viernes, marzo 12, 2010

Contemplación del frío helado (sobre Un oso polar de Pablo Natale)


Hace un par de meses, el estimadísimo Pablo Natale ha tenido la gentileza de enviarnos desde la remota Córdoba su primer libro: Un oso polar (Ediciones Recovecos, 2009). Entre las idas y venidas del verano urbano, los calores y las lluvias, leí el pequeño libro y, ahora, me dispongo a realizar un comentario sobre todo para poner sobre relieve que en las demás provincias también se escribe y, a veces, con muy buenos resultados.
Primero, bien por la edición del libro. Se sabe: a veces los paratextos son tan importantes como el texto o, al menos, contribuyen notablemente. En este caso, la tapa (una foto de un cielo grisáceo de tormenta, un monumento, un muchacho y una muchacha distanciados: él está más acá, ella, más allá), el juego con la tipografía de los títulos (una letra similar a la cursiva en la que las eles y las jotas se estiran hasta atravesar la página como una suerte de misterioso rastro) y la solapa (se destaca el primer párrafo, tal vez arbitrario, que emula la escritura que después aparecerá en los cuentos); estos tres elementos, como mínimo, ya nos muestran un jugueteo con el texto, la imagen y la letra.
Luego, los cuentos de Un oso polar son extraños pero no fantásticos. Natale trabaja desde cierto realismo: un realismo sin referencias explícitas, un realismo inquietante que por momentos roza lo arbitrario y lo absurdo de la vida cotidiana (las fotos del tío en “Un oso polar”; el personaje que escribe la historia de los pieles rojas en el patio en “Pieles rojas!”; la imagen fantasmagórica de Guillermo Kenny que vuelve una y otra vez en “Acerca del verde claro”; etc.). Lejos de cierta literatura argentina actual que aún continúa regodeándose en la transgresión o en la vida cotidiana insulsa, Natale propone una exploración de historias concentradas con personajes sutilmente excéntricos (Lautaro Hans Melzenberg y sus manos paralizadas en “Un oso polar”; el narrador obsesionado con el dibujo en “Dibujos –diario de viaje-“; las gemelas Olsen en “Frío helado sobre la osa mayor”, etc.) que realizan acciones arbitrarias, acciones que parecen, sin embargo, esconder cierta reminiscencia de sentido.
Por lo demás, en los textos de Un oso polar (tal vez haya cierta excepción en “Pieles rojas!”) predomina el componente biográfico: se despliegan vidas, se convive con recuerdos, se reconstruyen familias y relaciones personales. Natale condensa vidas en oraciones y párrafos cortos y cuando los detalles aparecen es porque las escenas aunque triviales, aunque absurdas, se recubren de cierta significación. Ahora bien, ese componente biográfico, ese interes por contar ciertas vidas o ciertos recuerdos de vida está atravesado por algunas estrategias textuales, como en la obra de Mario Bellatín pero también de Franz Kafka, que establecen una distancia de sospecha: la escritura neutral, la fragmentación y las fotos con epígrafes que se intercalan en algunos de los cuentos (fotos que si bien parecen tender hacia la verosimilitud, no hacen más que continuar ahondando la atmósfera extraña de los relatos: epígrafes que no interpretan de forma segura las imágenes, imágenes borrosas o mal tomadas, etc.). Tal vez el cuento que más se acerca a la estética kafkiana sea “Pieles rojas!” en el que un grupo de indígenas con extrañas costumbres, como salidos de una película yanqui, trastocan la vida del narrador y de su barrio.
Finalmente, Un oso polar de Pablo Natale, ambientes fríos y relaciones distanciadas entre personajes pesudo-maniáticos, nos plantea algunos interrogantes alrededor de lo absurdo y lo extraño en las relaciones personales, en los pequeños grupos humanos (la familia, el barrio, los amigos) y en la vida misma.

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