lunes, noviembre 21, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (XX)

ANDRE LEBRAN

André Lebran es recordado, modestamente recordado, o mejor dicho no es recordado en absoluto, como inventor de la pentacicleta o pentaciclo, o sea la bicicleta de cinco ruedas. A partir del triciclo de transporte, por todos conocido, es fácil imaginar un artefacto semejante provisto de cuatro ruedas, en lugar de dos, bajo el carrito trasero, lo que hace cinco en total; y es posible que en algún lugar exista un vehículo de dicho tipo. Nada más alejado, sin embargo, de las intenciones de Lebran, que era un estudioso autodidacta de mineralogía, tenía un espíritu pitagórico y se deleitaba especialmente con los polígonos y poliedros perfectos, llamados también aristotélicos, puros objetos mentales que tienen la propiedad de poseer infinitas propiedades. Su pentaciclo era, pues, una bicicleta pentagonal, con el asiento en el centro del polígono y una rueda en cada vértice.
Es obvio que si las ruedas hubieran estado dispuestas radialmente, o bien tangencialmente, el vehículo no habría servido para nada. En el segundo caso, quizás como rueda de molino; pero, dejando a un lado el escaso rendimiento de un molino movido por pedales, está claro que no se habría podido utilizar como vehículo. Lebran había observado que en cualquier medio de transporte que no gira sobre sí mismo las ruedas tienden a asumir la posición paralela; y, viceversa, había observado también que, apenas una o más ruedas se alejan de esa posición, el medio gira sobre sí mismo, o en torno a un punto fijo del entorno, o incluso se queda inmóvil. Por dicho motivo, muy sabiamente, las cinco ruedas de su pentaciclo apuntaban todas en la misma dirección.
Una vez establecido lo anterior, permanece el hecho de que resultaría arduo imaginar un artefacto más inútil, embarazoso y absurdo. Así, al menos, lo ha decretado el Hado, al concederle como segundo y definitivo premio el olvido. El primer premio, medalla de plata, le había sido conferido con motivo de la gran Exposición Universal parisina de 1889; en uno de cuyos pabellones, frente al Palais des Machines, el pentaciclo fue expuesto por vez primera a la admiración escéptica de los franceses, con el inventor sentado al sillín, provisto de unos robustos anteojos antipolvo.
A Lebran le había sido concedido un stand pequeño, de cuatro metros por cuatro, pero cuando no llovía podía salir y efectuar alguna evolución en un patio interior de la Exposición; cuando llovía, se limitaba a pedalear por el ámbito limitado de su stand, encima de una estera roja. Allí dentro podía realizar un recorrido de un metro y medio como máximo; una vez llegado a la valla, bajaba y empujaba hacia atrás un metro y medio el aparato, luego subía de nuevo y recomenzaba. A partir de cierto momento, para corregir el desinterés de los visitantes, Lebran apareció en público disfrazado de indio americano semínola.
De un folleto o dépliant que había hecho imprimir el inventor para aquella ocasión, extraemos las siguientes aclaraciones: «Ruedas impulsoras tres, con tracción antero-posterior; las otras dos ruedas laterales contribuyen al equilibrio del conjunto. Ejes plegables regulables dotados de muelles, de modo que absorben los desniveles del terreno. Escasa fricción en subida, velocidad en descenso igual a la de una bicicleta corriente multiplicada por el factor K (K depende del barro y varía de 2 a 2 1/2). Notables ventajas bélicas como sucedáneo del caballo: ningún forraje, equilibrio permanente sobre terrenos acribillados, escasa superficie ofrecida a la metralla, detención en forma de tresbolillo de modo que el mismo obús no puede dañar más de una rueda a la vez. Un solo regimiento en pentaciclo podría devastar pacíficamente en un solo día todo el valle del Marne. Razonada explotación de las propiedades mágicas, exóticas y geométricas del pentágono, del talismán pentagular y del Pentateuco; triple freno de corcho; sillín ampliable o reducible según las dimensiones del conductor. Ganchos previstos para el eventual añadido de 2 (dos) cestas para el transporte de niños o lactantes. Balance regulable al aire libre. Guardabarros parabólicos. Linternas a voluntad hasta el número de 5 (cinco) para paseos nocturnos. Camilla posterior transversal insertable debajo del sillín para el transporte de enfermos graves o cadáveres. Próximamente la utilización del pentaciclo ampliará al cuerpo de bomberos de la ciudad de Dijon (modelo incombustible de aluminio). Transformable en pentapatín para lagunas, inundaciones y aluviones (patines de baobab). Elimina rápidamente cualquier forma de obesidad pectoral, ventral o posterior. Vehículo deportivo especialmente idóneo para señoritas, señoras, viudas y enfermeras. El pentaciclo Lebran es veloz pero seguro.»
Al parecer, los restantes inventos de André Lebran no pasaron del papel. Tres patentes francesas de los primeros años del siglo XIX llevan su nombre: la más notable es un ventilador consistente en un gran triángulo vertical de cartón ligero que se cuelga del techo y puede maniobrarse desde la cama con un cordel.

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