Traducción de un fragmento de Sumisión, de Michel Houellebecq por el colaborador y amigo Guido Gamba
En el shopping Italie 2, las cosas apenas habían cambiado. Tal como me imaginé, el local “Jennyfer” había desaparecido, reemplazado por una especie de local bio-rural de aceites esenciales, shampoos con aceite de oliva y de miel de Garrigue. El local de “L’Homme Moderne”, ubicado en una zona más bien marginal del segundo piso, también había cerrado –y, por el momento, sin reemplazo. Sin embargo, sobre todas las cosas, era el público en sí lo que había sutilmente cambiado. Como todos los shoppings –aunque, obviamente, mucho menos que el de la Défense o el de Les Halles–, el Italie 2 siempre había atraído una cantidad muy importante de pibes cabeza… Ahora, habían totalmente desaparecido.La ropa de las mujeres también había cambiado. Me di cuenta bastante rápido, a pesar de no poder terminar de entender la diferencia. La cantidad de velos apenas si había aumentado, no era eso. Estuve dando vueltas una hora hasta terminar de entender qué era lo que en efecto se había alterado: todas las mujeres tenían puesto un pantalón. Mirarle el culo a las mujeres, la reconstrucción mental de la concha en la intersección de los cachetes, proceso cuyo poder de excitación es directamente proporcional a la longitud descubierta de las piernas; todo eso era para mí tan involuntario y maquinal, genético de cierta forma, que no me había dado cuenta de entrada, pero la realidad se me hacía evidente: los vestidos y las polleras habían desaparecido. Se empezaba a ver una prenda nueva, una especie de blusa de algodón, larga hasta las caderas, que jodía bastante todo interés objetivo en los pantalones ajustados que algunas mujeres habrían podido eventualmente usar. Con respecto a los shorts, claramente estaban fuera de discusión. La contemplación del culo femenino, mínima consolación ensoñadora, se había vuelto imposible.Una transformación se había puesto en marcha, una especie de metamorfosis objetiva estaba llegando.
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