Mi amigo y nuevo colaborador de este blog, L. L., está en plena lectura de La razón neoliberal: economías barrocas y pragmática popular de Verónica Gago (Tinta limón, 2014). Acá van sus subrayados sobre por qué Gago repiensa el neoliberalismo y qué entiende por neoliberalismo desde abajo:
“(…) Pensar el neoliberalismo como una mutación en el 'arte de gobernar', como propone Foucault (2007) con el término gubernamentalidad, supone entender el neoliberalismo como un conjunto de saberes, tecnologías y prácticas que despliegan una racionalidad de nuevo tipo que no puede pensarse sólo impulsada 'desde arriba'. Foucault ha dicho que la innovación radical del neoliberalismo es que se trata de una forma de gobernar por medio del impulso a las libertades. Lo que a primera vista parece una contradicción, se vuelve una forma sofisticada novedosa y compleja de enhebrar de manera a la vez íntima e institucional, una serie de tecnologías, procedimientos y afectos que impulsan la iniciativa libre, la autoempresarialidad, la autogestión y, también, la responsabilidad sobre sí. Se trata de una racionalidad, además, no puramente abstracta no macropolítica, sino puesta en juego por las subjetividades y las tácticas de la vida cotidiana”.
“(…) En nuestro continente, la crisis del neoliberalismo ha abierto un debate sobre cómo caracterizar al momento que le sigue. Una línea gira alrededor de la discusión sobre la conceptualización del posneoliberalismo (Brandt & Sekler, 2009; Dávalos, 2012). Desde nuestro punto de vista, el prefijo pos -en el vocablo posneoliberalismo- no indica ni transición ni mera superación. Más bien señala la crisis de su legitimidad como política estatal-institucional a partir de las revueltas sociales recientes, las mutaciones operadas en el capitalismo mundial a partir de su crisis global y de ciertas políticas institucionales en los países cuyos gobiernos han sido caracterizados como 'progresistas' y, al mismo tiempo, la persistencia del neoliberalismo como condición y la incorporación o inmanentización de algunas de sus premisas fundamentales en la acción colectiva popular que lo ha impugnado”.
Págs. 9-11.
“(…) En Argentina -y en América latina en general- la participación mayor del estado tras el declive de la legitimidad neoliberal y el aliento a un consumo masivo ha cambiado en los últimos años el paisaje neoliberal: de la miseria, la escasez y la desocupación de principio de siglo (y todas las formas de lucha y resistencia que se generaron entonces) a unas ciertas formas de abundancia que se encuentran con nuevas formas de vivir el consumo, el trabajo, la empresarialidad, la organización territorial y el dinero. La mayor 'promiscuidad' de los territorios se presenta cada vez más como parte de una serie de economías barrocas que rearman una nueva dinámica política de desborde del propio neoliberalismo, cualificándolo de un modo nuevo.
Por neoliberalismo desde abajo me refiero entonces a un conjunto de condiciones que se concretan más allá de la voluntad de un gobierno, de su legitimidad o no, pero que se convierten en condiciones sobre las que opera una red de prácticas y saberes que asume el cálculo como matriz subjetiva primordial y que funciona como motor de una poderosa economía popular que mixtura saberes comunitarios autogestivos e intimidad con el saber-hacer en la crisis como tecnología de una autoempresarialidad de masas. La fuerza del neoliberalismo así pensado acaba arraigando en los sectores que protagonizan la llamada economía informal como una pragmática vitalista”.
Pág. 12.
“(…) Entonces, hablar de neoliberalismo desde abajo es un modo de dar cuenta de la dinámica que resiste la explotación y la desposesión y que a la vez se despliega en (y asume) ese espacio antropológico del cálculo. Esta hipótesis está a la base de una ampliación (temática y conceptual) de la noción misma de neoliberalismo y, por tanto, de la proyección de una nueva afectividad y racionalidad para trazar el mapa político de estas economías fuertemente expansivas de las abigarradas ciudades latinoamericanas. Puesto en estos términos, parece difícil convencerse de que el fin del neoliberalismo depende de la declaración de unos gobiernos que dicen haber dejado atrás esas políticas. No porque haya que simplemente desconfiar de lo que declaman, sino porque el neoliberalismo es una forma anclada en los territorios, fortalecida en las subjetividades populares y expansivas y proliferantes en términos organizativos en las economías informales. Esta perspectiva no implica desproblematizarla como lógica de gobierno, sino profundizar el modo en que ese imperativo de gobierno se articula con formas de invención no reducibles, aunque tampoco del todo incompatibles, con el diagrama neoliberal”.
Pág. 14.
“(…) Desde esta perspectiva, el neoliberalismo es mucho más que una doctrina de los think tanks imperiales y está mucho más acá de lo que buena parte del progresismo regional está dispuesto a asumir. Y esto porque desafía la idea de que su opuesto es una 'vuelta al estado' entendida en términos de una 'autonomía (contractual o del significante puro) de lo político', tal como la teoría del populismo propone. Tomar en serio la articulación entre neoliberalismo y subjetividades populares pone la exigencia de recrear conceptos aptos (territorio, valor, economía, etc.) para comprender la dinámica compleja que alcanza a lo político cuando es capaz de recoger en sí todas las capas de lo real, Otro modo de leer aquella advertencia de Marx: 'lo real es múltiplemente determinado'. La dinámica axiomática del capital, como han teorizado Deleuze y Guattari (1988), pone de relieve justamente esta tensión entre una flexibilidad y versatilidad de captura y explotación, por parte del capital y, al mismo tiempo, la necesidad de distinguir las operaciones mediante las cuales esa máquina de captura subsume relaciones sociales e invenciones que también resisten y desbordan el diagrama de captura/explotación”.
Págs. 15 a 16.
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