miércoles, agosto 31, 2011

Perros en la noche (Carlos Gardini)


Hace un tiempo, revolviendo en una librería de la costa me encontré con dos libritos editados por Minotauro, la eximia editorial de ciencia ficción, a un precio irrisorio cada uno. Ambos libros eran de Carlos Gardini y uno de ellos, Mi cerebro animal (1983), es un compilado de cuentos de ciencia ficción atravesados por la violencia y la guerra. Entre ellos, hubo dos que me causaron una gran impresión, más allá de que todo el libro es muy parejo, "Perros en la noche" y "Teatro de operaciones". A continuación, recupero el primero, un relato oscuro en un futuro remoto que trae ecos del pasado argentino en código de policial negro. Una joyita, que lo disfruten.

Perros en la noche (Carlos Gardini)

Escuchá el aullido del perro solitario. Escuchá el aullido del perro solitario en la noche. El aullido del perro solitario que te acompaña en la noche.

Desde esa vez el Turco nunca fue el mismo. Algo se aflojó en él. Vivía obsesionado por el presentimiento de que todo acabaría pronto. Insistía en que habíamos cometido un error imperdonable. Habíamos cometido, decía el Turco. No me echaba la culpa a mí solo. Siempre supo aguantarse. Eso es lo que más me duele, porque los hechos en definitiva le han dado la razón, y ahora sólo nos quedan los perros.
No me acuerdo dónde fue exactamente. Era uno de esos tantos boliches donde parábamos antes de empezar la faena. Dejábamos el camión por ahí cerca, entrábamos en un bar, tomábamos una copa para entonarnos, y después nos metíamos en la Zona de Descontaminación que nos habían asignado esa noche para limpiarla de perros y jodidos.
Esa noche me acuerdo que dejamos el camión junto a unas motos flamantes, de ésas que costaban casi tanto como el camión. Estaban pintadas como tigres, fondo amarillo y rayas negras. No sé por qué, pero esas motos me dieron mala espina, porque siempre desconfié de los gatos y los bichos parecidos a los gatos. Pero no le dije nada al Turco. Nunca me dejo llevar por los pálpitos, y por esa mala costumbre ya van por lo menos dos amigos que pagan las consecuencias.
Como siempre, revisamos las automáticas, nos cerramos el chaleco para tapar bien las sobaqueras, entramos en el boliche y nos sentamos al mostrador.

martes, agosto 30, 2011

Presentación del primer EP de Bosques de Groenlandia


lunes, agosto 29, 2011

Shutter island

He llegado a la cuarta hipótesis por la aberración de contar sueños. Anoche soñé esto:
Yo estaba en un manicomio. Después de una larga consulta (¿el proceso?) con un médico, mi familia me había llevado ahí. Morel era el director. Por momentos, yo sabía que estaba en la isla; por momentos, creía estar en el manicomio; por momentos, era el director del manicomio.
No creo indispensable tomar un sueño por realidad, ni la realidad por locura.

sábado, agosto 27, 2011

Ni ni


Visto en el blog de Diego Parés.

viernes, agosto 26, 2011

1936-1937 en la vida de Patoruzú (Oscar Steimberg)


1936-1937 en la vida de Patoruzú
por Oscar Steimberg

Este capítulo tiene por objeto describir las características de la historieta Patoruzú en los primeros meses de vida de la revista Patoruzú, que aparece en noviembre de 1936, varios años después de iniciarse la publicación de la historieta en diarios. Es evidente que la aparición de la revista no carece de importancia, ya que permite develar algunas características esenciales de la tira: cierto fondo serio del humor de Patoruzú sale entonces impacientemente a la luz, descubriendo la ideología de la tira al convertirla en propaganda abierta.
La lectura se circunscribió a los primeros números de la revista, puesto que en esos números se definieron las características que la seguirían identificando casi hasta este momento.
Patoruzú invade otros géneros: política a la vista. La historieta se convirtió, al aparecer la revista Patoruzú, en sólo una parte del mensaje total de la revista. Y este mensaje se hizo entonces no sólo más complejo sino también más claro.
En uno de estos números se ironizaba, por ejemplo, en torno al debate sobre la renovación de las concesiones de la compañía eléctrica CADE, denunciada por el soborno de funcionarios públicos. La revista Patoruzú se burlaba, en cambio, de los que impugnaban los nuevos contratos, y lo hacía, a la vez que en el interior de los cuadros de la historieta, en algún artículo no ilustrado de humor, en dibujos humorísticos aislados y hasta en el capítulo de una narración continua y con personaje central. En la historieta, la alusión era general y más velada; en las demás secciones se daban nombres. Insistentemente las secciones que no eran de historietas atacaban temas diversos, principalmente políticos. ¿No se podría pensar entonces que la historieta le quedaba “chica” al creador de Patoruzú, ya que necesitaba volcar en otros géneros un mensaje que no se agotaba en la historieta?

jueves, agosto 25, 2011

Kafka para Todos


De acá, pueden bajar los impresionantes dibujos sobre Kafka y su obra que realizó Robert Crumb (acompañados por un conjunto de letras de David Mairowitz). Más que un Kafka para principiantes es un Kafka en su tinta. Hermoso, como todo lo que sale de la mano de Crumb.

miércoles, agosto 24, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XIII)

ARMANDO APRILE

Armando Aprile tuvo la consistencia de un fantasma. No ha quedado nada de él salvo un nombre que parece falso y una dirección que no era la suya, en un folleto que apareció un día por las calles de Roma. Efímero utopista, propuso al mundo un orden, pero a lo que parece el mundo lo rechazó. El folleto decía lo siguiente:
ATENCIÓN — MENSAJE MUY IMPORTANTE — Fecha de lanzamiento 1-12-1968 — Juro que haré respetar las siguientes leyes, siempre que el Pueblo mundial se una a mí llevando como reconocimiento: el reloj en la muñeca derecha: o bien una doble AA impresa en una parte visible de la persona o sobre las ropas. El pañuelo para la nariz: verde. Uniforme, único color: blanco o bien azul; zapatos negros en caso de luto; la bandera, blanca y/o azul.
Estas leyes sirven para crear la igualdad de paga, dividida en seis categorías: Mayor paga a los primeros 36 Dirigentes del mundo. Segunda paga: a los segundos 36 mil Dirigentes del Mundo. Tercera paga: a los Jueces. Cuarta paga: a los Científicos, Doctores, Comisarios, Ingenieros, Abogados, Generales, en cualquier caso hasta el grado de Brigadier de Carabineros, a todos los del Espectáculo y del Deporte, etcétera. Quinta paga: al Cuerpo de Aduanas, Marina, Carabineros, Policía, Estudiantes, Soldados, Empleados, etcétera. Sexta paga: a los Niños desde su nacimiento hasta los doce años y a los Presos condenados por homicidio. Los condenados por homicidio trabajarán diez horas al día, las restantes condenas se pagarán con dinero, así que trabajarán en libertad durante ocho horas al día, hasta que hayan terminado de pagar la condena; todos podrán disfrutar de la reducción por buena conducta, y los que estén en libertad trabajarán un máximo de cinco horas de las 24 de la jornada.
4. A los parados se les pagará la jornada como si trabajaran.
5. A los jubilados por ancianidad, los infortunados y los enfermos, se les pagará la jornada como cuando trabajaban, además de todas las curas, medicinas y alojamiento gratis.
6. Pueden llevar el uniforme todos los jóvenes de cualquier talla y sexo, con tal de que no hayan sido condenados por homicidio.
7. Siempre que sea posible, en cada lugar de trabajo habrá aire acondicionado, muebles siempre nuevos, máxima limpieza, etcétera.
8. Todos después de su vigésimo primer año de edad tendrán derecho a un alojamiento nuevo gratuito, en el país donde les permita la residencia su profesión.
9. Todos hablaremos una misma lengua, y se castigará con multa hablar en dialecto.
10. Mi nuevo sistema dé automóviles, etcétera, nos permitirá evitar el 90 por ciento de todos los accidentes.
11. Nadie seguirá pagando impuestos porque todo dependerá de la primera Dirección Mundial.
12. El desierto podrá ser habitado y cultivado. (Una sencilla idea mía nos permitirá evitar las discordias entre el Norte y el Sur de cada Nación.)
13. Se admite el divorcio, por lo que resulta mucho mejor dejar de casarse.
14. Haré apagar cuanto antes los volcanes porque aparte del peligro queman una cantidad de subsuelo muy útil para la evolución de hoy y tal vez la de mañana.
15. Será muy probable que consiga sacar el agua del mar dejando la necesaria para la irrigación, porque amenaza un gran peligro para el planeta Terrestre, ejemplo: si alguien instala en el mar unas gigantescas batidoras, moriremos todos en menos de lo que canta un gallo.
16. Prometo la inmortalidad con noventa probabilidades sobre cien de éxito, y por tanto: un joven puede seguir siendo joven y un viejo puede volverse joven.
17. Quienquiera que esté de acuerdo con estas leyes, haga algo por ayudarme de la manera que pueda, en el campo financiero, enviando una aportación a esta dirección: Aprile Armando — en casa de Giglio (243) St. Nicholas Av. Brooklyn N. Y. (11237) América. Ayudándome a esparcir por el Mundo en el mayor número de lenguas posibles este mensaje e impidiendo al mismo tiempo que nuestros enemigos hagan circular leyes falsas.
18. Mis señas de identidad son: altura 1, 54 m, sin zapatos ni sombrero, delgado, moreno, rojizo de piel, cicatriz en la parte derecha del tórax, un labanillo junto a la oreja derecha, la cara dividida en dos mitades por una señal natural casi invisible, apellido y nombre: Aprile Armando nacido el 29-12-1940.

martes, agosto 23, 2011

Presentación Trampa de luz de Matías Capelli


lunes, agosto 22, 2011

Presentación Pequeño mundo ilustrado de María Negroni


sábado, agosto 20, 2011

Procedimientos (Juan Martini)

Aparte de sus novelas (de El agua en los pulmones a El cerco), Juan Martini escribió, allá por mediados de los 70, un puñado de relatos inscriptos en el policial negro que parecían anunciar el huevo de la serpiente que estaba quebrando su cáscara. Entre ellos, está "Procedimientos", un cuento que forma parte de La brigada celeste, libro que permaneció inédito hasta 1983. Con un estilo seco, violento y vertiginoso, Martini escribe un buen relato, como para reafirmar que puede existir el policial negro en Argentina.

Procedimientos (Juan Martini)

El piso de madera estaba mojado y olía a detergente. En las paredes, sin embargo, se notaban manchas de sangre. Cuando lo empujaron hacia el centro de la pieza, alcanzó a ver al tipo que encendía el reflector: giró la cabeza para mirarlo y la luz, de pronto, le dio en los ojos. Bajó la cabeza y se quedó quieto, con los brazos a los lados del cuerpo, espiando la puerta. Entonces apareció el otro y llamó desde la sombra al del reflector:
—Mono, vení.
El Mono se acercó y escuchó lo que el otro decía en voz baja. Era alto, encorvado y de brazos largos.
—Bueno —dijo.
Avanzó hasta penetrar en el círculo de luz. Tenía la piel aceitosa, un bigote renegrido cayendo sobre los labios y una mata de pelo rebelde aplastada con gomina. El otro permanecía atrás, en la sombra, y era imposible distinguir su cara: sólo la forma del cuerpo, más bajo y más gordo que el Mono.
—Desnudate —dijo el Mono.
El hombre levantó la cabeza, asustado.
—¿Para qué?
—Desnudate, te digo.
Los ojos del hombre, incrédulos, se dirigieron a la oscuridad buscando al otro.
—¿Por qué me hacen esto?
—Obedecé —dijo el Mono entre dientes, y descargó la culata de una escopeta contra el pecho del hombre.
Se fue de espaldas y se golpeó la nuca contra la pared. Enseguida el Mono estuvo a su lado, lo agarró del pelo y le sacudió la cabeza.
—Haceme caso, carajo.

viernes, agosto 19, 2011

Voces del pasado



Radiografías de la historia, voces del pasado entre las que podemos hallar los barrocos poemas de Perlongher, los terroríficos cuentos narrados por Laiseca, discursos políticos antológicos o las coplas de ciertos payadores. Hay mucho más, no sólo de Argentina. Un sitio fantástico.

jueves, agosto 18, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XII)

ANTOINE AMEDEE BELOUIN

En 1897 Antoine Amédée Bélouin redactó el Proyecto Bélouin, destinado a revolucionar la forma de las comunicaciones en el inminente siglo XX. El Proyector Bélouin preveía una nueva y ubicua red de transportes subacuáticos. Esencial y genialmente, se trataba de un tren submarino; como era de prever, su objetivo era casi únicamente el de aumentar de manera desmedida las riquezas y la gloria de Francia, conocida canalizadora e intermediaria de océanos y de mares incompatibles, laureada constructora de canales.
Lo contrario de un canal es realmente un túnel, como el que ya en aquella época unía —o casi— Francia con Inglaterra; de modo mucho más económico, Bélouin había concebido raíles, cuidadosamente tendidos sobre el fondo marino, y un tren que corría —o resbalaba, o navegaba— encima, sin paradas por supuesto, ni siquiera para aprovisionarse de agua. Operación ésta que en el fondo del mar parecía, incluso ante los ojos posibilistas del entusiasta inventor, como paradójicamente problemática.
Ningún lugar más idóneo que el Báltico para tan veloz red de comunicación; de no ser porque el Báltico aún no pertenecía —o ya no pertenecía— a Francia, aunque una fuerte dinastía de una de sus orillas llevase el nombre de Bernardotte, y otra, si bien por breve tiempo, hubiese llevado el de Valois. Bélouin daba por supuesto, sin embargo, que al prestigioso Gobierno francés no podía resultarle excesivamente difícil obtener una especie de derecho de prelación y de protección sobre el inútil fondo de aquellos mares,, por otra parte feos, neblinosos, fríos y en cierto modo aún por colonizar.
Una vía férrea submarina de Petroburgo a Kiel, otra de Dantzig a Estocolmo, y ya estaba hecha la cruz de Lorena, a título de reconfirmación de la hasta demasiado confirmada capacidad de expansión del genio francés. Pero éste era el aspecto a largo plazo del Proyecto; respecto al futuro inmediato, se imponían desde entonces con el carisma de la inevitabilidad los trazados Calais-Do-ver, Le Havre-Southampton, y bajando al Mediterráneo el abanico Marsella-Barcelona, Marsella-Argel y Marsella-Genova, además de una eventual línea de deporte o caza mayor Bastia-Civitavecchia (Réseau Bélouin: Premier Projet de Chemin de Fer sous la Mer, Antoine Amédée Bélouin, Limoges, 1897).
En su manual de vías férreas sumergidas, Bélouin admite con tanta claridad como generosidad su absoluta incompetencia técnico-científica en los diferentes sectores de problemas planteados por su proyecto (en realidad, era profesor de latín y griego en un instituto de provincias), pero no tiene la menor duda de que, confiados a los expertos, la mayor parte de dichos problemas se resolverán, por decirlo de algún modo, por sí solos: «El progreso de la ciencia moderna», manifiesta, «ha sido tan vertiginoso en estos últimos años, que si bien por una parte ya no existe un Cicerón capaz de abarcar por su cuenta el entero acervo de conocimientos, por otra se puede decir perfectamente que no queda distante la hora en que, gracias al esfuerzo conjunto de los bravos científicos (preux savants) de hoy, todos los problemas pasados y presentes del hombre quedarán resueltos, lo que nos allanará el camino para plantear, exponer y arreglar los problemas del futuro».
La alusión a Cicerón en este contexto no hace más que aumentar la originalidad del autor del proyecto, el cual, poco propenso a la puntillosidad técnica de su coetáneo inventor de fábulas Julio Verne, delega prudentemente a los expertos la tarea de resolver, entre tantas otras, las siguientes cuestiones: espesor de las paredes acorazadas de los vagones estancos, sometidos a las notables presiones de los fondos marinos; presión interior del aire en dichos vagones; regular funcionamiento de una locomotora de vapor en el fondo del océano; iluminación (con los medios de 1897); colocación de las vías sobre el limo marino; trabajos de nivelamiento, puentes sobre los abismos y trabajos análogos, declives escarpadísimos de las líneas costeras; paso de los vehículos de la zona seca a la húmeda y viceversa; indicación de peligros; salvamento en caso de accidentes de mayor o menor relevancia; resistencia del agua al movimiento; corrientes; emergencias de carácter técnico, como por ejemplo agotamiento del carbón; comunicación entre un vagón y otro, etc.
En cambio, Bélouin describe minuciosamente los asientos, los retretes, las dobles ventanas de los vagones; los cuales serán construidos en forma de obús, más por motivos balísticos que hidrodinámicos. Describe el servicio de vigilancia, buenas costumbres y moral, tanto dentro del convoy como en la aduana de salida y de llegada; la calefacción, mediante dobles paneles de cobre rellenados de bolas de antracita encendidas en el momento de la partida; el espolón de la locomotora, que tendrá forma de tiburón o más exactamente de pez espada (narval). Prevé un vagón más blindado que los demás, defendido con abundantes carabinas, para el transporte de piedras preciosas, lingotes de oro y documentos de Estado; prevé compartimentos especiales para el transporte de cadáveres, y otros para religiosos. Y para terminar prevé, como consecuencia indirecta de estos cosmopolitas contactos submarinos, una mayor hermandad entre las naciones, bajo el signo luminoso e inagotable del ingenio francés.

miércoles, agosto 17, 2011

Previously...






sábado, agosto 13, 2011

Chisme 32 (Edgardo Cozarinsky)

A fines de los años 40, antes de distanciarse definitivamente, Leopoldo Torre Nilson y Ernesto Sabato compartían un "bulín". Poco después de conocer a Leopoldo, Beatriz Guido quiso saber con quién visitaba el escritor ese departamento. Una tarde en que Sabato lo había reservado para una hora posterior al paso de ella y de Leopoldo, Beatriz se instaló en un café, enfrente, y montó guardia. Vio llegar a Sabato, solo, con libros en la mano; ninguna mujer entró después; media hora más tarde lo vio salir, siempre solo, siempre con libros en la mano. Incapaz de resistir a la curiosidad, Beatriz cruzó la calle, subió, abrió sigilosamente la puerta con su llave, dispuesta a deshacerse en disculpas vehementes ante alguna desconocida, acaso ante una amiga. Pero el departamento estaba vacío y la cama, que ella y Leopoldo habían dejado tendida con sábanas recién cambiadas, estaba minuciosamente deshecha.

Fuente: oral, Beatriz Guido, Buenos Aires, c. 1964.

Cozarinsky, Edgardo (2005): Museo del chisme, Buenos Aires, Emecé, p. 91.

viernes, agosto 12, 2011

Miedo (sobre Relatos de un bebedor de éter de Jean Lorrain)


La mayor debilidad de las películas de Saw (El juego del miedo) es que no producen miedo. Es decir, sí, hay escenas impactantes con juegos perversos que llevan a sus desafortunados jugadores a límites intransferibles de dolor pero no es miedo lo que generan esas escenas, es otra cosa, llamémosle asco, por ponerle un nombre. Saw tiene un problema: quiere jugar en el extremo del género de terror pero se pasa para otro terreno, uno en el que se explora la tortura y el dolor, pero no lo inquietante, lo sugestivo, lo que horroriza.
Este año, los muchachos de Caja Negra han editado Relatos de un bebedor de éter de Jean Lorrain y es en sus páginas, en ese puñado de cuentos, donde podemos reencontrarnos con el terror. Lo que los efectos especiales de Saw no pueden generar (insisto: estas películas no generan terror, generan asco, impresión), lo pudo hacer en el siglo XIX, un escritor francés, decadentista, toxicómano.
Y es que en los relatos que recupera este libro las alucinaciones que los personajes viven por la ingestión de éter son espeluznantes. Lorrain es un maestro de la sugestión, así lo demuestra un relato como "Reclamación póstuma", en el que un pie visto debajo de una cortina, en una habitación vacía y silenciosa, logra ser el elemento aterrador, aquel que desencadena la desazón del protagonista y el miedo. En este relato, aparecen los dos o tres procedimientos que usará Lorrain en sus cuentos para lograr el efecto buscado: en primer lugar, el ambiente cerrado y solitario, recargado de objetos, en el que el protagonista se encuentra con sus propias alucinaciones, con sus propios fantasmas (véase, por ejemplo, "La casa siniestra": brujería y ruidos detrás de las ventanas); por otro lado, el narrador en primera persona, en cuyas palabras sentimos la impresión que causan las apariciones y las visiones, una voz de la que es difícil despegarse y que produce en el lector la empatía necesaria para transmitirle la turbación y la conmoción (léase, por ejemplo, "Los orificios de la máscara": carnaval y espectros); y por último, el detallismo de la prosa de Lorrain cuando se trata de describir las apariciones, un nivel de detalle que nos vuelve real lo que, tal vez, fuera imaginario (degústese "La habitación cerrada": un invitado y un voz nocturna). El primer procedimiento logra la atmósfera, fatalmente necesaria en el género de terror; el segundo, la transmisión de sensaciones y de ambigüedad ante lo que ocurre (¿esto no es real? ¿es sólo fruto del éter? ¿el sueño de la razón produce monstruos?); y el tercero, le da verosimilitud y contundencia a las apariciones (están ahí, pueden parecer irreales, pero están ahí y vienen por mí).
A la par de los relatos de fantástico y terror, este hermoso libro (en su confección, en su contenido) recopila dos o tres relatos que rompen con lo clásico dentro del género y se desbordan hacia otros límites. Es el caso, por ejemplo, de "El poseído", un relato en el que el discurso paranoico cubre la percepción de la sociedad y los hombres y mujeres se van animalizando (uno de los cuentos que más disfrute; cuando lo leía, no podía evitar pensar en Cortázar y su bestiario). Pero también es el caso, por poner otro ejemplo, del relato más melancólico del libro, el último, "Oración fúnebre".
Cierro: leer Relatos de un bebedor de éter de Jean Lorrain me produjo lo que no me producen las películas de Saw, es decir, incomodidad, miedo. Un miedo clásico, tal vez lejos de Lovecraft, cerca de Bierce, pero un miedo al fin, de esos que te hacen escuchar atentamente los golpes del viento en la persiana, ese pliegue extraño en la cortina, ese rostro de un paseante que parece una máscara vacía.

jueves, agosto 11, 2011

Voy


sábado, agosto 06, 2011

Masí

martes, agosto 02, 2011

Presentación Cine. III. La inmortalidad de Juan Martini

lunes, agosto 01, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XI)

CARLO OLGIATI

En 1931, cuando estaba a punto de alcanzar los ochenta años, Carlo Olgiati de Abbiategrasso dio finalmente a la imprenta su obra fundamental en tres volúmenes El metabolismo histórico (Il metabolismo storico), única producción de la editorial «La Redentina» de Novara, que no era otra cosa que la fábrica de golosinas propiedad del mismo autor.
Este notable ejemplo de la actualmente casi extinguida vivacidad intelectual lombarda, tuvo una pobre vida, por no decir que no tuvo vida alguna: secuestrado inmediatamente por las autoridades fascistas, no conoció mejor fortuna en los años sucesivos, de modo que hoy sólo quedan del conjunto de la edición una docena de ejemplares, casi todos ellos incompletos y en manos de particulares. Uno de los ejemplares completos se encuentra desde 1956 en las ordenadas estanterías de la Duke University, en Carolina del Norte; de este casi incunable ha sido extraída en 1958 una edición reducida en copia fotostática, única fuente accesible de los intermitentes accesos de atención que todavía suscita el nombre de Olgiati, cuarenta años después de su desaparición.
El Maestro había dedicado más de veinte años a la elaboración de su teoría socio-biológico-económica. Una primera versión senil, cualquier cosa menos exhaustiva, titulada La lucha de los grupos en la fauna y en la flora (La lotta dei gruppi nella fauna e nella flore) y publicada en 1917, o sea en plena guerra, tuvo todavía menos éxito del que más adelante correspondería a la versión definitiva; fue incluso el propio autor quien la retiró de las librerías de Milán, Novara, Alessandria y Casalmonferrato, descontento tal vez de su incompletud, disgustado tal vez por el hecho de que ningún diario, ni revista, ni publicación de otro tipo le hubieran dedicado una sola reseña.
Ultimo entre los grandes constructores de sistemas, Olgiati era también conocido como propietario de una fábrica de galletas, especialidad local de Cuggiono, distrito de Abbiategrasso, llamadas «Prusianas»; por motivos totalmente ajenos a la filosofía se había visto obligado a cerrar la fábrica, en la orilla del Ticino pero al borde de la quiebra, un año después de la entrada de Italia en guerra. El establecimiento sólo consiguió abrir de nuevo sus puertas en 1919; las galletas, aun siendo siempre las mismas, se vendían ahora con el más grato nombre de «Redentinas». Entretanto, Olgiati había modificado en parte su concepción de la historia; a esta visión más coherente dedicaría más adelante los largos años de relativa paz e indiscutible miseria que siguieron.
 

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