En una entrevista de 1985, después de haber publicado el año anterior Los reportajes de Félix Chaneton, Carlos Correas comenta que prepara “una serie de cuatro breves nouvelles, en la que me preocupa mucho la forma”.
Estoy tentado de pensar que se refiere a la obra Un trabajo en San Roque que sería publicada de forma póstuma en 2005 y con sólo tres nouvelles (y dos relatos antiguos).
Para los encuentros de “La seducción de Carlos Correas”, volví a ese otro tríptico literario, menos leído que el de 1984. Hemos insistido en el conversatorio sobre los heterónimos que Correas usa como máscaras a lo largo de su obra: Ernesto Savid, Juan Manuel Levinas, Emilse Ruggiero y, claro está, Félix Chaneton.
Curiosamente en la última nouvelle homónima de Un trabajo en San Roque Chaneton reaparece como personaje, esta vez, secundario. Lo hace en medio de un relato denso, de clima ominoso, teatral y grotesco.
Y sin embargo, Chanetoncito, en el decir de Rodolfo Carrera su Virgilio lúmpen y viril en la primera parte de “Los reportajes…”, ha logrado conseguir la autoridad: es intendente en San Roque (aunque haya sido puesto por su suegro).
El final del personaje, ese final que no está en la novela de 1984, como corresponde en “la literatura de suicidias para suicidas” que reclamaba el joven Correas, es trágico.
Carlos Correas le da la muerte a Félix Chaneton en uno de sus últimos relatos publicados, en una nouvelle que se publica después de su muerte. Como si levantara el guante que Ramón Alcalde le había arrojado en su reseña sobre Los reportajes… a mediados de los 80. Como si necesitara matar a uno de sus heterónimos para realizar en la ficción algo que lo vendría tentando en la realidad…




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