Hace unas semanas me enteré de una excelente noticia: se publicó un libro que recopila humor y literatura de tres publicaciones olvidadas de los 60: 4 patas, Gregorio y La hipotenusa. Se sabe que este blog mira encandilado hacia las recuperaciones de autores y textos olvidados en la literatura argentina por lo que, con ansiedad, me puse en contacto con el responsable de la investigación y de la selección, Osvaldo Aguirre. El libro fue publicado por Ediciones De La Flor bajo el título La vanguardia perdida y es una hermosa edición. A propósito de esta publicación y de este valioso rescate, Aguirre nos respondió las siguientes preguntas.
Golosina Caníbal: ¿Cómo llegaste a las revistas y suplementos que recuperás en La vanguardia perdida?
Osvaldo Aguirre: Las descubrí a partir del trabajo para otro libro, la compilación de las crónicas y los textos periodísticos de Francisco Urondo. Como parte de ese trabajo, consulté distintas colecciones de la revista Leoplán, donde Urondo, dicho sea de paso, publicó algunos de sus mejores textos. Allí me encontré con Gregorio, el suplemento que editó Miguel Brascó y donde publicaron Alberto Vanasco, Copi, Rodolfo Walsh, César Fernández Moreno, Catú y muchos otros escritores y dibujantes argentinos y extranjeros. Desde el primer momento pensé que todo ese material tenía que volver a circular. Básicamente porque cuando encuentro algo que me gusta se me ocurre siempre la misma idea: hacer un libro. Pero además porque las únicas memorias de Gregorio se limitaban a mencionar que fue el lugar donde Quino publicó las primeras tiras de Mafalda, y había muchísimo más, esas viejas revistas contenían un tesoro. Después lo hablé con Juan Sasturain y en el curso de varias conversaciones terminamos de definir la idea de recuperar no solo esa publicación sino también otras igualmente olvidadas de la época, como La hipotenusa -de muy difícil hallazgo, pero Juan tenía algunos ejemplares- y 4 patas, de Carlos del Peral -todavía más difícil, en principio, pero afortunadamente se encontraban disponibles en el Cedinci. En 2014 visitamos a Brascó y le hicimos una entrevista, ya con la idea de hacer la antología. En ese momento nos faltaba la editorial, hasta que hablamos con De la Flor. Juan estaba con mucho trabajo y finalmente me dijo que siguiera solo con la edición. En el proceso de edición tuve que enfrentar un obstáculo importante, la inexistencia de colecciones completas de estas revistas en bibliotecas o museos o instituciones públicas. Pero ya tenía un entrenamiento por otros trabajos editoriales, así que finalmente, después de mucho andar y de consultar distintas bibliotecas y sitios, pude recomponer un corpus bastante amplio para hacer la antología.
GC: ¿Por qué apostás por recuperar estas publicaciones de los 60?
OA: Editar es, entre otras cosas, elegir, y una elección siempre plantea un juicio de valor, es decir, en este caso, “estos textos, estos dibujos, son extraordinarios y no pueden quedar confinados en publicaciones que nadie lee, tienen que volver a estar al alcance de los lectores porque no solo siguen vigentes sino también porque son piezas importantes en la historia del humor y la literatura argentina”. Editar este tipo de materiales es ir un poco contra los criterios más estandarizados y menos interesantes de edición, atados a la actualidad y a las urgencias del mercado. Son, además, obras que nos permiten descubrir o mirar desde otra luz a autores y artistas notables, o revalorizar a otros que, siendo conocidos, no han sido examinados en profundidad, como Brascó. Para mí fue además un orgullo que el libro se publique en De la Flor, por lo que significa la editorial y por su trayectoria en la publicación de humor. Quiero destacar el trabajo de Susana Aime y de Carina París, en la producción editorial, además del prólogo de Sasturain y el empuje de Kuki Miler a la publicación.
GC: ¿Qué particularidades sobre el humor, gráfico y literario, aparecen en esta selección que realizaste?
OA: Los dibujantes y escritores de estas publicaciones son parte de una generación que cambia las formas de hacer humor, a partir del agotamiento de los modelos cristalizados en revistas como Patoruzú y Rico Tipo. Una de sus características son los cruces constantes con el arte, el contexto cultural en sentido amplio y la política, con el nuevo periodismo y las experiencias de ruptura en el arte. Son publicaciones que presuponen un lector con cierta competencia cultural y política y que, como muestra Brascó en Gregorio, apuntan a salir del género, porque el corpus no está dado necesariamente por sí mismo sino que implica una construcción y ahí se ve la importancia del editor. Y tienen una marca muy fuerte de la literatura, como se puede ver en los textos de Osvaldo Lamborghini, Daniel Giribaldi y Enrique Wernicke que publica La hipotenusa, por ejemplo.
GC: ¿A qué se debe el título La vanguardia perdida? ¿Qué te interesa del término vanguardia actualmente?
OA: Sasturain explica en el prólogo el sentido del título: es una experiencia de vanguardia que se perdió en el sentido de que fue olvidada y apenas aparecía mencionada en las historias del género. Vanguardia es un término bastante usado y que puede prestarse a lugares comunes, pero creo que describe correctamente un tipo de práctica que fue habitual en el arte de los 60, una práctica que no solo producía una ruptura respecto de las formas convencionales de hacer arte sino que además se proyectaba a través de muy distintos modos de intervención social. A través del humor, del absurdo, de la ficción, estos escritores y dibujantes están hablando de la sociedad de su época y ya no de las supuestas costumbres o de los personajes estereotipados del humor de los 50, y más que a la risa apuntan a un efecto más inquietante, me parece, donde puede darse la comicidad pero también la reflexión y la crítica. En sus extremos, la vanguardia podría ser, digamos, lo que no parece arte, lo que parece mal hecho, lo que hace que volvamos a plantearnos las preguntas básicas del arte. La ruptura de Carlos del Peral, Kalondi y Héctor Cattolica con Landrú, cuando se van de Tía Vicenta y empiezan a pensar en 4 patas, es significativa en ese sentido; esa división marca de alguna forma los límites de Tía Vicenta en su representación de la política y al mismo tiempo descubre otras posibilidades, que es precisamente lo que se mostrará en los cuatro números de 4 patas. Carlos del Peral es otra figura que merece un rescate mucho más amplio. En algún momento la revista se queja, en broma, de no tener lectores, pero lo cierto es que Del Peral terminó citado por la policía, y ese es un dato de cierta repercusión. Por otra parte, toda la reflexión de Brascó sobre el humor, en distintos textos de Gregorio, sitúa una nueva forma de pensar el género que está en correlación no tanto con lo que venía antes en el mismo género sino, como ya dijo Jorge B. Rivera en sus trabajos pioneros, con el contexto cultural de los 60.
GC: ¿Te gustaría recuperar otras revistas o experiencias culturales que también hayan quedado perdidas en la historia argentina?
OA: Sí, claro. Me interesan particularmente las décadas del 60 y 70. Ahí queda mucho por investigar.
0 comentarios:
Publicar un comentario