Fuente: Capítulo nº 142, Encuesta a la literatura argentina contemporánea, Buenos Aires, CEAL, 1982.
1. ¿Cómo comenzó a escribir?
Empecé a escribir entre los 14 y 15 años. Publiqué mi primer libro recién a los 30. Entretanto realicé una larga conscripción literaria publicando artículos y relatos en diarios y revistas. Simultáneamente ocupé plazas distintas en la redacción de diferentes publicaciones. Director de La Protesta, redactor de Tribuna Proletaria, igualmente de Bandera Roja y de El Trabajo. Por último redactor en jefe del Boletín Oficial de la Unión Sindical Argentina, central obrera de la cual salió posteriormente la Confederación General del Trabajo, más conocida por la C.G.T. Además fui el comentarista anónimo permanente de la revista Claridad y tuve a mi cargo la dirección de tres revistas más: Prometeo, Izquierda y Extrema Izquierda.
¿Cómo se publicó su primer libro?
Mi primer libro, Tinieblas, fue publicado en circunstancias muy especiales durante el año 1923. Trabajaba yo entonces en una imprenta de linotipista en la cual se imprimían tesis para médicos. Allí editaban a veces sus obras dos incipientes editoriales con cuyos dueños forzosamente trabé amistad. Ambos, que conocían el texto. se empeñaron en darlo a publicidad, siendo el primero de ellos. Lino Tognolini, quien largó la primera edición. Inmediatamente después, dado el éxito obtenido, el segundo, Antonio Zamora, director más tarde de la Editorial Claridad, llegó a largar sucesivamente cinco ediciones más.
¿Cómo recuerda usted hoy ese período?
Recordar ese período ahora es como recordar a la generación que aparece ese mismo año de 1923. Al grupo de Boedo que comienza su campaña durante esa fecha. Al revés de aquellos que no ven más que errores y fracasos en el pasado de su iniciación, pienso que fue realmente importante y decisivo para nuestra literatura la formación de ese grupo que tuve el honor de liderar, como asimismo la publicación de Tinieblas que le arrió de bandera al empezar el combate con el grupo de Florida. Todo ello comportó, sin duda, un acontecimiento y llenó una etapa en la cultura nacional, que hoy es reconocido hasta por los profesores del ramo que suelen ser los últimos en enterarse de lo que ocurre en el ámbito de las letras.
2. ¿Cuál fue el clima intelectual de su casa y de su infancia?
Mi madre no sabía leer ni escribir. Mi padre murió cuando yo era muy chico y solo sé que tenía una taberna. Mis hermanos, nueve en total, no terminaron la escuela primaria. Lo mismo me sucedió a mí que solamente alcancé a cursar el cuarto grado. Ese fue el horno donde se cocinó el pan de mi intelecto. El clima científico.
¿Se apoyó o se desalentó su inclinación literaria?
Ni una cosa ni la otra. Pasó desapercibida. O sea: nadie se dio cuenta. Únicamente cuando apareció mi nombre en letras de imprenta mi familia hizo el descubrimiento.
Escuela, educación formal o informal en la adolescencia.
Aunque intenté estudiar formalmente muchas cosas, todo lo que alcancé a saber lo supe de manera informal y experimentalmente. Por eso sostengo que la mejor escuela es la escuela de la vida.
Los grupos y las amistades literarias.
Además del grupo de Boedo, tomé parte en dos entidades más. El de Teatro proletario y el de Teatro experimental de arte (T.E.A.), que fue el primer teatro independiente que se creó en 1928 y que debutó con una obra mía en tres actos. Respecto a los amigos, tuve tantos que me costaría mucho trabajo ponérmelos a contar.
Autores decisivos en su formación literaria.
Fedor Dostoievsky, León Tolstoi, Máximo Gorki, Edgar Allan Poe, Florencio Sánchez, Rafael Barrett y alrededor de cien más.
¿Recuerda algo que pudiera denominarse "episodio de iniciación literaria"?
Sí. En mi barrio, uno de los más pobres de Montevideo, los domingos por la noche, particularmente en invierno, solían reunirse algunas familias en torno a una mesa, donde alguien al fulgor de una lámpara leía la Historia de Rocambole. Un verdulero del lugar, que ignoraba hasta la misma existencia del alfabeto, pero que poseía una memoria prodigiosa, luego de asistir como oyente a la lectura de ese mamotreto compuesto de 32 tomos, retuvo lo más esencial de la novela y durante infinidad de noches llevó a cabo el relato en mi domicilio con la asistencia de toda mi familia. Yo tendría 8 o 9 años y fui impresionado tan hondamente a causa de la seriedad con que el verdulero refería las incidencias del romance de Ponson du Terrail y la atención también seria que le prestaba el auditorio que llegué a la conclusión que se podían contar cosas imaginarias y la gente creer en ellas siempre que se pusiera en eso la máxima convicción y formalidad. Puedo decir, entonces, hoy, que ese verdulero analfabeto fue mi primer maestro y quien me inició en el ejercicio de las letras.
3. ¿Cómo trabaja? ¿Hace planes, esquemas?
Generalmente de tarde. A razón de seis horas diarias. Los planes y los esquemas los hago mentalmente. Cuando me pongo a escribir ya tengo todo resuelto. Incluso el principio y el final de la obra. Yo vengo a ser algo así como el peón de brega de cuanto concibo.
¿Lee a otros autores en los períodos en que está trabajando en una obra propia?
Jamás se me ocurre eso. Pienso que cuando se hace una cosa no debe hacerse otra.
¿Cuándo y cómo corrige?
Empleo ordinariamente más tiempo en corregir que en escribir una obra. Nunca estoy conforme con su estructura. Corrijo hasta diez veces de cabo a rabo mis escritos. Los someto a una rigurosa depuración conceptual y estética. Barro con todo ese palabrerío detonante e infuso que se me pegó de Vargas Vila y de Rubén Darío. No hay que olvidar que yo provengo de la época del floripondio literario en que los poetas querían ser "hipsipilas" y le cantaban a las pálidas princesas y a los nenúfares amarillentos.
¿Lee alguien sus textos antes de que ingresen en el proceso de publicación?
Siempre leí mis trabajos antes de darlos a publicidad. Individual o colectivamente. Y escuché siempre las críticas.
4. Se dice que todo escritor tiene sus temas, constantes que definen su obra, ¿cómo definiría usted los suyos?
Son casi siempre de carácter social Siempre encaran la injusticia, La infamia, el drama de la explotación del hombre por el hombre. siempre se plantea la defensa de los humildes contra la prepotencia de los poderosos.
5. ¿Cuál sería a su juicio el lector ideal de su obra?
Las masas.
6. ¿Lee con interés lo que la crítica dice sobre su producción?
Naturalmente, sí. Escucho a todo el mundo. El que no atiende la opinión ajena, termina por desconectarse de la comunidad y puede llegar a la esquizofrenia. Eso no significa que se pierda la seguridad de sí mismo. Lo malo del asunto es que estoy tan acostumbrado a dar consejos que cuando alguien me quiere aconsejar tengo la impresión de que se me está faltando el respeto.
¿Qué relación se establece entre consagración crítica, éxito de público y calidad de la obra?
Por lo regular, estas tres instancias se dan de patadas. Nunca coinciden en darse juntas las tres. A menudo la calidad conspira contra el éxito y el éxito conspira contra 1a crítica. Aparte de que se miente tanto en este sentido que no se sabe nunca cuándo la crítica dice la verdad o cuándo el éxito es real o ficticio o cuándo la calidad es calidad o es una frase hueca del que la señala.
7. ¿En relación con qué autores nativos o extranjeros piensa usted su propia obra?
Con ninguno. Pienso, si es que pienso algo aquí, que la obra la estoy escribiendo yo y no otra persona. Y que si no la escribo yo, ningún otro, nativo o extranjero, vendrá a escribirla.
8. ¿Cuáles son las cualidades más importantes en un escritor?
Opino que un escritor, antes que escritor es un hombre. Y que sus cualidades no pueden ser otras que aquellas que distinguen al ser humano. Opino que por arriba o por debajo de lo que escribe surgen sus sentimientos de humanidad. Y que queriendo o sin querer delata la intimidad de su persona, Y que sus cualidades más importantes residen justamente en su forma de integrarse a la especie y ser un intérprete de sus conflictos y desventuras. La calidad del arte no reside en el arte sino en el artista. Sin persona no hay personalidad.
9. ¿Vive usted de la literatura?
Algo. Me ayudo con otras actividades intelectuales. No estoy jubilado, sin embargo. Por varias razones. En primer término, porque en esta sociedad de consumo en que nos toca vivir, no hay tipo más mal compensado que aquel que depende de una jubilación. Y en segundo lugar, porque me resisto a ingresar en las filas de la clase pasiva, pues es mi deseo más íntimo permanecer en actividad hasta el último día de mi vida. Que la muerte me agarre de pie y con una herramienta en la mano.
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