Timbre 2: velada gallarda (Pulpa, 2010) es, sí, una antología de narradores jóvenes (nacidos entre fines de los 60 y principios de los 80) como varias que han venido saliendo en los últimos años. Sin embargo, si hay algo que la distingue de las anteriores es su génesis: el libro, algo similar ocurre con La fiesta de la narrativa del Quinteto de la Muerte, surge de las "veladas gallardas": reuniones gastronómico-literarias en un hospitalario departamento de Villa Crespo que involucran entre sus participantes a escritores pero también a músicos e artistas (estos últimos se ponen en evidencia en la tapa y al interior del libro). El subtítulo y la contratapa (los paratextos siempre están ahí, guiñándonos el ojo) anuncian este origen, este punto de partida pero lo interesante es que la organización misma del libro nos presenta, entre los diez relatos de diversos autores y autoras, restos textuales de las veladas. Así, una serie de recuerdos, mails, anécdotas e impresiones recuperan, en un coro de voces que diluyen la autoría individual, el clima de las "veladas gallardas": la descripción del departamento y su distribución de espacios; los diversos participantes y sus relaciones; la preparación y los momentos del ritual; y lo que más seduce: las empanadas y la literatura.
Ahora bien, lo atípico de Timbre 2 no pasa sólo por el relato coral de las veladas gallardas de esta comunidad sino también porque, agárrense, ¡tiene dibujos e ilustraciones! En efecto, uno de los aciertos de esta antología en su plano de confección son los dibujos que acompañan cada cuento (realizados por Rusi Millán Pastori y Nubia Sobico, una pequeña creativa con un rol fundamental en las veladas). Así, por ejemplo, en "El regalo" de Selva Almada, un breve pero hermoso cuento sobre la pérdida de la inocencia y la familia, podemos hallar la imagen del regalo que nos traslada la intriga del texto a la imagen.
Vayamos a lo que interesa: los relatos de Timbre 2. Podríamos diostinguir dos líneas: una que trabaja en cierto realismo y otra que incorpora elementos fantásticos. En la primera línea, el tono realista escapa a lo rutinario y monótono para narrar pequeños acontecimientos que se vuelven mundos autónomos donde cada personaje y cada acción adquiere un sentido vital. "Juguetes perdidos" de Sebastián Pandolfelli y "A mi hermano" de Natalí Tentori exploran el mundo de la infancia en el límite con el peligro (en el primero, se asume, de forma muy lograda, una voz infantil; en el segundo, se juega con la precipitación y un final cautivante). Luego, en "Vos sos Pin" de Marcelo Guerrieri, tal vez uno de los mejores cuentos de Timbre 2, la óptica en torno a los niños cambia y, esta vez, la narración adquiere ribetes humorísticos y sentimentales en la voz de un narrador que cuenta su experiencia de muñeco-de-espuma-que-debe-soportar-a-niños-eufóricos. El cuento de Leonardo Oyola, "Tres baldes de arena por una de cal", recupera su trabajo con voces marginales a través de un obrero aplastado por la rutina; y, finalmente, en "Clase B", Rusi Millán Pastori reconstruye con acierto un set de producción de una película de terror clase B y sus conflictos internos. Por otro lado, en la línea que coquetea con el fantástico, "Manos blancas" de Odiseo Sobico, otro de los puntos altos de Timbre 2, arma un escenario rural en el que las relaciones de poder se cruzan con las posesiones demoníacas (cuento que marca un contrapunto con "El regalo" de Selva Almada); "Nieva caspa" de Alejandra Zina imagina un mundo capilar delirante; y "Cuis lingual" de Juan Guinot le da la voz a un cuis para que narre su sociedad y el exilio.
En definitiva, Timbre 2: velada gallarda es un antología de cuentos de jóvenes narradores atípica tanto en su manufactura y su génesis como en los relatos que recopila que apuestan, mediante diversos estilos y temáticas, a demostrar que se puede seguir narrando sin perderse en primeras personas despersonalizadas, realismos monótonos y lugares comunes (a la par de ser una excelente oportunidad de conocer nuevos autores y seguir sus proyectos literarios).
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