Segunda entrega: los matices del gris (sobre 17grises editora)
Tercera entrega: una mirada extrañada (sobre China editora)
Cuarta entrega: las huellas de la imaginación (sobre Fiordo editorial)
Quinta entrega: seguir el hilo rojo (sobre Hilo rojo editores)
Sexta entrega: cuidado con el libro (sobre Cave librum editorial)
Séptima entrega: trazar recorridos (sobre Excursiones editorial)
Octava entrega: atípicos (sobre editorial Letranomáda)
Novena entrega: conexiones íntimas (sobre Santiago Arcos editor)
Décima entrega: la juntidad espeluznante (sobre La Comarca libros)
Undécima entrega: el deseo de editar (sobre Palabras amarillas ediciones)
En esta nueva entrega, conversamos con un sello reciente, Páprika editorial (facebook; twitter). Escribí sobre el primer título lanzado por este proyecto, Te quiero, de J. P. Zooey. Se trata de un libro desconcertante, una verdadera jugada para arrancar un catálogo. Las tapas y la heterogeneidad que presenta Páprika parecen ser cualidades que la caracterizarán en el tiempo por venir. Pasen y lean!
GC: ¿Por qué la editorial se llama “Páprika”?
P: Buscábamos un nombre sonoro, recordable, simpático, que trasmitiera de algún modo la felicidad que nos da trabajar con libros. Sobre todo, queríamos que el nombre no nos definiera demasiado de antemano: una de las cosas que más nos entusiasma de lo que estamos haciendo es que cualquier libro de cualquier autor en cualquier género podría caber, idealmente, en nuestro catálogo, siempre que nos parezca valioso y con capacidad de interpelar a los lectores. Tratándose de una editorial que publica tanto traducciones como autores que escriben en español, que sea una palabra exótica y a la vez familiar terminó de convencernos.
GC: ¿Cómo seleccionan los títulos que conformarán el catálogo?
P: Somos tres editores –Claudia Arce, Andrés Beláustegui y Maxi Papandrea–, cada uno obviamente con gustos e intereses distintos, con distintas bibliotecas en la cabeza. Esa diversidad de gustos es un buen contrapeso para una de las arrogancias en las que puede caer un editor: dar por sentado que lo que le interesa a él le interesará a los demás. Rastreamos, leemos, discutimos, analizamos, sopesamos una y otra vez, y si la idea sobrevive a todo ese proceso intentamos convertirla en libro. Pero esas diferencias que tenemos como lectores y que funcionan como filtro de calidad son un buen complemento, nos parece, para todas las coincidencias de criterio y concepción que nos unen: creemos absolutamente en la potencia de la lectura para enriquecer la vida de las personas y creemos que la misión de una editorial no es solamente elegir cuidadosamente lo que publica, sino respetar al autor y al lector con ediciones cuidadas al detalle, y hacer todos los esfuerzos posibles para que nuestros libros y los lectores se encuentren. Somos muy chicos, tenemos recursos limitados y somos muy conscientes de que de nuestras decisiones depende no solo la aceptación que tenga la editorial o lo que publiquemos, sino también nuestra capacidad para hacer todas las cosas que tenemos ganas de hacer en el futuro.
GC: ¿Qué importancia le dan a las tapas? Se nota una propuesta estética muy atractiva.
P: Hay una gran cantidad de ilustradores, artistas y diseñadores haciendo cosas muy interesantes. Pero nuestra idea no sólo tiene que ver con atender a ese fenómeno desde nuestro pequeño lugar. Desde el punto de vista editorial, la tapa es quizás la primera oportunidad que uno tiene como editor para hablarle a un lector posible, de darle una rápida impresión (con un golpe de vista) acerca de lo que el libro puede llegar a ofrecerle. Teniendo en cuenta eso, y que queremos ir construyendo un catálogo variado, ecléctico, que sorprenda, nos pareció una buena idea el desafío de llamar a un ilustrador, artista o diseñador distinto para cada título, que tenga un lenguaje artístico propio y sobre todo afín al libro. Es una manera de orientar al lector y también de enriquecer de sentidos la edición. Por ejemplo, la idea de llamar a Gualicho para Te quiero, de J.P. Zooey, salió del mismo mundo ficcional de la novela: los jovencísimos protagonistas andan de aquí para allá por una Buenos Aires muy actual, muy contemporánea, y todos los que vivimos acá sabemos de qué manera el arte callejero, el muralismo, el grafitti, etc., están cambiando la fisonomía de la ciudad. En la obra de Gualicho encontramos el mismo nervio urbano, la misma vibración y frescura que leímos en la novela de J.P. Zooey.
GC: ¿Por qué comenzar con Zooey y con Harrison? ¿Encuentran algo en común entre ambas obras? ¿Piensan trabajar con colecciones o apuntan a la heterogeneidad?
P: Por ahora no planeamos trabajar con colecciones. En cuanto al lanzamiento, era importante arrancar con un autor local y uno extranjero para definir algunas primeras coordenadas de lo que queremos hacer: atender a lo que se publica en español, pero también en otras partes del mundo. Desde hace tiempo admiramos a los dos, y junto con El último teorema de Fermat, de Simon Singh, un libro apasionante de divulgación matemática, estuvieron ya en nuestras primeras conversaciones. Hablar de puntos en común entre dos autores tan distintos, de generaciones distintas y que pertenecen a tradiciones y países distintos, es todo un desafío, porque en los dos valoramos cosas diferentes, pero probemos. Tanto en Harrison como en Zooey reconocemos una sensibilidad lingüística especial, un trabajo interesante con la forma novelística y una preocupación por pensar los vínculos y las relaciones entre las personas y de las personas con los mundos que habitan: Inglaterra de los sesenta a los ochenta, en el caso de Harrison, y el Buenos Aires de hoy (en diálogo con el de los noventa) en el de J. P. Zooey. En los dos casos, se adivina a un escritor auténtico, con una mirada, una voz, una búsqueda estilística o narrativa y vital. Y los dos, dicho un poco a las apuradas, impactan cada uno a su modo en el lector.
GC: ¿Qué títulos lanzaron y cuáles están en carpeta?
P: En 2014, Te quiero, de J.P. Zooey, El curso del Corazón, de M. John Harrison y El último teorema de Fermat, de Simon Singh. Para el 2015, planeamos publicar unos seis títulos. Comenzaremos con un autor joven estadounidense que tiene varios títulos publicados pero que aún no ha sido traducido al español: Joe Meno. Se trata de una novela (Chica de oficina) protagonizada por dos jóvenes artistas frustrados y bastante extraviados en la vida que se conocen en un call-center y se enamoran perdidamente. Meno es un claro heredero de Salinger en su talento para despertar empatía por los personajes; es un escritor sentimental, muy fino y divertido, muy fácil de leer, de esos que llegan a la transparencia y velocidad de la frase no a través del descuido sino de una atenta elaboración. Después vendrán una novela inédita de Marcelo Cohen (la historia de dos amigos que se pasan la vida inventando proyectos de resistencia política y cambio social) y un libro que es una singularidad total: El peregrino, de J. A. Baker. Baker está considerado uno de los más grandes escritores ingleses sobre la naturaleza. Durante diez años, el autor se dedicó a observar a los halcones peregrinos que visitaban su región y condensó esa experiencia, esa obsesión, en un libro de no ficción que se lee como una novela. Es un libro bellísimo y muy cautivante, un tesoro que, si el lector le presta la disposición que pide, lo llevará encima toda la vida. Herzog anda por el mundo recomendándole a todos los documentalistas que lo lean. Y a fin de año reeditaremos el segundo libro de J.P. Zooey, Los electrocutados, porque la edición española de esta novela circuló poco en la Argentina y porque nos interesa mucho que Zooey siga formando parte de nuestro catálogo. Hay otros dos títulos elegidos, pero todavía no están cerrados y no podemos decir nada. Y un montón de ideas, que esperamos ir concretando con el tiempo.
Octava entrega: atípicos (sobre editorial Letranomáda)
Novena entrega: conexiones íntimas (sobre Santiago Arcos editor)
Décima entrega: la juntidad espeluznante (sobre La Comarca libros)
Undécima entrega: el deseo de editar (sobre Palabras amarillas ediciones)
En esta nueva entrega, conversamos con un sello reciente, Páprika editorial (facebook; twitter). Escribí sobre el primer título lanzado por este proyecto, Te quiero, de J. P. Zooey. Se trata de un libro desconcertante, una verdadera jugada para arrancar un catálogo. Las tapas y la heterogeneidad que presenta Páprika parecen ser cualidades que la caracterizarán en el tiempo por venir. Pasen y lean!
GC: ¿Por qué la editorial se llama “Páprika”?
P: Buscábamos un nombre sonoro, recordable, simpático, que trasmitiera de algún modo la felicidad que nos da trabajar con libros. Sobre todo, queríamos que el nombre no nos definiera demasiado de antemano: una de las cosas que más nos entusiasma de lo que estamos haciendo es que cualquier libro de cualquier autor en cualquier género podría caber, idealmente, en nuestro catálogo, siempre que nos parezca valioso y con capacidad de interpelar a los lectores. Tratándose de una editorial que publica tanto traducciones como autores que escriben en español, que sea una palabra exótica y a la vez familiar terminó de convencernos.
GC: ¿Cómo seleccionan los títulos que conformarán el catálogo?
P: Somos tres editores –Claudia Arce, Andrés Beláustegui y Maxi Papandrea–, cada uno obviamente con gustos e intereses distintos, con distintas bibliotecas en la cabeza. Esa diversidad de gustos es un buen contrapeso para una de las arrogancias en las que puede caer un editor: dar por sentado que lo que le interesa a él le interesará a los demás. Rastreamos, leemos, discutimos, analizamos, sopesamos una y otra vez, y si la idea sobrevive a todo ese proceso intentamos convertirla en libro. Pero esas diferencias que tenemos como lectores y que funcionan como filtro de calidad son un buen complemento, nos parece, para todas las coincidencias de criterio y concepción que nos unen: creemos absolutamente en la potencia de la lectura para enriquecer la vida de las personas y creemos que la misión de una editorial no es solamente elegir cuidadosamente lo que publica, sino respetar al autor y al lector con ediciones cuidadas al detalle, y hacer todos los esfuerzos posibles para que nuestros libros y los lectores se encuentren. Somos muy chicos, tenemos recursos limitados y somos muy conscientes de que de nuestras decisiones depende no solo la aceptación que tenga la editorial o lo que publiquemos, sino también nuestra capacidad para hacer todas las cosas que tenemos ganas de hacer en el futuro.
GC: ¿Qué importancia le dan a las tapas? Se nota una propuesta estética muy atractiva.
P: Hay una gran cantidad de ilustradores, artistas y diseñadores haciendo cosas muy interesantes. Pero nuestra idea no sólo tiene que ver con atender a ese fenómeno desde nuestro pequeño lugar. Desde el punto de vista editorial, la tapa es quizás la primera oportunidad que uno tiene como editor para hablarle a un lector posible, de darle una rápida impresión (con un golpe de vista) acerca de lo que el libro puede llegar a ofrecerle. Teniendo en cuenta eso, y que queremos ir construyendo un catálogo variado, ecléctico, que sorprenda, nos pareció una buena idea el desafío de llamar a un ilustrador, artista o diseñador distinto para cada título, que tenga un lenguaje artístico propio y sobre todo afín al libro. Es una manera de orientar al lector y también de enriquecer de sentidos la edición. Por ejemplo, la idea de llamar a Gualicho para Te quiero, de J.P. Zooey, salió del mismo mundo ficcional de la novela: los jovencísimos protagonistas andan de aquí para allá por una Buenos Aires muy actual, muy contemporánea, y todos los que vivimos acá sabemos de qué manera el arte callejero, el muralismo, el grafitti, etc., están cambiando la fisonomía de la ciudad. En la obra de Gualicho encontramos el mismo nervio urbano, la misma vibración y frescura que leímos en la novela de J.P. Zooey.
GC: ¿Por qué comenzar con Zooey y con Harrison? ¿Encuentran algo en común entre ambas obras? ¿Piensan trabajar con colecciones o apuntan a la heterogeneidad?
P: Por ahora no planeamos trabajar con colecciones. En cuanto al lanzamiento, era importante arrancar con un autor local y uno extranjero para definir algunas primeras coordenadas de lo que queremos hacer: atender a lo que se publica en español, pero también en otras partes del mundo. Desde hace tiempo admiramos a los dos, y junto con El último teorema de Fermat, de Simon Singh, un libro apasionante de divulgación matemática, estuvieron ya en nuestras primeras conversaciones. Hablar de puntos en común entre dos autores tan distintos, de generaciones distintas y que pertenecen a tradiciones y países distintos, es todo un desafío, porque en los dos valoramos cosas diferentes, pero probemos. Tanto en Harrison como en Zooey reconocemos una sensibilidad lingüística especial, un trabajo interesante con la forma novelística y una preocupación por pensar los vínculos y las relaciones entre las personas y de las personas con los mundos que habitan: Inglaterra de los sesenta a los ochenta, en el caso de Harrison, y el Buenos Aires de hoy (en diálogo con el de los noventa) en el de J. P. Zooey. En los dos casos, se adivina a un escritor auténtico, con una mirada, una voz, una búsqueda estilística o narrativa y vital. Y los dos, dicho un poco a las apuradas, impactan cada uno a su modo en el lector.
GC: ¿Qué títulos lanzaron y cuáles están en carpeta?
P: En 2014, Te quiero, de J.P. Zooey, El curso del Corazón, de M. John Harrison y El último teorema de Fermat, de Simon Singh. Para el 2015, planeamos publicar unos seis títulos. Comenzaremos con un autor joven estadounidense que tiene varios títulos publicados pero que aún no ha sido traducido al español: Joe Meno. Se trata de una novela (Chica de oficina) protagonizada por dos jóvenes artistas frustrados y bastante extraviados en la vida que se conocen en un call-center y se enamoran perdidamente. Meno es un claro heredero de Salinger en su talento para despertar empatía por los personajes; es un escritor sentimental, muy fino y divertido, muy fácil de leer, de esos que llegan a la transparencia y velocidad de la frase no a través del descuido sino de una atenta elaboración. Después vendrán una novela inédita de Marcelo Cohen (la historia de dos amigos que se pasan la vida inventando proyectos de resistencia política y cambio social) y un libro que es una singularidad total: El peregrino, de J. A. Baker. Baker está considerado uno de los más grandes escritores ingleses sobre la naturaleza. Durante diez años, el autor se dedicó a observar a los halcones peregrinos que visitaban su región y condensó esa experiencia, esa obsesión, en un libro de no ficción que se lee como una novela. Es un libro bellísimo y muy cautivante, un tesoro que, si el lector le presta la disposición que pide, lo llevará encima toda la vida. Herzog anda por el mundo recomendándole a todos los documentalistas que lo lean. Y a fin de año reeditaremos el segundo libro de J.P. Zooey, Los electrocutados, porque la edición española de esta novela circuló poco en la Argentina y porque nos interesa mucho que Zooey siga formando parte de nuestro catálogo. Hay otros dos títulos elegidos, pero todavía no están cerrados y no podemos decir nada. Y un montón de ideas, que esperamos ir concretando con el tiempo.
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