Bueno, tal como dije en el post "¿Nada es sagrado?: ironía y buena conciencia en torno a la última dictadura argentina", cuando leí la interesante nota de Patricio Lennard (desde ya mi reseña no le hace justicia así que si pueden, léanla), se me ocurrió un ejemplo de cierta irreverencia en relación con los desaparecidos en la literatura argentina. La escena en la que pensé forma parte de un cuento del libro de Rodrigo Fresán Vidas de santos (1993) y trata sobre una historieta que publica uno de los personajes del relato sobre un guerrillero muerto que vuelve a la vida para vengarse de los militares. En sí, si bien parodia más a los movimientos revolucionarios y a algunos íconos del peronismo, insinúa cierta transgresión vinculada con la desaparición forzada durante la dictadura.
A este ejemplo, podría agregársele como dije en un comentario del anterior post, la canción de la Bersuit Vergarabat, la "Danza de los muertos pobres" ("Las ligas de moral modificadas/ comenzaron nuevamente a sugerir morales,/ allanaron bóvedas para picanearnos/ y la picana no podía picar, porque mueve..."); y algunos elementos de otro libro de Fesán, Historia argentina (1991), relacionados con el personaje de Laura Feijóo Pearson (eso queda para otro post).
Abajo, entonces, copio unos fragmentos del cuento "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" de Rodrigó Fresán. Igualmente, no me quedo demasiado convencido de que la selección valga como muestra de lo que Lennard sugiere en su artículo.
A este ejemplo, podría agregársele como dije en un comentario del anterior post, la canción de la Bersuit Vergarabat, la "Danza de los muertos pobres" ("Las ligas de moral modificadas/ comenzaron nuevamente a sugerir morales,/ allanaron bóvedas para picanearnos/ y la picana no podía picar, porque mueve..."); y algunos elementos de otro libro de Fesán, Historia argentina (1991), relacionados con el personaje de Laura Feijóo Pearson (eso queda para otro post).
Abajo, entonces, copio unos fragmentos del cuento "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" de Rodrigó Fresán. Igualmente, no me quedo demasiado convencido de que la selección valga como muestra de lo que Lennard sugiere en su artículo.
“Cuando apareció el primer número de NN®, bueno, hubo un escándalo. Ya saben: las aventuras de un guerrillero muerto por la dictadura y resucitado por su novia con la ayuda telepática de un ex ministro entusiasta de las ciencias ocultas, un hechicero muy parecido a aquellos que sacudían las migas de las mesas redondas.
Entonces NN® anda por ahí matando militares durante la dictadura, combatiendo junto a adolescentes en frías y lejanas islas, yendo a tumultuosos recitales de rock, rescatando a jóvenes desaparecidos, devolviendo a sus familiares legítimos los hijos nacidos durante el cautiverio.
Esas cosas.
El único problema es que NN® —como todo buen zombie— se alimenta con seres humanos y no siempre hay carne militar para tirar a la parrilla.
Así que ahí está Daniel. Sentado en el inodoro, ejecutando una función corporal tan antigua como el mundo, leyendo la nueva aventura de NN®.
A la altura de la página veinte, tercer cuadrito segunda hilera —NN® señala con su dedo putrefacto a un ministro de economía elegido por el militar de turno—, Daniel descubre la clave iluminadora, la palabra mágica que abrirá las puertas de otro negocio magistral. Daniel es un genio para las finanzas y yo soy un genio para las historias; al menos eso dice él.” (p. 221)
“En los primeros años del tercer milenio, NN® se ha quedado solo. Todos sus aliados han muerto en forma violenta, NN® vagabundea por un mundo que ya no lo comprende. Decide recuperar las manos perdidas del Gran Líder. Las encuentra después de sortear grandes peligros. Confecciona con ellas un par de guantes de piel humana que le brindarán convocatoria sobrenatural y poderes ilimitados, NN® emprende entonces la más grande de sus hazañas. Mediante sus guantes mágicos decide traer a la vida a todos sus antiguos y desaparecidos compañeros. Estos salen del fondo del lago de Planicie Banderita y retornan a sus casas, donde no son reconocidos por sus nietos y bisnietos. Se los ubica en los cuartos del fondo. Se les prohibe cantar marchas partidarias. Se les permite, una vez al mes, volver a reunirse en una vieja plaza frente a una vieja casa de gobierno que ahora es utilizada como depósito de repuestos automotores, NN® —desesperado y sin entender nada— increpa a un legendario caudillo guerrillero nacional y for export, muerto en las selvas de otro país. ¿Cuál era su nombre? No puedo recordar su nombre. El guerrillero resucitado lo mira con tristeza. Le dice: "Lo siento, esto no tiene nada que ver con el modo en que yo pensaba se iban a dar las cosas". Y se suicida de un balazo en la boca, NN® toma el revólver aún caliente y hace exactamente lo mismo. Alrededor de los dos cadáveres baila una multitud de resucitados, felices por tener nuevos mártires, nuevas banderas. Alguien grita que la hora de la revolución ha llegado. La historia vuelve a comenzar. Final feliz.” (p. 232)
Fuente: Fresán, Rodrigo (1993): "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" en Vidas de santos, Buenos Aires, Planeta.
Entonces NN® anda por ahí matando militares durante la dictadura, combatiendo junto a adolescentes en frías y lejanas islas, yendo a tumultuosos recitales de rock, rescatando a jóvenes desaparecidos, devolviendo a sus familiares legítimos los hijos nacidos durante el cautiverio.
Esas cosas.
El único problema es que NN® —como todo buen zombie— se alimenta con seres humanos y no siempre hay carne militar para tirar a la parrilla.
Así que ahí está Daniel. Sentado en el inodoro, ejecutando una función corporal tan antigua como el mundo, leyendo la nueva aventura de NN®.
A la altura de la página veinte, tercer cuadrito segunda hilera —NN® señala con su dedo putrefacto a un ministro de economía elegido por el militar de turno—, Daniel descubre la clave iluminadora, la palabra mágica que abrirá las puertas de otro negocio magistral. Daniel es un genio para las finanzas y yo soy un genio para las historias; al menos eso dice él.” (p. 221)
“En los primeros años del tercer milenio, NN® se ha quedado solo. Todos sus aliados han muerto en forma violenta, NN® vagabundea por un mundo que ya no lo comprende. Decide recuperar las manos perdidas del Gran Líder. Las encuentra después de sortear grandes peligros. Confecciona con ellas un par de guantes de piel humana que le brindarán convocatoria sobrenatural y poderes ilimitados, NN® emprende entonces la más grande de sus hazañas. Mediante sus guantes mágicos decide traer a la vida a todos sus antiguos y desaparecidos compañeros. Estos salen del fondo del lago de Planicie Banderita y retornan a sus casas, donde no son reconocidos por sus nietos y bisnietos. Se los ubica en los cuartos del fondo. Se les prohibe cantar marchas partidarias. Se les permite, una vez al mes, volver a reunirse en una vieja plaza frente a una vieja casa de gobierno que ahora es utilizada como depósito de repuestos automotores, NN® —desesperado y sin entender nada— increpa a un legendario caudillo guerrillero nacional y for export, muerto en las selvas de otro país. ¿Cuál era su nombre? No puedo recordar su nombre. El guerrillero resucitado lo mira con tristeza. Le dice: "Lo siento, esto no tiene nada que ver con el modo en que yo pensaba se iban a dar las cosas". Y se suicida de un balazo en la boca, NN® toma el revólver aún caliente y hace exactamente lo mismo. Alrededor de los dos cadáveres baila una multitud de resucitados, felices por tener nuevos mártires, nuevas banderas. Alguien grita que la hora de la revolución ha llegado. La historia vuelve a comenzar. Final feliz.” (p. 232)
Fuente: Fresán, Rodrigo (1993): "La Memoria de Todas las Cosas (Una Summa Teológica)" en Vidas de santos, Buenos Aires, Planeta.
2 comentarios:
Tengo que darle una chance a Fresan.
Para mí, con "Historia argentina" basta y sobra. Después hace de sí mismo una franquicia. Saludos!
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