lunes, mayo 30, 2011

La sinagoga de los iconoclastas (J. R. Wilcock) (IV)

CHARLES WENTWORTH LITTLEFIELD

Con la fuerza exclusiva de su voluntad, el cirujano Charles Wentworth Littlefield conseguía hacer cristalizar la sal de cocina en forma de pollo o de otros animales pequeños.
Cierta ocasión en que su hermano se había hecho un feo corte en el pie y perdía bastante sangre, el doctor Littlefield tuvo la idea de recitar un pasaje de la Biblia y la hemorragia se detuvo inmediatamente. Desde aquel día, Littlefield fue capaz de realizar arriesgadas intervenciones de alta cirugía, utilizando como coagulante su poder mental apoyado en el mismo fragmento de la Biblia.
En determinado momento, el doctor decidió estudiar más metódicamente la causa secreta de su poder trombocoagulante. Littlefield sospechaba que la coagulación era provocada por las sales contenidas en la sangre; por consiguiente, disolvió una pizca de sal de cocina en el agua y puso la solución bajo el microscopio. A medida que el agua se evaporaba, el observador repetía a media voz el pasaje quirúrgico del Antiguo Testamento, pensando al mismo tiempo en un pollo. Sorprendido, vio como los diminutos cristales que se iban formando lentamente en el portaobjetos se disponían en forma de pollo.
Repitió el experimento cien veces, siempre con el mismo resultado: si, por ejemplo, pensaba en una pulga, los cristales se disponían en forma de pulga. El relato de las investigaciones se puede leer en el libro del mismo Littlefield Origen y modo de la vida (The Beginning and Way of Life, Seattle, 1919). Se trata de un profundo estudio del sutil magnetismo que convierte a los cristales en dóciles al control de la mente humana. En el prefacio, el doctor da las gracias a san Pablo, a san Juan Evangelista y al físico inglés Michael Faraday, que, desde el otro mundo, le han dictado capítulos enteros.

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