El día que cumplí ocho años, mi hermana −que no soportaba que dejaran de mirarla un solo segundo−, se tomó de un saque una taza entera de lavandina. Abi tenía tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de la mano de Abi se puso más blanca todavía que Abi.
−Abi-mi-dios −eso fue todo lo que dijo mamá−. Abi-mi-dios −y todavía tardó unos segundos más en ponerse en movimiento−.
El cuento con el que Samanta Schweblin ganó el concurso Juan Rulfo no tiene desperdicio. El algún punto podría pensarse en serie con "A perfect day for bananafish" de Salinger pero tiene un par de guiños al presente que valen la pena. Schweblin sigue sorprendiéndome gratamente. Todavía recuerdo con felicidad y satisfacción El núcleo del disturbio.
Vía Espacio Murena.
2 comentarios:
Me encantó.
saludos
Me alegro de que te haya gustado, Horacio. Schweblin es una autora que sigue sorprendiéndome gratamente, creo que es una obra a la que no hay que perderle el rastro! Abrazo!
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