Ausencia de mito: Sin embargo, me parece que cuando mencioné el malestar que resulta del hecho de que ni estos mitos ni estos ritos serán verdaderos mitos o ritos a causa de que no recibirán un consentimiento de la comunidad, antepuse la necesidad de ir más lejos y de representar una posibilidad que, a primera vista, podrá parecer negativa y que quizá en el fondo no es otra cosa que la forma más acabada de la situación. Si decimos simplemente, desde la lucidez, que el hombre actual se define por su avidez de mitos, y si a eso le agregamos que también define por la conciencia de no poder acceder a la posibilidad de crear un mito verídico, habremos definido una suerte de mito que es la ausencia de mito. (“La religión surrealista”, 54).
Ausencia de comunidad: A esta primera supresión de la particularidad [en el mito] se le puede sumar, o se le debe sumar, la necesidad de una ausencia de comunidad. ¿Qué significa, en efecto, un grupo sino un enfrentamiento de algunos hombres al conjunto de otros hombres? ¿Qué significa por ejemplo una Iglesia como la Iglesia cristiana si no la negación de lo que ella no es? En el hecho de que toda religión en el pasado estuviera unida a la necesidad de afirmarse como Iglesia, como comunidad cerrada, hay una suerte de escollo fundamental; cualquier tipo de actividad religiosa, en tanto desencadenamiento de la pasión, tendía a suprimir los elementos que separan a las personas unas de otras. Pero, al mismo tiempo, la fusión que realizaba la fiesta antigua no tenía otra finalidad más que crear un nuevo individuo que se podría denominar individuo colectivo. Con esto no pretendo decir que los individuos no estén convocados a reunirse como siempre lo estuvieron, pero más allá de esta necesidad inmediata, la pertenencia de cualquier comunidad posible a la que yo llamo –con palabras que para mí son habitualmente extrañas- ausencia de comunidad debe ser el fundamento de toda comunidad posible, es decir que el esta pasional, el estado de desencadenamiento que era inconsciente en el espíritu primitivo, puede pasar a una lucidez tal que el límite que estaba dado por lo opuesto del primer movimiento en la comunidad que lo cerraba sobre sí mismo tiene que ser transgredido por la conciencia. (“La religión surrealista”, 55).
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