Este texto fue leído por Ariel Luppino, autor de Las brigadas (2018) y Las máquinas orientales (2019), en la Feria de Editores Independientes el viernes 2 de agosto de 2019. La grabación de la mesa sobre Lamborghini y Laiseca y sus novelas (imposibles, ilegibles, ineludibles) se puede ver acá. Agradezco a Luppino su polémica, su amistad y su confianza. Y, sobre todo, su lectura apasionada de Alberto Laiseca y de Marcelo Fox.
Hay un canon visible (Aira y Saer) y un canon invisible (Laiseca y Lamborghini), pero es un canon espejado. Quizás deberíamos dejar de hablar de la literatura argentina contemporánea: la literatura argentina contemporánea no existe. ¿Quién la hace? ¿Anagrama? ¿Random House? La mayoría de “la literatura argentina” (permítanme el uso de comillas) está escrita en estado de traducción. La mayoría de la literatura argentina está inscripta en la tradición del realismo sucio norteamericano, o el terror urbano norteamericano, o el gótico inglés, o la non-fiction… Todo da igual cuando se trata de vender, aunque la idea de carrera literaria en la Argentina sea un delirio. No hay mercado capaz de sostener a un escritor como tal.
Quizás deberíamos dejar de lado estas cuestiones y hablar de dos novelas, Los sorias y Tadeys. ¿Por qué estas novelas no son leídas? Por varios motivos. De alguna manera, son obras autoconscientes. Como no tienen lectores, se ven obligadas a crearlos. Pero la tarea es ardua. Estas novelas no son leídas, entre otras cosas, creo yo, porque la crítica literaria está desapareciendo. Los académicos llegaron a un punto de saturación, de hartazgo, y los periodistas culturales sufren el Mal de Osvaldo Quiroga: siempre tienen un elogio a mano para quien se los pida. Si todo es bueno, ¿cuál es el criterio estético que rige esa sentencia? Si todo es importante, entonces nada lo es. Sólo hay un valor de mercado y estas obras exigen una valoración de lo literario y una resignificación de lo novelesco como tal. Se invierte y se niega la fórmula de Libertella. “Ahí donde hay un mercado no se constituye un lector”. Como ven, en la inversión la fórmula pierde la gracia.
Además hay una presión de mercado por imponer una agenda de lectura y estas novelas por uno u otro motivo siempre quedan afuera. Porque son demasiado largas o “difíciles”… Por supuesto que a esto también se superpone lo temático. Está claro que el oportunismo configura un modelo de intelectual en la Argentina. Todos dicen lo que hay que decir y escriben lo que hay que escribir, y en este sentido estas dos novelas no cumplen los requisitos de la época, de ninguna época, porque son una apuesta radical de la literatura por la literatura misma. Entre tanto oportunismo, estas novelas nunca dejan de ser inoportunas.
Los sorias y Tadeys son dos novelas políticas pero no son realistas, incluso diría que son anti-realistas. Si el populismo literario construye utopías ingenuas, Lamborghini y Laiseca trabajan, o mejor, juegan con el negativo y traman contra-realidades ficticias. No son realistas porque el realismo se queda corto cuando quiere dar cuenta de las lógicas (delirantes) del poder. El realismo cuando aborda cuestiones políticas escribe novelas de tesis políticamente correctas y convencionales, anacrónicas que subordinan la literatura a la ideología y tratan de sostener ideológicamente lo que no funciona en términos narrativos. Subordinan la literatura a otros discursos, como si la literatura fuera una sierva, la cenicienta y no la reina de todas las artes.
La poesía argentina quedó estancada en los 90, pero con la narrativa pasó algo mucho peor: nunca salió de los 80. Cuando se habla de Laiseca, pero sobre todo cuando se habla de Lamborghini, por lo general, se recurre a César Aira, tal vez no el mejor novelista pero sí el mejor ensayista argentino, y eso impide la lectura o genera una confusión. Por ejemplo, Los dos payasos no es una ficcionalización de la relación entre Aira y Lamborghini sino un ensayo ficcional sobre el centro inefable de la obra de Lamborghini: los juegos de palabras, el chiste y su reverso perfecto, el malentendido. Aira tira de ese ovillo y desata lo novelesco puro que se cristaliza en una novela como Tadeys. Pero acostumbrados a leer tanta literatura del yo lo biográfico pareciera tener más peso.
De la misma manera, Help a él de Fogwill es menos una reescritura de El Aleph de Borges que una tematización novelada de la poética de Laiseca:
“Miré el papel: la prosa era impecable, y abundaba en ese truco de Adolfo (Laiseca) que yo había señalado en su novela: un uso anómalo de ciertos giros coloquiales, como si yo ahora escribiese que en ciertos párrafos él 'enchufaba' palabras de un léxico legítimo, pero inesperado en el contexto del relato. Ese uso irruptivo y exagerado del giro coloquial distorsionaba toda alusión realista, creando un clima de alteración mayor que el que la improbabilidad de componentes del lenguaje llevaría a pensar. Era –le dije, y sigo viéndolo así- como si en una guía telefónica enchufaran nombres de plantas y de caballos de carrera con sus correspondientes códigos impresos en números romanos”.
Tadeys es una novela sobre la traducción y al igual que Una excursión a los indios ranqueles está escrita por un lenguaraz. Es una saga imperial pero también una reversión (o perversión) de la literatura practicada por los sabios humanistas italianos: Petrarca, Dante y Bocaccio. Lamborghini parece sugerir que en el horizonte hay una lengua nueva y paradójicamente suena como el latín.
Los sorias más que una novela es un libro para iniciados, o un libro iniciático. Digamos, una novela en clave para el aprendiz de brujo. Es una “novela” en el sentido más profundo de la palabra en tanto que desoculta una verdad: la literatura misma. En Los sorias hay una cosmovisión esotérica puesta en abismo y una lengua hecha con los restos de muchas lenguas. Laiseca hace que las artes mágicas suban al escenario y representen su papel, y esa teatralidad es la novela (en El jardín de las máquinas parlantes ese movimiento habrá de cristalizarse). Laiseca lleva la novela a sus orígenes remotos, la épica, y de una manera hiperbólica escribe una novela épica: la categorización no es inocente. Como en Aventuras de un novelista atonal o Las cuatro torres de Babel, Laiseca escribe a la manera de Heródoto o Tito Livio sobre una civilización que siempre es imaginaria, y esa es una epifanía, pero Laiseca entendió antes o mejor que nadie que toda epifanía es literaria. Laiseca fechó el comienzo de la novela como género en Rabelais y después no hizo otra cosa que desplegar la tradición condensada en el comienzo, porque Laiseca, al igual que Macedonio, tiene bien en claro que toda novela es una novela que comienza. Entonces, ¿cómo no habría de escribir novelas de aventuras?
Los sorias es una novela enciclopédica pero carnavalesca, y es una celebración de lo alto y lo bajo sin jerarquías o con la jerarquía dada vuelta como en toda orgía, aunque en este caso se trate de una orgía del conocimiento porque el arte a veces también puede ser eso. Los sorias es la mejor novela que se escribió en la Argentina desde El Matadero, si aceptamos esa obra como el comienzo de nuestra literatura (en caso contrario, habría que volver a reescribir esta frase una vez más). La literatura argentina empieza con una violación y termina con una orgía. Porque una novela como Los sorias no se publica en vano. Es un punto de culminación y la mayor parte de nuestra literatura persiste en un plano fantasmático, como si no se diera cuenta de que está muerta mientras esta novela está viva, más viva que nunca. ¿Pero puede la literatura argentina empezar de nuevo? Eso está por verse.
2 comentarios:
Todos están muertos. Yo estoy vivo.
No.
Vos también estás muerto.
"Mal de Osvaldo Quiroga: siempre tienen un elogio a mano para quien se los pida"
Para quien se lo pague.
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