Vivimos en una época en la que se nos invita a definir nuestra identidad a partir de los productos que elegimos consumir. Lo que ridiculamente nos venden como un ejercicio existencial de libre albedrío, dentro del cual tenemos la radiante autonomía para decidir si vamos a lavar nuestro cabello con un producto de L’Oreal o con uno de Pantene, si vamos a comenzar nuestro día alimentándonos con unas hojuelas azucaradas de Nestle o con un Corn Pops de Kelloggs, o incluso para elegir si celebraremos nuestra decadencia gastronómica asistiendo al KFC o al Pizza Hut, lo cierto es que esta virtual libertad está acotada a la colosal gama de productos que derraman en el mercado solo diez grandes compañías.
El post sobre cómo nuestro consumo está tranquilamente bajo control sigue acá.
Visto en Pijama Surf.
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