"Un ejemplo puede ilustrar lo que venimos sosteniendo: cuando en lugar de “ciego” se impone el calificativo “no-vidente”, se logra minimizar la significación del mundo de aquel impedido de ver. El ciego no debería ser visto sólo como un no-vidente. Al hacerlo, se lo confina a ser caracterizado apenas por una carencia: es el que no percibe lo que los otros ven físicamente. El acto presuntamente no discriminatorio, respetuoso de un derecho (hay algo escandaloso en el multiplicarse de los “derechos humanos”, que vuelve jurídico lo que hace a valores sustanciales, inmanentes), niega el posible mundo del ciego. De hecho, lo que resulta inadmisible es aceptar que puede haber otros mundos a partir de condiciones físicas distintas. La insistencia en pretender incluir a los ciegos en el mundo de los videntes, señalando que la única diferencia es el hecho de que el “no-vidente” carece de la posibilidad de recibir los impulsos luminosos, es una manifestación temerosa de prepotencia. ¿Podría el lenguaje soportar el reemplazo de “ciego” por “no-vidente” en los usos metafóricos, es decir, allí donde la significación suele adquirir su mayor envergadura? Se ha ido construyendo la diferencia de lo indiferente. Pero en la diferencia que marca los límites, la que indica lo otro, lo verdaderamente otro, se dibuja la eticidad del lenguaje. Se ha puesto en juego la responsabilidad de la palabra. Afirmar que “ciego” tiene algún sentido discriminatorio (esa es la excusa para suplantarlo con “no-vidente”) presupone aceptar la superioridad del que ve, la necesaria preeminencia y perfección del mundo visible. Disimular la existencia de esos valores en lugar de corregirlos –si se desea corregirlos- es la forma más duradera de afianzarlos. Los afirma, dejándolos como trasfondo no dicho. Es aparente su desaparición pues se lo nombra de otra manera, negando otros mundos posibles. El maquillaje de los nombres, como todo maquillaje, tiende a impedir el reconocimiento de la diferencia."Schmucler, Héctor (2001): "La industria de lo humano" en revista Artefacto, Buenos Aires.
G. A . C. G: una literatura sobreviviente
Hace 5 horas.
2 comentarios:
Está bien, pero eso es así en ese caso puntual. ¿Qué sucede con las capacidades diferentes (en lugar de discapacidades)? el lenguaje ahí se juega de otra forma, me parece.
saludos
A mí me pareció impecable.
Capacidades diferentes sostiene el problema del (etno)centro.
Lo deja muy claro:
"Afirmar que “ciego” tiene algún sentido discriminatorio (esa es la excusa para suplantarlo con “no-vidente”) presupone aceptar la superioridad del que ve, la necesaria preeminencia y perfección del mundo visible".
Me gustó la cita, leeré entero.
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