Este texto fue leído por el autor en la presentación "15 años de literatura nudista" de la editorial Nudista del día sábado 9 de agosto de 2025.
Aguxtina Perez inventó una escritura extremadamente fiel a sí misma —y el sí misma vale para ella y para la escritura. El lector se convierte en un ciego ante ese mar inmenso y blanco, donde las palabras se hacen frases y las frases vuelven a las palabras que las vieron nacer en los remos de los forzados. Para entrar a cenixienta, hay que hacerse parte del viaje de la heroína y, si entender es un suicidio, también hay que probar qué pasa con ese suicidarse.
cenixienta. pobre cenixienta. se suicidó en el piso 44 de un penthouse de lujo en Puerto Madero de una sobredosis de cocaína mezclada con acero y azufre. creía, quería creer que la muerte traería el olvido. pero, esto lo sabe cualquier suicida, estaba –brutalmente– equivocada.
Leer no es entender. No es caer en la interpretación, esa psiquiatría de la letra. Y, sin embargo, como cenixienta, el lector cae en la sobredosis de la interpretación porque no puede leer y nada más, quiere un puerto para este mar ciego. Pero está, como cenixienta, brutalmente equivocado.
Leer a Aguxtina es abrirse paso en el equívoco de los suicidas. Sus frases son el testimonio de que las palabras no se pueden entender, a pesar de todo. Sus novellas testimonian ese fracaso del lector suicidado, pero también testimonian el éxito de la escritura, su condición de jeroglífico siempre más acá o más allá de la violencia de los intérpretes.
cenixienta, se nos aclara en la advertencia del inicio, es parte de un tríptico que se forma con las novelas Caperuxita (editada) y BEATRIX (inédita). Ahora se trata de una star que murió a los 27 años y lo que tenemos al alcance de la mano es su posmuerte. Las aventuras y desventuras en esa ultratumba la llevarán a remedar sus malas acciones en un infierno sin Virgilio. La entrega a la sobredosis que la tumbó es redimida y cenixienta queda salvada.
Hay esperanza para el lector. Hip hip…
Las novelas de Aguxtina no construyen personajes, sino criaturas como Kafka que construyó Josefina la cantora, Odradek o Gregorio Samsa. Y así como Laiseca dividía todo entre el ser y el anti-ser, las criaturas de Aguxtina se dividen en dos clases. Por un lado, están los fariseos y por el otro lado, están los copistas. Los fariseos son regidos por el Pilatos de Sol, autor de El Libro Fraguado donde se construye un centro sin margen. Los copistas, en cambio, erran y leen El Eclesial, el libro de la Palabra dictado por el Espíritu Santo y escriben lo ya escrito. O sea, para ellos escribir es leer, porque no encuentran origen ni centro en la escritura y el margen es el único lugar para su tarea —la única arquitectura del fantasma, diría Héctor Libertella.
En cenixienta, los copistas que acompañan la redención de la heroína son el koala kohinoor, Felipe II, Sissi de Baviera, mirto dermi y el muñequito del malecón, entre muchos más. Nada que ver con el Chivo Negro, emisario del Pilatos de Sol. Estos copistas también vienen y van por las otras novelas de Aguxtina, además de las mencionadas, como Salitre (inédita) y Kraken mare (editada).
Si hago los números, cuento cinco novelas pero una sola escritura. Acá también sucede aquello de ¡Autor de un solo texto!, como en Osvaldo Lamborghini y su copista Milita Molina. Las novelas se multiplican pero la escritura es una. Este hecho es un misterio al que solo el bando copista puede acceder.
el mensaje parece críptico pero es blanco y puro como leche de la cabra más mimada por el koala kohinoor, si el koala kohinoor tuviese mimar cabras como afición.
Por eso, a pesar del entendimiento y el suicido, todavía se trata de un mensaje que llega después de la muerte y la interpretación, después de cualquier tipo de sentido, para un lector sobremuerto. Cada novela de Aguxtina es un mensaje que habla de la salvación, de la escritura blanca.
Hay esperanza. Hip hip…
La fidelidad de la obra de Aguxtina es hacia la palabra. Hay que salvar a la palabra de los centros, los psiquiatras, las instituciones y cualquier dogma de la especificidad. Hay que salvarla de los peores postores, esos que para la autora hacen literatura y/o mercado. Hay que salvarla de la trama y el argumento. Y este es un mensaje que solamente puede ser leído con pasión de cancha —pasión en las antípodas del campo, concepto de Bourdieu, los pelmazos de la literatura sociológica y la puta oligarquía.
la salvación está allí, tendida como una alfombra de pasto de cancha del Ascenso, al alcance de la mano.
Escuchen la frase.
la salvación está allí, tendida como una alfombra de pasto de cancha del Ascenso, al alcance de la mano.
Y miren ahora cómo la palabra Ascenso, con su A mayúscula y augusta, retumba en la frase ascendiendo sobre ella. La salvación se proyecta en la imagen de la cancha que pisan los futbolistas de verdad. Pero puesta así por Aguxtina, la frase repica en la palabra y la aísla de la imagen y el Ascenso ya no es solamente una pasión más entre otras pasiones, sino la única pasión posible. Todos somos futbolistas de verdad.
Mientras el lector se frena en esta frase colgado atrás del alambrado de cenixienta, con el corazón palpitando al ver la salvación pelotearse ante sus ojos, se siente parte del pueblo copista que salva las palabras. No hay nada más que el Ascenso, la estructura repetida una y mil veces de la Divina Comedia, nada más que el ascenso de la palabra por la frase, en la frase e incluso afuera de la frase.
Cada oración de Aguxtina es una novela donde la escritura se convierte en el resplandor ciego de la salvación. A veces hay que suicidarse pero para encontrar una salida que lleve hacia las palabras frases. A veces hay que entender primero y leer después, para desentenderse del todo y llegar a la tierra donde los fariseos no tienen paz y los copistas han devenido inmortales, como cenixienta y el lector fiel. Parafraseando a Nietzsche, somos futbolistas póstumos.
Hay esperanza. Hip hip… ¡Hurra!
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