De los dos o tres libros que leí de Copi, La guerre des pédés (1982), me pareció el texto más alucinante, más provocativo, más atrapante: un desfile de personajes estrafalarios y desquiciados, sexualizados al mango; una sucesión precipitada de hechos imposible de recordar; un tono entre la poesía, el humor y la perversión; y travestis, sexo, amazonas, paranoia, viajes espaciales, violencia, complot y todo lo que uno pueda imaginar.
Ahora, me entero de que publican este relato por El cuenco del plata como La guerra de las mariconas. Qué feo título, es mejor que La guerra de las mariquitas (gallegada horrible en la que incurrió la editorial Eloísa Cartonera), aunque es peor que el título que la misma traductora de esta nueva edición, Margarita Martínez, había dedicado a tal obra en la revista El interpretador: La guerra de los putos. Ese último término conserva toda la violencia, la sexualidad y la desfachatez de Copi. Tal vez la traducción sea la misma en la nueva edición y en la edición online (y en txt) de El interpretador, esperemos que así sea porque era muy potente.
Copio, entonces, un párrafo de La guerra de los putos de Copi, que vaya como ejemplo:
Ahora, me entero de que publican este relato por El cuenco del plata como La guerra de las mariconas. Qué feo título, es mejor que La guerra de las mariquitas (gallegada horrible en la que incurrió la editorial Eloísa Cartonera), aunque es peor que el título que la misma traductora de esta nueva edición, Margarita Martínez, había dedicado a tal obra en la revista El interpretador: La guerra de los putos. Ese último término conserva toda la violencia, la sexualidad y la desfachatez de Copi. Tal vez la traducción sea la misma en la nueva edición y en la edición online (y en txt) de El interpretador, esperemos que así sea porque era muy potente.
Copio, entonces, un párrafo de La guerra de los putos de Copi, que vaya como ejemplo:
Tuvimos una erección. Le lamí primero la pija, después los huevos, luego abismé mi hocico entre los muslos. Dios santo, ¡era un verdadero hermafrodita! Entre los huevos y el ano, tenía un sexo de mujer que no habría sospechado. Mojé en él mis bigotes y ella maulló, toda temblorosa. Nunca había penetrado a una mujer, y nunca hubiera podido imaginar la naturaleza de semejante placer; me parecía renacer, no sabía incluso si era un pez o un mamífero. Nunca había sospechado que se pudiera sentir en el pene la emoción de un navegante solitario que descubre la isla de sus sueños. El culo te aprieta la pija, hay que luchar para agrandarlo, pero una concha de mujer te envuelve, te ama, es tu madre, o al menos, la madre de tus sueños.PD.: Insisto, si La guerra de las mariconas tiene la misma traducción que M. Martínez hizo en La guerra de los putos, bien vale la pena.
0 comentarios:
Publicar un comentario