En Un año sin amor, el SIDA funciona como una avalancha destructiva que se mueve de adentro hacia afuera, un virus que poco a poco va tomando no sólo el cuerpo sino el alma del protagonista. El cuerpo se va fragmentando desde adentro: la enfermedad carcome, corroe, se esparce como una niebla sobre los órganos y los va agujereando, los va mordiendo. A esta fragmentación interior se le oponen dos fragmentaciones exteriores: el diario que escribe Pablo para sobrellevar la enfermedad (la estructura del libro) y la dieta a la que se somete para aplacar el dolor, para crear anticuerpos. Ambos recursos (el diario y la dieta) funcionan como instrumentos para alejar la muerte tan próxima, esa muerte que también lo acecha desde su interior y que, paradójicamente, anuncia el final del dolor.
Ahora bien, frente a esa única salida que sólo le es posible aplazarla pero no evadirla, Pablo recurre a un dolor que se opone al que produce el SIDA: el sexo y el amor serán este dolor gozoso que le permitirán soportar al otro. El sadomasoquismo y el abandono, un palo de policía por el culo y un llamado que no llega, una quemadura de cigarrillo y noches de placer en un cine porno para acabar tirado en la cama con una tos espantosa. Si Pablo goza con el dolor que sus amigos SM le provocan es porque es un dolor controlado tanto por él como por el otro: el otro puede detenerse si lo ve sufrir y no gozar, él puede pedir que se detengan si no le gusta. Un dolor controlado y ligado al sexo (el sexo frente a la enfermedad, el goce frente al padecimiento) frente al dolor desmesurado que provoca el SIDA.
La forma para controlar ese dolor serán la escritura y la dieta: la escritura como una forma de objetivar su dolor, de limitarlo de explicarlo y a su vez, ser otro en la escritura misma; la dieta como una forma de cuidar su cuerpo, de atacar por zonas ya sea con pastillas, con homeopatía o con yuyos diversos (y sin embargo el AZT no funciona de la misma forma que los remedios naturales).
A través del diario de Pablo, leemos una suerte de diagnóstico del SIDA, una educación sentimental con sus altibajos correspondientes, una colección de fantasías sexuales y de parejas frustradas y, por si esto fuera poco, las peripecias de un hombre que sólo busca un poco de amor y algo de alivio frente a la muerte que se le aproxima desde afuera y que emerge desde adentro.
Fuentes: Pérez, Pablo, Un año sin amor, Buenos Aires, Libros Perfil, 1998.
PD.: Les dejo un link a Link: Enfermedad y cultura: política del monstruo.
2 comentarios:
Carajos, uno puede solo deprimirse todos esos años que uno puede estar luchando, cuestionandose día a día, "que pasaría si", demonios, angustia, muerte, culpas.
¿Leyeron a Hervé Guibert? Tiene un par de libros: El protocolo Compasivo, Al amigo que no me salvó la vida, etc.
A él es a quien hay que leer. Su diario tiene la fuerza literaria que a Pablo Pérez le falta. Si se quiere,Pablo Pérez es el borrador de Hervé.
Un saludo.
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