Hace unos días, mientras avanzamos con los encuentros de lectura foxeanos, recordé un testimonio de Laiseca sobre el gordo Fox que aparece en medio de la obra Fogwill, una memoria coral, de Patricio Zunini. Aprovecho esa microexhumación para traer a la memoria virtual dos textos más en donde Lai evoca a su viejo amigos de la Manzana Loca y el deseo amoroso de destrucción. ¡Qué los disfruten!
En este país hubo un genio, pero genio sin joda, llamado Marcelo Fox. Era amigo mío. Tuvo una muerte prematura, murió muy joven. Lo atropelló un tren en Belgrano R: le cortó la cabeza. El funeral fue a cajón cerrado, por supuesto. (Aquello fue un aquelarre. No bien entré me recibió el padre: “Se murió por pelotudo, ¡por pelotudo!”. En vez de decir: “Hola, Laiseca, gracias por venir”, decía: “Se murió por pelotudo”. Lo cual posiblemente sea cierto, pero qué tiene que ver). Fox escribió una obra llamada Invitación a la masacre. Yo siempre dije que esa obra no tenía ningún talento: solamente genio. Como es lógico, no tuvo ningún éxito. Era demasiado genial, demasiado nueva, con cosas muy agresivas y terribles y a la gente eso no le gusta. Se asusta la gente. Pero era una obra genial de todas maneras. O justamente por eso. La novela se había perdido en el río de las cosas; yo tenía un original —lo sigo teniendo—, y le di una copia a Fogwill. Él no lo conocía, pero quedó enloquecido: “¡Esto hay que divulgarlo!”. Entonces sacamos fotocopias de Invitación a la masacre y se la pasamos a mucha gente para ver si lo editaban. ¿Quién tuvo la idea de las fotocopias? Seguramente Fogwill.
En Zunini, Patricio. Fogwill, una memoria coral, Buenos Aires, Mansalva, 2014, pp. 88-89.
Pero más allá de que Almotásim exista o no, lo cierto es que en Argentina me he topado varias veces con seres geniales o al borde del genio. Garantizo que nada queda de ellos. Otros se están quemando en este preciso momento. Hay un hombre llamado Pedro Lipcovich. Tenemos un pequeño libro de él, llamado El nombre verdadero. Fue publicado hace poco. Es una obra trascendente que no despertó el menor interés. Cuando se pierdan esos pocos ejemplares en el ruido de las cosas, la obra desaparecerá. Esperemos un milagro.Existió un muchacho que a los dieciséis años publicó Invitación a la masacre. Ahora está muerto y su libro perdido. Se llamaba Marcelo Fox. Cada tanto aparece un ejemplar de su obra en las llamadas librerías baratas o “de viejo”, esas con libros usados. Invitación a la masacre es una de las obras más originales que se hayan escrito en Argentina. Cruel, terrible, vigorosa, lúcida. Marcelo Fox sabía demasiado.A veces la letra de alguien se pierde en el rock, como le pasó a Federico Moura, el creador del conjunto Virus. Su obra, por provenir del rock, no será valorada jamás. Su letra está bajo un lacre mágico: uno de esos sellos que hacen que el castellano se transforme en chino básico. Se lee pero no se lee, se escucha pero no se escucha. Vale decir no se comprende.
El artículo completo de Laiseca sobre el centro y la periferia publicado en 1992 se leé en revista Bache.
Marcelo Fox carecía de todo talento. Sólo tenía genio. Únicamente genio. [...] Una vez un malvado me dijo de Invitación [a la masacre], despectivamente: "Ese libro terrible. Fox lo escribió porque era gordo". Vaya manera de juzgar una obra de arte y, sobre todo, de este calibre. Yo era muy amigo de Marcelo y se lo conté expresándole mi indignación. Para mi sorpresa Fox lanzó una de sus carcajadas de ogro: "¡Es cierto! ¡Es cierto! Lo escribí porque era gordo. ¿Y qué?".Cierto: y qué. De todas maneras esto nos obliga a pensar en algo nuevo: no es verdad que nuestra alma se adapte a Dios o a sus deseos. Más bien concebimos una imagen de Dios que se adapte a las posibilidades de nuestro cuerpo. \En efecto: estoy harto de ser gordísimo. El fofo muñequito del cual todos se burlan. Soy un genio y nadie lo ve. Más bien "echan lacre a mi paso" (textual).Tenía razón. La grandeza y el novedosísimo sentido del humor de su obra sólo despertó rechazo, incomprensión y miedo. Arrojaron lacre a su paso.Fox tenía dieciocho años cuando escribió Invitación. A esa altura había leído más bibliotecas que yo a mis setenta. Anunció el Proceso mucho tiempo antes de que alguien sospechara tal posibilidad. El torturador de uno de sus cuentos tiene un discurso interno que jamás un procesista se atrevería a tener. Sería quedar demasiado desnudo, expuesto.
Posteo en Facebook de la editorial Simurg el día 15 de julio de 2021.

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