domingo, febrero 15, 2009

El porqué de las bombachas rosas o decálogo del escritor bombachista o carta abierta a un joven cuentista de sexo (Isidoro Blaisten)

Coincido con mi compañero Emiliano en que Isidoro Blaisten es un cuentista imperdible y uno de los grandes tapados de la literatura argentina (a veces me pregunto por qué algunos de estos autores tapados y despreciados en nuestra literatura, alcanzan con el correr de los años, el podio (al menos, el académico) como Osvaldo Lamborghini y por qué no sucede lo mismo con otros como Blaisten, Rozenmacher, Briante, etc.; a lo mejor tiene que ver con las modas teóricas que circulan por los pasillos de las facultades, por los catálogos de las editoriales independientes y por los estantes de las librerías cool de Palermo, seguramente la cuestión es mucho más profunda). Agradezco la oportunidad que me brindó el 2008 de leer todos sus cuentos, de disfrutarlos, de conocer su cuentística prolífica, humorística y muy bien escrita; tal vez, nunca me hubiera acercado a sus libros y ahora que lo hice, no puedo evitar recomendárselo a todo aquel que tiene interés en leer cuentos excelentes, entretenidos, inteligentes, etc.
Entre ese cúmulo de cuentos (prometo hacer un 'greatest hits' de Blaisten para la próxima, para el/la que quiera acercarse a su obra), se destaca una serie que parodia, sobre todo en sus obras de los 60-70, a la literatura comprometida, a los artistas revolucionarios, a los lugares comunes de la literatura argentina de dicho momento y a las reglas del juego del campo intelectual y literario. En esa serie en la que se destacan cuentos como "Un extraño reportaje" (en La salvación, 1972) o "El sotobosque del country" (en El mago, 1974), se inscribe el texto que pego a continuación:


El porqué de las bombachas rosas o decálogo del escritor bombachista o carta abierta a un joven cuentista de sexo



1º) En toda parte de sexo, de cualquier literatura, sexual o no, to­das las bombachas deberán ser rosas. Únicamente rosas.
2º) Las bombachas verdes no inspiran confianza.
3º) Las bombachas negras dan mala impresión. Entristecen. Pare­ciera ser que el escritor de sexo apelara a bajos recursos policíacos.
4º) Las bombachas blancas semejan mofa o burla hacia el lector.
5º) Las bombachas violetas semejan propaganda de supermercado.
6º) Bombachas índigo, tierra de siena, fucsia, ladrillo, té con leche, mostaza, rojo indio, rojo señal, rojo de cadmio, gris acerado, celeste im­perio, ocre, amarillo de nápoles, tiza, bronce viejo, marfil de occidente, tierra de sombra tostado, ciclamen, borravino, pistacho, azul veronés, azul de ultramar, azul cobalto, azul brasso, azul de prusia y todo es azul, descartadas por completo.
7º) En el relato de ficción, quien usare las bombachas deberá sufrir.
8º) Las formas de sacar la bombacha en forma sádica y brutal son infinitas y variadas. Por lo general no hay reglas fijas y todo depende de fas distintas escuelas literarias:
a) Naturalista: con los dientes mientras la protagonista acaricia a dos gatos de angora con ambas manos.
b) Realismo socialista: con una pinza pico de loro.
c) Objetivista o llamada también escuela de la mirada: el protago­nista varón mirará fijamente durante catorce páginas una jofaina esmal­tada mientras las bombachas van cayendo lentamente.
d) Clásica helénica: se unce el elástico a un carro de cuadriga. El au­riga hace viborear el látigo y las bombachas estallan como ramos de ja­ciatos.
e) Lenguaje coloquial: he aquí un ejemplo: —Sacátelas, guacha.
(Ella): —Rodolfo (puede usarse otro nombre).
—Qué. ¿No te gusta? Una sacadita, no más.
Rodolfo, seguía diciendo ella. Seguiste diciendo. Y me clavabas. Le clavabas. Las uñas. Las uñas. Las uñas.
f) Literatura de la tilde, llamada también del guión grande o desig­nada con la locución familiar "de la rayita": sobre el de-curso del cuerpo textual se es-curre la bombacha. Con-fusión de géneros. La escritura des­anda y re-vela. ¿Vela o re-vela? Cuerpo des-velado, de-velado. ¿Cubre o des-cubre? Re-cae la culpa y cae la bombacha. Él no ceja. Él persevera. Je persévère. Je père sévère. Ne me quittez pas. Quitátela. Cae. Re-cae. La. Bomb-acha.
Debes ser muy preciso e indicar con absoluta precisión y claridad meridiana el lugar donde quedarán las bombachas una vez sacadas por cualquiera de los métodos ya especificados.
Los mejores lugares de tu preferencia serán:
a) Enroscadas en forma de sierpe alrededor de una pata de mesa veneciana del siglo dieciséis.
b) Al volar por el aire han quedado colgadas de un ángulo de un grabado de Piranesi que representa el pontón de Castel Sant'Angelo.
c) Han quedado desmayadas en forma de caléndula aterida junto al portarretrato que tiene una foto que representa a la hija (no importa de quién).
d) Es obvio indicar que cada tipo de literatura que se emplee usa­rá la forma literaria de dejar caída la bombacha que le resultare más proclive. Verbigracia, para el tipo de literatura coloquial los lugares po­drían ser:
a-1) El álbum pisoteado de las fotos de casamiento (no importa de quién).
a-2) Papel de estraza todo engrasado y asqueroso con restos de sa­lame o bondiola. Nunca leberwurst, cima rellena, jamón del diablo, ja­món tiernizado y/o serrano ni menos todavía aspic de pavita aun cuan­do venga precedido de la connotación "cortado en fetas".
a-3) La cama (mejor que cama, jergón, si fuera posible) deberá re­chinar estrepitosamente. Acá Rodolfo puede tener un pensamiento inte­rior o un fluir de la conciencia entre paréntesis y/o corchetes (nunca as­teriscos): "La muerte. Guacha. Sos la muerte. La fábrica. Rodolfo. Rodolfo. Rodolfo. Tiene ruido a muerte. Rodolfo. Guacha. Fábrica. Ro­dolfo. Puta".
a-4) El joven escritor sexual bombachista deberá estar alertado contra un peligro muy común de confundir el empleo de la técnica mixta con la mezcla de las escuelas literarias. Veamos un ejemplo:
Se incendia la villa Miseria. Los amantes quedan carbonizados pe­ro la bombacha se salva porque ha quedado aprisionada entre dos cha­pas de cinc canaleta. En ningún caso el joven escritor de sexo hará pro­nunciar al teniente de bomberos estas palabras mientras rescata la bombacha: "En Flandes se ha puesto el sol".
He notado que muchos jóvenes en su afán efectista de sorprender al lector de sexo no paran mientes y atentan contra la pureza del estilo, inconsiderando que esta tesitura puede crear una generación de jóvenes sexuales desmañados, sin rigor, que caen en lo chabacano y corren el al­bur de que su literatura sexual muera con ellos.
Hace un mes, recibí una carta de un joven escritor del condado de Yorkshire. Su literatura sexual estaba encuadrada dentro del pragmatis­mo clásico helénico, no obstante lo cual no titubea en describir con ca­racteres rúnicos la bombacha rosa tiziano de la protagonista.
He aquí todo, joven cuentista. En la soledad recoleta de tu gabine­te, trabaja, trabaja y trabaja. Si lo que acá se ha dicho te ha servido para el rigor, mi misión está cumplida. Pero tenlo presente: estas líneas no son un dogma sino una guía para la acción.

En Blastein, Isidoro (2004): Cuentos completos, Buenos Aires, Emecé, págs. 103-105.
 

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