La revista Esperando a Godot están "liberando" (¿de la prisión editorial?) muchos de sus artículos de los primeros 20 números, acá pueden leerlos. Felicitaciones, gran idea.
La condición contemporánea
Hace 2 horas.
Hay diálogo psicoanalítico cuando en la palabra del paciente se escucha la emergencia del significante. Para hacerlo no hay que escuchar lo que le paciente dice [...] Un ejemplo: "Papá, me siento mal". La actitud no analítica sería tratar de comprender qué le sucede para ayudarle. Lo analítico sería decir: "Siéntate bien". La interpretación, si ustedes quieren, por decir algo, tiene que ver con el trasero, con el erotismo anal. En este punto se ve el desvío por el doble significado de la palabra.
El cuarto de un hotel barato me resulta tan bienvenido como podría serlo el de un palacio: para mí son anónimos, ambos. Si estoy en una ciudad donde no vivo, me intereso en la guía de teléfonos como en una novela policial. Si estoy en un país protestante, sé que el ejemplar de la Biblia en el cajón de la mesa de luz tendrá algún párrafo subrayado con lápiz y me pierdo en hipótesis sobre el estado de ánimo del lector que lo marcó. (46, Hoteles de paso)
Con los muertos famosos, abrumados por biografías y memorias ajenas, aparece el espejismo retrospectivo de una explicación de su conducta; pero la contradicción acecha, siempre, para desbaratar esos edificios póstumos. (49, Individuos en tiempos oscuros 2)
Pocas sorpresas más humillantes que la de descubrir en placeres creídos indefendibles un aspecto respetable que se nos había escapado. Pocos indicios más hirientes del paso del tiempo que asistir al rescate cultural de la trivia perdida en algún rincón de la memoria. (53, Pitigrilli recuperado)
Y sin embargo a la hora de ganar tiempo, Borges se cuida mucho de abusar. Es discreto, sagaz, de una eficacia frugal. Gana lo justo: un año. Exactamente el año que le hace falta para haber nacido con el siglo. (11)
Más adelante, en "La habitación del monstruo", Tatián vuelve sobre el mismo punto en otra nota al pie y argumenta:Si bien en la edición de las Obras Completas realizada por Carlos Frías en 1974 —como así también en la anterior de Clemente— "El escritor..." se incluye en Discusión de 1932, se trata de una operación editorial posterior, pues el texto fue publicado por primera vez en 1953 en la revista Cursos y Conferencias, como versión taquigráfica de una conferencia leída en el Colegio Libre de Estudios Superiores el 19 de diciembre de 1935. (55)
...(el lector de esas ediciones [las Obras Completas de Borges que establecen la fecha de producción de "El escritor..." en 1932] no puede menos que verse sorprendido al encontrar este anacronismo: "Todo lo que ha ocurrido en Europa, los traumáticos acontecimientos de los últimos años de Europa, han resonado profundamente aquí. El hecho de que una persona fuera partidaria del franquismo o de los republicanos durante la guerra civil española, o fuera partidaria de los nazis o de los aliados, ha determinado en muchos casos peleas y distanciamientos muy graves"...). (95)
Nadie puede decidir por sobre las máquinas. El campo de trabajo concentracionario, por ejemplo, es una creación del gran Autómata técnico-científico y no sólo fruto de la demencia stalinista o hitleriana. No es casual que una pléyade de enfermos mentales ocupen los puestos claves de los gobiernos que deciden los destinos de la humanidad en su conjunto. No se trata de casualidades sino de un Sistema; un sistema-vivo que utiliza el cerebro del hombre como su propio cerebro. (“Crisis”, p. 141)
¿Qué representan?, pregunta el historiador; ¿qué son ellos en relación con la masa de los anónimos de las fábricas o incluso de los militantes obreros?; ¿qué peso tienen los versos de sus poemas e incluso la prosa de sus “periódicos obreros” a la luz de la multiplicidad de las prácticas cotidianas, de las opresiones y de las resistencias, de los murmullos y de las luchas del taller y de la ciudad? Es una cuestión de método que quiere unir la astucia con la “ingenuidad”, identificando las exigencias estadísticas de la ciencia con los principios políticos que proclaman que las masas solas hacen la historia y encomiendan a quienes hablan en su nombre representarlas fielmente.
Pero quizás las masas ya han dado su respuesta. ¿Por qué, en 1833 y en 1840, los sastres parisinos en huelga tienen por líder a André Troncin, que reparte sus tiempos libres entre los cafés estudiantiles y la lectura de los grandes pensadores? ¿Por qué los obreros pintores, en 1848, van a demandar un plan de asociación a su extraño colega, ese cafetero Confais, quien los aturde ordinariamente con sus armonías foureristas y sus experiencias frenológicas? ¿Por qué los sombrereros en lucha han salido al encuentro de ese antiguo seminarista llamado Phillipe Monnier, cuya hermana fue a representar a la mujer libre a Egipto y cuyo cuñado murió en la búsqueda de su utopía americana? Porque seguramente aquellas personas, respecto de las que se esfuerzan habitualmente para evitar sus sermones sobre la dignidad obrera y el sacrificio evangélico, no representan lo cotidiano de sus trabajos y de sus odios.Pero es efectivamente por eso mismo, porque son otros, que ellos van a verlos el día en que tienen algo para representar frente a los burgueses (patrones, políticos o magistrados); no simplemente porque saben hablar mejor, sino porque hay que representar frente a los burgueses –más allá de los salarios, los tiempos de trabajo, las miles de heridas del asalariado– fundamentalmente esto, lo que las locas noches de esos portavoces demuestran ya: que los proletarios deben ser tratados como seres a los que se les deberían muchas vidas.
En lo que concierne a la otra clase de significantes inestables, no deja de ser instructivo observar la función que nuestra sociedad les asigna a los jóvenes. Pues ciertamente no es un indicio de salud que una cultura esté tan obsesionada por los significantes de su propio pasado que prefiera exorcizarlos y mantenerlos con vida indefinidamente como "fantasmas" en lugar de sepultarlos, o que tenga tal temor a los significantes inestables del presente que no logra verlos sino como portadores del desorden y de la subversión. Esa exasperación y ese anquilosamiento de la función significante de las larvas y de los niños en nuestra cultura es un signo inequívoco de que el sistema binario se ha bloqueado y ya no puede garantizar el intercambio de los significantes en el que se funda su funcionamiento. Por ello cabe recordarles a los adultos, que se sirven de los fantasmas del pasado sólo como espantajo para impedir que sus niños se vuelvan adultos y que se sirven de los niños solamente como coartada para su incapacidad de sepultar los fantasmas del pasado, que la regla fundamental del juego de la historia es que los significantes de la continuidad acepten intercambiarse con los de la discontinuidad y que la transmisión de la función significante es más importante que los significantes mismos. La verdadera continuidad histórica no es la que cree que se puede desembarazar de los significantes de la discontinuidad relegándolos en un país de los juguetes o en un museo de las larvas (que a menudo coinciden actualmente en un solo lugar: la institución universitaria), sino la que los acepta y los asume, "jugando" con ellos, para restituirlos al pasado y transmitirlos al futuro. En caso contrario, frente a los adultos que se hacen literalmente los muertos y prefieren confiarles sus propios fantasmas a los niños y confiar los niños a sus fantasmas, las larvas del pasado volverán a la vida para devorar a los niños o los niños destruirán los significantes del pasado: lo que desde el punto de vista de la función significante —o sea de la historia— es lo mismo. Justamente lo contrario de lo que relata el mito de origen de un ritual de iniciación de los indios Pueblos: los adultos —dice el mito— les ofrecieron a las larvas de los muertos, que volvían al mundo de los vivos para llevarse a los niños personificarlos cada año en una jovial mascarada para que los niños pudiesen vivir y ocupar, algún día, sus lugares.
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