentro de los límites de su claro jardín, había visto entre los abetos a sus mozarrones, también ellos veinteañeros y llenos de vida, jugar a juegos de incesante invención, por ejemplo destrozar el balón con los dientes, hurgarse la nariz con el pulgar de los pies del compañero, atrapar los peces del estanque, abrir todos los grifos para ver qué corría, cavar un agujero para sentarse dentro, recortar las sábanas colgadas y después correr por ahí agitando las tiras, mientras los más sosegados, filosóficamente, se llenaban de estiércol el ombligo o se arrancaban reflexivos uno a uno los pelos de la cabeza. Hasta el olor del Jardín original debía haber sido análogo. Pedían protección, sí, pero en su calidad de mensajeros preciosos, ejemplares, delicados; tocados, como siempre se había dicho, por el buen Dios, elegidos para compañeros de Su Hijo,
La opción era obligada: cualquiera habría elegido a los idiotas del asilo. El mérito de Attendu reside, sin embargo, en haber sacado las debidas consecuencias de dicha opción: dado que la condición del cretino es para el hombre normal la condición ideal, estudiar por qué caminos los cretinos imperfectos pueden alcanzar la deseable perfección. En aquellos años los deficientes psíquicos eran clasificados según la edad mental, deducible de unos tests adecuados: edad mental tres años o menos, idiotas; de tres a siete años, imbéciles; de ocho a doce años, retrasados. De modo que el objetivo del estudioso era descubrir los medios idóneos para reducir a los retrasados al estado de imbéciles, y a los imbéciles a la idiotez completa. Los diferentes intentos de Attendu en dicha dirección y los métodos más pertinentes están detalladamente descritos en su interesante libro, citado con frecuencia en las bibliografías.
Curiosamente, no han sido muchos los que han observado que embétement también quiere decir, etimológicamente, embrutecimiento.
La primera preocupación del personal tratante consiste en abolir cualquier relación del internado con el lenguaje. Dado que algunos de los internados todavía estaban en posesión, en el momento del internamiento, de algún medio, aunque rudimentario, de comunicación verbal, el recién llegado era segregado en una pequeña celda o caja, hasta que el silencio y la oscuridad le quitaban cualquier residuo o sospecha de locuacidad. En general bastaban pocos meses; los expertos enfermeros del doctor Attendu sabían reconocer, por el tipo de gruñidos del educando, cuándo había llegado el momento de sacarle del cubículo para llevarle a la pocilga.
La terapia de la pocilga se había demostrado la más eficaz para la obtención del objetivo siguiente, que era el de suprimir en el pupilo cualquier traza de buenos modales, limpieza, orden y similares características subhumanas adquiridas precedentemente. En dicho sentido los educandos más difíciles resultaron ser los procedentes de instituciones religiosas, lugares conocidos, en efecto, por su escrupuloso respeto a los buenos modales y la higiene. En cambio, los que procedían directamente del seno de la familia, del seno de una familia francesa, eran más espontáneamente propensos a la zafiedad y a la suciedad.
Todos los pupilos estaban provistos de bastones y eran periódicamente invitados por los enfermeros, con el ejemplo, a vapulear a sus compañeros; esta terapia tendía a eliminar de su vacío mental cualquier residuo de agresividad social. Niños y niñas eran invitados además a pasear desnudos, incluso en invierno, e inducidos, también con el ejemplo, a juegos bestiales de tipo vario. Eso sobre todo en el sector de los retrasados, que participaban más bien con placer en tales juegos con los enfermeros; porque en los imbéciles y más aún en los idiotas los instintos se habían ido refinando y regresando a la pureza primitiva: a lo máximo que podían llegar era a comerse mutuamente las heces. Los retrasados, en cambio, se entregaban con gusto a una especie de alegre vida sexual angélica.
Por las noches había un gran barullo, y no pocas veces un auténtico y divertido alboroto. Buena señal, porque el sueño tranquilo y prolongado es un síntoma, según Attendu, de una indebida actividad mental durante el día. En efecto, si un internado era sorprendido de noche en ese estado anómalo de sueño profundo, los enfermeros lo sacaban de la cama y lo arrojaban a una bañera de agua fría. En ocasiones también intervenía algún imbécil y arrojaba a la bañera a un enfermero; los idiotas más evolucionados, en cambio, se mantenían aparte, ahora del todo apáticos: los enfermeros les llamaban los aristócratas, los favoritos del Director. A los reales y auténticos idiotas lo que más les gustaba era el cine, especialmente si era en color; pero también les alegraba el estrépito, y "más" que nada los discos llamados de Festival.
En el transcurso de los diferentes procesos que tuvo que sufrir el doctor Attendu de 1946 en adelante, apareció otro detalle científico interesante: casi todos los retrasados de uno, dos o tres años que se hallaban en el Sanatorio, los llamados «p'tits anges», eran hijos suyos, producidos in loco a través, según parece, de la inseminación artificial; para las jóvenes mamás, veintitrés, se había construido algo así como un gallinero-maternidad, con un suelo de cemento fácilmente lavable.

jueves, octubre 13, 2011

Voy

Remixadísimos


Everything Is A Remix: KILL BILL from robgwilson.com on Vimeo.

miércoles, octubre 12, 2011

Toxic cruzader

martes, octubre 11, 2011

Hänsel y Gretel pynchonianos


Ante las imágenes que ve en el espejo, la muchacha también siente el placer de un operador de cine, pero además sabe lo que él no puede saber: que dentro de sí misma, debajo de la superficie soignée, de hermosa tela y células muertas, ella es corrupción y cenizas; pertenece, cruelmente, de un modo que ninguno de ellos puede imaginarse, al Horno..., al Der Kinderofen, al Horno de los Niños... Recuerda ahora los dientes de él, largos, terribles, manchados de lustrosa podredumbre marrón, mientras dice esas palabras en alemán..., los dientes del capitán Blicero, la ristra de hendeduras manchadas que, en su respiración nocturna —ella también lo recuerda—, en el oscuro horno de sí mismo, siempre dejan oír el murmullo de la podredumbre... Ahora ella recuerda sus dientes más que cualquier otro rasgo, aquellos dientes que se beneficiaron tan directamente del Horno: de lo que se planea para ella y para Gottfried. Él nunca lo mencionó de forma clara como una amenaza ni se dirigió directamente a ninguno de ellos, sino que lo hizo a través de los entrenados muslos de raso de ella, o bajando a lo largo del dócil espinazo de Gottfried («el Eje Roma-Berlín», lo llamó la noche en que estuvo el italiano, cuando todos se hallaban en la cama redonda, el capitán Blicero enchufado en el agujero del culo levantado de Gottfried y recibiendo, al mismo tiempo, al italiano en su bonita boca), Katje sólo pasiva, atada y amordazada, con sus pestañas postizas, sirviendo aquella noche de almohada humana a los rizos perfumados y canosos del italiano..., cada palabra una flor cerrada, susceptible de exfoliación y de revelación infinita (ella piensa en una función matemática que se expandirá para ella como un capullo al abrirse, en una serie de potencias sin término general, progresando infinitamente, oscuramente, aunque jamás del todo por sorpresa)..., su frase “Padre Ignacio”, exponiéndose al inquisidor español, sotana negra, morena nariz maliciosa, el asfixiante olor a incienso + confesor/verdugo + Katje y Gottfried, ambos arrodillados, el uno al lado del otro ante un oscuro confesonario + niños del viejo Marchen, el cuento alemán, arrodillados, rodillas frías y doloridas, delante del Horno, susurrándole secretos que no pueden contar a nadie más + paranoia de brujo del capitán Blicero, sospechando de ambos, de Katje a pesar de sus credenciales satisfactorias + el Horno como oyente/vengador + Katje arrodillada ante Blicero en un esfuerzo supremo, terciopelo negro y tacones altos, su pene aplastado, invisible bajo un suspensorio de cuero color carne sobre el que lleva un piloso pubis y una vagina de piel de marta cebellina falsos, ambos hechos a mano por la famosa Madame Ophir, los simulados labios y el clítoris púrpura brillante modelados —Madame ha sido mezquina, pretextando escasez—, caucho sintético y Mipolam, el nuevo cloruro polivinílico..., diminutas hojas de acero inoxidable se erizan desde la rosada humedad casi natural, centenares de éstas, contra las que Katje, de rodillas, está obligada a cortarse en los labios y la lengua, para luego besar, esparciendo residuos sanguinolentos, el dorado trasero de su «hermano» Gottfried. Hermano en el juego, en la esclavitud... Ella nunca lo había visto antes de ir a la casa requisada cercana a la zona de lanzamiento de cohetes, oculta en el bosque y parque natural de esta ordenada franja de pequeñas granjas y fincas que sale hacia el este desde la ciudad real, entre dos extensiones de pólder, hacia Wassenaar; pero el rostro del chico, esa primera vez, visto bajo la luz del sol otoñal a través de la gran ventana occidental del salón, arrodillado, desnudo con excepción de un collar tachonado de perro, masturbándose metronómicamente según las órdenes gritadas por el capitán Blicero, toda su delicada piel manchada por la luz de una tarde de color naranja sintético, tono que ella nunca había asociado con la epidermis, su pene hecho un monolito de sangre, cuyo glande, pegajosamente jadeante, resulta audible en el alfombrado silencio, su rostro levantado a veces, más que hacia alguno de ellos, hacia algo que parece ver en el techo, o en el cielo que en su visión pueden representar los techos, aunque, al parecer, permanece la mayor parte del tiempo con los ojos bajos, con su rostro que se vuelve tenso y se endurece, que viene hacia ella, que al llegar tan cerca de lo que la muchacha ha visto durante toda su vida en los espejos, su propia mirada estudiada de modelo, le hace contener la respiración, le hace sentir por un momento la acelerada percusión de su corazón, antes de volver exactamente esa mirada hacia Blicero. Éste queda encantado.
— Quizá te corto el pelo —dice Blicero a Katje, sonriendo—, o quizás hago que él se lo deje crecer.
La humillación sería buena para el muchacho, cada mañana, en los cuarteles, formando con los de su batería cerca de la plataforma de lanzamiento 3, para ese chico que fracasó una y otra vez en las inspecciones pese a estar protegido de la disciplina del ejército por su capitán. En cambio, entre los lanzamientos de día o de noche, falto de sueño, a horas intempestivas, sufría los sádicos castigos del capitán. ¿Pero llegó Blicero a cortarle el pelo a ella? Ahora la muchacha no puede recordarlo. Sabe que, una o dos veces, se puso los uniformes de Gottfried (recogiéndose el pelo hacia arriba, sí, dentro de la gorra de visera, y que pasó fácilmente por su doble, que se hospedó esas noches «en la jaula», tal como ordenaban las reglas de Blicero, mientras que Gottfried tenía que ponerse las medias de seda de ella, su delantal de encaje y su cofia, todo su raso y su organdí con lazos). Pero, después, el chico tenía que regresar a la jaula. Así era la cosa. El capitán de ambos no se permitía dudar de cuál, hermano o hermana, era en verdad criada y cuál ganso de engorde.
¿Hasta qué punto seguía ella seriamente el juego? En un país conquistado, el propio país ocupado, es mejor, creía ella, adaptarse a una versión formal, racionalizada, de lo que ocurría en el exterior sin forma ni límite razonable durante el día o la noche, como las ejecuciones sumarias, las palizas, los subterfugios, la paranoia, la vergüenza... Aunque nunca se había hablado abiertamente del tema entre ellos, parecía que Katje, Gottfried y el capitán Blicero estaban de acuerdo en que vivir esta antigua narración septentrional (Hänsel y Gretel), que todos conocen y en la que se encuentran a sus anchas —los niños extraviados, la bruja de la casa comestible, el cautiverio, el engorde, el Horno—, sería su rutina protectora, su refugio contra lo que, en el exterior, ninguno de ellos podía soportar: la Guerra, la ley absoluta de la casualidad, su lamentable contingencia en aquel lugar, en medio de ella...

Pynchon, Thomas (2002[1973]): El arco iris de gravedad, Barcelona, Tusquets, pp. 148-150.

lunes, octubre 10, 2011

Historietas del sótano


Historietas del sótano es un blog de historietas de todo tipo: en blanco y negro, en color; de aventuras, de terror; tiras, página de viñetas, etc. La extensión es breve y hay de todo para revolver, la mayoría son dibujantes y/o guionistas noveles por lo que es un buen semillero para anticipar que se puede venir en estos años en el panorama de la historieta argentina. Por lo demás, tiene un personaje encantador que va presentando las historietas y están abiertos a recibir colaboraciones. Que siga, que siga!

sábado, octubre 08, 2011

El decálogo de la mala crítica (Jorge Barón Biza)

Leído originalmente en el Foro de Literatura Cordobesa y publicado póstumamente en La Voz del Interior el 5 de septiembre de 2002, en el homenaje que el diario le dedicó a Jorge Barón Biza al año de su muerte.

Yo había preparado un speech sobre la función crítica del escándalo y había consultado un poco de bibliografía sobre la función del cuerpo en el escándalo en los cínicos griegos; y la función de la palabra en los santos; y la función de la denuncia; y otras cosas... Pero no voy a hablar de nada de eso porque me han ocurrido acontecimientos en La Cumbre con los cuales he quedado comprometido y de los cuales tengo que dar testimonio. Estaba paseando ayer, y aunque ya he pasado hace tiempo la mitad del camino de mi vida, se me apareció la sombra de Sainte-Beuve —el crítico contra el cual escribió Marcel Proust, un crítico que quería competir con Balzac y Flaubert—, y me tomó de la mano, y aunque no me metió en una selva oscura, me metió en un potrerito con bastantes espinas, y me encontré en el primer círculo del infierno con un grupo de señores que tenían a su lado una pila de suplementos literarios. Lloraban, gemían, pataleaban.

—¿Qué les pasa a ustedes? —pregunté.
—Estamos condenados, Jorgito. Nos han condenado a leer suplementos culturales.
—No es tan grave —dije—, yo los escribo. Y a veces también los leo.
—Sí —me dicen—, pero el problema en este infierno es que leemos los suplementos pero no nos dejan leer los libros.
—¡Qué horror! —dije, y me escapé.

viernes, octubre 07, 2011

¡Quiero mi pochoclo!


MK12 | Follow the Sun | 2011 from MK12 on Vimeo.

jueves, octubre 06, 2011

Voy


Más info, acá.

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XVI)

CHARLES PIAZZI-SMYTH

El cargo oficial de Primer Astrónomo de Escocia correspondía a finales del siglo XIX a un profesor de la universidad de Edimburgo llamado Charles Piazzi-Smyth. Piazzi-Smyth fue el fundador de la piramidología popular con su volumen Nuestra herencia en la Gran Pirámide, publicado en 1864. Reeditado en cuatro ocasiones, este libro fue traducido a casi todas las lenguas europeas; todavía en 1923 el abate Théophile Moreux, director del observatorio de Bourges y autor de Los misterios de la Gran Pirámide, se refería a él con el mayor respeto.
Inmediatamente después de la aparición del libro, agradablemente impresionado por su éxito, Piazzi-Smyth consideró que tal vez había llegado el momento de ir a Egipto a echar una mirada al objeto de sus estudios. Descendido del camello, cinta métrica en mano, realizó inmediatamente una serie de sensacionales descubrimientos, presentados en 1867 al público en los tres minuciosos volúmenes de Vida y trabajos junto a la Gran Pirámide (sólo había permanecido allí seis meses) y un año después en el tratado Sobre la antigüedad del hombre intelectual.
Originariamente, las tres pirámides de Gizeh estaban recubiertas de un revestimiento de losas preciosas. La primera cosa que descubrió Piazzi-Smyth fue que la longitud de base de la Gran Pirámide, dividida por la longitud de una de las losas del revestimiento, daba exactamente el número de días del año, o sea 365. Se trataba probablemente de una profecía, dado que las primeras losas de revestimiento fueron descubiertas en el curso de las excavaciones realizadas después de la muerte de Piazzi-Smyth. Otro motivo de perplejidad para sus admiradores fue el consiguiente descubrimiento de que las losas eran de longitud variable.
Nuestra herencia en la Gran Pirámide tuvo millones de lectores y generó decenas de otros libros, obviamente sobre el mismo tema. Su principal divulgador en Francia fue el abate F. Moigno, canónigo de San Dionisio en París. En 1879 fue creado en Boston un Instituto Internacional para la Conservación y el Perfeccionamiento de los Pesos y de las Medidas: el Instituto pretendía modificar el sistema mundial de pesos y de medidas para adecuarlo nuevamente a los parámetros sagrados de la Gran Pirámide; lo que implicaba la abolición del sistema métrico decimal francés, acusado de ateísmo. Entre los sostenedores del Instituto en cuestión se contaba el entonces Presidente de los Estados Unidos. En 1880 se sumó la revista "El standard internacional", destinada también a propiciar el retorno a las medidas egipcias, la más importante de las cuales —porque de ella derivan casi todas las demás— era el codo piramidal.
El director de "El standard internacional" era un ingeniero que escribió: «Proclamamos nuestro eterno e incesante antagonismo a esa inmensa y tremenda desgracia, el Sistema Métrico Decimal Francés.» En la misma revista apareció por vez primera el himno de los piramidólogos, que acababa con las palabras: «¡Muera, muera cualquier sistema métrico!»
En Inglaterra, El milagro de piedra (o sea, la Gran Pirámide) de Joseph Seiss alcanzó catorce reediciones consecutivas. En 1905, el coronel J. Garnier publicó un libro para anunciar que de las investigaciones realizadas personalmente por él, en el interior de las Pirámides, se desprendía que Jesucristo retornaría a la tierra en 1920. Walter Bynn, en 1926, hizo una predicción semejante, pero para 1932; frustrada la ilustre cita, Bynn efectuó una nueva profecía para 1933, aplazando todavía algunos años el retorno de Jesús.
Uno de los lectores más convencidos del libro de Piazzi-Smyth sobre los misterios de la Gran Pirámide fue el predicador Charles Taze Russell, de Allegheny, Pennsylvania, fundador de la secta de los Testigos de Jehová. Taze Russell compuso una serie de profecías bíblicas, basadas en parte en los descubrimientos piramidológicos de Piazzi-Smyth. Según el pastor Russell, tanto la Biblia como la Pirámide de Keops coincidían en revelar que la Segunda Llegada de Cristo ya se había producido, en secreto, en 1874. Esta silenciosa Llegada marcaba el comienzo de un período de cuarenta años, llamados de recolección, durante el cual los Testigos de Jehová permanecían confiados a los cuidados y a la guía del pastor Russell. Como episodio final de la recolección estaba previsto el Gran Juicio Final, en 1914. Los muertos retornarían a la vida, y en aquel momento se les concedería una segunda posibilidad de elección: aceptar o no a Jesucristo. Los que no lo aceptaran serían eliminados; y así el Mal desaparecería del mundo. En cambio, los Testigos lo aceptaban y se convertían en eternos.
Dos hermanos ingleses, John y Morton Edgar, se sintieron tan impresionados por esa profecía que fueron inmediatamente a Egipto para medir de nuevo la Pirámide. Sus observaciones confirmaron ampliamente la predicción del pastor Russell, como puede leerse en los dos gruesos volúmenes publicados por los Edgar entre 1910 y 1913, Los pasillos y las cámaras de la Gran Pirámide. En 1914 sucedió, sin embargo, que la mayor parte de los muertos se abstuvo de volver a la vida, y la secta de los Testigos perdió millares de adeptos. El pasaje del libro de Russell, que en la edición de 1910 decía: «...Los santos serán salvados antes de 1914» fue modificado, de modo que en la reedición de 1924 se lee: «...Los santos serán salvados no mucho después de 1914.» Mientras tanto Russell había sido sustituido: el nuevo jefe de la secta, para resolver de algún modo el problema, decidió que Jesucristo había venido realmente a la tierra en 1914, pero que no había querido hablar con nadie. A partir de aquella fecha, llamada la Llegada Secreta, había recomenzado el Reino del Bien; sólo que de momento se trataba de un reino invisible.

miércoles, octubre 05, 2011

Abcedario Cozarinsky

Leo La novia de Odessa (2001) de Edgardo Cozarinsky. Me derrite el alma, me trae nostalgia de acontecimientos, vidas y experiencias nuncas vistas, nunca vividas, me conmueve. Me dan ganas de llamar a mi abuela y preguntarle por su pasado, por el pasado de su padre, argentino, y el de su madre, italiana; de conocer el destino de sus doce hermanas. Me insta a revolver fotos viejas, libros dedicados, notas de diarios que quedaron de mi otra abuela y de su marido, el que trabajaba con Quinquela Martín.
La prosa de Cozarinsky y las historias que crea o rescata (nunca sabremos cuánto hay de ficción, cuanto de realidad; cuánto de invención, cuánto de memoria) son de una belleza pasmosa; esas ciudades europeas de antiguas épocas, esas vidas atravesadas por la Historia, esos sujetos minúsculos que las marejadas de decisiones, pasiones y azares arrastran... Busco una de las frases que más me gustó del libro (que ya había oído en una de sus películas, en Apuntes para una biografía imaginaria (2010)) y vuelvo a encontrar una gran idea de la extinta revista tijeretazos: el Abcedario Cozarinsky. Recórranlo, muchas de las entradas son brillantes.
Va la cita, corresponde a la entrada muerte:

"Para algunas mitologías la muerte no es un acontecimiento súbito, el tránsito abrupto de un instante en que aún hay vida a otro en que ya no la hay. La representa más bien un viaje, simbólico, que puede entenderse como un despojamiento y un aprendizaje.

Es posible imaginar que durante ese tránsito subsisten, islas a la deriva en un mar nocturno, fragmentos de conciencia, recuerdos, voces e imágenes de la existencia que se apaga, transitorio bagaje al que el viajero se aferra por un tiempo breve, impreciso, que nuestros instrumentos no saben medir.

Nada sugiere que en esas islas perduren los momentos que el viajero hubiese considerado decisivos en su vida: tal vez sólo se adhiera a ellas la resaca de un naufragio. De esas ruinas que se dispersan en el momento mismo de nombrarlas sería vano esperar el retrato de un individuo que desaparece. Tal vez sea su condición de añicos, de desechos lo que cautivaría la atención del improbable espectador que a ellos pudiese asomarse: fragmentos de un relato mutilado, piezas aisladas de un rompecabezas que ya nunca podrá completarse."

(Fragmento final de Días de 1937, relato incluido en La novia de Odessa, Buenos Aires, Emecé, 2001. El texto ha conocido, en el 2003, una feliz traslación en la televisión argentina, con el nombre de La prisa, dirigido por Verónica Chen.)

martes, octubre 04, 2011

Llega una tempestad...


Me complace enterarme de que el proyecto editorial de rescate y provocación del 8vo loco ediciones que empezó hace unos años con los cuentos de Enrique González Tuñón y las poesías de Nicolás Olivari no tendrá un alcance sólo nacional.
La publicación de Una tempestad de Aimé Césaire, en el marco de una nueva colección "80 mundos", es una de las apuestas más interesante que puede darnos este año. Los que, por las vueltas de la formación académica y de la vida, tuvimos la chance de estudiar y leer los textos en torno de Calibán y Ariel que escribieron autores como Rodó, Darío y Fernandez Retamar, habíamos escuchado menciones de la obra de Césaire a la que era difícil acceder. Recuperar Una tempestad implica reestablecer en eslabón del pensamiento crítico americano, reponer una pieza de la historia intelectual de nuestra continente y su apropiación de la cultura occidental europea. Aplaudo, pues, la aparición de Una tempestad de Aimé Césaire, edición anotada y bilingüe que espero ansioso, haciéndole un lugar en mi mesa de luz.

Copio la gacetilla:

El 8vo. loco ediciones se complace en anunciar la aparición de:

Una tempestad
Adaptación de La tempestad de Shakespeare para un teatro negro
de Aimé Césaire

160 pp. / 19,5x13,5 cms / ISBN: 978-987-27015-0-5 / Edición bilingüe / PVP: $46.-


Escritor y político martiniqueño, Aimé Césaire fue uno de los forjadores del concepto de negritud, acuñado como respuesta a la opresión cultural del sistema colonial francés; con él, intentó a la vez rechazar el proyecto francés de asimilación y promover África y su cultura, liberándola de la desvaloración ocasionada por el racismo intrínseco de la ideología colonial.
Su Una tempestad es una reescritura –en clave libertaria– de la conocida obra de W. Shakespeare. Traducida por primera –y única, hasta ahora– vez en 1971 por Barral editores, Una tempestad jamás circuló de este lado del Atlántico. Ahora, El 8vo. loco la devuelve al ruedo en una nueva traducción, pensada especialmente para el lector rioplatense, que acompaña con la obra en idioma original.

Sobre esta edición
Bilingüe, la presente edición está introducida por un notable estudio preliminar que avanza sobre la obra y las problemáticas del colonialismo, a cargo del Dr. Rocco Carbone y el Lic. Leonardo Eiff. Rocco Carbone es Doktor der Philosophie por la Philosophischen Fakultät de la Universität Zürich (Suiza), ensayista, traductor y docente universitario. Es autor, entre otros, de: Imperio de las obsesiones (2007), La sonrisa de Perón es como la de mamá (2010, en colaboración con M. Muraca), traductor, y columnista habitual del diario Página/12 de Buenos Aires. Leonardo Eiff es licenciado en Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, doctorando y becario de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET). Es autor del libro: Sartre, Merleau-Ponty y los debates argentinos (2011) y de numerosos artículos en su área de especialidad, tanto en la Argentina como en Brasil.
La potente imagen de tapa estuvo a cargo de Carlos Huffman.

Sobre el libro
Podría sostenerse –quizá– que esta obra de Aimé Césaire es una adaptación/reescritura de The Tempest. Con disimetrías, desde ya, dado que se trata de un drama de la América Latina colonial/esclavista. Sin embargo, si lo pensamos mejor veremos que no hay aquí ni adaptación ni reescritura, sino apropiación violenta y consciente, plena, de la palabra del otro, un otro inscripto dentro de los márgenes de un sistema colonial/esclavista clásico: William Shakespeare. Palabra cuya apropiación no es ciega, sino crítica; que se explaya sobre el signo de la relación colonial a través de personajes que representan, más allá de toda determinación geográfica y temporal, al colonizado y el colonizante, y –en la sincronía– la relación que se establece entre ambos. Una tempestad es dramaturgia anticolonialista. De la mejor.

Sobre su autor
Nacido el 25 de junio de 1913 en Basse-Pointe (Martinica), Aimé Césaire estudió en Francia. Poeta, dramaturgo y político, desempeñó un rol importante en la concientización de los actores políticos y culturales de la descolonización. Fundador, en 1939, de la revista Tropiques, elaboró y definió –junto al senegalés Léopold Sédar Senghor– la noción de “negritud”. En 1956, luego de romper relaciones con el Partido Comunista francés, creó el Partido Progresista martiniqueño. Diputado de Martinica hasta el año 1993, Aimé Césaire se desempeñó como diputado-alcalde de Fort-de-France entre 1945 y 2001. Murió el 17 de abril de 2008 en Fort-de-France.

lunes, octubre 03, 2011

Extra! Extra!

Para que fuera feliz, había que darle malas noticias: esas noticias eran tónicos para su cuerpo, deleites para su espíritu.
–Celestina, hoy, mientras daba a luz, murió de un ataque al corazón la señora Celina Romero, aquella mujer simpática y bondadosa, a quien convidó usted con carbonada y niños envueltos. Nadie se ocupará del hijo, que tiene dos cabezas y una sola oreja.
–¿Y en todo lo demás el niño es normal?
–No. Tiene el talón del pie colocado adelante, los dedos en el talón, además de las pestañas dentro de los párpados. Hablan de hacerle una operación.
–¡Qué pavada operar a un recién nacido!
Celestina se incorporaba en la silla, como en el agua una flor marchita, y revivía.
–Celestina, hay terremotos en Chile; maremotos también. Ciudades enteras han desaparecido. Los ríos se transforman en montañas, las montañas en ríos. Se desbordan, se vienen abajo. Predicen el fin del mundo.
Celestina sonreía misteriosamente. Ella que era tan pálida, se sonrojaba un poco.
–¿Cuántos muertos? –preguntaba.
–Todavía no se sabe. Muchos han desaparecido.
–¿Podría mostrarme el diario?
Le mostrábamos el diario, con las fotografías de los desastres. Las guardaba sobre su corazón.
"Celestina" de Silvina Ocampo, sigue acá.

domingo, octubre 02, 2011

Sin comentarios


En estos días, reconciliado con la historieta nacional, tuve la grata sorpresa de encontrar algunos números de Suda Mery K! (revista sudamericana de historietas). En cada número uno puede encontrar además de las historietas latinoamericanas del subtítulo (varias de ellas sin desperdicio), una sección llamada "El extranjero" en donde se invita a un historietista de otro país.
Bien, gracias al número 4 de Suda Mery K!, tuve la dicha de conocer a Ivan Brun. Las tiras de Brun son breves, muy visuales y mudas (las palabras escasean, el mensaje hablado son pictogramas); la mayoría de ellas retratan situaciones de injusticia, desigualdad, pobreza, corrupción, idiotización y violencia (social, sexual, económica, física, política); muchas transcurren en América Latina, en ciudades contemporáneas, en ciudades al borde del colapso; y la crueldad de sus hombrecitos y mujercitas te dejan atónito, shockeado. Caricaturas que son demasiado reales y una capacidad narrativa destacable para contar historias trágicas y cínicas, sin palabras, con la fuerza de las imágenes, todo eso me fascinó de la obra de Brun. En la revista que antes mencionaba, hay una entrevista con este francés en la que habla sobre los temas de sus dibujos, copio un fragmento:
"Los temas que trato en forma recurrente son, la mayor parte de tiempo, las derivas totalitarias de las sociedades democráticas modernas, las desigualdades sociales, las desigualdades en general y las frustaciones, los conflictos que de ahí se desprenden y que producen un contenido novelesco fuerte."
Bajen y lean No comment de Ivan Brun. Eso.

sábado, octubre 01, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XV)

CHARLES CARROLL

Según Charles Carroll de Saint Louis, autor de El negro es una bestia (The Negro a Beast, 1900) y ¿Quién tentó a Eva? (The Tempter of Eve, 1902), el negro fue creado por Dios junto con los animales con el único fin de que Adán y sus descendientes no carecieran de camareros, lavaplatos, limpiabotas, encargados de letrinas y suministradores de servicios semejantes en el Jardín del Edén. Al igual que los restantes mamíferos, el negro manifiesta una especie de mente, algo entre el perro y el mono, pero está totalmente desprovisto de alma.
La serpiente que tentó a Eva era, en realidad, la camarera africana de la primera pareja humana. Caín, obligado por el padre y por las circunstancias a casarse con su hermana, rechazó el incesto y prefirió casarse con una de esas monas o criadas de piel oscura. De ese híbrido matrimonio surgieron las diferentes razas de la tierra; la blanca, en cambio, desciende de otro hijo de Adán, más serio.
Sucede, por consiguiente, que todos los descendientes de Caín carecen, al igual que su mono progenitor, de alma. Cuando la madre es negra, el hombre no puede transmitir a su prole ni un atisbo del alma divina. Por ello, sólo la poseen los blancos. Ocurre en ocasiones que un mulato aprenda a escribir, pero el simple hecho de que Alexandre Dumas poseyera una especie de inteligencia no quiere decir que poseyera también un alma.
 

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