Cómo terminé con mis lecturas y exámenes académicos me propuse desahogar la pila de libros que me esperaba. Comencé por Un viejo que leía novelas de amor (Tusquets, 1993) de Luis Sepúlveda. Lamentablemente al poco tiempo que la leía (digo lamentable porque sino no lo hubiese ni siquiera empezado) descubrí una crítica de Bolaño que lo compara con Allende, Mastretta y Eloy Martínez a quienes acusa (Sepúlveda incluido) de “escritores de gimnasio” a quienes les importa más el éxito social, el dinero, las tapas lujosas de Tusquets, que la supervivencia y dificultades que genera el esfuerzo intelectual y el encuentro cara a cara con el lenguaje. Así (leo en la solapa) veo que este Sepúlveda se la da de viajero y recorrió (¿con el dinero de los libros?) gran parte del mundo. De allí, aparentemente, se origina su literatura.
Esta es la historia de Antonio José Bolívar Proaño (¡¿Bolívar?!) un viejo que llega una isla, “El Idilio”, en la cual vive con su mujer. Ésta fallece (casi sin haberse besado) y es entregado a las aventuras del paso de la civilización a la barbarie. Del amor profundo a las enseñanzas de los indios shuar; y con el residuo de la civilización burguesa en el amor hacia la lectura (pero no la escritura, ¿pero no la escritura?) de novelas rosas. Luego, está metido en un conflicto por culpa de los gringos (acá viene la parte “comprometida” de la historia, la cuestión del Estado y la propiedad, de los yanquis contra el indígena) quienes por cazar un animal descubren que un tigre está suelto en la isla y amenaza a todo el pueblo. Así, el viejo es nombrado el guía de la cacería del tigre, y luego es abandonado a enfrentarse a solas con el animal. Hasta este momento varios personajes y escenarios fueron presentados y abandonados como la cáscara de un pan, para adentrarnos en un supuesto problema “psicológico”, de la conciencia del viejo enfrentado al animal, del ex-civilizado contra la barbarie.
Y les cuento que para colmo, cuando la cosa se pone buena porque la cacería te atrapa o la conciencia del viejo comienza a indagar sobre sus miedos y recuerdos de las enseñanzas indígenas, todo llega a su fin. El viejo caza a la bestia, se siente mal por sus resabios de asesino con arma blanca, y vuelve a perder sus últimos años en su pueblo junto a las lecturas de las hermosas novelas de amor.
Tal vez con 100 paginas más, o con la intención de indagar sobre alguno de los personajes a fondo, o sobre algunos de los problemas que se insinúa pero no desarrolla, la novela sería una gran novela. Aunque claro, lejos del gimnasio y los viajes.
(queridos lectores de este blog: si alguno leyó esta novela e interpretó algo distinto le suplico que me lo comente así se me pasa el enojo. Y sino la leyeron, es una excelente novela para leer entre la heladerita, los baldecitos de los sobrinos, el agua del mar y las chicas y los chicos en malla).
Un presentimiento
Hace 1 hora.
3 comentarios:
Amigo Paolo, permita que sin comentar la novela (que no he leído y al parecer no voy a leer), le comente mi enviidia por la estampa estival (los baldecitos, la pileta, y demás), desde el 'acá' helado y frío del invierno.
Saludos cordiales.
lindo lugar.
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