Las hembras humanas fueron entonces poseídas por los doscientos espectros de las milicias angélicas que descendieron como una tormenta sobre la cima del monte Hermon, y los hijos de esa unión fueron los nefilim, traducidos al griego como gigantes. Sin embargo, la obra de los Vigilantes rebeldes no se limitó a engendrar hijos gigantes con las hembras humanas. También les revelaron a los humanos una ingente cantidad de secretos:[...]Asael les enseñó a los hombres a hacer espadas de hierro y armas y escudos y petos y cada uno de los instrumentos de la guerra. Les mostró los metales de la tierra y cómo debían trabajar el oro para moldearlo apropiadamente, y en cuanto a la plata, cómo modelarla para realizar brazaletes y ornamentos para las mujeres. Y les mostró todo lo concerniente al antimonio y la pintura de los ojos y todo tipo de piedras preciosas y tinturas. (1 Henoch 8,1)
No sería exagerado afirmar que la Memra divina se encarnó para combatir el maquillaje femenino. Esto es, en efecto, lo que sugieren algunos teólogos como Tertuliano. Pero, ¿por qué Dios lucharía encarnizadamente contra los ornamentos de las mujeres? ¿Por qué este Dios trascendente tiene que ocuparse al maquillaje realizan un gesto antropotecnológico fundamental al alterar la apariencia humana natural en beneficio de la artificialidad del aparecer ante el mundo propio del ornamento: "pues delinquen (delinquunt) contra Él, las que martirizan el cutis con maquillajes, manchan sus mejillas de rojo, perfilan los ojos de negro. En efecto, a ellas les desagrada (displicet) la obra de Dios; en ellas mismas reprenden y refutan al artífice de todas las cosas (in ipsis redarguunt et reprehendunt artificem omnium). Acusan pues, cuando corrigen, cuando añaden tomando estos aditamentos del artífice adversario (aduersario artifice), esto es del diablo (diabolo)".Cada vez con más acuidad, Tertuliano insiste sobre la peligrosidad del maquillaje. ¿Es posible pensar que el divino gobierno cósmico encuentre su adversario en los rizos ornamentados de las mujeres? ¿Es concebible creer que un peinado de última moda pueda poner en jaque a todo el Universo? La respuesta sólo puede ser afirmativa si tenemos en cuenta que, a diferencia del mundo clásico, con el cristianismo todos los actos personales, incluidos los aparentemente más triviales, se transforman inmediatamente en acciones políticas. Por esta misma razón, el problema político esencial no es tanto la desnudez sino más bien el vestido, y desde esta misma perspectiva, no es tanto la desnudez sino, al contrario, la técnica vestimentaria la que resulta insoportable para el poder espiritual del gobierno divino del mundo.Si Dios se interesa por los afeites femeninos es porque éstos, junto con toda la (antropo)técnica, fueron transmitidos a la humanidad por los ángeles juramentados y rebeldes: "en efecto, aquéllos que organizaron todo eso se consideran condenados a la pena de muerte (damnati in poenam mortis), a saber, aquellos ángeles (angeli) que se precipitaron desde el cielo hacia las hijas de los hombres (ad filias hominum), para que esta ignominia también se añada a la mujer".Un día habrá que preguntarse por qué el maquillaje era un arcanum político -esencial para su gobierno cósmico- que Dios no quería transmitir a los hombres y que sólo llegó a estos gracias a la mediación de los ángeles rebeldes; pero esa futura indagación deberá quizá tener en cuenta que detrás de este problema se halla la primera forma de antropotecnia mítica: la transformación del cuerpo humano en su dimensión del ser y del aparecer social. Sólo pueden gobernarse sociedades, y el hombre, con sus antropotecnias angélicamente transmitidas, alteró, subvirtió y confeccionó un tipo de sociedad intolerable para la soberanía divina.
Ludueña Romandini, Fabián (2010): La comunidad de los espectros. 1. Antropotecnia, pp. 94, 96-97.
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