El año pasado, por cuestiones laborales, tuve que investigar un poco acerca de lo escrito sobre y durante la última dictadura en la literatura argentina. Intentando obviar las novelas ya requetemil mencionadas Respiración artificial de Piglia, Nadie nada nunca de Saer y La vida entera de Martini (por poner tres nombres ejemplares) y revolviendo para encontrar más que nada narrativa corta sobre la dictadura (no pude encontrar demasiado, algunos cuentos de Cortázar y de Humberto Constanini, alguno de Guillermo Martínez, alguno de Fogwill; ¿habrá antologías de cuentos representativos sobre dicha época?), me encontré con el texto de Osvaldo Lamborghini que adjunto por el Día de la Memoria. Es cruel y también tiene su sorna. su tono de burla. Que sirva para actualizar la literatura que representa, en alguna medida, esos años violentos.
Se equivocaban de departamento
El 24 de marzo (1976), los militares argentinos, y dale, tomaron el poder, o así, al menos: o así al menos -para decirlo todo- ellos lo creyeron. La verdad es que el poder lo tomaron los banqueros, los que, ¿los que?, como es tradicional en la Argentina, se pasan la vida rompiéndoles el (los) culos a los militares argentinos. Y gozan con ello: los militares argentinos y los banqueros (que se los cojen). Los militares. Argentinos, y los banqueros. Argentinos, y de cualquier otra nacionalidad, si es que existe -Dud, lo dudo- otra nacionalidad.
LOS MILITARES ARGENTINOS
LOS PREFIEREN EXTRANJEROS
sin embargo.
El por qué ahora del título de esta sección o de este aparte. Los banqueros les ordenaron a sus Lacays lacayos, los militares argentinos, que “liquidaran” (eliminación física o physi-ka) por lo menos a 10.850 -diez mil ochocientos cincuenta, en los documentos de la ONU consta, la cifra exacta consta: confrontar- digo, decíamos, 10.850 sindicalistas, dirigentes estudiantiles, obreros de protesta, artistas social-cristianos, científicos social-demócratas, cuadros Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo, peronistas de todo pelaje y calambre, abogados y médicos de presos políticos, presos políticos a los que se sacaba de sus celdas y se los ejecutaba en campitos, en baldíos, en los lejos de los lugares más lejanos, en fin: la “ley de fuga” –los generales argentinos, con esto (esto) de la “ley de fuga”, se divirtieron mucho: les pareció gracioso-. Bueno, ellos se divierten hasta con los programas de televisión, bueno. La cabeza (Perón decía: “No es que tengan las armas de adorno, lo que tienen de adorno es la cabeza”), bueno. La cabeza: no les da para más. Y hete aquí que llegamos. Primero: al por qué del título. Segundo: a la cabeza, a esa cabeza que no les da la cabeza. Los banqueros les dieron la orden -y se quedaron: muy tranquilos- supusieron (supusieron mal) que los 10.850 serían asesinados de una manera inteligente y racional. Subrayados aparte (el subrayado es mío), no se trataba de una suposición tan descabellada: después de todo, para tirar del gatillo contra gente indefensa no se necesita ser una lumbrera. Pero, ¡pero!, los generales argentinos… se equivocan de departamento, entendían… mal. ¿Habrá, yo me pregunto, alguna cosa que entiendan… bien? Quizá, las chacharadas (porcinas) de sus mujeres de tobillos gruesos. El caso. Hubo miles de casos ONU.
Gracioso, sí. El caso es que los mandaban, por ejemplo, a liquidar a los habitantes del 4º “B” (promedio de perforaciones: 72 -setenta y dos- balazos en cada cuerpo, mujeres y niños incluidos, of course, ah, y también ancianos, aunque postrados yacieran, enfermos en sus lechos: me parece, creo, que esto se llama ensañamiento).
Pero -rima- en miles de casos ONU, se equivocaban de departamento (casi rima: ensañamiento). Estos pelotudos en vez de entender, por ejemplo, 4º “B” -claramente les habían dicho: ¡4º “B”, 4º “B”!- lo que registraban en sus calimestroquis en o, romos como porongos, era, por ejemplo, 6º “C”. Entonces a la mierda, a la mierda, al infierno entonces (ONU) todos los habitantes del desdichado 6º “C”. Todavía hoy, y no vaya a creerse que la cosa ha terminado, la siguen, una pediatra que además es investigador y psicólogo experimental, hoy todavía se lamenta (ONU) por el asesinato “equivocado” de un paciente suyo, un bebito de dieciocho (18) días “respecto” del cual tenía grandes esperanzas: parece que los reflejos del bebito y sus respuestas a las pruebas de estimulación eran supranormales. El pediatra, incluso, pensaba financiarle a la familia del bebé prodigio, de su propio peculio, un viaje a Estocolmo porque quería recabar la opinión de otros: otros afamados especialistas.
La verdad, una verdadera lástima.
¿El 4º “B” o el 6º “C”? Se confundían, se hacían un lío: para ellos, son cosas muy difíciles.
Con los bebés y los niños no mayores de diez (10) años (ONU), no utilizaban el procedimiento -ahora sí rima: ensañamiento- de los 72 (setenta y dos) balazos. A los bebés les volaban la cabeza con un disparo de pistola calibre 45 (cuarenta y cinco). A los mayores, en edad ya de la razón, también. Pero a ellos además les dirigían la palabra:
-A vos, mejor te matamos ahora. Total, con lo que viste que le hicimos a tu familia, cuando crezcas te vas a hacer de izquierda, o social-demócrata, o social-cristiano. Mejor te matamos ahora, mejor te matamos ahora, mejor te matamos ahora-les decían. Y después un tiro en la nuca.
(ONU)
Sí señor. Sí, señor: se equivocaban de departamento.
Fuente: Lamborghini, Osvaldo (2003). Novelas y cuentos 2, Buenos Aires, Sudamericana, págs. 191-193.
2 comentarios:
Iba a decir algo como "Fantástico" o "Estupendo" o "Muy bueno".
Pero lo que le va es: de la puta madre.
cuando lei este cuento,
tarde varios dias en salir de mi asombro,
un tipo que escribe como decia arlt con la violencia de un cros a la mandibula.
(ahora,
que milicos de mierda che....)
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