Juan José Hernández, escritor tucumano, es un autor que podría ser recuperado por la crítica literaria y académica por la peculiaridad de su trabajo con el realismo (en la línea de otros autores que siguen aguardando en el limbo de la literatura argentina como Daniel Moyano, Germán Rozenmacher, Humberto Costantini, etc.).
Su nouvelle La ciudad de los sueños (1971), por poner un ejemplo, presenta un realismo que explora, a través de su heterogeneidad genérica y de su variedad de narradores, los cambios que el peronismo produjo en los 40 y 50, la migración interna y los prejuicios e ilusiones de la clase media y alta, entre otros tópicos. Creo que sería muy provechoso leer esta novelita en relación con Boquitas pintadas (1969) de Manuel Puig para ver los alcances y objetivos de ambos proyectos y estilos.
En definitiva, se trata de seguir recuperando ciertas voces que si bien están siendo reeditadas (la editorial Adriana Hidalgo se ha encargado de hacerlo con la obra de J. J. Hernández), todavía necesitan del trabajo reflexivo sobre sus modos de significar y las relaciones que establecieron con el campo literario e intelectual del momento y con la situación sociohistórica. A continuación, les copio un fragmento de la novela inédita de Hernández que ojalá algún día sea publicada.
Su nouvelle La ciudad de los sueños (1971), por poner un ejemplo, presenta un realismo que explora, a través de su heterogeneidad genérica y de su variedad de narradores, los cambios que el peronismo produjo en los 40 y 50, la migración interna y los prejuicios e ilusiones de la clase media y alta, entre otros tópicos. Creo que sería muy provechoso leer esta novelita en relación con Boquitas pintadas (1969) de Manuel Puig para ver los alcances y objetivos de ambos proyectos y estilos.
En definitiva, se trata de seguir recuperando ciertas voces que si bien están siendo reeditadas (la editorial Adriana Hidalgo se ha encargado de hacerlo con la obra de J. J. Hernández), todavía necesitan del trabajo reflexivo sobre sus modos de significar y las relaciones que establecieron con el campo literario e intelectual del momento y con la situación sociohistórica. A continuación, les copio un fragmento de la novela inédita de Hernández que ojalá algún día sea publicada.
Fragmento de la novela Toukouman de Juan José Hernández, aún inédita.
Muchos prodigios ocurrieron en la ciudad de Tucumán y en sus inmediaciones aquel verano especialmente tórrido de 1860.
Planeando a gran altura y en lentos círculos sobre la plaza principal, se vio a un cóndor de los Chorrillos (o un águila forastera: los testigos nunca se pusieron de acuerdo). Sorpresivamente, el ave de rapiña se dejó caer en picada con el propósito de apoderarse de un colegial que en ese momento cruzaba la plaza. El niño pudo felizmente escapar de sus garras y refugiarse en la recova del Cabildo.
En la laguna de Calimayo, a diez kilómetros de la ciudad, un pescador vio salir del agua a un hermafrodita desnudo; quiso apoderarse de él y llevarlo a una comisaría cercana, pero el personaje, de edad indefinida, lampiño y algo obeso, desapareció entre la maleza de la orilla.
En una finca de La Rinconada, nació un cabrito de dos cabezas y seis patas. Vivió sólo un par de horas y fue comprado luego por el dueño de una botica para incorporarlo a su colección de monstruos que son exhibidos en su negocio, dentro de frascos de formol, para solaz y admiración de la clientela.
En Vipos, un matrimonio de granjeros que volvía en sulky de un velorio, sorprendieron un burro negro copulando con una chancha.
En la Granja Modelo fue sacrificado un toro al que le habían brotado ubres repletas de leche que nadie se atrevió a ordeñar.
Todos estos prodigios fueron comentados con lujo de detalles en las páginas del periódico El Heraldo del Norte, como también el misterioso caso de Eladio Coronel (alias el Indio), mudo de nacimiento, que había empezado a hablar después de haber impedido que un perro matase a dos culebras enlazadas eróticamente al pie de un cerco de ligustro. No sin malicia, el articulista del periódico señalaba que el regalo de la agraciada pareja viperina fue una bella voz de soprano que el jardinero aceptó sin vacilar.
Quizá por tratarse de una noticia proveniente de la Yerba Buena, un pueblo chico, o más bien un villorrio a pocas cuadras de la ciudad, el extraño percance sufrido por la señora Candelaria Zaldarriaga de Yturri, oriunda del lugar, no fue comentado por El Heraldo del Norte, pero causó gran revuelo entre sus habitantes.
Planeando a gran altura y en lentos círculos sobre la plaza principal, se vio a un cóndor de los Chorrillos (o un águila forastera: los testigos nunca se pusieron de acuerdo). Sorpresivamente, el ave de rapiña se dejó caer en picada con el propósito de apoderarse de un colegial que en ese momento cruzaba la plaza. El niño pudo felizmente escapar de sus garras y refugiarse en la recova del Cabildo.
En la laguna de Calimayo, a diez kilómetros de la ciudad, un pescador vio salir del agua a un hermafrodita desnudo; quiso apoderarse de él y llevarlo a una comisaría cercana, pero el personaje, de edad indefinida, lampiño y algo obeso, desapareció entre la maleza de la orilla.
En una finca de La Rinconada, nació un cabrito de dos cabezas y seis patas. Vivió sólo un par de horas y fue comprado luego por el dueño de una botica para incorporarlo a su colección de monstruos que son exhibidos en su negocio, dentro de frascos de formol, para solaz y admiración de la clientela.
En Vipos, un matrimonio de granjeros que volvía en sulky de un velorio, sorprendieron un burro negro copulando con una chancha.
En la Granja Modelo fue sacrificado un toro al que le habían brotado ubres repletas de leche que nadie se atrevió a ordeñar.
Todos estos prodigios fueron comentados con lujo de detalles en las páginas del periódico El Heraldo del Norte, como también el misterioso caso de Eladio Coronel (alias el Indio), mudo de nacimiento, que había empezado a hablar después de haber impedido que un perro matase a dos culebras enlazadas eróticamente al pie de un cerco de ligustro. No sin malicia, el articulista del periódico señalaba que el regalo de la agraciada pareja viperina fue una bella voz de soprano que el jardinero aceptó sin vacilar.
Quizá por tratarse de una noticia proveniente de la Yerba Buena, un pueblo chico, o más bien un villorrio a pocas cuadras de la ciudad, el extraño percance sufrido por la señora Candelaria Zaldarriaga de Yturri, oriunda del lugar, no fue comentado por El Heraldo del Norte, pero causó gran revuelo entre sus habitantes.
2 comentarios:
Una pregunta, cómo han llegado hasta este material? Pregunto porque estoy estudiando la obra de Hernández y me interesa leer esta novela inédita (y tengo entendido que no terminada, lo que no significa que no pueda ser publicada).
Saludos, gracias por compartirlo.
Qué despistado! Nunca puse la fuente! Lo saqué de una revista Ñ. Escribime al mail y te cuento lo que sé sobre Hernández y esta novela (que no es mucho pero es algo): golosinacanibalblog@yahoo.com.ar Saludos!
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