domingo, abril 25, 2010

Emancipar, emancipar, emancipar


[...] Este es el primer punto que los reformadores del teatro comparten con los pedagogos degradantes: la idea de la distancia entre ambas posiciones. Incluso cuando el dramaturgo o el performer no sabe lo que quiere que el espectador haga, sabe que él tiene que hacer algo: cambiar de la pasividad a la actividad. ¿Pero por qué no darle la vuelta a las cosas? ¿Por qué no pensar, en este caso también, que es precisamente el intento de suprimir la distancia lo que constituye la distancia misma? ¿Por qué identificar el hecho de estar sin moverse con inactividad, sino es por la presuposición de una distancia entre la actividad y la inactividad? Porque identificar “mirar” con “pasividad” sino es por la presuposición que mirar significa mirar a la imagen de la apariencia, que significa estar separado de la realidad que esta siempre tras la imagen?, ¿por qué identificar escuchar con ser pasivo, sino es por la presuposición que actuar es lo opuesto de hablar, etc., etc.? Todos estos opuestos, mirar/saber,aparencia/realidad, actividad/pasividad, son mucho más que lógicas oposiciones. Son lo que llamo una división de lo sensible, una distribución de los lugares y las capacidades o incapacidades atados a esos lugares. Dicho de otro modo, son alegorías de la desigualdad. Es esto por lo que puedes cambiar los valores dados a cada posición sin cambiar el sentido de las mismas oposiciones. [...]

[...] Lo que cuenta, de hecho, es solamente la afirmación de la oposición entre dos categorías: hay una población que no puede hacer lo que la otra población hace. Hay capacidad en un lado e incapacidad en el otro. La emancipación empieza por el principio opuesto, el principio de igualdad. Empieza cuando ignoramos la oposición entre mirar y actuar y entendemos que la misma distribución de lo visible es parte de la configuración de dominación y sujeción. Comienza cuando nos damos cuenta que mirar es también una acción que confirma o modifica esa distribución, y que “interpretar el mundo” es ya una manera de interpretarlo, de reconfigurarlo. El espectador es activo como el estudiante o el científico: él observa, él selecciona, compara, interpreta. Él reúne lo que ha observado con muchas otras cosas que ha observado en otras etapas, en otro tipo de espacios. Él hace su poema con el poema que se ha realizado frente a él. Ella participa en la performance si es capaz de contar su propia historia sobre la historia que sucede delante de ella. Esto quiere decir a ver si ella es capaz de deshacer la performance, por ejemplo, negar la energía corporal que supuestamente se transmite aquí en el presente y transformarlo en una simple imagen, si ella es capaz de conectarlo con algo que ha leído en un libro o soñado con una historia que ha vivido o le ha apetecido. Son espectadores e intérpretes de lo que es interpretado frente a él. Ponen atención en la performance en la medida que son distantes. Este es el segundo punto clave: el espectador ve, siente, y entiende algo en la medida en que hacen su poema como el poeta ha hecho, como los actores, bailarines o performers han hecho.[...]

Jacques Rancière vuelve a generar variaciones en torno a su constante (la desigualdad y la emancipación) en "El espectador emancipado". Vía Lagartijas tiradas al sol.

PD.: El libro que, creo, recoje esta conferencia y otros textos está siendo editado por estos días bajo el título El espectador emancipado (Ediciones Manantial, 2010) .

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