A fines de los años 40, antes de distanciarse definitivamente, Leopoldo Torre Nilson y Ernesto Sabato compartían un "bulín". Poco después de conocer a Leopoldo, Beatriz Guido quiso saber con quién visitaba el escritor ese departamento. Una tarde en que Sabato lo había reservado para una hora posterior al paso de ella y de Leopoldo, Beatriz se instaló en un café, enfrente, y montó guardia. Vio llegar a Sabato, solo, con libros en la mano; ninguna mujer entró después; media hora más tarde lo vio salir, siempre solo, siempre con libros en la mano. Incapaz de resistir a la curiosidad, Beatriz cruzó la calle, subió, abrió sigilosamente la puerta con su llave, dispuesta a deshacerse en disculpas vehementes ante alguna desconocida, acaso ante una amiga. Pero el departamento estaba vacío y la cama, que ella y Leopoldo habían dejado tendida con sábanas recién cambiadas, estaba minuciosamente deshecha.
Fuente: oral, Beatriz Guido, Buenos Aires, c. 1964.
Cozarinsky, Edgardo (2005): Museo del chisme, Buenos Aires, Emecé, p. 91.
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inquietante
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